Sus pasos eran rápidos y cargados de enojo. Las redondeadas mejillas encendidas en carmín, manos forradas en guantes blancos formando puños, ni si quiera prestó atención a sus uñas que dolían y a las amargas lágrimas que quieran escapar por sus ojos color chocolate.
Estaba molesto, el pecho repleto de sentimientos negativos, burbujas de enojo en su garganta que querían salir en forma de llanto y su omega desesperado liberando un aroma cargado de tristeza. No estaba acostumbrado a sentir todo esto, era raro ya que por su personalidad algo tímida y retraida le era difícil pero en este momento nada le importaba con solo recordar lo acontecido hace unas horas atrás todo se intensificaba.
Yuuri Katsuki se preguntó como es que llegó a ese lugar, sus orbes analizaron todo el espacio. Un salón mediano iluminado por grandes candelabros con cristales colgando de ellos y pisos brillantes color caoba donde era capaz de ver su pálido reflejo, paredes blancas inmaculadas decoradas con cuadros extravagantes y diseños color oro recorriendo los pilares en cada esquina del lugar. Ni una sola ventana.
Un peso se instaló en su estómago por no saber donde se encontraba y que tenían planeado hacer con el, sus piernas temblorosas como si en cualquier momento sederian, todo eso aumentando por las alrededor de quince personas que mantenían encerradas en el salon. Los aromas mezclándose creando una sinfonía de terror, bañados en desesperación y angustia. Sabía que pensaban y no solo por las feromonas que liberaban, después de todo ellos eran la raza débil.
Omegas.
Se abrazó a si mismo, todo su ser frágil, el nudo que tenía en el estómago no quería desaparecer, el corazón latiendo de manera deseperada pero aún asi no dejó que nada de aquéllo lo dominará si quería mantenerse entero debía ser inteligente y canalizar las emociones.
Su mirada cubierta por lentes se enfocó en la puerta francesa color rojo oscuro en frente suyo, ruidos de pasos acercándose encendiendo todas sus alarmas, chillidos de los otros omegas aumentando, la tensión era demasiada pero llegó a su máximo cuando las puertas fueron abiertas por dos Alfas vestidos de trajes completamente negros, uno en cada extremo.
Todos observando con la respiración atascada en sus pulmones, como hacían una leve reverencia hacía la mujer un poco mayor que entraba con porte elegante y Yuuri reconoció de inmediato esa esencia.
Una Alfa.
Vestida con un traje negro de dos piezas y una falda que le llegaba hasta las rodillas, demasiado alta debía alzar la vista para ver su rostro. Cabello atado fuertemente en forma de bollo, pómulos altos y sus ojos color verde lima examinando de forma rígida, frunciendo el ceño por la esencia y reacción de todos en el lugar.
Enfocó aquellos ojos verdes en el, provocando que un sudor frío recorriera su espalda. Los latidos casi desgarrando los músculos de su pecho cuando la mujer se acercaba a la esquina más alejada de todos, donde intentaba desaparecer.
Sus ojos chocolates expandiéndose cuando el sonido de los tacones se detuvo a cuatro pasos de el. No fue capaz de evitar el reflejo de bajar la cabeza cuando la Alfa metió su fina mano al bolsillo de la chaquetilla sacando una libreta electrónica, ignoro la risilla burlona que le dedicó mientras tenía su vista en el piso y mordida sus labios con nerviosismo dejándolos color granada.
-Yuuri Katsuki, veinte años de edad- pronunció la mujer. Su cuello dolió por lo rápido que levantó la cabeza, su pequeña boca rosa formando una pequeña "o" por la impresión.
-¿C-Cómo sabé mi nombre?- fue capaz de articular con la voz temblorosa, sentía su garganta arder por la falta de líquido y sus labios secos. Aún así no recibió respuesta solo le ignoró y le prestó atención a los datos en el aparato.
-Japonés, Omega- siguió con un inglés un poco tosco que se combinaba con un acento extraño, le miró con un brillo de interés en aquellos bosques claros -Pasó demasiado tiempo desde que llegó un extranjero.
Mordió sus labios, eso era verdad desde que estaba en el salón se dio cuenta que era el único extranjero, los rasgos asiáticos eran demasiado notorios, el cabello negro y los ojos cafés, mientras que el resto de los Omegas eran rubios o castaños.
La mujer se alejó con pasos de depredador hasta llegar al centro del salón donde alzó su mirada para conectarla con cada uno de los temblorosos Omegas.
-Mi nombre es Lilia Baranovskaya, encargada de la servidumbre de la mansión Nikiforov- dijo con voz potente y mirada endurecida, dando a entender que no permitiría ninguna interrupción-Desde hoy pertenecen a la familia Nikiforov y aquí las órdenes lo son todo.
Tajante y letal. Jadeos desesperados se escucharon por toda la sala la tensión aumentando tras lo dicho, lloriqueos y súplicas que los dejarán marchar. Yuuri solo podía observar como todo aquéllo ocurría, estaba en shock no sentía nada, los ojos opacos tras la noticia y su alma saliendo de su cuerpo. Aunque en su mente maldecia a todos.
-¡Silencio!- el mandato de la Alfa los dejó a todos en silencio de inmediato, mirada sombría y la esencia a dominación saliendo de ella como olas, creando terror -Olvidarán lo que fueron y llevarán a cabo cada orden que sea dicha o serán castigados. Son Omegas deben obedecer.
La mujer dio la vuelta para dejar el lugar no sin antes darle una mirada que no sabía como descifrar. Casi soltó un suspiró de alivio cuando salió del salón si no fuera por dieciséis betas que entraron casi de inmediato, con trajes simples al igual que los dos alfas a pesar de ser mujeres.
Todos los Omegas fueron separados viviendo solos su agonía pero a Yuuri le daba igual debía salir de aquí como sea.
Dos mujeres jóvenes llegaron hasta el , una le tomó el brazo de manera brusca obligándole a caminar, la otra iba detrás de ellos en caso que el omega intentará escapar. Era casi arrastrado por los pasillos todos diferentes al otro, el vientre revuelto por las emociones y un dolor punzante en la cabeza.
"Dejará una marca" pensó al sentir el agarre doloroso de la beta en su brazo como si quisiera sacarlo de cuajo.
El pasillo color borgoña se encontraba desierto, la extrañeza dominando sus pensamientos, ningún tipo de decoración en las paredes o rastro de otros Omegas. Sólo ellos estaban ahi, se detuvieron frente a una puerta negra donde ingresaron.
Yuuri abrió los ojos sorprendido, la habitación era inmensa la pared de fondo de color azul profundo donde estaba apoyado el gran respaldo de la cama, hecho con madera de roble negro , un hermoso candelabro colgado del alto techo, cristales reflejando la luz artificial y otra que entraba por las ventanas.
"¿Ventanas?" había olvidado aquéllo. Si solo mirara por aquellas grandes aperturas cubiertas por blancas cortinas casi transparentes, tenía que dar unos pasos rodeando el pequeño mueble para llegar a ellas así sería capaz de tener una idea donde estaba pero todo eso fue cortado cuando una de las betas gruño tomandolo de la mano y guiandole.
-Maldito omega- dijo con voz teñida de enojo mientras sus uñas se enterraban en la tierna carne de su mano dejando feas marcas rojizas que pasarían a morado pálido.
La otra que les seguía soltó una risilla burlona, lanzándo dagas hacia su persona con la mirada, las dos eran lindas con sus cabellos castaños claros perfectamente atados en una coleta y sus ojos azules, todo perfecto pero sus personalidades eran un asco.
De un empujón lo obligaron a entrar al inmaculado baño de mármol hasta llevarlo a una gran bañera, ni si quiera se concentró cuando comenzaron a llenar la tina con agua o cuando la otra beta lo estaba desvistiendo de forma brusca casi salvaje.
El gran ventanal que se encontraba frente a la bañera dejando entrar los rayos solares, iluminando el lugar pero dejando al omega en estado de desconexión. Sus pozos chocolates perdiéndose en el vasto terreno verde hasta llegar a frondosos árboles de diferentes tonalidades que formaban una especie de bosque secreto.
"¿Dónde estoy?" esa era la gran duda que estaba en su mente "¿Porqué me sucede esto?"
Por que eres Omega.
Los Omegas son mercancía.
Una voz en su cabeza repitiendo aquéllo como una mantra. Lágrimas amargas querían salir de sus ojos pero debía calmarse, sintió dolor en su hombro las uñas rompiendo la suave piel, miró con terror a la beta enfrente suyo.
-Entra en la bañera- le ordenó la chica con altaneria y asco. Tragó la tristeza que estaba obstruyendo su garganta entrando a la fría agua, los dedos de sus pies se contrayeron por el cambio de temperatura y la piel erizandose.
- Es raro ver un Omega extranjero y aún más si es uno con rasgos asiáticos- dijo la otra un poco más alta, se encontraba un alejada con una gran caja gris en las manos - Pero de seguro se olvidarán pronto de ti quitándote todos los privilegios ¿No es asi, Omega?.
Las dos rieron como si fuera una gran broma lo dicho, la más baja lavaba su cabello de manera salvaje, unas firmes manos pasaban por su cuero cabelludo y un jadeo tembloroso salió de sus labios cuando fue jalado del cabello haciendo que su cabeza se inclinara.
-Responde a las preguntas, Omega- cada palabra saliendo como insulto. Entrecerro los cristalizados ojos por el dolor cuando la presión en su cabeza aumento.
- L-Lo siento- la voz salió pequeña y frágil, como el sonido lastimero de un cachorro maltratado. Quería desaparecer, volverse pequeño y que nadie le hablará.
Rieron satisfechas por su cometido. Cuando el baño finalizó fue rociado por polvos los cuales ayudaban a ocultar un poco su aroma y peinaron de manera salvaje sus cabellos dejándolos hacia atrás. Las uñas de sus delgadas manos fueron cortadas demasiado dejándolas rojizas como si en cualquier momento comenzarían a sangrar. La chica un poco más alta se acercó con la caja gris en sus manos, sacando de ella un traje.
Una camisa blanca almidonada fue puesta en sus hombros, abrochando los botones sintiéndose rígido, la corbata de seda color gris fue amarrada en un apretado nudo Windsor adornada por un alfiler de corbata con la punta perleada. Los pantalones negros de corte clásico fueron subiendo por sus torneadas piernas introduciendo la camisa dentro, el chaleco abrochado de manera cruzada y por último el frac con una cola un poco larga ajustándose a su delicada cintura, enmarcando su figura. Calcetines negros delgados y zapatos brillantes del mismo color, los guantes blancos enfundaron sus manos sacando gemidos de dolor por el daño a los dedos.
Se miró en el espejo de cuerpo completo que estaba al lado del ventanal. No tuvo ninguna reacción, sentía como era un muñeco de trapo con el cual podían hacer lo que quisieran, escucho las risa que ocultaban las betas detrás de sus manos.
Y pensó en la suerte que tenían, ser simplemente alguien neutro que no se dejaban guiar por sus instintos, no depender de un Alfa o sentir un celo el cual le quemaba por dentro pidiendo algo que no deseaba. Ver miradas vacías en aquellos que la vida solo dio abusos y dolor. Fragmentos de desesperación enterrados en su ser al rojo vivo.
-Omega- le llamó la beta pequeña con mueca de desagrado, una pastilla color verde oscuro se encontraba en la pálida mano y un vaso de cristal en la otra. Ya sabía de que se trataba.
Supresores.
Era la primera vez que soltaba un suspiró de alivio desde que estaba aqui, al menos así sería capaz de ocultar su aroma y evitar que algún Alfa lo notara. Caminó unos cortos pasos hasta la chica cogiendo la pastilla y tomandola pero sin esperarlo el vaso fue presionado en su boca chocando con sus dientes, un poco de agua entró entró entre sus labios mezclándose con un poco de sangre. Las miró con ojos llorosos.
-Eres lindo pero no lo suficiente- destacó la más alta, palabras hirientes saliendo de esos labios acolchados, cruzó los brazos y le sonrió con altaneria - La señorita Baranovskaya te espera en el jardín de rosas, suerte tratando de encontrarlo.
-De seguro te castigará por llegar tarde- agregó la otra mientras salían del baño , el eco de sus carcajadas en la cabeza del japonés.
Todo eso aún estaba en su cabeza, demasiado fresco. Seguía un camino sin rumbo por aquel pasillo que parecía no tener fin las paredes azules oscuras adornadas por cuadros de paisajes y la alfrombra gris con diseños negros.
Se detuvo enfrente de uno de los grandes ventanales. No le importó si sus guantes se ensucian, la sangre ya había hecho estragos en las punta de los dedos, la tela blanca absorbiendo el líquido carmín así que sólo sacó el seguro y abrió el ventanal dejando que la brisa moviera un poco sus cabellos.
El cielo completamente despejado y el vasto manto verde parecían no tener fin, sintió una presión en su pecho y en el puente de su pequeña nariz, síntomas de sacar todo llorando y pensamientos rodeando su cabeza.
"Dicen que hay mucha felicidad en este mundo ¿Verdad?" pensó y se preguntaba si algún día podría ser feliz. Ser capaz de sentir la calidez y adrenalina de querer una persona.
Dedicar lo poco que tiene.
Aunque el mundo insista en ponerle una corona de espinas, detruyendo los fragmentos de esperanza y tratando de herirlo con cada palabra, quería encontrar aquella persona que comparta su soledad y dolor.
Un amor que florece igual que una rosa.
Sentir su corazón completo y entregarse a el.
Mordió sus labios tratando de contener el llanto, miró hacía bajo. Jardines de rosas rojas rodeando una gran fuente. Los rosales moviéndose en dirección del viento, el sol demasiado brillante.
Abrió sus pozos color chocolates sorprendido cuando sintió algo húmedo a través de la tela de sus guantes, retiró su mano de inmediato y inclinó su vista hacía abajo enfocándose un perro.
El animal tenía unos curiosos ojos negros y el cabello marrón rizado, se veía inofensivo y juguetón. Aún así con cautela se arrodilló en el piso para estar a la altura del animal pero antes de tocarlo el can volvió a lamer la punta de sus dedos donde la sangre se acumulaba.
Sy rostro fue dominado por un sonrojo lleno de vergüenza, vergüenza de si mismo por ser débil y no ser capaz de nada. Y justo ahora se sentía consolado por un animal que lamia sus heridas.
-¡Makkachin!- escuchó el grito de una voz grave y el sonido de pasos rápidos acercándose. No reaccionó solo se quedo ahi, mil pensamientos pasando por su cabeza.
"Eres un desconocido y Omega"
"Un omega que esta vagando solo por una casa que no es la suya"
Casi soltó un chillido de terror cuando vio unos zapatos negros brillantes. Un escalofrío de terror recoriendole la espalda y el aroma entrando por sus fosas nasales, cada respiración aumentando su miedo.
Un Alfa.
Una esencia de poder rodeando el lugar
La sangre abandonando su rostro y el cuerpo tembloroso mientras subía lentamente la mirada, desde sus zapatos y después recorriendo aquel cuerpo vestido por un traje gris obscuro pasando por su pecho.
Hasta que conectó sus abismos marrones con esos cristales color cielo, un cabello corto plateado y el flequillo que caía perezoso.
Una sonrisa coqueta en sus labios.
-Oh...Encontraste algo realmente interesante, Makkachin- la voz grave pronunció con interés, ojos curiosos analizandolo.
Yuuri tembló.
Holaa esta idea me llegó cuando temblaba en mi país jskdmdkd soy de Chile algo así es común aquí pero dejando eso de lado
Espero que les guste esta historia, sé que el cap esta aburrido pero es un tipo de introducción por así decirlo:(
Pueden pasar por mis otras historias de yuri on ice: leave, savoir y heartbreaker.
Gracias si llegaron hasta acá, belles personnes.
Ciao, ciao.
