Capítulo 1
Celebración del décimo aniversario de la promoción del instituto de Rohcibeth.
A Rachel le pareció un buen plan. Todo iba muy bien hasta que notó un hormigueo en el clítoris. En cuanto ocurrió tal cosa, mejor le hubiera sido olvidar viejos demonios y mandar al infierno la celebración del décimo aniversario de su instituto. Disfrutaba de buena posición, había montado su propio negocio al licenciarse en la universidad y se había reinventando mental y físicamente. ¿Qué importaba que aquella gente se enterase de lo bien que le había salido todo? Se había pasado más de una hora entre ellos sin que nadie la saludase. Sí, los vio murmurar mientras intentaban identificarla. Y le pareció que uno de ellos, un tipo bajo y rechoncho, con pecas en la nuca y unas gafas que parecían de saldo, la reconocía.
A Rachel no le molestaba que no la reconociesen y que no la saludasen. La mujer del corte de pelo asimétrico con un vestido negro corto y zapatos de tacón a juego, era muy distinta a la chica de largos cabellos, flaca y en mala forma física de diez años antes. Rachel no se había puesto un vestido o una falda hasta su segundo año en la universidad y por eso le gustaban tanto. Se sentía como si se hubiese disfrazado. En realidad, no le hacía falta disfrazarse para asistir a una reunión del instituto. Si les hubiesen preguntado una semana después de graduarse, dudaba que ninguna de aquellas personas hubiese identificado a Rachel Berry en una rueda de conocimiento.
Se había refugiado en un rincón, donde, con la espalda apoyada en la pared, se dedicaba a observar a personas, a las que apenas reconocía, que se dirigían con aire nervioso al gimnasio. El hormigueo del clítoris comenzó cuando vio en la entrada a una deslumbrante rubia vestida con una camisa blanca y pantalones negros. A Rachel le sorprendió su excitación –Es increíble. Nada durante meses y de repente se despiertan todos mis sentidos al ver a Quinn Fabray, precisamente- Rachel ignoró su tendencia a esconderse tras el pelo que se había cortado años atrás y la miró sin disimulo.
La foto que le habían dado de Quinn Fabray no le hacía justicia. En la imagen no se veía su aire de confianza al inclinarse para dar su nombre a la mujer de la mesa de inscripciones. Una foto no podía acelerar el corazón de Rachel como se aceleró al ver la sonrisa de Quinn mientras se ponía la etiqueta identificativa. Quinn dijo algo a la esposa del amigo delegado de su clase mientras se colocaba la etiqueta en la camisa, sobre sus generosos pechos – ¡Oh, Dios, ayúdame! ¿Cómo había olvidado algo así? – Rachel recordaba que los pechos de Quinn eran más pequeños que lo suyos. No era plana, ni mucho menos, pero estaba muy lejos de aquel par perfecto que Rachel tenía ante sí – ¿Un par perfecto? ¿Qué diablos…? No olvides con quién tratas y por qué estás aquí –
Quinn sonreía y hablaba con la gente que se le acercaba, pero sin integrarse a ningún grupo. De vez en cuando alzaba la cabeza y recorría el lugar con la vista, como si estuviese buscando a alguien o creyese que la observaban. Rachel apretó la mandíbula y se apartó de la pared, pero dejó de moverse cuando Quinn la miró. La sonrisa que adornaba la cara de Quinn desapareció. A Rachel se le aceleró el pulso mientras miraba a los ojos a de la única persona que esperaba que la recordase. Desde aquella distancia Rachel notó que el rostro de Quinn cambiaba de color – ¿Se había ruborizado? – La Quinn que ella recordaba nunca se ruborizaba. Rachel se dio cuenta de que estaba muy excitada, a pesar de que hacía mucho tiempo que no sentía algo tan intenso. Quinn no hizo ademán de dirigirse a ella, pero, a juzgar por su reacción, era evidente que la había reconocido. El plan, si realmente tenía alguno, se había ido al garrete. No sentía lo que había esperado sentir. ¿Dónde estaba la furia y la justa indignación?
-¿Rachel Berry? ¡Eres la última persona del mundo que esperaba ver en esta farsa!
De mala gana, Rachel desvió la vista de Quinn para fijarse en un par de alegres ojos verdes. El brillante cabello de color rojo era nuevo, pero la expresión traviesa bastó para que Rachel reconociese a Lara Coulter, su compañera de laboratorio en el instituto y miembro, como ella, del grupo menos popular.
-¡Qué vestido tan bonito Rachel! ¿Tú también te has operado?
-¿Operado?-Rachel se miró los pechos.-No, son míos
-¿De verdad?-Lara se acercó a ella y miró el interior del escote- Preciosos, pero no me refería a ellos, sino al LASIK. ¿A qué es lo mejor para no tener que seguir usando gafas bifocales?
-Sí, es fantástico.-Rachel estiró el cuello para localizar a Quinn, que se había escondido en alguna parte.
Rachel se centró entonces en Lara y se relajó al darse cuenta de que su amiga había cambiado mucho en un sentido y muy poco en otro. El carácter teatral de Lara se había desarrollado. Llevaba un brillante pelo rojizo recogido en lo alto de la cabeza y completaba su peinado con unos largos pendientes de margaritas multicolores. Milagrosamente, Lara había logrado encontrar un vestido que tenía casi todos los colores de los pendientes. Cuando estudiaba en el instituto, su pelo era negrísimo, a juego con su sombra de ojos y el lápiz de labios. Siempre había llamado la atención, pues era la única estudiante gótica de la clase.
Rachel no entendía por qué la habían invitado. Su único afán había sido desentonar, aprobar y pasar totalmente inadvertida. Lo había conseguido en gran parte, salvo Quinn Fabray.
Rachel se inclinó para dar a Lara – El abrazo de niña buena con el cuerpo separado –, pero Lara la rodeó con los brazos y la besó directamente en la boca. Rachel parpadeó y retrocedió.
-¿A qué ha venido eso?
Lara se encogió de hombros
-Siempre me he preguntado cómo sería besar a una mujer, y tú eres una de las pocas lesbianas que conozco.
Rachel torció el gesto.
-¿Cómo sabes que soy lesbiana?
Lara arqueó las expresivas cejas y Rachel reparó en que también se las había teñido.
-¿A caso no lo eres?
Rachel suspiró.
-Sí, claro, pero ¿cómo…?
Rachel percibió un movimiento por el rabillo del ojo y se volvió. Quinn estaba muy cerca, con una extraña expresión en el rostro. ¿Había visto cómo la besaba Lara? Y si lo había visto, ¿qué?, Rachel se sintió angustiada por una pregunta para la que no tenía respuesta. Recordó haber experimentado una sensación similar en el instituto, en las escasas ocasiones en las que había hablado con Quinn. Con gran alivio vio que alguien se ponía delante de Quinn e impedía el contacto.
-Vaya, antes odiabas el gimnasio y ahora parece como si vivieras en él.
-¿Qué? Ah, sí, hago un poco de ejercicio.
-Ya, un poco. Yo apenas aguanto Tres minutos de abdominales. Me gusta tu peinado. El corte asimétrico te sienta de maravilla, pero podrías hacerte unas mechas. Toma mi tarjeta. Vives en Portland, ¿no?-Rachel asintió- No hace falta que pidas cita. ¿Cuándo vuelves a casa?
-Aún no lo he decidido. Pensaba quedarme el fin de semana.
-¿En Rohcibeth? ¿Y para qué? Yo regreso a Portland mañana temprano.
Rachel iba a dar la misma explicación que había en su empresa sobre la necesidad de tomarse unas vacaciones, pero su atención se centró de nuevo en Quinn. La recordaba como una figura amenazante y nunca habría imaginado que se convirtiera en una mujer tan hermosa. Rachel reconoció la sonrisa. Jamás se la había dedicado a ella, pero la forma de mirar, de ladear la cabeza mientras escuchaba, incluso la blancura de sus dientes le resultaban familiares. Era como si los años se hubiesen esfumado y ambas estuviesen otra vez en el instituto.
-¡Caray, qué guapa es!-Susurró Rachel.
Lara siguió su mirada hasta la pareja que mantenía lo que parecía ser una conversación íntima en el centro de la estancia.
-Sí que lo es.
Rachel miró a Lara y, luego, a Quinn.
-Parece como si ese tipo se le fuese a echar encima.
-¿No estará perdiendo el tiempo? Siempre creí que era homosexual.
Rachel no miró a Lara cuando respondió:
-Está casada
-¡No me digas! ¿Estás segura que no es lesbiana?
– Ni la menor idea – Rachel se esforzó por no manifestar su irritación.
¿Cómo se había enterado de algo así, y ella no? En el instituto siempre había pensado que Quinn era heterosexual. Nunca se la había imaginado teniendo ningún tipo de relación, a menos que se contasen como tal las burlas, los empujones y las malas caras. Diez años antes había dos clases de alumnos en el instituto Rohcibeth: los maltratadores y los que llevaban el dinero para la comida en dos bolsillos, para que así les quedase algo con qué comprar una bolsa de patatas fritas. Quinn Fabray era su maltratadora, su torturadora, la única persona que no había logrado arrinconar en lo más profundo de su memoria a pesar de los años transcurridos.
-Chica, bebía los vientos por ti.-Comenzó Lara
-¿Por mí? La expulsaron por mi culpa ¿te acuerdas? Me odiaba, y el sentimiento era mutuo.
-Creo que ahora, se te presenta la ocasión para hablar de ese sentimiento mutuo. Viene hacia aquí
A Rachel se le paralizó la lengua antes de responder. En efecto, Quinn iba hacia ellas. Su mirada directa no dejaba lugar a dudas: tenía un objetivo, que era Rachel.
-Me ha encantado verte. Espero mantengamos el contacto. Hasta luego.
Rachel iba a decirle a Lara que no se marchase, pero su amiga ya se había perdido entre la multitud, ebria y tambaleante.
Rachel miró hacia la derecha, sonrió, saludó a alguien que no conocía y procuró disimular su nerviosismo. ¿Por qué tenía tanto miedo? Había pasado mucho tiempo y las cosas habían cambiado. Ella había cambiado. Ya no era una adolescente flacucha y torpe, atormentada por una agresora mucho más fuerte e increíblemente alta.
-Hola, Rachel. Seguro que no te acuerdas de mí, pero…
-Claro que me acuerdo.-Se apresuró a decir y le sorprendió la frialdad de su propia voz. Quinn se puso pálida cuando Rachel añadió.- ¿Crees que diez años bastan para olvidar todo lo que me hiciste?
Quinn torció el gesto.
-Vaya…, no me refería a eso.
-Oh, ¿Creíste que me había olvidado de lo horrible que fue el instituto para mí por tu culpa?
-Tampoco me refería a eso. Esperaba que me dejaras darte una explicación.
Alguien chocó con Rachel, haciendo que le salpicase el ponche de la copa que tenía en la mano. Quinn la sujetó por los brazos para que no cayese. La reprimenda murió en los labios de Rachel, interrumpida por la mirada asesina que Quinn lanzó a la persona que la había empujado. A Rachel le pareció oír una disculpa y Quinn bajó la vista, más clamada. Se sorprendió al reparar que aún seguía sujetándola por los brazos, pero tardó unos segundos en soltarla.
-Lo siento.
Rachel le habría preguntado – ¿Por qué? – si hubiese sido capaz de hablar. Se puso colorada de la cabeza a los pies. Aquello no tenía que ser así. Había pensado echarle en cara a Quinn todas las cosas horribles que le había hecho. Quería demostrarle que no era la chica flacucha y blandengue de otro tiempo, y, sin embargo, se estaba comportando como una adolescente loca de amor. – No, no, nada de loca de amor ¡Que desafortunada combinación de palabras! –
-¿Podemos ir a algún lado y hablar unos minutos, por favor?
Rachel estudió a la mujer de aspecto serio que tenía delante y se le ocurrieron unos cuantos comentarios mordaces, ninguno de los cuales afloró su boca.
Lo que más le impresionó fue el por favor. Rachel jamás habría imaginado que oiría esa palabra en labios de Quinn Fabray, y mucho menos dirigida a ella. Quinn se mordió el labio inferior, un gesto insignificante e inocente que Rachel no habría notado si no estuviesen tan cerca la una de la otra para hacerse oír por encima de la estruendosa música.
En la mente de Rachel, anidó una idea familiar: – Sus ojos son negros, si no fuesen negros serían del color castaño más oscuro que existe –
-Te concedo dos minutos.-Dijo Rachel con severidad.-Pero creo que pierdes tu tiempo.
Quinn soltó un audible suspiro.
-¿Qué te parece allí?-Preguntó
Rachel siguió la mirada de Quinn hasta una puerta que daba al vestuario de chicas y se le erizó el vello de los brazos. Debía estar bromeando. ¿Acaso había olvidado que el vestuario era el último sitio en el que se habían visto antes de que se desatase la catástrofe? ¿Era otro tipo de asqueroso acoso entre adultos? ¿Fingir que no sabes estás provocando que los malos recuerdos se agolpen en la cabeza de otra persona?
Muy bien. Si quería jugar, jugarían. Rachel asintió con la cabeza y se dirigió rápidamente al vestuario. – No tienes ni jodida idea de con quién estás jugando –
Rachel empujó las puertas de vaivén del vestuario, se volvió y esperó con los brazos cruzados y las piernas firmes. Quinn entró y se detuvo bruscamente al verla a escasos metros de la entrada.
-Di lo que tengas que decir.-Apremió Rachel encantada de parecer más segura de lo que se sentía.
-En primer lugar, quería decirte que estás estupenda.
Rachel se habría quedado boquiabierta si la sorpresa no la hubiese dejado sin expresión ¿Qué demonios era aquello? ¿Un cumplido?
-¿Me has pedido que venga aquí para que te cuente mis trucos de belleza?
-No, yo…yo…
¿Otra vez el rubor? ¿Y el tartamudeo? Aquella mujer era buena, realmente buena.
-No creo que vinieses para algo así
Rachel había pensado no asistir a la reunión al menos media docena de veces. En el último momento alquiló un coche y condujo tres horas desde Portland. Se le ofrecía una oportunidad de oro de demostrar a Quinn Fabray cuanto se había equivocado. Era una mujer de éxito, no una insignificante don nadie, como había oído que Quinn le decía a sus amigas.
Se fue de su ciudad y llegó a ser alguien. Ya no era la rarita aterrorizada que se escondía detrás de su melena, al fondo de la clase. Quería restregarle todo aquello a Quinn por las narices, y si de paso podía sacarle algún trapo sucio, mejor que mejor.
Pero la mujer que tenía delante no se parecía nada a la rubia que había conocido. Oh sí, existía una similitud, peri los espesos cabellos rubios no estaban recogidos en una austera cola de caballo o en rastas, y el uniforme escolar de Quinn, consistente en vaqueros flojos y sudaderas, resultaría incongruente en un cuerpo tan bien formado. No obstante, seguía siendo Quinn Fabray, la chica que la había llevado a empujones hasta los vestuarios sin previo aviso y la había llamado flaca y fofa, endiñándole el dolorosamente acertado calificativo de flaca/fofa.
Rachel sintió un escalofrío y se frotó los brazos para entrar en calor. Los ojos de Quinn repararon en el gesto, se detuvieron brevemente en los pechos de Rachel y se posaron en su rostro. No era la primera vez que Rachel veía a una mujer heterosexual admirando sus pechos. Pero la expresión que captó fugazmente en la cara de Quinn no tenía nada que ver con la valoración de los supuestos atributos de su oponente.
Deseo. Antes había albergado ciertas dudas sobre la sexualidad de Quinn, pero se disiparon en aquel momento. Se le endurecieron los pezones, y tendría que quitarse las reducidas braguitas que llevaba si quería estar cómoda el resto de la velada – ¿Es eso? ¿Me pongo como una moto porque una mala pécora del pasado me mira de reojo? Es increíble –
-Estoy aquí, y tus dos minutos casi se han acabado.-Dijo Rachel a la defensiva
-Siento mucho haberte hecho tan mal cuando éramos pequeñas…
La sorpresa la dejó sin habla. No esperaba una disculpa tan rápida y a al parecer, sincera.
-No éramos pequeñas. Yo tenía diecisiete años. Y tú…¿Diecinueve?
-No, éramos de la misma edad. Tal vez te llevo unos meses pero…
En ese momento fue Rachel la que dudó.
-Me habían dicho que…
-¿Iba retrasada? ¿Y te lo creíste?-Quinn sonrió.-Era mentira. Antes de que mis padres se trasladasen aquí, vivíamos junto a la frontera de Tijuana. Allí era fácil conseguir documentos de identidad falsos, la edad mínima para consumir alcohol en Tijuana eran los dieciocho años.-Quinn se encogió de hombros.-De ese modo hice amigos rápidamente, comprándoles tabaco. Si me preguntaban las cajeras, les decía que iba retrasada. El rumor se extendió y la gente creyó que yo era una delincuente perversa que había perdido cursos mientras estaba en reformación. Y yo seguí el rollo.
-Tú… ¿lo seguiste? Entonces tienes…
-Veintiocho años, igual que tú.
-Yo tengo veintisiete-La corrigió Rachel con mala cara
Quinn respondió en tono burlón, pero con aire amable y divertido
-De acuerdo, tú ganas. Soy más vieja
– ¿Qué diablos era aquello? ¿Ahora nos dedicamos a jugar? – No, no se dedicaban a jugar, sino a flirtear. Quinn Fabray estaba flirteando con ella, y ella le correspondía. No podía ser. De ninguna manera.
-En efecto. Se te ha acabado el tiempo. Me alegro de verte y todo eso que se dice.
Rachel pasó rozando a Quinn y estaba a punto de abrir la puerta cuando una mano la sujetó por el brazo. Rachel lo retiró como si la hubiese tocado un hierro caliente y giró en redondo con el puño cerrado, más a modo de advertencia que con una verdadera intención de pegar.
-No te atrevas a tocarme. Ahora devuelvo los golpes.-Escupió las palabras con más violencia de la que merecía la mano que delicadamente la estaba reteniendo. Quinn retrocedió. No le habría sorprendido que Rachel le propinase un puñetazo para subrayar sus palabras.
-Jamás te haría daño.-Dijo Quinn, y sus palabras sonaron de un modo tan posesivo que Rachel se sintió desorientada y confusa.-Rachel, no era mi intención provocar algo así. Sólo quería que me dieses la oportunidad de decirte cuánto lamento todo lo que te hice en aquella época.
-Muy bien, pues ya me lo has dicho. ¿Te sientes mejor?
Quinn se mordió interior del labio. Rachel rozó con la lengua su propio labio en solidaridad y se enfadó al darse cuenta de lo que estaba haciendo.
-No
-Lo lamento. Estoy segura de que puedes pagar a personas que te escuchen contar tu jodida niñez. Por mi parte no tengo el más mínimo interés.-El dolor se reflejó en el rostro de Quinn, pero Rachel se resistió a ceder.
-Me gustaría enmendar lo que hice, en la medida de lo posible.
-Han pasado años, ¿Ahora qué más da?-Rachel observó a Quinn. Sus ojos eran más sinceros, su rostro más serio, incluso su estatura parecía diferente de lo que recordaba. Pero había una familiaridad que contrastaba drásticamente con el nerviosismo que transmitía aquella mujer. No recordaba que la Quinn adolescente tuviese miedo de nada. Ni que se conociesen tanto.
-No sé, creo que debo hacerlo.
-¿Después de diez años? ¿Qué te ocurre?-Preguntó Rachel.-A ver si lo adivino. Has estado a punto de morir y ahora te encuentras en una fase de auto superación, en la que tienes que disculparte con todas las personas a las que les hiciste daño en el pasado.
Quinn se mostró sorprendida y, luego, se echó a reír. Rachel estuvo a punto de imitarla, pero la hizo enmudecer una idea traidora – Nunca me cansaría de oír su risa –
No exactamente. Digamos que en mi vida hay alguien que hace que quiera ser mejor persona y que lamente un montón de decisiones que tomé en la juventud.
-Debe ser una persona muy especial
– Especial, rico y hombre –, pensó Rachel con amargura. Quinn Fabray era un fraude. Tan heterosexual como la propia Rachel. Los Copeland tenían razón: Quinn no debía haberse casado con su hijo.
Quinn sonrió y se encogió de hombros, y el orgullo y la lealtad de aquella sonrisa hicieron que Rachel se sintiese mezquina y rara. Cuando eran más jóvenes, estaba segura de que su venganza consistiría en ver a Quinn sola en una casucha de mala muerte, mientras ella gozaba de popularidad y tenía una familia. Rachel se daba cuenta de que trabajaba demasiado y de que apenas tenía vida social. Diablos, aparte de la vida social, hacía seis meses que no mantenía relaciones sexuales y las últimas ni siquiera habían sido gran cosa. Tal vez, ahí radicase todo. Estaba excitada y la deprimía que Quinn pareciese más equilibrada que ella.
-Veo que aún me odias y no quiero que sigamos así.
-¿Y a ti que te importa? Ya no vivo aquí.
Rachel hubiese preferido que Quinn le respondiese en un tono airado, pero su voz era serena y su mirada firme cuando respondió:
-Me importa lo suficiente como para procurar que las cosas mejoren entre nosotras. Me importa mucho más de lo que imaginas. Siempre me importó.
-Demuéstralo.-Replicó Rachel, sorprendiendo a Quinn y sorprendiéndose ella misma.
-¿Cómo?
-No sé, ¿No dices que te importa? Demuéstrame cuánto.- ¿A dónde diablos pretendía llegar con todo aquello? La expresión consternada del rostro de Quinn se transformó poco a poco en otra cosa. El deseo que se había apresurado en disimular, regresó. Avanzó lentamente con los ojos clavados en los labios de Rachel.
-¿Te parece bien si…?
Rachel parpadeó. ¿Por qué le tenía que ocurrir aquello a ella? La orden que había dado a Quinn de que no la tocase afloró de nuevo. Tenía que anularla si quería ver a dónde las llevaba aquella inesperada atracción. Rachel suspiró y asintió con la cabeza. Antes de cerrar los ojos, notó los labios de Quinn sobre los suyos, apremiándolos para que se abriesen. La fuerza que siempre la había asustado la aplastaba en aquel momento contra el torso de Quinn.
Rachel desfalleció, y si no hubiera sido por los brazos y el pecho de Quinn, que la sostenían, se hubiese caído al suelo. Rachel quería rematar aquel beso y continuar besando a Quinn. La decisión se le fue de las manos cuando oyó taconeos y las típicas risitas provocadas por el alcohol.
Quinn también debió oír las voces, porque apartó la boca. Parecía como si quisiese decir algo. Rachel retrocedió, estremeciéndose al perder el contacto del cálido y excitado cuerpo de Quinn.
-¿Confías en mí?-Preguntó Quinn en un tono implorante.
Rachel asintió sin pensarlo, sin la menor duda. Los brazos de Quinn la rodearon por la cintura, la levantaron y la llevaron hasta las duchas. Rachel oyó que la puerta se habría en el momento en que Quinn la dejaba en el suelo. Se quedó sin aliento cuando su espalda chocó contra los fríos azulejos, segundos antes de que la mano de Quinn se posase en su cabeza. Dos mujeres reían a carcajadas mientras comentaban lo mucho que había envejecido la otra. Pero Rachel dejó de oír las voces mientras se enfrentaba a la mayor tormenta de su vida. Aunque eso no era del todo cierto. Había visto aquel mismo tornado de confusiones en el rostro de Quinn diez años antes. Y entonces, igual que en aquel momento, no había sabido cómo enfrentarse a él.
¡HOLA! Bueno, esta es la adaptación de la que les hablaba, a mí me gustó mucho y la primera vez que la leí inmediatamente pensé en Faberry.
Es mi primera adaptación, espero y les guste ;) Dejen reviews para ver que tal les parece ¡Nos leemos luego! (Si quieren saber el nombre original de los personajes díganlo por review)
