¿POR QUÉ LA ELEGÍ COMO MI ESPOSA?

Capítulo 1: Un suceso inesperado.

Helga corría como loca abriéndose paso entre las personas que transitaban en la calle. Estaba histérica, rota, partida. Aguantaba las lágrimas apretando la mandíbula, pero un dolor tremendo se arremolinaba en su pecho.

Hacía escasos minutos había recibido una llamada que cambiaria totalmente el rumbo de su vida:

Helga se encontraba trabajando en las instalaciones de Telefonía Pataki, imperio que había heredado después de salir de la universidad como regalo de su viejo y enfermo padre, cuando una llamada del celular de Arnold interrumpió la elaboración de sus informes:

—Hola cariño, ¿qué sucede? —saludó tiernamente.

—¿Es la Señora Shortman? —preguntó del otro lado una voz desconocida, lo que hizo que a ella se le acelerara el corazón y se pusiera de pie de un brinco por inercia.

—Sí, soy yo, ¿le ha pasado algo a Arnold?

—Sufrió un accidente en carretera, lo están trasladando en este momento en ambulancia al hospital de Hillwood. Por favor diríjase allá.

—P-Pero ¿Él está bien? Por favor dígame si…

—Disculpe pero le darán información certera una vez que él se encuentre en el hospital.

—¡Sólo dígame si mi esposo está bien! —bramó al borde del colapso, sin embargo la persona que se había comunicado con ella colgó el teléfono.


¿Segura que estarás bien sin mi? —preguntó Arnold a su esposa mientras acomodaba un poco de ropa en su maleta de viaje. Helga estaba sentada en la cama con la laptop en sus piernas tecleando con ávida rapidez. se detuvo en seco ante el comentario de su esposo y bajó un poco sus lentes de pasta negra regalándole una mirada acusadora.

Arnoldo, sólo serán dos días, estaré bien.

¿Segura que no quieres acompañarme? —dijo, alzando una ceja con gesto sugerente.

Vas a ir a un congreso, no a pasear así que no tendría caso. Además tengo algo de trabajo qué terminar, me ocuparé en eso y cuando estés de regreso tendré tiempo libre para que hagamos lo que queramos ¿de acuerdo? —prometió ella.

¿La directora general de Telefonía Pataki me concederá una cita? —preguntó él acercándose a su mujer de forma seductora.

Las que quieras —siguió ella el juego mientras abría los brazos pidiéndole que se acurrucara junto a ella en el lecho. Arnold se lanzó hacia ella y la besó.

¿Me extrañarás? preguntó, con la cabeza hundida en su cuello.

Claro que lo haré. ¿Ya tienes todo listo?

Si, ropa, tableta y llaves del auto —repasó él—. Sólo me falta otro beso tuyo.

Oye pero… ¿No sería mejor que te fueras en camión en vez de manejar? Puede ser que te canses y tengas que parar o algo…

No te preocupes ángel, estaré bien —dijo depositando un beso intenso en los labios de su amada.


La alta rubia comenzó a temblar y se llevó las manos a la cabeza. Un montón de cosas pasaron por su mente en un segundo y la desesperación por saber de su esposo comenzaba a apoderarse de ella. Como pudo tomó su bolsa y le indicó a su asistente que debía salir por una emergencia. Aún temblando, salió de su oficina y se dirigió al hospital que quedaba a unas seis cuadras de su trabajo. No quiso usar su coche porque temía no ser capaz de manejar. En un momento de lucidéz tecleó el número de Phoebe para buscar algo de apoyo.

—P-Pho-Phoebe… —balbuceó ella.

—Helga ¿Qué pasa? —preguntó la chica, alarmada de escuchar a Helga un tanto extraña en el auricular.

—E-Es A-Arnold… m-me llamaron, t-tuvo un accidente… ¿E-Estás en el hospital? Lo llevan allá…

—Aquí estoy, y hoy me toca urgencias… aun no llega.

—V-Voy corriendo hacía allá estoy a cuatro cuadras… Phoebe por favor…

—Helga, cálmate. Te veo aquí. Le avisaré a Gerald.

La doctora colgó y Helga apretó a correr todo lo que le permitían sus tacones y la adrenalina.


La joven empresaria llegó al hospital, entró hecha un torbellino y paró en la recepción.

—¿Él área de urgencias? —cuestionó a la chica que daba informes.

—Todo derecho, hasta topar pared.

—G-Gracias —dijo esfumándose.

Llegó hasta una puerta que rezaba "Trabajo social" y se adentró sin tocar si quiera. Ahí encontró a una señorita de cabello corto y ojos verdes vestida en un uniforme peculiar de amarillo con blanco.

—B-Buenos días… yo… soy la señora Shortman y, hace como diez minutos recibí una llamada de que mi esposo Arnold Shortman sería trasladado aquí… t—tuvo un accidente…

—Acaba de llegar, señora Shortman, la doctora Heyerdahl está con él en estos momentos. Cuando tenga informes de su familiar saldrá personalmente, por favor espere aquí afuera —indicó ella con gentileza, señalando las banquitas dispuestas como sala de espera en el corredor.

Helga tomó asiento en un lugar apartado de las demás personas que estaban ahí. Se sentía aturdida y asustada como nunca lo había estado antes. Necesitaba saber algo de él… necesitaba que Phoebe saliera y le dijera que su esposo solo había sufrido alguno que otro golpe pero que al cabo de dos días de reposo él estaría bien y podía ir a casa.

Seguía apretando los dientes, ya acostumbrada a guardarse sus emociones y más por el hecho de que no quería entregarse al dolor tan pronto.

—Debo esperar, él estará bien, lo sé —se dio ánimos.

Pasó una hora más que eterna para ella, en donde cada minuto le atormentaba y amenazaba con llevarse su poca calma. Helga, no había despegado la vista de la puerta de trabajo social, esperando ver a su amiga o algún otro doctor que pudiera darle informes, pero nadie se había asomado.

De pronto su preocupación fue interrumpida por una voz conocida:

—¡Helga! —exclamó el mejor amigo de su esposo al verla. El moreno estaba agitado y su expresión denotaba espanto.

—G-Gerald…

—Phoebe me llamó, vine lo más rápido que pude… ¿qué pasó? —preguntó nervioso.

—No sé. Arnold venía de regreso de Nueva York de un congreso de Psicología… recibí una llamada de su celular, supongo que habrá sido algún paramédico quién me contactó y sólo me dijo que sufrió un accidente y que lo traerían aquí. Salí corriendo de la oficina y telefoneé a Phoebe…

—¿Aún no la has visto?

—No. Me dijo la trabajadora social que ella fue quién lo recibió y que pronto saldría a darme informes, pero hace una hora que estoy aquí sentada, esperando y nada…

—Tranquila, seguramente está hablando con él y haciéndole exámenes para estar segura de que se encuentra bien… él estará bien, Helga, ya lo verás hay que pensar positivamente —confortó él y enseguida ella se animó un poco más pese al miedo que aún sentía. Gerald tenía razón, todo iba a estar bien, debían ser positivos.


Una hora más pasó para Helga y Gerald en silencio en aquella sala para que por fin Phoebe saliera a reunirse con ellos. La rubia intentó descifrar la expresión de su mejor amiga cuando ésta se acercaba, sin embargo era tan extraña que no sabía como catalogarla y eso la asustó aun más.

—¿Cómo está Arnold? ¿Qué le pasó? —se precipitó la empresaria a su amiga.

—Ya está estable. Llegó con múltiples contusiones en la cabeza y tiene las costillas rotas. Los paramédicos me dijeron que el accidente fue casi entrando a la ciudad, al parecer un tráiler rebasó en una curva y se topó de frente con el coche de Arnold. Suponen que el dio un volantazo, por eso fue a parar fuera de la carretera, girando y se estrelló en un árbol —las lágrimas aparecieron en el rostro de Helga, ya sin poder contenerse—. El que se saliera del camino le salvó la vida. De haberse estrellado con ese tráiler tal vez hubiera muerto.

—Va a ponerse bien ¿Verdad, Phoebe? —preguntó Gerald que estaba algo pálido.

—Por ahora no ha despertado… —comentó ella, mordiéndose el labio. Pese a que quería ser muy profesional, con ellos simplemente no podía, estaba tranquila pero en realidad muy preocupada por la salud del esposo de su mejor amiga y casi hermana.

—¿Cuanto tiempo puede estar así?

—No lo sé, Helga. Un día, dos… una semana o… la verdad no tengo forma de saberlo.

—¿Qué debemos hacer, entonces?

—Por ahora, hay que esperar a que despierte, en cuanto lo haga se le practicarán los exámenes pertinentes para determinar con exactitud su estado.

—¿Puedo pasar a verlo? —preguntó Helga, colocando sus manos en el pecho.

—Claro… sígueme Helga. Querido, espera aquí, en cuanto ella salga podrás pasar tu.

—De acuerdo —asintió el basquetbolista, tomando asiento.


Cuando Helga entró a la sala de urgencias y vio a Arnold postrado en su cama sintió que las piernas se le doblaban. Tuvo que agarrarse con la poca fuerza que tenía del barandal de la cama para no caer al piso.

Ahogó un sollozo con ambas manos, intentando no hacer un espectáculo, pero verlo en ese estado, como nunca antes la impresionó; su joven esposo tenía vendada toda la cabeza hasta debajo de las cejas. Su cara estaba hinchada y llena de moretones distribuidos bajo sus ojeras, la nariz, las mejillas y la boca y respiraba con ayuda de puntas nasales. Por su muñeca izquierda se asomaba la manguera del suero y en el dedo índice de la mano derecha tenía una pinza que lo conectaba a un monitor. Destapó un poco su cuerpo, intentando buscar algún otro golpe en su cuerpo y se encontró con su abdomen totalmente vendado.

—A-Arnold… amor a-aquí estoy… —le susurró con voz entrecortada. La rubia tomó la mano de su esposo entre las suyas y lo apretó con fuerza —. Vamos a salir de esta, te lo prometo. Vas a estar bien. Sólo… despierta por favor, necesito escucharte…

Helga estuvo ahí, sosteniéndole la mano a Arnold por una hora. En realidad las visitas eran mas cortas pero debido a que era amiga de Phoebe le permitieron estar más tiempo.


—Si quieres, puedo quedarme hoy —ofreció Gerald tomando asiento al lado de Helga en la sala de espera, después de que salió de ver a su amigo. Ella quiso preguntarle sobre cómo había visto a Arnold, pero la cara de preocupación del moreno le dijo todo así que no lo comentó.

—Gracias Gerald pero, no creo ser capaz de poder irme a mi casa y dormir. Quiero estar aquí con él, aunque tenga que esperar en esta sala.

—De acuerdo, nos quedaremos entonces. Phoebe tiene guardia esta noche, así que estaremos los tres juntos.

—En verdad te lo agradezco —dijo ella con sinceridad. Gerald sólo se limitó a asentir. Era de las pocas ocasiones en que a Helga se le veía hundida en su silla, más humilde de lo normal y sumamente asustada pero no era para menos. El personalmente estaba aterrorizado por lo incierto de la situación de su amigo, pero se repetía una y otra vez que debía ser fuerte.

—¿Avisaste en tu trabajo?

—Sí, hice unas llamadas hace un rato y de todas formas le avisé a mis papás. Hasta que él despierte no voy a moverme de aquí.

—Si, yo tampoco. La temporada se terminó y estamos en un descanso hasta que la preparación para la siguiente jornada arranque, así que no tengo muchas cosas qué hacer por el momento y quiero estar aquí.

—Lamento que vayas a pasar parte de tus vacaciones en este lugar.

—Sé que va a despertar pronto y estará bien, en unos cuantos meses estaremos recordando esta ocasión como un capítulo desafortunado, pero nada más —ofreció Gerald, con una breve sonrisa en los labios.

—Ojalá tengas razón —comentó ella, suspirando.


—Gerald… amor… despierta —Phoebe mecía suavemente el hombro de su esposo para sacarlo del sueño profundo en el que estaba. Se había hecho de día. Helga y él habían pasado todo el día anterior sentados en la sala de espera. Phoebe había ido a verlos por ratos a hacerles compañía dentro de lo que le permitía su guardia nocturna y a darle informes acerca del estado de salud del rubio. Los había dejado solos a eso de las tres de la mañana y ellos había terminado por sucumbir ante el sueño.

—¿Qué…? Ah eres tú Phoe… —dijo reaccionando y estirando los brazos mientras profería un gran bostezo—. ¡¿Le pasó algo a Arnold?!

—No, no. Tranquilo. Está bien, bueno sigue sin despertar, pero ya es hora de la visita y me gustaría que pasaras primero, Helga está muy dormida.

—Yo también lo estaba.

—Lo sé, pero estoy segura que el que más durmió de los dos ha sido tú, dejémosla descansar un poco más.

—Bien, voy a entrar —el basquetbolista se paró y estiró su cuerpo cuan largo era.

—Mi turno ya acabó, pero esperaré a que salgas, despertaremos a Helga e iremos a cambiarnos para que cuando regresemos ella pueda ir a su casa o hablarle a sus padres para que le traigan una muda, lo que ella decida ¿De acuerdo?

—Si, mi señora. Vuelvo en un rato —anunció él.


Gerald se acercó lentamente a la cama y observó a su amigo aun dormido. No pudo evitar sentirse desesperanzado por la situación. Un nudo se había formado en su garganta y tragó saliva esperando disolverlo para poder dirigirle unas palabras a Arnold:

—Hey, viejo... —comenzó con voz apagada—, tienes que despertar y ponerte bien. Te necesito aquí —hizo una pausa y miró hacia sus pies—. Mira resulta que estoy de vacaciones y si no estas aquí para hacer cosas pues esto no funciona. Sabes que eres mi hermano, mi compañero de aventuras en todo sentido... y bueno yo...

—Me vas a hacer llorar, Gerald—la voz de Arnold, un tanto ronca hizo que el moreno diera un brinco.

—¡Arnold! ¡Me has pegado un susto! —dijo con sinceridad—. Aguarda, iré por un médico para que te revisen…

—No, espera —lo detuvo el rubio alzando un poco la voz—. Primero dime... ¿Qué fue lo que pasó?

—Tuviste un accidente automovilístico.

—¿Enserio? —preguntó algo sorprendido.

—Si. Viejo te saliste de la carretera y tu auto quedó destrozado. Te diste un golpazo, por eso tienes la cabeza vendada. Si pudieras ver tu aspecto te darías una idea de lo fuerte que fue —ofreció Gerald, observando cada uno de los hematomas del rubio. Arnold se llevó una mano a la cabeza y enseguida sintió una punzada en la sien al hacer sus primeros movimientos. Gerald lo notó ya que su amigo hizo una mueca de dolor.

—Oye pero, ¿por qué tuve ese accidente? ¿Hacia donde me dirigía?

—Regresabas de un congreso.

—Y ¿fui el único lesionado? ¿Y los demás compañeros? —preguntó Arnold, mientras posaba la vista en el monitor al que estaba conectado, intentando leer sus propios signos vitales.

—¿Cuales compañeros? —Gerald lo miró de soslayo—. Que yo sepa ibas solo.

—¿Yo solo? ¿Y los demás la clase de psicología? Fuimos en el camión de la escuela ¿no? —Gerald parpadeo.

—¿Arnold de que hablas? Ibas solo en tu auto.

—Gerald, yo no tengo auto —comentó muy serio el accidentado.

—Vamos, no bromees te lo compraste hace tiempo.. Acaso lo... —el moreno se detuvo en seco al darse cuenta de la confusión en el rostro de su amigo—. Tengo que ir por Phoebe.

—¿Ella esta aquí? ¿Vino contigo?

—Phoebe trabaj... Mira te lo explicaremos cuando venga, no tardo—explicó el, que no quería saturar a su amigo de información porque era evidente que algo le estaba pasando.

—Gerald, no entiendo nada... ¿Qué está pasando?

—Y-ya vengo —eludió la pregunta saliendo como loco hasta la sala de espera en donde estaba su esposa. Cuando llegó ahí, Helga ya estaba despierta.


—¿Ya terminó tu visita, cepillo? —le preguntó ella, algo ansiosa—. ¿Ya puedo entrar?

—N-No aun no acaba es que recordé que tengo q decirle algo a Phoebe, ¿me acompañas? —se dirigió a ella, y la médico pudo ver en los ojos de su esposo algo de pánico.

—Oye ¿todo esta bien con Arnold? —lo cuestionó la empresaria, notando que la expresión de su amigo era algo extraña.

—Si, esta bien, no te preocupes, volveremos enseguida —dijo agitando una mano—. Phoebe ven —llevo del brazo a su esposa y la soltó hasta que se encontraban afuera de la unidad de urgencias, en un pasillo.

—¿Que pasa? Estas blanco —le preguntó con serenidad.

—Es Arnold, despertó.

—Iré a verlo —dijo ya encaminándose pero él la detuvo.

—Espera... Es que, esta mal.

—Pues claro que esta mal, Gerald tuvo un accidente —comentó como obviando el tema.

—No entiendes. Es que cuando le dije que había tenido un accidente ¡me pregunto por sus compañeros de psicología! Preguntó si alguien más había salido lesionado porque habían ido en el autobús de la escuela. Phoebs, ¡el cree que sigue en la universidad!

—Diablos —mascullo ella—es por el golpe, quizás sea normal... —la mente de la doctora Heyerdahl comenzó a trabajar con rapidez—. Gerald, escúchame —le pidió, clavando sus ojos serios en los asustados de su esposo—, aquí a dos pasillos hay unas banquitas, quédate ahí, no salgas aun con Helga o hará preguntas. Voy a hablar con el neurólogo y hacerle unos estudios a Arnold, cuando sepamos su diagnóstico hablaremos con él y con Helga.

—Si...

— Bien, es posible que me tarde cerca de una hora o más, pero no te muevas de ahí. Iré a buscarte nada más termine.


—¿Ves esto de aquí? —el Dr. Collins señaló en la placa de la tomografía de Arnold. Phoebe asintió, temiendo lo peor—. Y de acuerdo al interrogatorio que le hice las sospechas de amnesia retrógrada que tenias, están confirmadas.

— ¿Pudiste determinar hasta qué punto se vio afecta su memoria?

— Recuerda cual es su nombre, más no el día, ni el mes, ni el año. Él piensa que el accidente lo tuvo en un viaje escolar, y por lo que leo en su expediente es psicólogo de profesión —Phoebe asintió.

— Hace tres años que se graduó de la escuela.

— Entonces estamos hablando de que no recuerda nada de seis años para acá.

Phoebe se llevó una mano a la frente y la frotó. Decirle a Helga iba a ser más difícil de lo que había pensado.


La asiática entró junto con Gerald a la habitación del rubio. Este se sorprendió mucho de ver a Phoebe vestida de bata.

—¡Phoebe! Vaya, no sabia que ya habías iniciado tus prácticas aquí —comentó él en tono alegre. Phoebe decidió que era hora de decirle la verdad.

—Arnold tenemos que hablar —comenzó ella.

—¿Me harás más preguntas como el doctor Collins? Por que debo decirte que me dejó algo confundido.

—No, ya no habrá más preguntas por ahora. Precisamente ese interrogatorio ayudó a tener tu diagnóstico.

—¿Qué pasa? —Se giró a Gerald al ver que Phoebe se había puesto muy seria.

—Arnold, el día de ayer en la mañana sufriste un accidente y te trasladaron aquí. Un tráiler rebasó en curva e intentando no estamparte de frente a él, hiciste un movimiento que te llevó fuera de la carretera. Te carro volcó y rodó recorriendo unos metros hasta estamparte contra un árbol. Te diste varios golpes en la cabeza en ese lapso y eso al parecer afectó tu memoria —suspiró—. No estoy haciendo prácticas, yo trabajo aquí desde hace tres años. No ibas con compañeros, conducías tu auto y venias de regreso de Nueva York en donde asististe a un congreso de psicología porque eso eres, un psicólogo respetado.

—Pero eso no es posible —se incorporó en la cama pese a que sentía mucho dolor en las costillas.

—No hagas eso, tienes las costillas rotas —le recomendó la doctora.

—Nosotros aun apenas comenzamos el primer año de la universidad… —Phoebe y Gerald se miraron ante el comentario del chico.

—No, viejo. Hace cuatro años que salimos de ahí.

—¿Enserio? —su tono había cambiado—. Entonces ¿Sufro de amnesia? —Phoebe asintió—. ¿De qué tipo?

—Es amnesia retrógrada parcial. Has perdido recuerdos de unos años para acá, por lo cual no es total. Para ser mas exactos, seis años.

—No puede ser —comentó muy sorprendido.

—Bien, ahora creo que debemos comunicarle a tu esposa sobre esto —anuncio ella y vio los ojos del chico desorbitados del pasmo.

—¿E-esposa? ¡¿Estoy casado?! —Phoebe suspiró audiblemente y Gerald se llevó las manos a la cabeza.

—Si Arnold, no me digas que no la recuerdas —lo cuestionó su amigo.

—Iré por ella, necesita saber lo que está pasando —Phoebe salió del cuarto dejando a los dos amigos solos y en silencio. Gerald lamentaba en su mente lo que estaba pasando y el duro golpe que Helga estaba por recibir. De pronto Arnold volvió a hablar:

—Dime por favor con quien estoy casado —le pidió un tanto desesperado, tomando a su amigo del brazo lo mas fuerte que podía.

—T-Tranquilo. Te lo diré, enserio, no voy a ocultarte nada, no habría por qué.

— Es que no puedo recordar… ¡¿Cómo es posible que no sepa quien es mi esposa?! —exclamó con desesperación

Arnie… —comenzó con cautela. Si lo que decía Phoebe y el Dr. Collins e incluso el mismísimo Arnold al asegurar que todos cursaban el primer año de universidad, entonces todos los recuerdo románticos que tenía hacia Helga, eran historia, y por eso tenía miedo de decírselo—, estás casado desde hace dos años con Helga —la sorpresa del psicólogo fue mayúscula al escuchar ese nombre y abrió los ojos muy grande. No podía creerlo; Helga la chica que lo había atormentado durante toda su primaria, secundaria y preparatoria y aún en la universidad, ya que había tenido la suerte de topársela. Aunque ya no fuera tan ruda como antes, no podía imaginárselo. Él casado con la extraña, solitaria, intensa y grosera Helga. ¿Por qué? ¿Cómo había terminado casado con ella? Tenía que haber un error.

—¡¿Helga G. Pataki?¡ —su mejor amigo asintió—. ¿P-Pero cómo…? —balbuceó.

—Arnold en verdad tienes que creerme —el moreno colocó sus manos en los hombros del chico con delicadeza para no lastimarlo pero haciéndolo recostarse en su cama.

—Pero ¿por qué a ella, Gerald…? ¿Por que la elegí como mi esposa?


Tu ru ru ru ruuuuu (8) Esto fue definitivamente una idea fugaz que me vino a la mente hace dos días y que tuve que agarrar porque me encantó y me inspiró y me hizo volver a la escritura después de un bloqueo más de escritora por el que estoy pasando. JA.

Es mi tercera historia de Hey Arnold. Por que sí, tengo dos más: "Lluvia", one shot y "Camino de Vuelta" que aun estoy desarrollando. Disculpen que no haya subido en éste último pero tenía que empezar esta, porque si la dejaba ir sepa hasta cuando me iba a volver a inspirar. Aprovechando que tengo esta historia de Cmaino de vuelta y que me gustaron las profesiones que elegí para cada uno decidí repetirlas en esta historia que no podría considerarse como continuación porque se situan en tiempos diferentes, solo por aclarar y no enredarlos ¿de acuerdo?

¿Qué les pareció? Les adelantaré que, no tengo idea de cuántos capítulos van a durar pero yo creo que mínimo unos 3, todo depende de como se vaya desarrollando esto aunque le veo tela para cortar. Advierto que habrá drama, porque amo el drama, pero habrá felicidad.

Sé al punto que quiero llegar y pues para allá vamos. Pobre de Helga, se me estruja el corazón no más de escribir. Espero que les haya gustado. Agradezco infinitamente que pasen por aquí y comenten :)

Nos leemos pronto!

Princesa Saiyajin.