Nota previa: Esta colección de historias está inspirada en There and Back Again de srtawalker. Aunque mis historias se pueden leer de forma aislada y continuarán después de la Batalla de los Cinco Ejércitos (porque nadie va a morir y tal), os recomiendo que sigáis la historia original aquí: s/10926518/1/There-and-Back-Again


Lo único que se oía en las mazmorras del Rey Elfo aquella noche era el habitual caer incesante del agua mezclado con rumores de voces y música. No había guardias y todos los demás enanos dormían tras horas de esfuerzo inútil para escapar de allí. Al afinar el oído, a Thorin le pareció que podía distinguir los ronquidos particulares de cada miembro de la Compañía. Pero le faltaba la respiración calmada de Bilbo, a la que ya se había acostumbrado después de tantas noches compartiendo campamento. Le pareció oír un leve tintineo en los barrotes de su celda y se distrajo de sus pensamientos hacia el hobbit. Mucho mejor así. Pensar tanto tiempo en él no era ni medio normal.

Se retiró hacia lo más profundo de su cubículo con la intención de echar una cabezada. En aquel rincón la luz que entraba por la puerta enrejada apenas llegaba a rozarle los pies y la oscuridad creaba la ilusión de que podía tener un rato de intimidad. Cerró los ojos y esperó a que el sueño llegara a él como por arte de magia, lo cual no ocurrió. Sin embargo, ahí acurrucado, sin ninguna otra salida que esperar a que el mediano apareciera, se sintió reconfortado. Mantuvo los ojos cerrados, y desde el interior de sus párpados contempló paisajes de su infancia y momentos felices. Recordó sus días de juventud en Erebor, cuando las preocupaciones aún quedaban muy lejos. Las risas con sus hermanos durante las clases de protocolo y los bailes llenos de gente importante aunque todavía desconocida para él.

Si de algo se preocupaban sus padres por aquel entonces era de asegurar lo antes posible el linaje de Durin y de encontrarle pronto una esposa. Para cuando rondaba la edad de su sobrino más joven, ya le habían sido presentadas decenas de enanas hijas de grandes señores de Erebor u otros reinos. Aunque no había sentido nada particular por ellas, no se podía negar que algunas eran preciosas y tenían esa actitud fiera propia de las personas valientes.

Thorin se acomodó en su rincón de la celda alejándose aún más de la luz que se colaba por la puerta y se colocó sobre su costado de cara a la pared. Sin abrir los ojos se desabrochó los botones más altos de la camisa y el cinturón. Su intención seguía siendo ponerse a gusto para dormir.

Él, si bien nunca había puesto interés real en encontrar esposa, sabía lo que buscaba en una enana. Quería a su lado a alguien con quien pudiera compartirlo todo, desde sus tácticas en la batalla hasta sus más íntimos secretos. Físicamente, le gustaban los cuerpos redondeados y aparentemente poco torneados pero que escondían fuerza y carácter. Thorin buscaba una mujer que no se dejara manipular, alguien a quien poseer le hiciera sentir como una conquista.

Su respiración se tornó profunda mientras su aliento chocaba contra la pared de roca que tenía a escasos centímetros de su cara. Su mano seguía alojada sobre el pantalón tras habérselo desabrochado pero ya no era el cinturón lo que sujetaba sino a sí mismo. La firmeza de su agarre parecía el roce de una pluma sobre la tela gruesa de su ropa y el movimiento lento y casi involuntario de su cadera le pedía más. Deslizó su mano, fuerte y masculina, por debajo de las prendas hasta que el contacto con su propia piel le dio un escalofrío.

Thorin quería besos suaves y tiernos, pero también quería una cintura firme a la que poder agarrarse y embestir con fuerza. Quería un cuerpo menudo que tratar con devoción, pero también quería desplomar su propio peso sobre éste sin quebrar sus huesos. Su mano se movía bajo sus pantalones como si tuviera voluntad propia, ejerciendo la presión justa con los dedos en los lugares y los momentos justos. Sus caderas, por el contrario, dibujaban un movimiento irracional y arrítmico. Los ojos los cerraba con tanta fuerza que empezaba a ver luces y sus suspiros se habían vuelto graves, como si un hilo de voz muy leve los atravesara. Hacía tanto que su mente había estado ocupada por asuntos lúgubres y responsabilidades que ya no recordaba lo bueno que era aquello. Progresivamente las caricias se volvieron más rápidas. La mano que no tenía ocupada estaba ahora sobre su tórax, y había encontrado un punto sensible que masajeaba con las yemas de los dedos. Los labios separados dejaban ver cómo su lengua se agitaba buscando algo que rozar, y salivaba. Salivaba ante la visión que su subconsciente había empezado a reproducir en su mente. No sólo veía, sino que oía, tocaba, saboreaba y olía a Bilbo entre sus brazos. Sus labios humedecidos por los besos, sus gemidos, su olor dulce, el tacto de su piel trémula… eso era todo lo que Thorin ansiaba en ese momento. Todo lo que quería. Bilbo. Quería levantarlo del suelo y follárselo contra la primera superficie vertical que encontrara y quería sentir sus dedos delgados en la nuca y presionar la punta de la lengua contra sus pezones. Quería llegar al clímax diciendo su nombre, aunque fuera en voz muy baja para que nadie le oyera. Con las últimas sacudidas de su orgasmo Thorin abrió los ojos para encontrarse nada más que con la pared fría. Nada parecía haber cambiado en los pocos minutos que duró su escarceo; los mismos sonidos lo inundaban todo. Después de recomponerse y adecentar su ropa le costó muy poco dormirse, aunque no sin sentirse terriblemente solo. "Por favor, ven, ven ya" pensaba hecho un ovillo en el suelo. "Confío en ti."