Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.
BRIGHTER
Capítulo uno - Quebradizo
―Señores pasajeros, hemos comenzado el descenso a St. Croix, dónde la temperatura actual es de 84 grados. Estaremos en la puerta unos veinte minutos, así que nos gustaría que los auxiliares preparasen la cabina para la llegada. Queremos darles las gracias por viajar hoy con nosotros...
Peter se volvió hacia mí, frotándose la barbilla.
―¿Tienes más chicle?
Asintiendo, rebusqué en mi bolso y le di el último que me quedaba. Llevábamos ya un rato bajando de altitud y sus oídos tenían que estar tan taponados como los míos.
―Gracias. ―Sonriendo ampliamente, me besó la mejilla y volvió sentarse contra el respaldo para desenvolver el chicle.
Haciendo una pompa, devolví la mirada al más azul de los cielos. Un resplandeciente mar turquesa brillaba debajo... nunca había visto nada igual. Bajamos más y más, y pude ver más detalles -las ondas de las olas y las blancas crestas sobre la barrera. No podía esperar a ir a hacer snorkel.
Un largo muelle de hormigón sobresalía en el azul infinito, cortando mi línea de visión.
Agarré a Pete del brazo y tiré de él hacia mí.
―¡Mira!
Una escarpada curva de tierra apareció a la vista. Primero arena, luego árboles. Un exuberante terreno con colinas salpicado de casas de todos los colores. Carreteras serpenteantes recorrían la campiña y coches del tamaño de juguetes se deslizaban tranquilamente por ellas. Las cosas eran más abiertas allí, todo estaba más extendido. Aquello no se parecía en nada a Seattle, dónde millones de personas coexistían entre rascacielos, apartamentos, casas y autopistas.
* . *
Me encantaba Washington, pero aquello... aquello... era con lo que había estado soñando.
Como nativa de Seattle, estaba acostumbrada a la humedad, pero no así. Me pasé una mano por la cara -no estaba preparada para la húmeda manta de calor. Habíamos elegido ir en septiembre y, aun así, el calor era una locura -podía ver que el protector solar y las gafas de sol iban a ser mis nuevos mejores amigos.
Peter me sonrió ampliamente, cubriéndose los ojos para protegerse del sol abrasador.
―Así que... hemos llegado ―dijo, cogiéndome de la mano.
―Lo sé. ―Suspiré―. Por fin. ―Compartimos una sonrisa, sin duda pensando en las infinitas conversaciones que siempre habíamos tenido sobre aquella situación. Había conocido a Pete en la UW a través de amigos comunes durante nuestro primer año. Nos había unido nuestro amor mutuo por la naturaleza y los viajes y, como él venía de una familia de dinero, tenía los medios para disfrutar de las dos cosas. El verano anterior a nuestro último año, hicimos un viaje a París como "amigos" y volvimos como amantes. Me mudé con él y pasamos el último año de universidad disfrutando de una tranquila relación repleta de viajes de fin de semana a cualquier lugar que nos apeteciera.
Cuando un amigo de la infancia de Pete dejó la UW por las Islas Vírgenes durante su último año -no creo que planeara volver a tierra firme, con diploma o sin él-, supimos que teníamos que visitarlo. Tyler y un par de compañeros de piso alquilaron una casa en la punta este, y él nos había ofrecido sitio para quedarnos tanto tiempo como quisiéramos. En cuanto a lo que se refería a un trabajo post-universitario, yo no tenía nada esperándome en casa y Pete era un niño rico, así que él podía permitirse quedarse en las islas tanto como quisiera y yo, como su novia, podía hacerlo con él. Planeaba aprovecharlo al máximo. Los dos lo hacíamos. ¿Cuándo volveríamos a tener tanta libertad?
―Llega tarde ―dijo Pete, mirando su reloj. Yo asentí, mirando cómo una familia se reunía junto a la cinta del equipaje. Junto a la acera, los taxistas esperaban en monovolúmenes con aire acondicionado, ofreciéndoles a los turistas viajes y un respiro del calor.
―¿Cuándo no llega tarde Tyler? ―resoplé, pensando en los días de la universidad. El mejor amigo de Pete vivía en su propio mundo... lo que, pensándolo bien, probablemente explicaba porqué se había decidido por mudarse a una isla caribeña un año antes.
Pete sonrió satisfecho.
―Cierto.
De repente, un par de brazos me rodearon por detrás, apretándome y levantándome.
―¡Hola, Belly-bee!
Con un chillido, me di la vuelta para poder abrazar al idiota que me tenía agarrada.
―¡Hola, Ty!
Tyler me devolvió el abrazo y luego me soltó para poder saludar a Pete. Algunas cosas, como el pelo decolorado por el sol y la alborotada barba, eran nuevas, pero otras, como su risa contagiosa y su actitud tontorrona, eran exactamente iguales.
―Bienvenidos al paraíso ―dijo con una risa alegre, entrelazando un brazo con cada uno de nosotros―. Vamos.
Pete me ofreció ir como copiloto, pero le deje el sitio a él. Lo que yo quería realmente era estirarme en el asiento trasero, pegar la cara a la ventana y admirar las vistas. El aeropuerto parecía estar en el campo, pero pronto la carretera de dos carriles en la que estábamos nos llevó a una autopista.
E íbamos por la izquierda. Me llevaría un tiempo acostumbrarme a eso.
―¿Te llega el aire acondicionado ahí atrás, Belly? ―preguntó Ty mientras nos acercábamos a un semáforo.
―Sí, estoy bien.
―Vale... bien, porque he arreglado esto solo para ti... no podía permitir que te marchitaras en el calor como una delicada flor.
―Cállate ―dije, riendo y dándole un golpecito en la nuca.
Él me agarró los dedos y apretó.
―Oye, mirad ahí. ¿Veis a esa mujer?
Miramos hacia una mujer que vendía comida en una camioneta que estaba aparcada bajo un árbol.
―Vende esta cosa que se llama roti y que es como... el mejor lo que sea con curry que habéis probado.
―Suena bien, ―dijo Pete, asintiendo.
―¿Tenéis hambre? ―preguntó Ty, frenando.
Casi dije que no, pero entonces mi estómago gruñó. Fuertemente.
―Muchísima ―dijo Pete, guiñándome un ojo.
* . *
Nuestra primera semana en St. Croix fue una locura.
Tyler trabajaba en una tienda de buceo en el centro de Christiansted, pero se había cogido un par de días para enseñarnos el lugar. Jet ski, windsurf, parasail, kayaks... cada noche caía en la cama agotada, dolorida, bronceada y feliz. La idea era hacer tantas cosas como fuera posible porque, cuando él volviera al trabajo, estaríamos solos.
Tampoco es que importara. La isla medía 45 kilómetros de largo y 11 de ancho; no es que fuera muy difícil orientarse. Pete y yo alquilamos un coche, y pasamos la mayor parte del tiempo en la playa y yendo a bares.
El viernes por la noche, Tyler nos encontró a Pete y a mí tirados en el sofá haciendo zapping.
―Oíd, hay un concierto en el bar de un amigo ―dijo, tirándose a mi lado.
―Ah, ¿sí? ―Peter bostezó, asintiendo―. ¿Vas a ir?
Ty resopló.
―Pues claro, tío. Levantaos. Podréis dormir cuando estéis muertos.
Estaba bastante adormilada pero, además de un par de tranquilos restaurantes, no habíamos conocido mucho de la vida nocturna de la isla. Sin embargo, necesitaba una ducha. Nadar todo el día me había dejado el pelo enredado y quebradizo por la sal del mar.
―¿A qué hora quieres salir? ―pregunté, poniéndome de pie.
―Cuando sea. ―Ty se encogió de hombros, sacándose una brillante pipa de cristal de los pantalones cortos.
Yyyy ese fue mi pie para marcharme. Ty siempre había sido un fumeta, así que no me sorprendía, pero la hierba me dejaba tonta y la evitaba como a la peste. Pete ahora tonteaba con ella, pero tenía la sensación de que, cuando volviéramos a Seattle y a nuestras vidas reales con trabajos y carreras y su post-grado, se le pasaría. Así que daba igual. Para aquello era ese viaje.
―Estaré lista en diez minutos ―dije.
* . *
Había gente por todas partes. Para ser un sitio tan pequeño, St. Croix tenía un ambiente bastante animado. Los pubs y restaurantes que había por el paseo marítimo de Christiansted estaban hasta arriba.
―Es la temporada ―dijo Ty cuando lo comenté―. Las aves migratorias vuelven, turistas, cruceros... pero deberías ver este lugar en verano. Muerto. Algunas tiendas tienen que cerrar hasta que la temporada empiece de nuevo. Pero, ¿ahora? No querría estar en otra parte.
Pete y él siguieron hablando sobre la economía de la isla, manteniéndome entre ellos para que no me perdiera entre la multitud, pero yo me perdí rápidamente en mis pensamientos. La música era increíble... nunca me había gustado mucho el reggae, pero había desarrollado un gusto por él desde que habíamos llegado. Lo único que quería era perderme en él.
A Pete no le gustaba mucho bailar y, honestamente, a mí tampoco, pero estaba dispuesta a intentarlo. Ty me dio el gusto, haciéndome girar entre la gente.
Finalmente, acabamos en la puerta del bar de su amigo, que además era restaurante también: el Brew Pub.
―Tienen su propia micro fábrica de cerveza ―gritó él sobre la música.
Los tres nos abrimos paso con dificultad hasta la barra, con Ty parándose cada cinco segundos para saludar a otro amigo. Pete me rodeó con el brazo, sosteniéndome cerca de él. Le sentí besarme en la parte superior de la cabeza y me incliné contra él, contenta de que hubiéramos salido esa noche.
Ty llamó a la camarera, una hermosa chica con curvas, largo pelo rizado y sonrisa con hoyuelos. Ella le besó la mejilla, saludándonos a Pete y a mí con un pequeño movimiento de la mano cuando él le susurró al oído, señalándonos. Un minuto después, tres Heineken llegaron a nuestras manos y dejamos la barra para ver si había disponible alguna mesa cerca del paseo marítimo.
Nos encontramos con que un ayudante de camarero estaba limpiando una y fuimos directos a ella, reclamándola antes de que alguien más pudiera hacerlo. Ty y el ayudante se abrazaron con un extraño saludo masculino antes de volverse hacia nosotros, sonriendo ampliamente.
―Estos son unos viejos amigos de mi casa, Pete y Bella ―anunció él orgulloso, sonriéndonos. Me sonrojé, sintiéndome cálida por la cerveza y lo inesperadamente mono que era el chico. Maldición. Está bastante bueno, ayudante de camarero o no.
―Chicos, este es Edward ―siguió Ty, dándole una palmada en la espalda―. El dueño.
¡Hola!
Bueno, sé que llego un mes más tarde de lo que dije, pero no he podido antes.
Aquí está mi nuevo fic. Es largo, de 34 capítulos, y todos los capítulos son más o menos tan largos como este.
Espero que os guste. De momento... ¿qué os ha parecido este capítulo?
Las actuaciones serán una vez a la semana, los miércoles.
¡Hasta la semana que viene!
-Bells :)
