Disclaimer: El potterverso y los personajes pertenecen a J.K Rowling.
Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible de San Valentin" del foro "First Generation: The story before book.
Mi AI es Nochedeinvierno13-Friki. La verdad es que todas tus peticiones me costaron un montón porque se alejan mucho del estilo que suelo manejar. Cada una de ellas equivalía a salirse de mi zona de comfort. Así que espero que el resultado no te desilusione demasiado.
De bromas y romance
Capítulo 1
El ambiente era asfixiante y el humo invadía toda la mazmorra. Los calderos llenos a rebosar burbujeaban con un líquido, que en la mayoría de los casos se tornaba rosa. Todos ellos despedían un olor dulzón que hacía difícil concentrarse en lo que se estaba haciendo.
James trató de respirar una bocanada de aire limpio, pero lo único que consiguió fue introducir una gran cantidad de humo en sus pulmones lo que le produjo un ataque irrefrenable de tos y arcadas.
Intentando recomponerse volvió la vista a su poción, no le estaba quedando tan mal, tenía un color rosa amarronado como el que se mostraba en el libro, y no desprendía demasiado humo.
Sonrío satisfecho, seguro que iba a volver a sacar la mejor nota de la clase.
– ¿Por qué miras con esa cara de tonto tu poción?—le preguntó Roy Flint, un slytherin que se sentaba a su lado.
James miró en silencio a su compañero, que le sacaba dos cabezas y era extremadamente alto, luego como si lo que hubiera visto fuera la mar de horripilante aparto rápidamente la mirada y se encogió de hombros.
—Supongo que para no tener que mirarte a ti. Me produces nauseas.
El slytherin, que aunque bastante diestro en el quidditch, no destacaba por su elocuencia, lo miró con el ceño fruncido buscando una respuesta ingeniosa, al final optó por la más sencilla:
—Gilipollas
Ante la sorpresa de Flint al oír aquello Potter le hizo una extraña reverencia y le contestó:
—Gracias por admitirme como su súbito, pero prefiero no entrar en su reino de gilipollas, donde usted siempre es y será el rey de los gilipollas— luego asegurándose que el profesor no estaba cerca levantó la voz y añadió— ¡Viva Flint, eterno soberano del reino de los gilipollas!
Flint se había puesto rojo de la ira y apretaba los puños. James por su parte había vuelto a concentrarse en su poción matalobos.
De repente el Slytherin se abalanzo sobre el caldero del Gryffindor y vertió en él diferentes ingredientes y líquidos, lo que provocó un burbujeo incesante y una explosión de líquido anaranjado que manchó todas las mesas cercanas.
— ¿Se puede saber de quién es la poción que acaba de explotar?—preguntó el profesor Bellamy con su habitual cara de malas pulgas.
James levantó la mano lentamente, sabía como se las gastaba ese profesor y la opinión que tenía de él. Desde que hacía dos años le había gastado una broma junto con Fred y Lorcan les tenía bastante manía a los tres y solía puntuarles con una calificación bastante más baja de lo que se merecían sus trabajos. Por suerte, a él se le daba muy bien la asignatura, y rara vez el profesor encontraba algo con lo que poder criticarle.
—Así que has sido tú. ¿Otra de tus estúpidas bromitas, supongo? Es raro que una poción matalobos explote, pero James Potter siempre lo consigue todo.
—No ha sido cosa mía—gritó el Gryffindor tratando de serenarse, en ese mismo momento le hubiera apetecido hacer uso de las maldiciones imperdonables—Flint echó un montón de ingredientes en mi caldero.
Flint que había estado esperando la acusación, se mostró indignado y sorprendido al mismo tiempo.
— ¿Por qué iba a hacer yo eso? No intentes colgarme el marrón.
— ¡No mientas!
—¡No mientas tú, cabrón! Tendrá morro el "leoncito".
Los dos alumnos parecían a punto de llegar a las manos o incluso a las varitas, así que el profesor optó por ponerse en medio y dar por terminada la clase.
—Podéis iros—los estudiantes empezaron a abandonar el aula, volteando la cabeza al salir para intentar enterarse de como acababa la disputa. James hizo además de salir de la mazmorra—Usted no Potter. Dado que no tengo pruebas de que lo que dice sea verdad, que no sería la primera vez que realizara una de sus ridículas bromas, y que la poción que ha explotado ha sido la suya me veo en la obligación de pedirle que se quede a limpiar todo este desastre.
— ¡No puede hacer eso! Es injusto—gritó James completamente fuera de sí.
—No es que no pueda, sino que lo hago—el profesor sonrió y se dirigió a la puerta.
—Cretino—explotó James sin poder contenerse.
El profesor dio media vuelta, sus ojos echaban chispas y su boca se torcía en una mueca peligrosa, con un tono de voz frío y amenazante anunció:
—50 puntos menos para Gryffindor por su absoluta falta de educación y respeto.
James bajó la cabeza y se mordió el labio, la había cagado soberanamente.
—Me temo que su castigo de limpiar todo esto sigue en pie, pero ahora deberá hacerlo sin magia. Entrégueme su varita.
—Pero no puedo, tardaré un siglo, y ahora tengo transformaciones…
—Ese no es mi problema.
El señor Bellamy alargó la mano y James le tendió la varita. Cuando la odiosa capa del profesor desapareció por la puerta, le maldijo una y mil veces, mientras en su cabeza ya planeaba una venganza contra esa asquerosa pústula rezumante que era Flint.
Con desgana comenzó a limpiar su mesa, no solo se había metido en un lío con el profesor de pociones, sino que tendría que contarle a la profesora Mcgonagall lo que había pasado, y estaba claro que se iba a llevar otro castigo. Esa mujer era demasiado exigente. Por suerte estaba obligada a compaginar sus tareas de directora con las de profesora por lo que solo daba clase de transformaciones a los alumnos de sexto y séptimo curso, ya que insistía en prepararlos ella misma para los Extasis. En resumen, ser alumno de sexto curso no era precisamente una ventaja.
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James llegó bastante tarde al gran comedor, la mitad de sus compañeros ya se habían marchado. Echo un vistazo rápido en la mesa de Ravenclaw y al no encontrar allí a Lorcan se sentó enfurruñado en su propia mesa.
— ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no fuiste a clase de transformaciones?—le preguntó su primo Fred que dibujaba con su pluma en un pergamino
—El tonto de Bellamy me castigó
—No hay quien le soporte desde que le hicimos esa pequeña broma. Es un imbécil
—Pues a mí me cae bien—intervino Rose
James le hizo caso omiso, devoró su pollo frito y salió corriendo del gran comedor.
— ¿A dónde vas?—le gritó Fred
—A buscar a Lorcan.
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James localizó a Lorcan en el vestíbulo, vestido con ropa de deporte y con una Nimbus Pro en la mano
—Te necesito— dijo agarrándolo por la manga
Lorcan vaciló:
—Quería ir un poco al campo de quidditch, llevo dos días sin volar en escoba.
James sabía que Lorcan se sentía más cómodo en el aire que en el suelo, y que para él dos días sin montar en escoba era una auténtica barbaridad. Pero en ese momento le necesitaba, cuanto antes empezaran a planear su venganza mucho mejor.
—Es hora de que probemos uno de nuestros nuevos inventos— le explicó James alzando una ceja.
Lorcan lo miró atentamente examinando su expresión. James sintió como poco a poco se iba poniendo rojo, parecía que el Ravenclaw quisiera leerle la mente. No era la primera vez que Lorcan lo miraba así, y esperaba que tan poco fuera la última, los ojos de su compañero clavados en los suyos le hacían sentirse un poco nervioso, pero también le hacían sentir que entre los dos había una complicidad imposible de describir con palabras.
—Me parece bien—rompió el silencio Scamander a la vez que asentía con la cabeza. Dicho esto se subió a la escoba y comenzó a volar dentro del castillo controlando perfectamente su Nimbus.
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—Que comience la primera fase de la operación venganza contradictoria— susurro Lorcan al oído de James cuando los dos salían del gran comedor.
—Asegúrate que consigues que nuestro amigo se tome el caramelo— le recordó James
—Ya lo he hecho, antes de que llegaras a desayunar he abierto una caja de grajeas y como siempre, todos se acercaron a pedirme. Fue muy sencillo aprovechar el momento para colarle el caramelo a Flint— Lorcan sonrió clavando su mirada en el rostro completamente anonadado de James, y luego volviendo a acercarse a su oreja añadió lentamente—tú asegúrate de convencer a Minerva, sería un poco frustrante que te perdieras la diversión.
Sin esperar respuesta Lorcan se dirigió al jardín silbando una alegre canción, James en cambio empezó a subir la escalinata en busca de la profesora McGonagall.
La encontró cerca de su despacho, echándole la bronca a unos críos de primero que se habían estado peleando a puño limpio. Potter espero tranquilamente con el pie flexionado sobre la pared hasta que la directora del colegio termino de reprender a los niños y de bajar sustanciosamente los puntos de la casa Ravenclaw y Gryffindor.
—Si seguimos así nos vamos a quedar sin puntos—susurró Jamres
—Pues empezar a comportaros como corresponde—le espetó Minerva bruscamente—y por favor quite el pie d la pared que no tengo ganas de oír a Fich quejarse de vuestra carente educación cívica
—Sí profesora—respondió obedeciéndola al instante.
— ¿Y bien? ¿Qué necesita señor Potter?
—Este martes no pude ir a su clase, y como es una lección importante ¿me preguntaba si podía ir hoy…?
—Ya me he enterado de tus hazañas en clase de pociones—le interrumpió Minerva—espero que tu intención no sea ampliar tu colección de boicots añadiendo a la lista la asignatura de transformaciones.
—Lo que pasó en pociones no fue mi culpa. Y nunca se me ocurriría hacer una cosa así en su clase—se defendió Potter.
McGonagall le observó tratando de averiguar sus intenciones, y le debieron parecer honestas porque asintió con la cabeza y le dio permiso para ir a la lección de ese día con los Ravenclaw y los Slytherin.
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Aunque la profesora no había llegado todos los alumnos estaban ya sentados en su pupitre con la varita y el libro preparados para el inicio de la lección. En el ambiente se notaba que ya eran alumnos de sexto curso, pues aunque hablaban entre ellos y no precisamente en voz baja, no montaban tanto alboroto con los de los cursos más bajos.
Lorcan y James que se habían sentado en pupitres contiguos se susurraban los últimos detalles de "su pequeña broma" justo cuando la profesora entró en el aula, al verlos anunció:
—Señor Potter ya que esta no es tu clase haga el favor de sentarte en la última fila y dejarse de secretitos con su compañero.
James asintió con la cabeza y con una sonrisa se cambió de sitio. Desde allí podría verlo todo mejor.
Lorcan y James siguieron la lección completamente atentos a todo lo que decía la profesora y sobre todo a lo que hacía Flint que sentado en la segunda fila hablaba con sus compañeros que le respondían con cara de desconcierto y preocupación.
Más o menos hacía la mitad de la clase, James y Lorcan cruzaron una mirada y asintieron con la cabeza. El espectáculo iba a dar comienzo.
Lorcan, que jugueteaba con su varita para entretenerse ya que era incapaz de mostrar atención a las explicaciones de los profesores, miró atentamente el libro de Flint. Luego concentrándose y escondiendo su mano debajo de la mesa, realizó un hechizo no verbal que provocó que el libro del Slytherin saliera disparado estrellándose contra la pizarra, muy cerca de la cabeza de la profesora Mcgonagall.
La mujer manteniendo la serenidad y la calma, pero con su cara más reprobatoria, fue a coger el libro y al ver el nombre de Flint escrito en él, le preguntó:
— ¿Puede explicarme por qué su libro ha salido volando contra mí?
Flint negó con la cabeza, y cuando iba a decir que no, se sorprendió a sí mismo diciendo:
—Sí, sí puedo.
Las caras de desconcierto del Slytherin y de la profesora provocaron que James tuviera que meterse el puño en la boca para ahogar una carcajada.
—Pues explíquemelo, creo que todos estamos deseando oírlo.
Flint tragó saliva dispuesto a no decir palabra, ya que desde que había desayunado no era capaz de decir lo que quería… Parecía que alguien hablaba por él, alguien que quería hacerle la vida imposible.
— ¿Se puede saber a qué juega? —Volvió a la carga Mcgonagall, irritada por la pasividad del chico— ¿Se ha vuelto loco?
Flint continuó en silencio. Cerca de él Lorca miraba la escena con cara de fascinación y asombro, como si lo que allí estaba ocurriendo no fuera en parte culpa suya.
—Como debe creer que soy tonta y que todo esto es una pérdida de tiempo salga al pasillo inmediatamente, está expulsado de mi clase dos semanas.
Al oír aquello Flint no pudo contenerse más y trato de decir de carrerilla:
"Esto es injusto, no sé lo que me pasa hoy pero no consigo decir lo que quiero. Y por supuesto que no creo que sea tonta profesora".
Pero lo que realmente dijo fue:
—Esto es justo, sé lo que me pasa hoy pero consigo decir lo que quiero. Y por supuesto que sí creo que sea tonta profesora.
Al oír esto la clase se quedó en absoluto silencio, mirando alternativamente a Flint y a McGonagall. Solo se oía el ruido del viento y unos extraños carraspeos provenientes de James que ya se había metido tres pañuelos en la boca para tratar de controlar la risa y fingía un ataque de tos para disimular.
Flint empezó a temblar cuando oyó lo que acaba de decir en voz alta, y se apresuró a correr fuera del aula cuando la profesora le dijo de manera brusca:
—Sal inmediatamente de mi clase. A primera hora de la tarde te quiero ver en mi despacho. El profesor Bellamy y yo decidiremos tu castigo, pero si fuera tú, yo no descartaría el ir ordenando las cosas en mi baúl.
Cuando Flint cerró la puerta tras de sí, Minerva siguió con la lección, aunque todavía se la veía bastante alterada. Sus alumnos procuraban seguir sus explicaciones y sus indicaciones al pie de la letra y ni siquiera hablaban entre ellos para comentar el accidente. Nadie quería despertar la ira de la directora.
—Vaya al baño señor Potter y no vuelva hasta que haya conseguido dejar de toser—exhortó McGonagall a James cuando por cuarta vez fingió un ataque de tos para camuflar su risa, y es que no podía dejar de pensar en la cara de miedo que había puesto Flint cuando Minerva había amenazado con expulsarle, seguro que hasta se había meado en los pantalones.
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Lorcan y James se habían vuelto a juntar justo después de que acabaran las clases de la mañana para poder poner en común su genial broma, y lo que hasta el momento parecía ser su mejor invento. A James le había costado no saltarse la clase de defensa contra las artes oscuras que tenía justo después de transformaciones, pero como Lorcan había tenido que ir a los terrenos del castillo a la clase de criaturas mágicas no le había quedado otro remedio que esperar. Por suerte ahora podían hablar tranquilos.
— ¡James, Lorcan! —gritó Lysander cuando los vio a punto se entrar en el gran comedor—La profesora Mcgonagall pregunta por vosotros, dice que os espera en el aula de transformaciones.
James y Lorcan intercambiaron una mirada cómplice y echaron a andar hacía la clase de Minerva.
— ¿Crees que sospecha algo? —preguntó James nervioso.
Lorcan se encogió de hombros.
Cuando llegaron a la clase la profesora los estaba esperando leyendo unos pergaminos bastante antiguos. Al verles sonrió, cosa que hizo que James se relajara.
—Dentro de poco tengo que ir a ver al señor Flint. El profesor Bellamy y yo hemos estado hablando, y antes de decidir su castigo me gustaría pediros consejo.
James miró a Lorcan intrigado y buscando su apoyo, pero este mantenía la vista fija en los ojos de su profesora.
— ¿Merece el señor Flint ser expulsado, o lo de hoy pudo ser también culpa de otra persona?
James tragó saliva, estaba seguro de que esa pregunta tenía trampa, sí decía que había sido ayudado por otra persona se estaría condenando a él mismo, pero tampoco podía dejar que expulsaran a ese pesado Slytherin, una cosa era un castigo, y otra muy diferente una expulsión.
Tras mirar a Lorcan y comprobar que éste estaba esperando a que él respondiera, se dio por vencido y suspirando confesó:
—No merece ser expulsado. Lo que pasó hoy no fuera exactamente su culpa…
James iba a seguir explicando lo que había sucedido ese día, pero Minerva levantó su mano derecha para impedirle seguir hablando:
—No quiero saber más. Gracias a los dos. Podéis retirarlos.
Los dos se dieron media vuelta, James bastante aliviado porque no se había llevado ningún castigo, pero cuando ya estaban cerca de la puerta la directora del colegio volvió a hablar.
—James quizás le interesaría saber que aunque no sea expulsado, Flint recibirá un pequeño castigo. Un castigo injusto por otro ¿no le parece?
James sonrió a la profesora y a punto estuvo e ir abrazarla, pero se contuvo en el acto. Sería muy maja, pero no dejaba de ser la a vinagrada de la profesora Mcgonagall.
Una vez fuera de la clase los dos alumnos soltaron el aire que había estado conteniendo en sus pulmones y empezaron a reírse de manera histérica.
Lorcan se acercó a James y le susurró:
—Me alegro de que hayas dicho la verdad— y sin esperar respuesta le besó en la boca.
James se quedó como petrificado sin hacer, ni decir nada. Lorcan no pareció darle importancia porque continuó con su conversación:
—Tenemos que mejorar un poco esas pastillas contradictorias. Algunas frases en vez de ser lo contario eran completos disparates. "Sé lo que me pasa hoy pero consigo decir lo que quiero"
Los dos volvieron a reírse con ganas. Aunque James todavía no parecía haberse repuesto del beso, pues estaba completamente rojo y miraba con asombro a su compañero.
