Esos eran los mejores momentos de su vida, según Dean.
Cuando llevaba un par de horas manejando y los muslos comenzaban a dolerle por tener la misma pose desde hacia mas de cinco horas, cuando cambiaba con Sammy, se detenía a un lado de la carretera, tomaba una cerveza fría y se sentaba en el capote de su Impala a contemplar las estrellas, el amanecer o como el sol se metía.
Esos eran los mejores momentos de su vida.
Justo después de molestar a Sammy.
Tal vez empatado con conducir su auto con alguna buena rola.
Si, una posición antes de comer tartas y coquetear con cualquier chica linda de curvas marcadas y tetas grandes.
Aunque se podía comparar también con matar a los hijos de puta que atemorizaban y mataban a las inocentes de personas de un calido pueblito.
En fin, entraba entre los mejores cinco.
Una ráfaga fría hizo que sus dientes se apretaran y el vello de sus brazos se erizara. Hizo que se reprendiera mentalmente por olvidar la chaqueta en el asiento del copiloto.
Sonrió melancólicamente al recordar que si planeaba ir por su chaqueta, el calor del Impala, proporcionado por Sammy-el cual dormía en e asiento trasero, encogido- le invitaría a quedarse ahí y dormir de nuevo sentado frente al volante, sin poder hacer el asiento hacia atrás por que las rodillas flexionadas de su hermanito le impedían moverlo.
Dio otro trago a su cerveza.
El frió liquido amargo que tanto conocía Dean pareció reconfortarlo a darle vueltas al tema que le comía el cerebro desde hacia mas de una semana.
Desde hacia días inventaba cualquier excusa con tal de no pasar mas tiempo del necesario con el menor de los Winchester. Cuando hablaban lo hacían sobre el trabajo y el demonio al cual tenían que matar.
Las bromas se habían anulado y los "Perra, Idiota" eran escasos.
¿Qué había pasado?
¿Cuándo fue que su hermano le evitaba y viceversa?
Tal vez desde aquella noche, en la cual ambos estaban tan borrachos que ni se entendía lo que decían.
Si, estaba seguro que desde aquella noche.
Cuando, el secreto que intento mantener durante poco mas de diez años salio de su boca con tal naturalidad.
El nunca en su vida recordaba que pasaba cuando se ponía borracho.
Sam en su vida olvidaba cada detalle de lo que pasaba cuando se ponía borracho.
Por eso el siguió como si nada, llamándolo Samantha, cambiado su shampoo "cabello sedoso" por algún menjurje comprado en la tienda de la esquina.
Sin embargo su hermano no hacia esa cara de limón chupado, no rodaba los ojos o le llamaba idiota, no hacia esa mueca antes de voltearse a sonreír.
-Dean, ¿Por qué dijiste eso?
Aquellas palabras le abofetearon.
Casi choca con una gran camioneta roja al frenar estrepitosamente.
Y los recuerdos de aquella noche llegaron como un nudo en su estomago y garganta y un silencio incomodo.
Un beso.
Un "te amo" no correspondido.
