Buenas a todas y todos!
FELIZ FELIZ FELIZ NAVIDAD! Les cuento chicas que este fin de año fue una mierda para mi, me descubrieron un tumor en el cerebro y eso me tiene muy desanimada, esa es la razón por la que tengo en suspenso Black Velvet No ando con muchos animos para escribir, pero por se Navidad les traigo un regalito. Una nueva historia que escribí.
Es un TS el cual eliminaron de un Contest en Elite injustamente, así que lo publico en mi muro antes de lo previsto. Es una lastima, porque me habian invitado a participar en 3 contest más y elegí mal parece... pero bueno...
Espero que les guste y como siempre...
La historia es original mía y no se permite su copia total o parcial. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.
Enjoy!
CAPITULO 1: Yellow Ledbetter
— Edward, prométeme que la encontraras. — susurró mirándome con ojos entrecerrados.
— Por favor, no me dejes. No, tú. — lloré, sin miedo a sentirme humillado frente a ella. Su semblante cansado y avejentado por los años se estiro en esa hermosa sonrisa que le quitaba el aliento a cualquiera.
— Querido, eres lo mejor que me paso en la vida. — Ella tomó mis manos con cariño, les dio un suave beso y murmuró — Recuerda, Edward. Nada de cables o descargas.
Contemple con un horror y una impotencia que todavía me quitaba el sueño, como sus ojos verde esmeralda se cerraban lentamente, y su pecho subía en un último suspiro agotado.
Pegue un salto que me dejo de bruces en el suelo cuando el despertador me levantó, de aquel horrible recuerdo, sonando estrepitosamente. Siempre me pasaba lo mismo en estas fechas. Fin de año era un karma que me perseguiría por el resto de mi jodida vida. Aquella mujer, mi abuela, había sido la madre que nunca tuve. Recordar su mirada orgullosa ante mis logros, y sus abrazos amorosos en mis fracasos era casi una agonía.
Hacía ya tres largos años que Elizabeth había fallecido de cáncer, y yo siendo el médico cirujano especializado que era no había podido hacer nada por ella. Algo que no iba a perdonarme nunca.
Sobando mi adolorida nariz me metí en la ducha. El vapor invadió el pequeño lugar en poco tiempo, y los aceites relajantes que ella siempre me había hecho usar hicieron su efecto. Ella, parecía que esta temporada me iba a costar más que nunca nombrarla.
Enjabone mi cuerpo y mi cabello, y una vez aclarado me mantuve unos minutos con la espalda bajo el chorro de agua caliente para aflojar la tensión de mis músculos. Debía empezar a hacer ejercicio otra vez, desde hacía tres años que no comía más que porquerías continuamente. No es como si mis horarios laborales me permitieran hacer algo mejor.
29 de Diciembre 2014.
21pm
Entrar en el hospital aquella noche fue casi como querer ir a una tienda de juguetes antes de navidad. Había tenido que estacionar el Volvo a dos cuadras porque las ambulancias no daban abasto.
— Parece que esta será otra de esas noches — murmuró Emmett, enfermero de urgencias y mi mejor amigo desde la universidad.
— Sí, así parece. — tome el portapapeles que me entregaba y comencé a leer.
— ¿Qué harás en estas fiestas, Edward? — preguntó mientras me tendía una birome. Siempre olvidaba las mías, y él me conocía bien.
— Lo mismo de siempre, ahogarme en alcohol y olvidar mis penas en soledad. — gruñí. — Le sacaron una placa a los pulmones de la señora del cuatro?
— Sí, están aquí mismo.
— Correcto, ella tiene neumonía. No es muy grave, pero será mejor que quede en observación por al menos 72hs. Es muy anciana. — comenté tras mirar sus estudios. Hice las anotaciones correspondientes a sus medicinas y le entregue las fichas firmadas a Emmett.
— Perfecto. Que así sea.
— ¡Hola, Edward! — gritó la pequeña duende que tenía por prima.
— Alice, creo que en el tercer piso no te escucharon.
— No seas malo — protestó golpeando suavemente mi hombro. — te necesitan en quirófano.
— Allí me dirijo. — suspiré pesadamente. Si así arrancaba la noche, no quería saber que me esperaba llegando a la madrugada.
Era tediosa la cantidad de gente que se acumulaba en los pasillos, mucha más de lo normal. Parecía casi apropósito que llegando a estas fechas la cantidad de accidentes se multiplicara en grandes proporciones.
Me había graduado de la escuela a la edad de 14 años, y ya hacía 10 años que me había recibido y ejercía como médico. Había hecho mi residencia con tan solo 18 años, y eso solo porque me lo habían impedido antes, por ser menor de edad. Mi abuela siempre estaba orgullosa de eso. Solía escucharla a través de las paredes, ella era como una mama gallina con el pecho inflado hablando de su polluelo. Claramente, todos aquellos estudios y experiencia, para lo único que me servían era para agachar la cabeza cada vez que mi superior me exigía algo. Como por ejemplo trabajar en Navidad o año nuevo. A veces detestaba a Carlisle, él podía ser un verdadero dolor de trasero cuando se lo proponía.
Lo peor de ser médicos no son los pésimos horarios, no es la soledad, el aislamiento o saber que un día, todos vamos a sucumbir al decaimiento del cuerpo humano, no. Es otra cosa: Lo más difícil es tomar la decisión correcta en el momento preciso.
— Espera Edward — Jasper el marido de mi prima, y otro de los enfermeros de urgencia me intercepto en el camino antes de que pudiera avanzar hasta el ascensor — podrías ver a la niña del 8? Fue tu paciente ayer.
— Es que…
— Vamos, Edward. Su presión está inestable otra vez.
Con un suspiro frustrado me encamine tras mi amigo. Todo parecía indicar que este, sí sería uno de ESOS días.
— Hey, Anna... Parece que te has montado todo una fiesta aquí, ¿Llego tarde? — la niña sobre la camilla me dio una sonrisa cansada, mientras Jasper me pasaba su historial médico.
— Algo por el estilo.
— Taquicardia en 90 y ha caído la presión.
— Genial, me deje el mío en urgencias — contesté mientras tomaba el estetoscopio del cuello de Jasper. — ¿Han traído los resultados de la muestra de sangre?
— Mostró resistencia a enterococcus.
— ¿Eso es lo que te preocupaba, Ed? — preguntó Anna mientras se inclinaba para darme espacio a revisar sus pulmones.
— Sep… Dí a la UTIP que estamos yendo — devolví el instrumental a mi amigo y me gire para ver a Anna que intentaba llamar mi atención otra vez.
— Elije un color y un número para ver tu destino — dijo sacando un cubo de colores.
— Azul y… tres — mientras ella deletreaba las palabras aproveche para apretar su estómago buscando la fuente de dolor.
— Llegados a este punto retirar la fuente de infección es nuestra mejor opción. — dijo Rosalie apareciendo por la detrás de la cortina. — Hola, Edward. Es bueno ver que a ti también te toca trabajar para estas fechas.
— Lo mismo digo, Rose. Quizás podamos tener dos minutos libres para brindar con el equipo el 31 a la medianoche. — Su carcajada resonó por toda la habitación. — Deberíamos quitar la vesícula.
— Perfecto, voy a hablar con sus padres. Estas seguro de esto?
— No, pero un abordaje conservador no está dando resultados.
— Ella ha vuelto a estar hipotensa, Edward. Si operamos ahora…
— A veces hay que tomar decisiones difíciles y esperar a ver dónde nos lleva. — Arroje los guantes desechables en el cubo de basura mientras terminaba las anotaciones. — Ve a hablar con sus padres, te necesito en quirófano en 10 minutos.
— Perfecto… Por cierto, - dijo la pediatra mientras daba media vuelta para salir. — Tu busca está pitando.
— Mierda. — corrí lo más rápido que mis piernas lo permitieron, y casi salí volando por el pasillo antes de estrellarme contra las puertas dobles. — ¿Qué tenemos?
— Nick Vazquez, 28 años. Cayo de una ventana desde un segundo piso. Por desgracia, no estaba cerrada. — contestó Tanya, enfermeras de urgencias. Ella era realmente otro dolor en mi trasero la mayor parte del tiempo.
— ¿Cómo se cayó? — pregunté mientras me colocaba la bata azul, y el protector que cubría la nariz y la boca.
— Aparentemente quiso jugar a ser un avión. Su vecina fue quien lo encontró. Asegura que es sonámbulo. Nos contó que más de una vez aparece en los pasillos caminando descalzo y en ropa interior. – Ella acomodó los instrumentos y me paso las pinzas — Okey, Edward. Signos vitales estables, se quejó de dolores abdominales, lo que es comprensible teniendo en cuenta que parte de la ventana cayó con él, y no precisamente al costado.
Luego de extraer todos los pedazos de vidrio del cuerpo del paciente y cerrar las heridas, ya estaba listo para un descanso. No había podido dormir mucho durante la noche así que me dirigí a la sala de enfermeros. Alice y Emmett estaban allí.
— Ha comenzado a nevar. Este será un año nuevo un poco triste en Chicago. — Alice me tendió una taza de café mientras volvía a acomodarse junto a la ventana. — Como te gusta.
— Gracias, Enana.
— ¿Qué harás este año? — preguntó dando un sorbo a su propia taza.
— Tengo que trabajar el 30, y con suerte libraré el 31 si es que nadie cae misteriosamente enfermo en el personal.
— ¿Por qué no te vienes conmigo a los de mis padres? Sabes que mi madre te adora y siempre hay un plato caliente para ti.
— No, Alice — Emmett se sentó junto a ella y paso un brazo por sus hombros. — El Grinch prefiere emborracharse, a pasar tiempo de calidad en familia.
— Emmett, quita las manos de mi mujer — gruño Jasper entrado en la sala con una bolsa de panadería. — Os traje unos pasteles de crema.
Inmediatamente Emmett se arrojó a por la bolsa a pesar de las carajadas de todos. La puerta se abrió estrepitosamente una vez más. El recepcionista entro en la habitación con el cabello revuelto y respirando trabajosamente, asustándonos a todos.
— ¿Alguien vio a Rosalie? Tenemos una emergencia.
— Lo último que supe es que iba a hablar con los padres de Anna de la habitación 8. ¿Qué está pasando? — todos nos pusimos de pie ante la cara pálida de Seth.
— Un bebe en parada. Está llegando en 5 minutos.
— Mierda. Iré a buscarla, debe estar en la sala de descansos — Emmett salió corriendo a buscar a la pediatra, y Seth salió detrás de él.
— Odio estas fechas. — Jasper se dejó caer pesadamente en otra silla y tomo la mano de Alice entre las suyas. — ¿Estás bien?
— Sí, sabes cómo me afectan esas cosas. — Contestó ella con la mirada decaída.
— Alice, tienes que tratar de olvidar. Date un descanso.
— No puedo, Edward. Tú no sabes lo que es perder un hijo. — El dolor que sentía se transmitió en su mirada, provocándome un escalofrió. Alice había perdido un embarazo hacía ocho meses y todavía le costaba superarlo. Me puse a su lado y la abrace con fuerza.
— Te quiero enana.
— Y yo a ti, primo. — Sus pequeños brazos me apretaron con fuerza, antes de soltarme y toma otra vez su taza.
— Yo propongo que decoremos la sala — el intento de Jasper por cambiar de tema fue bien recibido por todos.
— Eso deberíamos haberlo hecho para navidad, no tiene mucho sentido ahora, ¿O sí? — pregunto Alice mientras lavaba las tazas.
— Alice tiene razón. Aunque quizás… — mis palabras fueron interrumpidas por el busca de Jasper. A veces odiaba esos aparatos.
— Lo siento, Rosalie me necesita. — Él dudo unos minutos antes de salir — ¿Estarás bien, nena?
— Sí, no te preocupes. Puedo con ello. — Ver como Jasper besaba suave y tiernamente los labios de mi prima, provoco una punzada de celos en lo más profundo de mi alma.
Hacía ya varios años que estaba solo, nunca le había permitido a nadie el suficiente tiempo como para quedarse por más de un par de noches. Esos gestos a veces, como en estos casos, se habían vuelto una agonía para mí.
— Edward… ¿Cómo estás? — la mano de Alice se estiró por la mesa hasta apretar con fuerza la mía.
— ¿Por qué lo preguntas?
— No te hagas el desentendido conmigo, Edward. Somos primos. Casi como hermanos. Te conozco y sé que estas fechas no son buenas para ti. No me insultes haciéndote el loco.
— No me hago el loco. Prefiero seguir hundiéndome solo en mi miseria, que cargársela a alguien más, Alice.
— No puedes seguir teniendo autocompasión de ti mismo. No puedes tocar fondo otra vez. — ella gruño. Siempre había sido muy protectora conmigo.
— Ella era como una madre para mí, Alice. Mi propia madre me abandono en la entrada de la casa de Elizabeth, en plena nevada, con la esperanza de que yo muriera. Gracias a Dios, ella había terminado su turno en Urgencias antes.
— Fue el destino, Edward. Elizabeth siempre dijo que sabía que tendría que llegar antes a casa. Las enfermeras trataron de que saliera con ellas a jugar bolos luego del trabajo, pero ella insistió en que la estabas esperando.
— Ella era especial. — una sonrisa triste se formó en mi rostro. La extrañaba tanto. — La necesito conmigo.
— Has ido… ¿Has ido al cementerio?
— No… no puedo decirle adiós, Alice.
— No lo hiciste tampoco el día de su entierro. — Ella apretó con más fuerza mi mano. Pequeñas imágenes de ese día pasaron por mi cabeza.
— Estaba furioso de que me abandonara así. ¿Por qué todo el mundo a quien quiero tiene que dejarme al final, Alice? — sus ojos se llenaron de lágrimas, y parpadeó para alejarlas.
— Yo siempre estaré para ti. — Alice se puso de pie y se sentó en mi regazo para abrazarme con fuerza.
— Gracias.
30 de Diciembre 2014
03:30 am
— Edward.
— Cinco minutos más — me giré en la cama y cubrí mi cabeza con la almohada para evitar los ruidos molestos.
— Vamos, Edward es una urgencia.
— Ya voy, ya voy… — murmure. No tenía ni idea de quién era el que estaba molestándome. Lo único que quería hacer era descansar un poco más luego de la noche agitada que habíamos tenido.
Escuche como la puerta se cerraba, y suspiré de alivio. Claro que no duró mucho, ya que dos minutos más tarde la puerta volvió a abrirse, y un grito escapo de mi boca cuando un vaso de agua helada fue a parar directo a mi rostro.
— ¡Maldita sea Alice! ¿Qué rayos pasa contigo?
— ¡Que muevas tu maldito trasero, esto es una urgencia!
Ella salió tan rápido como había entrado y yo me balancee sobre el borde de la cama hasta ponerme de pie. Tome mi reloj, y mi busca. 4 llamadas. Mierda.
Salí corriendo de la habitación hasta la recepción de urgencias. Llegue justo en el momento en que la ambulancia se detenía con un movimiento brusco, y las cuatro puertas se abrían precipitadamente. Inmediatamente entre en modo de acción.
— ¿Qué tenemos? — grito Emmett a mi lado, por sobre el ruido del viento, mientras ayudaba a los enfermeros a bajar la camilla.
— Una chica, todavía no pudimos revisar sus documentos para obtener más datos. Debe tener al menos unos 26 años. Fue atropellada y el conductor se dio a la fuga.
— Maldita sea. ¿Signos vitales? — pregunte al tiempo que tomaba la camilla por los pies, y entre todos abríamos paso hasta el quirófano.
— Esta inconsciente, pero responde al dolor. Tensión 140 sobre 90. Respiración: 10. Tuvimos que intubarla allí mismo. Múltiples heridas fáciles, posible factura en la extremidad derecha.
— ¡Que venga alguien de rayos a Trauma 2! — grito Emmett, mientras corríamos a toda velocidad por el pasillo.
— ¿Cómo te llamas? — el camillero empujo la puerta, luego me tendió la bolsa de suero antes de contestar.
— Soy Paul.
— Perfecto, Paul. Esto es lo que vamos a hacer. Necesito que revises entre los documentos de ella por algún dato que pueda ayudarnos. Teléfono de contacto, seguro social, tipo sanguíneo. Lo que sea. Necesito que alguien avise a su familia.
Vi como el enfermero salía corriendo antes de girarme hasta Emmett. — Bien, con cuidado. Necesito que sigan ventilando. Muy bien, gente, allá vamos. A mi cuenta: Uno… dos… tres. — Entre los dos hicimos fuerza y trasladamos el liviano cuerpo de la chica, desde la camilla de la ambulancia hasta la mesa de quirófano.
— Muy bien, vamos a aprender algo. — Para la sorpresa de todos Carlisle Cullen entro en la sala, detrás de él venía Tanya, la nueva residente, atándole la bata.
— ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Yo estoy a cargo!
— No, ya no. — Carlisle se paró en la cabecera de la camilla dejándome atónito.
Mi mirada se dirigió a la chica inconsciente, y casi no pude reprimir el jadeo que intentó escapárseme mientras la miraba. Era la chica más hermosa que había visto en la vida. A pesar de la cantidad de cortes y contusiones que tenía en el rostro, su belleza era impactante.
— Emmett, ¿Cómo se ve si hay lesiones de columna en un paciente inconsciente? — preguntó mientras se colocaba el protector en el rostro. Emmett me miro sin entender que rayo estaba sucediendo, y francamente ni yo lo entendía.
— Buscando si hay ausencia de reflejos, Carlisle. ¿Qué está sucediendo, aquí?
— Hazlo — contestó ignorándolo por completo.
— Tanya, ¿Qué radiografía va primero? — grito mientras las bandejas con el instrumental quirúrgico empezaban a circular por el lugar.
— ¿Tórax?
— Yo haría una de cervicales laterales para descartar una fractura de columna. — Contesté al tiempo que retiraba los zapatos de la chica, para ayudar a Emmett a buscar su falta de reflejos. Paul, de la ambulancia, entro nuevamente.
— Lo tengo, Edward. Ella se llama Isabella Marie Swan. Efectivamente tiene 26 años, pero no hay registro de que tenga algún pariente vivo en caso de accidentes como estos. Ya nos comunicamos con el seguro de vida para avisar del incidente, y en recepción tienen todos sus datos y las pertenencias que traía con ella en el momento del accidente.
— Gracias, Paul.
— Buena suerte. — Él le echo una última mirada a la chica, antes de retirarse de la sala.
— Reflejos bilaterales presentes. Babinski normal. — contesté terminando de estudiarla. Me puse sobre la cabecera y abrí sus parpados buscando reflejos.
Sus ojos eran la cosa más impactante que hubiera visto en la vida. Un pensamiento cruzó mi mente con rapidez. Sería genial despertar todos los días con la vista de aquellos ojos celestes con motitas doradas.
— Tanya, traumatismos craneales. ¿Qué estudio deberíamos hacer? — La voz de Carlisle me sacó de mis cavilaciones.
— ¿Se puede saber que rayos estás haciendo, Carlisle? — Esto ya se estaba pasando de claro a oscuro.
— No te metas, Edward. Dije que yo estaba a cargo. — Se volvió buscando otra pinza y siguió como si yo no estuviera presente. — ¡Vamos Tanya, presta atención!
— Cae la tensión en 50 sobre 30. — Gritó Emmett por sobre el ruido de las maquinas.
— ¿Qué oyes? — Tanya se acercó dudosa al cuerpo de Bella, bajo las instrucciones de Carlisle, y coloco el estetoscopio contra su costado.
— ¿Respiración apagada en la derecha?
— ¿Eso es una pregunta o una respuesta? — gruño.
— Aprecio movimiento de aire bilateral. No hay neumo. — contesté yo tras oscultarla por mi propia cuenta. No podía creer que él estuviera haciendo de la vida de la chica una clase de biología. Estas cosas me enfurecían enormemente.
— No, Edward. Eso son las vías respiratorias.
— Veo la tráquea desplazada — avise.
— Neumo a tensión.
— Bien hecho, Tanya. Te enseñaré a hacer una descompresión.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Carlisle Cullen era el hijo de puta más grande sobre la faz de la tierra en estos momentos.
— Edward, porque no haces algo útil y llevas la sangre al laboratorio.
Emmett se quedó inmóvil unos cuantos segundos, sin saber qué hacer, antes de seguir ventilando aire en los pulmones de la chica. Claramente Carlisle me estaba echando del quirófano, y quitándome a mi propia paciente. Tanya me dio una mirada de suficiencia antes de seguir pasándole las pinzas.
No pude soportarlo más. Tuve que salir de ahí antes de cometer una locura. Esto no podía estar pasando. Años de carrera para que vengan a correrme como si fuera un interno en mi primer día. Me sentía humillado e insultado como nunca en la vida.
