El Potterverso pertenece a J. K. Rowling.
Este fic... es mi regalo de Navidad para Venetrix, Jefaza Suprema, dueña y señora del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black (donde podéis ir cuando queráis y veréis que no nos comemos a nadie aunque a veces parezca lo contrario), para que no se quede sin uno sólo por ser una de las organizadoras. Y porque es la mar de simpática (sí, soy andaluza, y no, no es una exageración).
Y el investigador se convirtió en su propio experimento
o-o-o
I
1 de septiembre de 1973
La primera vez que Regulus la ve es en el banquete de bienvenida con el que comienza su segundo año en Hogwarts.
No se fija excesivamente en ella; al menos, no en su físico. Regulus tiene doce años y demasiadas cosas en la cabeza –lo idiota que es Sirius, que lo único que sabe hacer es dar disgustos a su pobre madre; lo rápido que, en el exterior de los gruesos muros del castillo, el Señor Tenebroso va ganando poder; la carta de la prima Bella que recibió la semana pasada– como para preocuparse de nimiedades como su cuerpo lleno de líneas rectas y ángulos –ya cambiará, pero eso Regulus aún no lo sabe–, el pelo largo, rubio oscuro y alborotado –que, como se dará cuenta más tarde, es absolutamente imposible mantener bien peinado–, los ojos azules y llenos de aprensión –Regulus ha de admitir que, hace un año, él sintió algo parecido– o la menguada longitud de sus uñas. De modo que sólo se queda con el nombre y el apellido de la niña.
—¡Macdonald, Mary!
Sangre sucia, cataloga Regulus rápidamente. Su apellido no está entre los Sagrados Veintiocho que el muchacho puede recitar del derecho y del revés desde que se esforzó tanto por memorizar la lista para ver así la sonrisa llena de orgullo de su madre. Aunque también podría ser mestiza, sugiere una voz en su cabeza. Regulus descarta esa posibilidad cuando ve la inseguridad con la que la niña se acerca al Sombrero Seleccionador.
—¡GRYFFINDOR!—grita el pedazo de tela, y Regulus frunce el ceño con desagrado. No hay necesidad de dejar sordo a nadie, piensa. Ve aplaudir a su hermano y sus amiguitos leones y vuelve a arrugar la frente. Al paso que va, Sirius logrará que su madre muera de una irritación en no demasiado tiempo.
Es lo que va buscando, piensa. Sirius nunca ha sido demasiado obediente, pero desde que hace dos años fuese seleccionado en Gryffindor ni siquiera se molesta en aparentarlo.
Idiota.
II
4 de noviembre de 1974
Ha pasado ya más de un año desde que Regulus Black tuviera el placer de ver a Mary Macdonald por primera vez y catalogarla rápidamente como alguien a quien no merece la pena acercarse. Vagamente se ha percatado de que la niña ha crecido y su cuerpo rectilíneo está desarrollando curvas que empiezan a invitar a la imaginación.
Pero poco más. Es una sangre sucia y, como tal, no es digna ni de que Regulus la mire siquiera. Incluso debería besar el suelo que pisa el joven Black y darse con un canto en los dientes por no llevarse una buena maldición cada vez que se cruzan por los pasillos. ¿El motivo? Que el mundo sería un lugar mejor sin esos molestos engendros de muggles. Lisa y llanamente.
Hoy Regulus está bastante contento. En primero era imposible que lo cogieran, y el año pasado no pudo ser, pero por fin ha conseguido ser buscador del equipo de quidditch de Slytherin. No va a negar que le ha sido bastante útil comentarle a Adam Avery, el capitán, de quinto, lo bueno que sería tener buenas relaciones con un Black.
Cuando deja la escoba en su dormitorio y va a la sala común sin más objetivo que pasar por ahí para dirigirse al Gran Comedor, sin embargo, encuentra al capitán hablando en voz baja con Nicholas Mucilber, de sexto, y Severus Snape, que está en el mismo curso que Sirius, en un rincón. Regulus se propone pasar de largo simplemente, porque no es asunto suyo lo que quiera que estén diciendo y además volar siempre le da hambre. Sin embargo, Nick lo agarra del hombro y le impide avanzar.
—Eh, Black, hemos pensado en hacer algo para divertirnos un poco. Podrías venir—le guiña el ojo—. Ya sabes, para celebrar que eres buscador y eso.
Regulus no es idiota y, pese a no haber ido nunca con ellos, es conocedor de sus correrías. El concepto de la mayoría de sus compañeros de casa de diversión es estremecedoramente parecido con el que tiene la gente normal de tortura. El muchacho sabe que es costumbre pasárselo bien a costa de unos cuantos sangre sucia, pero no está seguro de querer colaborar con ello. Generalmente prefiere dejar el acoso a los demás y meterse en sus propios asuntos.
Pero sabe que, si se niega, con toda probabilidad comenzarán a llamarlo traidor a la sangre. Nada más lejos de la realidad.
—Vale—acepta.
De modo que sigue a Avery, Mucilber y Snape al exterior de la sala común, y camina con ellos por los pasillos. Regulus está empezando a compadecerse del primer sangre sucia que encuentren cuando dan con uno de ellos.
Con una, se corrige el muchacho. Una que ha tenido la desgracia de ir sola y toparse con los tres Slytherins.
Mary Macdonald está agachada en el suelo, recogiendo una pila de libros que deben de habérsele caído. De nuevo tiene el largo cabello rubio alborotado, y Regulus se pregunta si alguna vez se lo peinará. Quién sabe. Los sangre sucia son un misterio. Uno ciertamente desagradable.
—Buenas tardes—la saluda Adam.
Mary da un respingo y termina de coger sus cosas.
—Buenas tardes—responde, levantándose. Se dispone a desaparecer por la esquina, pero Nick saca su varita y hace que los libros y los pergaminos caigan al suelo de nuevo—. ¡Eh! ¿Se puede saber qué te he hecho?
Existir, responde mentalmente Regulus. Ése es el único y peor delito de los sangre sucia y los muggles. Pero no lo dice en voz alta. Observa la escena ligeramente apartado, con prudencia, junto a Severus Snape, al que curiosamente tampoco le hace mucha gracia el espectáculo. Regulus recuerda entonces que su compañero es amigo de otra sangre sucia, Evans, de Gryffindor.
—Ponerte en mi vista—dice Nick con calma—. ¿Ibas a algún lado?
Mary comprende que no va a salir bien parada. Regulus lo ve en sus ojos, pero sus iris grises permanecen impasibles. Ella es una sangre sucia y va a recibir su merecido. Él es un Black y va a contemplarlo, sin mancharse las manos, con elegancia aristocrática.
Sin embargo, pese a que es obvio que tiene miedo, Mary no dice nada, ni suplica. Tan asquerosamente Gryffindor como Sirius, comprende Regulus. Algo que le irrita; ¿es que ese montón de gatos venidos a más no tiene un mínimo de de sensatez?
Nick y Adam se entretienen rompiendo las cosas de la niña y riéndose cuando las lágrimas que tanto esfuerzo ha hecho por contener se derraman por sus mejillas. Cuando se cansan de ello, deciden que sería divertido darle una clase de estilismo a Mary, y le cortan el pelo tanto que pasa de llevarlo por la cintura a llegar a duras penas a los hombros de la muchacha, hundidos por la humillación y rabia.
—Vámonos ya—sugiere Snape cuando Mary empieza a llorar a lágrima viva, observando los mechones de su pelo que hay esparcidos a su alrededor.
Los otros dos le hacen caso. Regulus no comprende por qué se van justo ahora, pero en cierto modo lo agradece. Le incomodan las lágrimas.
Pero cuando Mucilber, Avery y Snape se van, Regulus se encuentra con los pies clavados en el suelo, y no tiene la menor idea del motivo. Porque es completamente irracional: a él no le gustan los sangre sucia, no le gusta que la gente llore… y ahí está, mirando a una Mary Macdonald que corre el riesgo de ahogarse en sus propias lágrimas.
El motivo de la prisa de Snape para irse se hace claro cuando Regulus ve una furia pelirroja caminando hacia él y Mary.
Lily Evans.
Con diferencia, es la sangre sucia que más respeto inspira al menor de los Black. La teme hasta su hermano, que es demasiado estúpido para tener miedo ante cosas lógicas, ¿por qué Regulus iba a ser menos que Sirius? Intenta retroceder un paso, pero Lily no lo mira. Se agacha junto a Mary y arregla con su varita lo que puede, observando con tristeza los mechones de pelo que hay en el suelo. Regulus ha de admitir que la condenada es buena con los hechizos.
Sin embargo, el joven deja de pensar todo eso cuando Evans clava sus ojos verdes en él.
—¿Qué, Black? ¿Te has divertido?—le suelta con rabia.
—Mucho—responde él. No es completamente cierto, pero tampoco va a negar que ha sido entretenido e interesante (lo que sí niega con ahínco es la posibilidad de él que pueda sentir lástima por Mary Macdonald).
Mary suelta un sollozo, y Lily la abraza protectoramente.
—Él… él no…—empieza.
Eso es más de lo que Regulus puede soportar. El joven gira sobre sus talones y se va del pasillo, tratando de apartar a todos los sangre sucia de su mente.
Casi lo consigue. Sólo le falta sacarse a Mary Macdonald de la cabeza.
III
17 de diciembre de 1974
Regulus está satisfecho. Aunque fue por poca diferencia, gracias a él Slytherin ganó el partido contra Ravenclaw, y su actuación fue sencillamente soberbia. Según sus compañeros de casa, les has dado bien por culo a esos pajarracos. Según lo que le comentó Sirius de pasada cuando se cruzaron algo después, James vuela mejor que tú.
Regulus no se ofende en exceso por el comentario. Parece que a Sirius le molesta que su hermanito destaque por sí mismo y no por ser "el hermano Slytherin de", pero él no es tonto y es consciente de que James Potter vuela mejor. En realidad, James Potter vuela mejor que todo el mundo; ni siquiera necesita las manos para sujetarse a la escoba mientras lleva la quaffle: parece que hubiera nacido en el aire.
Sacando pecho como pocas veces puede permitirse hacer, Regulus sale del Gran Comedor y pone rumbo a la sala común de Slytherin, y una pregunta incómoda se abre paso en su mente: ¿cómo celebrarán sus compañeros la victoria? El muchacho sabe que, pese a que no suelen necesitar una excusa para atormentar a los sangre sucia, se ensañan más cuando están contentos por algo. Quizá el dolor ajeno les excite o algo así. Regulus almacena ese principio de hipótesis en un lugar seguro de su mente, para analizarlo más tarde.
Justo cuando lo ha colocado en el rincón correcto, escucha un sollozo que proviene de la puerta del baño que hay a su derecha. Regulus se dispone a pasar de largo, pero vuelve a oírlo; esta vez, más fuerte. Y él lo reconoce. No es la primera vez que oye llorar a Mary Macdonald.
El por qué entra en el baño en lugar de pasar de largo es un misterio; igual que es un misterio que cuando Mary llora él olvide el desagrado que le inspiran las lágrimas de los demás.
La ve acurrucada en un rincón, hecha un ovillo. Ella no se da cuenta de que está acompañada. Regulus avanza lentamente hacia la muchacha, y Mary sólo levanta la cabeza cuando tiene a su compañero a menos de dos metros.
Sus ojos azules brillan llenos de rabia al ver el escudo bordado en su túnica.
—¿No habéis tenido bastante, o qué?—le suelta. Se le quiebra la voz y se toca el pelo, y Regulus se da cuenta de que Nick y Adam se lo dejaron insultantemente corto.
—Yo nunca te he hecho nada, así que ahórrate el numerito conmigo—replica, sin embargo. Vuelve a preguntarse qué demonios hace ahí mientras se agacha para que su rostro quede a la altura del de esa niña que lo mira con rencor—. ¿Han sido Nick y Adam?—es por curiosidad, para elaborar la teoría, se repite una y otra vez.
Mary asiente.
—Mucilber, Avery y el otro… el amigo de Evans. Pero él se ha quedado mirando—típico, piensa Regulus. Snape tiene que conservar la amistad de la sangre sucia de la que ha tenido la desgracia de enamorarse—. ¿Por qué?—inquiere.
Regulus suspira. Si ha de ser completamente sincero, no se había planteado tener que ser él el que le dijera alguna verdad dolorosa a ningún sangre sucia (y mucho menos a Mary Macdonald, la inocente Gryffindor de segundo curso, pelo siempre revuelto y brillantes ojos azules), pero ella es quien lo ha pedido.
—Porque sois sangre sucia.
Los ojos azules de Mary brillan con auténtico odio ahora.
—Pues que sepas que prefiero eso antes que necesitar meterme con los demás para sentirme superior, como hacéis vosotros. Dais asco, todos.
Regulus arquea las cejas, ligeramente ofendido, y se pone en pie.
—Puede, pero eso no cambia que tu existencia sea un error—replica con frialdad, antes de salir resueltamente del baño, haciendo todo lo posible por ignorar el llanto de Mary Macdonald.
IV
20 de junio de 1975
Regulus ya casi ha logrado olvidar la culpabilidad que sintió cuando le dijo unas cuantas verdades a Mary Macdonald aquella tarde de diciembre. En los últimos meses ha ido comprendiendo por qué la mayoría de sus compañeros disfrutan haciendo sufrir al resto, pero ha querido estudiarlos tan de cerca que ahora él también es parte del experimento.
Es, de alguna manera, entretenido. Sentir superioridad, poder, sobre alguien a quien estás haciendo daño física y psicológicamente es una droga dulce y peligrosa. Regulus comprende ahora a lo que se refieren sus padres cuando dicen que el respeto no nace del amor, sino del miedo.
Siguiendo esa teoría, Regulus ha caído en el juego en el que se prometió no meterse: se ha unido al entretenimiento de Nick y Adam. Pese a que acaba de cumplir catorce años y acaba de terminar su tercer curso, está desarrollando un talento increíble con los maleficios. Regulus ha dejado de ser "el hermano Slytherin de" y ahora es simplemente él. Se siente curiosamente bien.
Cierto es que ha tenido mucho cuidado de no tocarle un pelo a Mary Macdonald. De hecho, ni siquiera la mira; pese a que muchas veces nota sus ojos azules clavados en él, la ignora con una envidiable elegancia.
Pero, a pesar de ello, Regulus se ha sorprendido en más de una ocasión guiando a sus amigos (en cursiva porque Regulus no cree que lo sean realmente, como el grupo de Sirius; sólo utiliza esa palabra para referirse a ellos de una forma rápida) hacia otro lado cuando veía una cabellera rubia y alborotada en la esquina, sugiriendo que ahí hay sangre sucia más lloricas a los que hacer daño.
El último día de curso, sin embargo, Regulus encuentra una visita inesperada cuando sube a su vagón y abre un libro, esperando a que sus amigos lleguen.
Cómo no, piensa con ironía cuando ve a Evans sentarse frente a él. Arruga la nariz. No le apetece estar junto a ningún sangre sucia. No se da cuenta de que cuando Mary está cerca la expresión de desagrado no es fortuita.
—Mira, Black, te lo voy a decir muy claro—empieza la joven—. Me da igual que los Slytherins os creáis en la cúpula del mundo; asumid que vivís en las mazmorras. Como tú y tus amiguitos no dejéis de meteros con los nacidos de muggles, yo…
—Si sólo vienes a decir estupideces, la puerta está ahí—la interrumpe Regulus. Poco le importa ser un año menor que ella y que aún tengan permitido hacer magia; detesta a Lily Evans casi tanto como detesta a los amiguitos de su hermano.
—La próxima vez que hagas daño a los nacidos de muggles lo pagarás caro—le jura la pelirroja.
Regulus arquea las cejas con indiferencia y la observa salir del compartimento. Se pregunta si, en su afán por defender las causas perdidas, habrá hecho la misma amenaza a su hermano y sus amigos, que tienen por principal entretenimiento meterse con Severus Snape. Luego deduce que probablemente no. Son compañeros de casa.
Justo antes de sumergirse de nuevo en su libro, Regulus ve una cabellera rubia y alborotada pasando por el pasillo.
V
1 de septiembre de 1975
Regulus se despide de su madre con un abrazo y permite que su padre le dé un apretón en el hombro antes de subir al Expreso de Hogwarts. Como de costumbre, su prima Bella no dice nada, simplemente lo observa, imponente y hermosa, con una gélida indiferencia que hace que su marido, Rodolphus Lestrange, la mire con un deseo que apenas si puede disimular.
Regulus se dirige a su compartimento y se sienta. Escucha ruido en el pasillo y alcanza a ver a su hermano corriendo por él con esos amigotes suyos que tiene. Según lo que escuchó este verano, ahora tienen un titulito. Los Merodeadores. A Regulus le parece algo tan patético que ni siquiera sabe por dónde cogerlo.
Sin embargo, por primera vez, las palabras de su hermano, que antes le parecían idioteces, han hecho mella en su mente. Regulus no puede evitar pensar que, si Sirius no tiene ningún problema con mezclarse con sangre sucia o muggles, él tampoco debería tenerlo en caso de acercarse un poco a Mary Macdonald… Sólo por curiosidad. Es sólo un experimento. Y esta vez se asegurará de no convertirse en su propio conejillo de Indias, como le pasó el curso anterior. No va a volver a desperdiciar su tiempo metiéndose con ningún sangre sucia. No merecen tanta consideración.
Regulus recuerda la enfermedad que le diagnosticaron a su padre en verano. Probablemente, Orion Black no dure mucho más, unos años a lo sumo. Incluso Sirius, que se pasa el día diciendo lo poco que le importa su familia y lo feliz que estaría viviendo con, por ejemplo, los Potter, está afectado. Lo disimula mucho mejor que Regulus, pero eso no significa que sea de piedra.
A lo mejor, piensa, los sangre sucia y los muggles no son tan abominables. Quizá simplemente hayan nacido enfermos; en el caso de los muggles, por carencia de magia, y en el de los sangre sucia por haberla obtenido de una forma no natural. Pero ellos no tienen la culpa, razona. Mary Macdonald no pidió nacer, mucho menos tener magia cuando no le correspondía.
Apenas se fija en Nick, que este año se dispone a hacer su último curso, ni en Adam, que entra a sexto, ni tampoco en Severus Snape, que tiene su nariz ganchuda pegada a un libro y en junio se enfrentará a los TIMOS. Pasa el viaje cavilando, y cuando llegan se levanta como un autómata, se pone la túnica y sale del compartimento perdido en sus pensamientos. Se choca con alguien de un curso inferior, pero no le da importancia hasta que descubre una mata de cabello rubio desordenado alejándose de él.
De repente se siente extrañamente mal. ¿Por qué Mary lo ha ignorado? Bien es cierto que él lleva haciéndolo varios meses, pero nunca le ha hecho nada personalmente; de hecho, se podría decir que le hizo más de un favor el curso pasado alejando a sus amigos de ella. Nunca ha dado motivos a la muchacha para odiarlo.
Sólo decirle que no debería haber nacido.
Regulus supone que la joven se lo ha tomado a la tremenda. Después de unos segundos de reflexión, sin embargo, deduce que es lo lógico, dadas las palabras que le dirigió. Pero es verdad, piensa convencido. Para estar enfermo, mejor no nacer, razona. Aunque, ya que Mary Macdonald existe, lo único que queda por hacer es estudiar el mal que padece y, si se puede, extirparlo. Regulus se pregunta si habrá una forma menos radical que la que pregonan el Señor Tenebroso –y, en casa, su prima Bella– y se estremece.
VI
11 de octubre de 1975
Regulus jamás ha estado tan enfadado como ahora. Por primera vez en su vida, desea ponerse a destrozar cosas para exteriorizar su rabia. Lo que ha ocurrido es sencillamente inconcebible.
Mary Macdonald ha empezado a salir con su hermano.
¿Cómo puede haber perdido Sirius el norte de esa manera? Regulus ya sabía, de sobra, que su hermano no tiene otra meta en la vida más que demostrar que es un Black poco común y conseguir que su madre lo borre del tapiz, pero ¿tocar, abrazar, besar a una sangre sucia? Eso es demasiado. Y, además, ¿qué persona en su sano juicio accedería a salir con Sirius Black? Todo Hogwarts sabe que es un rompecorazones y va de flor en flor; no conviene sumergirse en una relación que con toda probabilidad dure menos que una rana de chocolate en la puerta de una clase.
Regulus respira hondo, tratando de serenarse. Se dice que, a lo sumo, Sirius se cansará de Mary en un par de semanas. Entonces, su hermano recuperará la cordura y Mary…
¿Por qué le preocupa la sangre sucia? El que debería importarle es Sirius; no debe alejarse de la familia, no más de lo que ya lo ha hecho. Va a matar a su madre de un disgusto un día de éstos; Regulus lo ve venir.
Después de varios minutos y unos cuantos ejercicios de respiración, logra calmarse lo suficiente para volver a tomar las riendas de sus pensamientos y aclarar qué va a hacer.
Y apenas lo ha decidido, el joven se encamina a los jardines, donde con toda probabilidad esté su hermano y sus amigos, los Merodeadores. Por Merlín, el titulito es ridículo se mire por donde se mire.
Los encuentra sentados junto al lago. Descubrir a su hermano besando a Mary no contribuye a mejorar el humor de Regulus, precisamente. Carraspea cuando está cerca para hacerse notar, y Sirius tiene la decencia de separarse de la muchacha.
—¿Qué haces aquí?—pregunta con brusquedad. Regulus arquea las cejas con ironía; ¿qué puede querer él acercándose al grupo de amigos de su hermano salvo hablar con él? Por suerte, Sirius lo comprende. Se levanta, dejando a Mary sentada en el suelo, y se aleja de sus amigos con él—. ¿Qué quieres, Regulus?
—¿Me explicas—empieza él, girándose hacia su hermano y tratando de contener su furia—qué diablos haces besándote con esa sangre sucia?
Los ojos grises de Sirius brillan con rabia.
—"Esa sangre sucia" se llama Mary. ¿Y a ti desde cuándo te importa lo que hago o dejo de hacer, si se puede saber?
—A papá no le hará gracia—vaticina Regulus. Sirius simplemente se encoge de hombros. En ese momento, sin que nadie la llame, Mary Macdonald se acerca a ellos. Entorna los ojos con desagrado cuando los fija en Regulus. Él, por su parte, se pregunta por enésima vez si esa muchacha conoce la utilidad de los peines—. ¿Y tú, qué?—le suelta, despectivo—. ¿Tenías que ir a por el que menos conviene a cualquiera?
Mary entorna los ojos. Pese a ser un año menor que Regulus, impone bastante, de una manera extraña de la cual ni siquiera Sirius es capaz.
—Saldré con quien me dé la gana y no crea que soy un error, Black—le suelta con frialdad. Sirius los mira con extrañeza a ambos, sin saber a qué ha venido eso. Regulus opta por fijar la vista en su hermano en lugar de en Mary; duele menos.
—Cuando mamá se entere…
—Pues cuéntaselo, a ver si revienta de una vez—sugiere Sirius, indiferente. Regulus aprieta las mandíbulas con rabia. Sabe que el lazo que une a Walburga con su primogénito es cada vez más débil, pero no soporta oír hablar así a su hermano. Entonces Sirius se percata de algo—: ¿O es que estás celoso, hermanito?—se burla.
—¿Celoso de qué?—replica Regulus, airado—. ¿De tus ridículos amiguitos, de que cada vez que abres la boca deshonras a nuestra familia o de que te besuquees con esa sangre sucia? ¿De qué, exactamente, tengo que estar celoso?
No quiere enterarse de la respuesta, de modo que se da la vuelta y echa a andar de vuelta al castillo, pretendiendo dejar a Sirius con la palabra en la boca.
Pero su hermano siempre se sale con la suya:
—¡De lo tercero, Reggie!—le grita con sorna. Regulus finge no haberlo oído.
VII
15 de diciembre de 1975
Para sorpresa de Regulus, Sirius y Mary duran casi dos meses juntos. Luego, inevitablemente, su hermano se cansa, y ella también. Lo más curioso es que la muchacha no llora, o al menos Regulus no ve muestras de ello, pese a que últimamente está más atento a ella de lo que está dispuesto a admitir.
Pero no está celoso. Sigue manteniendo su postura de que los sangre sucia están enfermos, pero que no hay que exterminarlos. Y últimamente ha escuchado a Nick hacer comentarios demasiado subidos de tono refiriéndose a Mary Macdonald. Regulus coincide con ellos en que está muy buena para ser una sangre sucia, pero la forma en que descubrió a su compañero mirándola el otro día le da muy mala espina.
Se la cruza cuando sale de Transformaciones. A juzgar por el aroma a estiércol de dragón que desprende, Regulus deduce que viene de Herbología. Ignorando sus protestas, la agarra del codo y tira de ella hasta que llegan a un pasillo vacío.
—¿Me explicas qué haces?—le suelta ella. Regulus la observa detenidamente; sí, definitivamente ya no queda casi nada de la niña asustada cuya Selección presenció hace dos años. Mary es casi tan alta como él, y sus ojos azules se han agrandado con decisión y fiereza propias de cualquier Gryffindor. Lo único que sigue igual es su pelo: pese a que ya es casi tan largo como antes de que Adam y Nick se lo cortaran, está tan desordenado como siempre.
—Ten cuidado con Mucilber—le advierte Regulus en voz baja, después de mirar alrededor para asegurarse de que nadie los oye—. Últimamente te mira mucho.
Mary arquea las cejas.
—¿Y a ti qué te importa quién me mire?—replica—. Además, sé cuidarme—le asegura
Regulus arquea las cejas. En ese momento se le ocurren mil formas de desbaratar la ridícula afirmación de Mary Macdonald.
Pero hay una increíblemente sencilla, y que además corresponde con lo que lleva deseando hacer desde aquella ocasión en que presenció cómo Nick y Adam se burlaban de ella.
Rápido, casi con violencia, Regulus se acerca a Mary y la besa. Nota los cálidos labios de la joven congelados, pero sin oponer resistencia, al tiempo que la atrae hacia sí todo lo que puede. Ahora no se plantea que le ha ocurrido lo mismo que la última vez que hizo un experimento, que ha acabado siendo su propio conejillo de Indias. No piensa en Mary Macdonald como una sangre sucia, ni como una persona enferma. Es Mary, la chica a la que está besando, la que le está permitiendo hacerlo y no sabe si apartarse o corresponder sus movimientos.
Sea lo que sea, en ese momento Regulus sólo tiene clara una cosa: es imposible que la existencia de Mary Macdonald sea un error.
Pero besarla a lo mejor sí, piensa cuando se separa de ella. Ni siquiera está seguro de haberlo hecho bien; es la primera vez y ha ido a tientas. Mary lo observa con los ojos como platos, y Regulus se plantea, repentinamente angustiado, que Sirius lo haga mejor que él y la muchacha esté comparando. No soportaría perder esa batalla contra su hermano.
Mary no dice nada. Simplemente se muerde el labio inferior, el mismo que acaba de crear adicción en Regulus, y echa a andar rápidamente, alejándose por el pasillo.
VIII
7 de enero de 1976
Han pasado casi tres semanas, pero Regulus aún sigue dándole vueltas a lo que ocurrió antes de las vacaciones de Navidad con Mary Macdonald. No ha vuelto a quedarse a solas con ella, y le da la impresión de que la muchacha lo evita. Él lo comprende. Después de todo, Mary no es más que una cría. Sólo tiene trece años.
Regulus se entretiene doblando bien su uniforme de quidditch en el vestuario. El motivo no es otro que librarse de Nick, que últimamente está muy pesado con él, durante un rato. Se hace el sueco hasta que se van todos, y da una vuelta por el césped cubierto de escarcha antes de decidirse a volver a la sala común de Slytherin.
Sin embargo, cuando va por la planta baja, escucha un extraño gimoteo. No obstante, Regulus lo reconoce perfectamente. Se ha familiarizado demasiado con los ruiditos que hace Mary Macdonald cuando llora. Pero ahora no es sólo eso. Esos sonidos destilan terror.
Alarmado, el muchacho saca su varita y se encamina hacia el lugar donde supone que está la muchacha. Llega hasta un pasillo vacío salvo por dos personas, y su varita echa chispas.
Mary está arrinconada en la pared, intentando apartarse como puede de Nick, que le ha tapado la boca con una mano y con la otra toquetea a su antojo a la joven y trata de arrancarle la camisa del uniforme. Ella se retuerce, pero le es imposible quitarse al muchacho de encima.
—¡Mucilber!—exclama Regulus con rabia, acercándose a ellos. Su compañero lo mira, como si acabara de darse cuenta de que está ahí.
—Pues está buena para ser una sangre sucia—comenta como quien no quiere la cosa. Mary, con el pelo más alborotado que nunca, mira a Regulus con súplica, y él sabe lo que le está pidiendo sin necesidad de que lo diga. Que la ayude. Que haga algo. Que no se quede mirando como aquella primera vez.
Regulus mira a su compañero de nuevo.
—Déjala—ordena. Es la primera vez que usa ese tono autoritario, tan frío e impersonal, para dirigirse a alguien. Puede contar con los dedos de una mano las ocasiones en que ha oído a su padre hacerlo. Y siempre le ha dado resultado. Regulus lamenta no ser unos centímetros más alto, como Sirius, para imponer un poco más.
Nick le mantiene la mirada durante unos segundos, pero finalmente la baja. Suelta con brusquedad a Mary, con tanta fuerza que la muchacha deja escapar un quejido, y lo mira con desagrado antes de alejarse por el pasillo.
Mary Macdonald deja que su espalda resbale por la pared hasta que queda sentada en el suelo, sollozando quedamente. Ya no mira a Regulus; sus ojos azules están clavados en algún punto del infinito, y tiembla incontrolablemente.
Regulus se agacha para quedar a su altura, recordando cómo hace un año ocurrió algo parecido y pensando que sus intenciones han cambiado mucho en ese tiempo.
—¿Te ha hecho algo?—pregunta, tras unos instantes devanándose los sesos para encontrar las palabras adecuadas para la situación.
Mary niega con la cabeza y solloza de nuevo. Regulus aparta la vista durante unos instantes. No soporta ver a la gente llorar. Pero al mismo tiempo esa muchacha tiene algo que le impide alejarse de ella.
—Pero quería… quería…
—Sé lo que quería—le asegura Regulus, asqueado sólo de pensarlo. ¿Qué gana Nick acostándose con una sangre sucia?, se pregunta. Por lo que sabe, nadie de su casa comparte esa teoría suya de que esas personas son como enfermos, y los consideran simples animales. Supone, tras unos segundos, que sólo quería hacer daño. De repente se alegra de haberlo impedido. Agarra a Mary de la muñeca y tira de ella para ponerla en pie, ignorando sus protestas. Sólo cuando nota que intenta desasirse atiende a sus ruegos y la mira con extrañeza.
Mary le muestra la muñeca, algo amoratada.
—Ha sido… tu amigo…—explica, limpiándose las lágrimas de nuevo—. Y yo nunca…—pero se sonroja y no completa la frase, abochornada.
—No es mi amigo—replica Regulus fríamente. Coge a Mary de la mano, con más suavidad que antes, y tira de ella.
—¿Qué haces?—inquiere la muchacha.
—Llevarte a la enfermería a que te curen eso—responde él con tranquilidad, casi arrastrándola por el pasillo. Escucha un quedo sollozo—. Pero Merlín, deja ya de llorar.
Sigue guiándola por los pasillos hasta llegar a la enfermería, escuchando sus intentos por contener las lágrimas. La deja en una cama y observa, aparentemente impasible, cómo la enfermera cura la muñeca de Mary. Sin embargo, cuando ella lo mira, sin llorar ya, pero con los ojos enrojecidos e hinchados, cambia el peso de un pie a otro, incómodo.
—¿Por qué lo has hecho?—inquiere Mary. Regulus se encoge de hombros—. Creía que pensabas que mi existencia es un error.
Regulus abre y cierra la boca varias veces, pero no sabe qué decir. Sí, piensa que la existencia de Mary Macdonald, así como de los sangre sucia y muggles en general, es un error, pero por otro lado… el beso no fue un error. Es imposible que lo fuera. Regulus aún se siente flotar nada más de recordarlo. Eso no puede ser malo.
Me he convertido en mi propio experimento.
Y se encuentra con que no comprende lo que llevan inculcándole desde que nació. Tiene ideas que chocan y luchan encarnizadamente, sin que ninguna salga victoriosa, y hacen de su mente un auténtico caos. Se destrozan entre ellas, dejando escapar trocitos que Regulus no es capaz de entender.
Quizá por eso, Regulus se da la vuelta y sale de la enfermería en lugar de contestar a la pregunta.
IX
20 de enero de 1976
Desde que rescató a Mary Macdonald de las sucias garras de Mucilber, Regulus sabe que éste lo detesta.
No le hace gracia; de hecho, sabe que no le conviene tener como enemigo a ese joven. Pero tampoco podía dejar que tocara a Mary; lo mire por donde lo mire, a Regulus le parece vomitivo lo que su compañero pretendía hacer.
Regulus ha pensado muchas veces en Mary, en su existencia y en el beso que le robó. Una parte de él sigue temiendo que la muchacha haya decidido comparar entre esa experiencia y la de besar a Sirius, pero mayoritariamente le preocupa no comprenderse. Está convencido de que la existencia de los sangre sucia es un error, pese a que no sea culpa de ellos. Pero al mismo tiempo es plenamente consciente de que se enfrentaría a Mucilber tantas veces como hiciera falta para evitar que tocara a (mi) Mary.
Con un suspiro de frustración, el muchacho se sienta en una mesa de la biblioteca para empezar con su redacción de Transformaciones. Saca pluma y pergamino y comienza a escribir, tachando de vez en cuando y añadiendo notas en los márgenes. No obstante, algo lo distrae. Regulus sabe que es ella sólo con ver su desordenado cabello rubio.
Alza la vista y la observa sentarse frente a él. Ya no tiene los ojos tan enrojecidos como la última vez que la tuvo cerca, y juega con un mechón de pelo mientras lo mira.
—¿Qué quieres?—inquiere Regulus. Baja la vista hacia su redacción y se da cuenta de que no recuerda por dónde iba. Con un bufido, se dispone a leerla desde el principio, pero Mary lo interrumpe:
—No sé por qué lo hiciste, pero gracias—Regulus alza la vista, sorprendido—. No sé si mi existencia será un error o no, pero la tuya seguro que no lo es.
Dicho esto, Mary sonríe, se levanta y, para sorpresa del Slytherin, le da un beso en la mejilla. Después sale de la biblioteca sin mirar atrás ni una vez.
Regulus se sorprende sonriendo.
Es una sangre sucia, pero es encantadora, piensa. Sabe que ese razonamiento no tiene lógica.
Y, por una vez, le da igual.
X
14 de febrero de 1976
Hogsmeade está lleno de parejitas felices.
Esto repugna profundamente a Regulus Black. No es que le dé envidia, simplemente que detesta ver todo el pueblo de ese insoportable color rosa. ¿Quién fue el iluminado que decidió que ése fuera el color del amor? Porque Regulus está convencido de que su existencia fue más errónea que la de todos los sangre sucia juntos.
Sin embargo, no tiene mucho tiempo para pensarlo. Su prima Bella lo ha citado en Las Tres Escobas para hablar con él. Y a Regulus esa mujer le inspira un respeto rayano en el miedo, por lo que no piensa dejarla plantada.
Su prima ya está en el local cuando Regulus llega. Fría, altiva y hermosa, como es costumbre en ella. Bebe con elegancia de su copa y sonríe ligeramente cuando ve al muchacho acercarse y sentarse a la mesa frente a ella.
—Hola, Regulus—lo saluda.
—Hola—responde él—. ¿Para qué querías hablar conmigo?
La sonrisa de Bellatrix se hace más amplia.
—Eres muy inteligente—comenta. Regulus asiente—. Y sabes que ahí fuera el Señor Tenebroso está ganando poder—el muchacho asiente de nuevo—. Supongo que habrás oído sus ideas.
Por supuesto que Regulus las ha oído. Son las mismas que las de la mayoría de sus compañeros de casa. Él difiere en unas cuantas cosas con la ideología del Señor Tenebroso, pero mayoritariamente está de acuerdo en que se debería subyugar a los muggles; después de todo, son claramente inferiores a ellos.
—¿Por qué lo dices?—pregunta con cautela.
Bellatrix mira alrededor para asegurarse de que nadie está fijándose en ellos; y, sin más, se arremanga la manga izquierda de su vestido, permitiendo a Regulus ver…
El muchacho se queda boquiabierto. Sabe que su familia está de acuerdo con los ideales del Señor Tenebroso, pero no creía que Bellatrix se le hubiera unido, al menos no tan pronto. Su prima se baja la manga de nuevo y sonríe.
—¿Nunca se te ha ocurrido que tú también podrías ayudar?—inquiere. Regulus no se mueve—. Oh, vamos, no me digas que quieres acabar como tu hermano.
Regulus se muerde el labio. No, él no quiere ser como Sirius, hace tiempo que dejó de desear eso. Pero tatuarse la Marca Tenebrosa le parece algo demasiado serio como para tomárselo a la ligera.
—No lo sé—responde finalmente—. Oye, Bella, tengo que irme. Tengo cosas que hacer; de hecho, no pensaba venir a Hogsmeade, sólo lo he hecho por ti.
Su prima sacude la cabeza y lo ve alejarse casi precipitadamente. Regulus intenta aparentar calma.
Si ha de ser sincero, él nunca ha pensado seriamente en ser un mortífago. Sí, es cierto que comparte los ideales de su familia, ésos que tanto chocan con los de Sirius, pero nunca se había planteado participar activamente para lograrlos. Sin embargo, ahora que su prima lo ha mencionado, esa posibilidad ronda por su mente y al muchacho le es imposible ignorarla.
Tengo catorce, casi quince años, razona. Me queda tiempo para pensarlo; no creo que el Señor Tenebroso permita a alguien tan joven unirse a él.
Recorre Hogsmeade a grandes zancadas, y no aminora el ritmo ni siquiera cuando va por el camino que lleva a Hogwarts. Necesita sentarse en la soledad de su dormitorio para pensar. Tiene la impresión de que su cabeza va a explotar. Mucilber, el Señor Tenebroso, Mary… Regulus no sabe sobre qué meditar primero.
Pero no tiene mucho tiempo para decidirse, porque en ese momento ve a Mucilber y a Avery, seguidos por Snape, que se acercan desde el castillo. Regulus sabe que van a por él porque nota los tres pares de ojos clavados en su persona como si fueran hechizos. Sin dejar de caminar a buen ritmo, mete la mano en el bolsillo de su túnica con cautela.
—¿Necesitáis algo?—inquiere con calma, fingiendo no darse cuenta de que tanto Nick como Adam han imitado su gesto y aferran sus respectivas varitas. Snape lo observa todo un poco apartado, como si el asunto no fuera con él.
—¿Qué? ¿Sirvió de algo el numerito? ¿Te tiraste tú a la sangre sucia?—inquiere Nick, fracasando en su empeño de disimular la rabia que bulle en su interior. Los ojos grises de Regulus se oscurecen al oír mencionar a Mary, pero no contesta—. Venga, Black, no nos lo hubiéramos esperado de ti. De tu hermano, a lo mejor; ya lo hizo. Pero tú…
—¿Qué queréis?—lo interrumpe Regulus—. Tengo cosas que hacer—si van a echarle un maleficio, que lo hagan rápido. Tiene muchos asuntos a los que darle vueltas.
Mucilber sonríe.
—¿No has venido con tu novia a celebrar San Valentín?—Regulus aferra su varita con más fuerza, sin sacarla del bolsillo—. Ah, claro, lo olvidaba…—Mucilber se lleva la mano a la frente dramáticamente—. Es que ella no ha podido venir.
Los ojos de Regulus brillan con alarma. Como le hayan hecho algo… Sin dignarse a replicar, echa a andar hacia el castillo, dejando atrás a Mucilber, Avery y Snape.
No ha dado ni diez pasos cuando un hechizo impacta en su espalda y hace que caiga al suelo, perdiendo el conocimiento.
Notas de la autora: Y hasta aquí. Son veinte "capítulos" en total, lo que pasa es que los veo demasiado cortos como para subirlos por separado. Así que diez y diez. No decidí hacerlo así al principio, pero fijaos qué bien me queda la división así. Ni haciéndolo adrede, oye. Subiré el siguiente capítulo en un par de días.
El caso. Si a Venetrix le gusta, yo me doy con un canto en los dientes.
