Más Allá Del Horizonte
Capítulo 1
Aclaraciones:
Parejas: UKxJapon / ArthurxKiku - pero OJO eso no quiere decir que terminen juntos :3, las parejas pueden variar a medida que avance la trama (tal vez si, tal vez no), solo lo pongo de esta manera porque es el eje de toda la historia.
Disclaimer: El anime/manga Hetalia, al igual que todos sus personajes NO me pertenecen, pero esta historia es 100% mía
Guías: Pensamientos y recuerdos ; historia narrada ; - diálogos -
Advertencias: *Universo Alterno* / Mpreg / Violencia, violaciones, raptos, vocabulario impropio, etc etc (Todo lo que hace un pirata)/ y muchooo drama :P
Miraba el horizonte, deseando, anhelando ver esa imponente silueta surgir de las ondeantes aguas. El sol poniente le daba un ambiente nostálgico al desolado lugar. Habían pasado 5 meses, 5 meses desde que él se fue, 5 meses de arrebatadora soledad.
Se quitó las sandalias y caminó a lo largo de la playa. La brisa marina le desordenaba el cabello, un suspiro escapó de sus labios, el agradable calor de la tarde se le antojó insoportable. A lo lejos, se podía oír el suave ulular de las gaviotas. Todo era tan pacifico, hermoso y triste.
Se llevó una mano al pecho y trató de respirar, pero sentía que le faltaba el aire. Se estaba ahogando en su propia angustia. La impaciencia le carcomía por dentro. Quería verle, verle ahora. No podría soportar mucho más tiempo.
Un nuevo suspiro, se recostó en la arena y cerró los ojos. Los sonidos del mar le tranquilizaban, le recordaban a él. Se dejo arrullar por la canción marina, ahora el agradable calor se le hacía más llevadero, agradecía encontrarse solo.
Esa playa apartada de todos, era su refugio, era el refugio de ambos. Cada día, desde su partida, se le hacía más eterno que el anterior. Quería gritar, llorar, golpearse el pecho hasta que esa ahogante angustia se fuera, pero no podía, tenía que ser fuerte.
Hermosos recuerdos empezaron a fluir por su mente, la primera de muchas sonrisas adorno su rostro. Aun podría recordar la última vez que le vio, su mirada, sus rasgos, sus expresiones, sus grandes manos acariciándole delicadamente su rostro y sus últimas palabras.
Regresaré, no importa que me suceda, yo siempre regresare. Prométeme que me esperaras... te amo Kiku… Nunca lo olvides…
Odiaba esas palabras, eran amargas y dulces, reconfortantes y solitarias. Odiaba esas palabras, pero amaba todo lo que venía de él.
Aún con su imagen en la mente abrió lentamente los ojos, el sol estaba a punto de ocultarse y con él, sus esperanzas. Se levantó y delicadamente sacudió sus ropas, el último suspiro de la tarde le dio la señal que ya era hora de ir a casa, le esperaban.
La oscura noche hizo acto de presencia. Él, caminaba disfrutando los últimos momentos de soledad. A pesar de recorrer el mismo camino una y otra vez el paisaje no dejaba de sorprenderle, le fascinaba.
El canto del mar aún se podía escuchar a lo lejos. La luna en lo alto de su cabeza iluminaba hermosamente su piel nívea, sus cortos cabellos oscuros ondeaban libremente y un brillo especial iluminaba sus profundos ojos negros. Parecía una visión, un ángel, el más hermoso de todos.
A lo lejos pequeños puntos luminiscentes le daban la bienvenida al pueblo. A medida que avanzaba, la oscuridad se iba alejando y con ella el rostro marcado por una profunda tristeza se transformaba, dando paso a la tierna sonrisa con que todos le recordaban. No quería que nadie le viera en tan lamentable estado, odiaría preocupar a los que más amaba. Él sabía, tenía que ser fuerte. Es lo que le había prometido.
A lo lejos un pequeño niño de ojos negros y cabello rubio se encontraba sentado en la puerta de su casa, esperando. Tenía 12 años pero su contextura le hacía ver aun un niño. Era delgado y ágil, su piel tostada le hacía ver saludable. Su aparente fragilidad era contrarrestada con su carácter. Él, era un niño enérgico y aventurero, tal como su padre, pero había sacado la agilidad y nobleza de su "madre". Sus dotes de líder nato le hacían ver confiable y seguro de sí mismo, ya desde muy pequeño era el cabecilla de todos los niños. Su nombre era Edward, Edward Kirkland.
El pequeño Edward lanzo un bostezo, tenia sueño, hacia esfuerzos por mantener los ojos abiertos pero estos insistían en cerrarse. No quería dormirse aún, le había prometido a su padre cuidar de su madre, pero no podía hacerlo estando dormido. Trató de enderezarse, pero de pronto el marco de la puerta se le hacía tan cómodo. Hizo un último esfuerzo por mantenerse despierto, pero falló lamentablemente. Morfeo había ganado la batalla.
Kiku divisó la silueta de su casa a lo lejos, esta era la primera o la ultima del pueblo, según el camino que se tomase. Totalmente echa de madera, como la mayoría de las casas de por allí, era pequeña y modesta, aunque acogedora.
Con su sonrisa preparada caminó lentamente hacia la casa, esperando que en cualquier momento su pequeño corriese hacia él y le diera la bienvenida, pero nada de esa sucedió. Extrañado y temeroso agilizó el paso, pero a pocos metros de avanzado se tranquilizó, el niño dormía profundamente apoyado en uno de los marcos de la entrada.
Sonriendo trató de cargar al niño, pero para su sorpresa no pudo. Este había crecido demasiado.
Volvió a intentarlo, juntó sus pocas fuerzas y con dificultad logró echar al niño en su espalda. Cuidando de no despertarle entró en la casa. Caminó a lo largo del corredor y entró a la última habitación a la izquierda. Cuidadosamente lo depositó en el futón y salió de la habitación. Tuvo suerte de no encontrarle despierto. Estaba seguro que a pesar de sus esfuerzos por ocultar su tristeza, se pondría a llorar a penas viera el rostro de su hijo, era tan parecido a Arthur.
Su habitación era la de al lado, pero se detuvo a medio camino, aun no quería dormir. Echó un último vistazo al cuarto de su hijo y salió de su casa.
Afuera, la luna se encontraba en todo su esplendor. Aun podía oír el murmullo del mar a lo lejos, se sentó en el lugar en el que momento antes se encontraba su hijo y miro el horizonte. Aunque sonase tonto aun quería esperarle, después de todo él lo prometió. Cinco meses, el había prometido regresar en 5 meses, y hoy se cumplía el plazo.
Se mantuvo en silencio por un largo rato, no quería pensar en nada, no quería pensar que algo había sucedido, que le había abandonado, que ya no le amaba. Sacudió su cabeza, trató de desterrar esas ideas de su mente, los malos pensamientos atraían a la mala suerte y eso es lo que menos quería en ese momento.
Se mantuvo en la misma posición por un tiempo más, hasta que decidió que había sido suficiente. Miró por una última vez el oscurecido mar y se dirigió a su habitación. Tratando de no hacer ruido, entró al pequeño cuarto y preparó su propio futón, se puso ropas más ligeras y se durmió. Tal parece que hoy también dormiría solo.
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A pocos kilómetros mar a dentro un imponente barco surcaba los mares. La noche era serena, las gaviotas volaban alrededor de los mástiles, la luna iluminaba el pulcro blanco y los bordes dorados con la que estaba pintada. En lo más alto, orgullosa e imponente, se encontraba flamante la bandera de Gran Bretaña y cerca de la proa se encontraba escrito con letras elegantes "La Esperanza".
En la cubierta, a pesar de la oscuridad y el agotamiento los marineros trabajaban ininterrumpidamente. Las órdenes iban y venían, casi no se conversaba, había que hacer las cosas rápidas y eficientemente. Se podía leer la impaciencia en el rostro de cada uno de ellos.
En la torre de mando, cerca al timón, se encontraba el capitán vociferando ordenes y maldiciendo por lo bajo cuando se cometía algún error. A pesar de ser una de las personas más jóvenes a bordo, las órdenes que vociferaba eran acatadas con prontitud y destreza. Su nombre era Arthur Kirkland, capitán de una de las naves más poderosas que se encontraba en dominio de la armada británica.
La oscuridad reinante no era un obstáculo, los marines habían pasado tanto tiempo en el barco que sabían donde se encontraba cada cosa, pero no podían evitar maldecir cada vez que un inesperado obstáculo les hacia tropezar. Nadie intentaba encender una lampara, ya que estas se apagaban al poco de encenderse. El viento era demasiado fuerte.
Arthur agradecía esa oscuridad. La seguridad y autoridad en su voz era solo relativa, su rostro reflejaba todo lo contrario. Él, que siempre mostraba un rostro sereno e impasible, en ese momento reflejaba una ansiedad e impaciencia casi desesperada. El barco navegaba a máxima velocidad, pero para él no era suficiente.
Lanzó un profundo suspiro, le ordenó al capitán segundo que se hiciera cargo y atravesando la cubierta, se adentró en su camarote.
Una vez cerrada la puerta se derrumbó lentamente. El pequeño cuarto estaba iluminado por las luces de las velas, encima de la mesa cartas náuticas e instrumentos de navegación ocupaban toda la superficie. Un nuevo suspiro salió de sus labios. El capitán se levantó del suelo, cruzó la habitación y agarró un vaso. Se sirvió un poco de agua, debía tranquilizarse. Con una mano apartó su brillante cabello rubio hacia atrás, descubriendo unas pobladas cejas y unos brillantes ojos verdes.
Se quitó el elegante saco de terciopelo azul y el sombrero, necesitaba descansar, aunque no estaba seguro de poder hacerlo.
Lentamente se echó en su cama y cerró los ojos, una imagen mental apareció inmediatamente en su mente.
- Kiku… – sus labios susurraron delicadamente este nombre tan querido para él.
Habían sido 5 meses, 5 largos meses desde la última vez que le vio. Una discreta sonrisa adorno sus varoniles labios. Había soñado muchas veces con ese momento, pero ahora que lo veía tan cerca le carcomía por dentro, la espera le estaba matando.
Quería verle, no bastaba ya con su recuerdo, quería volver a sentir su cuerpo junto al suyo, su suave aroma, los profundos ojos negros escudriñando su alma. Quería ver cuanto había crecido su hijo, que tan fuerte se había vuelto, y si había cumplido su promesa.
Este último pensamiento le hizo estremecer. Había viajado por todo el mundo conocido, había visto lejanos y exóticos lugares. Había convivido con reyes y princesas, admirado a personas que dícese eran las más hermosas del planeta, pero nada ni nadie pudo compararse con Kiku. Él era el tesoro más maravilloso, su tesoro.
Él confiaba en Kiku, pero cinco meses era demasiado tiempo. Las personas cambian, se adaptan, olvidan rápidamente, dolorosamente rápido. Él no era un iluso, no podía confiar ciegamente que él le hubiera esperado, que nada había cambiado, pero quería creerlo.
Su cama no era precisamente la más cómoda pero en ese momento la sentía especialmente insoportable. Las horas pasaban pero no podía conciliar el sueño, las mismas preguntas se repetían una y otra vez en su mente, ¿Seria el mismo? ¿Le habría esperado? ¿Aún le amaba? Un punzante dolor en el pecho le hizo encogerse. No quería pensar más en eso, no era hora de atormentarse con esos demonios, no ahora, que le tenía cada vez más cerca.
Se tranquilizó. Una nueva y relajada sonrisa apareció en sus labios. Aun tenía fresco en su memoria el momento en el que le conoció. Aun podía recordarlo…
Era mediados de 1750. Él, que contaba con solo 20 años era el capitán más joven de la armada inglesa, su falta de experiencia se equilibraba con su inteligencia y astucia. A pesar de ser tan joven, los altos mandos le tenían en consideración y era querido por sus iguales. Pero como todo gran hombre se ganó enemigos, muchos enemigos.
Estos mismos fueron los que sugirieron a los jefes que le enviaran a una misión de reconocimiento, esperando que las enfermedades le mataran durante el viaje. Y efectivamente, se le asignó un viaje de exploración por el oriente del globo. Al enterarse no pudo disimular su disgusto frente a la decisión. Para él, que había servido obedientemente a cada orden y había luchado en tantas batallas, la nueva misión solo podían significaba una cosa. Querían deshacerse de él.
Pero para la alegría y frustración de muchos él sobrevivió. Y no solo eso, el trabajo que realizó fue tal que se le asignó una nueva y honorable misión. Pero grande fue la sorpresa de todos cuando rechazó el cargo. No es que se hubiera vuelto loco, habia una razón.
En uno de esos innumerables viajes se vió atrapado en medio de una tormenta. Imposibilitado su avance y ante el inminente peligro que se cernía sobre él y sobre su tripulación, tomó la decisión de anclar cerca a la costa, aunque eso significara un gran desvió en su curso.
Se llevó una gran sorpresa al encontrar cerca del lugar de anclaje un pequeño pueblo que no se encontraba registrado en los mapas, parecía haber sido olvidado por Dios. Una pequeña expedición decidió ir al pueblo y abastecer sus escazas provisiones. Él, tomando el camino contrario a sus hombres se aventuró al desconocido territorio que se mostraba ante él. Después de caminar unos kilómetros encontró, oculto entre las rocas, un pedazo de playa aislada del resto. El paisaje era simplemente maravilloso pero unos sonidos entre la maleza le alertaron. Con espada en mano caminó sigilosamente hasta el lugar de origen. Y ahí fue cuando lo vió.
Un muchachito de no más de 17 años, se encontraba agazapado entre la maleza, el miedo se leía en su mirada...
Ya habían pasado 13 años desde aquello. Jamás hubiera pensado que ese encuentro cambiaría su vida, pero lo agradecía. A pesar de todas las dificultades que tuvo que pasar, estaba feliz, había encontrado su razón para vivir.
No supo cuando fue que se quedó dormido, pero cuando despertó se podían ver los primeros rayos de sol alumbrar el cielo. Rápidamente cogió su saco y se lo puso. Al abrir la puerta una fría brisa se coló por sus ropas. Se le erizó la piel.
Afuera los hombres seguían trabajando. En sus caras se veía el cansancio, pero el estar tan cerca de su destino les animaba a seguir su faena. Arthur tomó el mando del timón y con fuerzas renovadas lanzó enérgicas ordenes a sus subordinados, el brillo y la seguridad en la mirada de Kirkland les dio ánimo a todos.
¡Tierra a la vista! – oyó que gritaban desde el mástil, y lo vió.
Una franja amarilla aparecía a lo largo del horizonte.
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Era aún de madrugada, el cielo que momentos antes se encontraba en total oscuridad poco a poco se empezó a teñir de un ligero rosa. Y él, aun se encontraba despierto.
Un sentimiento que nacía en la boca del estomago no le dejó dormir demasiadas horas. Se sentía inquieto, angustiado y nervioso.
Dió un giro a su futón, y luego otro y otro, pero simplemente parecía que nunca encontraría una posición cómoda. No había caso, no tenía sentido seguir echado en la cama haciendo nada. Se levantó y guardó con sumo cuidado el futón en la repisa.
Salió sigilosamente de la habitación, una helada brisa mañanera le erizó la piel. No sabía desde cuando, pero había adquirido la costumbre de bañarse con agua helada justo a estas horas del día. Se dirigió al patio trasero y sin importarle lo mortalmente fría que estaba el agua, se la echó de un solo golpe.
El agua recorría su cuerpo, sacándole algunos suspiros. De fondo, poco a poco el cielo rosado se iba aclarando, hasta convertirse en un tenue celeste. La brisa entumecía su piel, su cuerpo le decía que tenía que resguardarse del frio, pero para él era simplemente refrescante. Se permitió perderse unos momentos en sus pensamientos.
Unos tenues sonidos rompieron ese momento de paz, el niño se estaba despertando. Rápidamente terminó de asearse y se vistió, tenía que preparar el desayuno.
Quince minutos después, un pequeño Edward aun soñoliento corrió la puerta de tatami y se encontró con la tierna sonrisa de su madre. Él sonrió, el modesto desayuno le esperaba, sabía que a las pocas horas le volvería a dar hambre, pero no le importaba. Jamás le reprocharía nada a su madre, era la persona más importante para él.
Kiku se alegró de ver a su hijo devorar sus alimentos. Le acarició la rubia cabeza y le acompaño mientras comía. Una vez terminado se levantó. Excusándose le dijo que iría a comprar alimentos y salió de su casa.
Una vez fuera, lo primero que hizo fue mirar hacia el mar, a medida que avanzaba las casas se iban haciendo más numerosas. La gente iba y venía, era domingo, pero para estas personas no había día de descanso. Estaban apurados, los pescadores regresaban de su faena y los vendedores se apresuraban a escoger los mejores pescados, la competencia era dura. Pero al ver pasar a Kiku, la mayoría se detenía un momento para contemplarle y saludarle con una sonrisa. Y este se las devolvía.
- Buen día Kiku – le saludó una mujer morena que se encontraba detrás de un puesto improvisado de especias – ¿Que te traer por aquí? ¿Como está el pequeño Edward?
- Buen día Ahnna-san - le devolvió el saludo con una leve reverencia – Edward está en casa, yo solo eh venido a comprar algunas cosas.
- Oh, ya veo – le sonrió – pero sabes, estas especialmente radiante esta mañana y creo saber la razón.
- N-no se a que se refiere – Kiku sintió sus mejillas arder
- Vamos niño, que no te de pena – Una suave risa salió de los labios de la señora – ven conmigo… te leeré las cartas.
Kiku trato de negarse, pero la mujer le cogió del brazo y le llevó dentro de su tienda improvisada. El olor a especias era penetrante. Le ordenó sentarse en unos cojines mientras ella ordenaba un poco el ambiente.
Nadie supo nunca como fue que Ahnna llego a ese alejado pueblo. Claro que había muchas especulaciones, algunos decían que era de algún lugar más allá de ese océano, pero lo cierto era que ella misma no tenía nacionalidad. Simplemente llegó en un atardecer con sus ropas gitanas y no volvió a irse. Kiku no recordaba cuando fue que llegó, simplemente estuvo allí desde que el tenía uso de razón.
Ahnna sacó un desgastado mazo de cartas y las esparció por el suelo. Murmuraba palabras ilegibles mientras sus manos danzaban sobre las cartas. El ambiente se volvió pesado, el olor de las especias le mareaban, la tenue iluminación le daba un aspecto místico al asunto.
Kiku se encontraba nervioso, siempre le había tenido temor a lo desconocido. La vieja gitana le miro fijamente y empezó a voltear cartas mientras sus labios seguían murmurando esas palabras inentendibles. De repente se calló y observó fijamente las cartas. Una expresión indescifrable adornó su rostro, lentamente volvió su vista hacia Kiku, sus ojillos penetrantes parecían descifrar todos los secretos de su porvenir.
- ¿Qué sucede? – Se atrevió a pregunta, Ahnna desvió la mirada
- No es nada – La frase y el tono con que lo dijo no le convencieron – aquí dice que habrá muchos cambios en tu futuro, un acontecimiento importante se avecina… y… - No quiso continuar.
Kiku buscó la mirada de la mujer, pero esta le esquivó. Un extraño sentimiento contrajo su corazón, sabía que algo le estaba ocultando. Y parecía no ser algo bueno.
- Ahnna-san usted… - No pudo continuar, ya que un fuerte sonido acalló la frase.
Afuera de la tienda, el caos era el reinante. La gente antes pacifica se encontraba alborotada. El compás de un Gong anunciaba que algo se acercaba.
Kiku olvidó a la gitana y salió rápidamente de la tienda, su corazón galopaba, la angustia que había sentido toda la mañana se intensificó. No pensaba, sus piernas corrieron lo más rápido que podían, temblaba.
A lo lejos se veía la silueta de un imponente barco que se acercaba a toda velocidad. En la cubierta los marines iban y venían, alistando todo para el desembarque. Y en la proa la silueta de capitán descansaba.
Arthur temblaba, podía ver cada vez más cerca el pueblo. Muchas personas se habían apresurado a su encuentro. Buscó con la vista a una en especial, pero no la encontró. A sus espaldas el capitán segundo daba instrucciones a la tripulación. Sabía que ese tendría que ser su trabajo pero no podía pensar en ese momento. Tenía que verle.
Kiku esperaba, su cuerpo no dejaba de tirita. Trató de limpiarse el sudor de las manos en sus ropas, pero parecía que estas no le obedecían. El resto del mundo se desvaneció para él. Buscó su mirada, pero este aun se encontraba demasiado lejos.
La distancia se acortaba, los segundos se volvieron minutos, pero para ellos se volvían horas. Todo se resumía a ese instante, a ese momento. Y de repente, dos miradas se encontraron. El brillante verde se fundió con el oscuro negro. Dos almas se conectaron, dos corazón palpitaron.
A Arthur no le importó verse débil, no le importó nada. Apenas el barco terminó de anclar, él salió corriendo a su encuentro.
Y Kiku corrió como si su vida dependiese de ello, sus facciones, su mirada, eran tal como las recordaba.
Arthur sintió el pequeño cuerpo abalanzarse a sus brazos. Parecía un sueño, su rostro, su mirada, su aroma, era tal como los recordaba. Sonrió y le abrazo fuertemente, como si temiera que de pronto se esfumara. Sus labios se encontraron en un profundo beso cargado de sentimiento.
- Te dije que regresaría - Para Kiku esas palabras se le hicieron tan dulces. Sonrió. Lagrimas de felicidades discurrieron por su rostro.
- Nunca lo dudé
Se abrazaron, y volvieron a besarse.
La gente presenció el encuentro de los amantes. Todas las miradas se cargaban de sentimiento. La felicidad se leía en cada uno de los rostros. Excepto en uno.
La oscura mirada de la gitana veía la escena impasible. Sus labio estaban tensos y sus mejillas pálidas. Se cubrió la cabeza con el manto y se alejó de la escena. En sus manos descansaba la carta de los enamorados, invertida.
Y fin … o_o … naaa mentira xP fin del primer capítulo jajaja espero que les haya gustado! … Me emocione mucho escribiendo este capi, aunque creo que me salió muy largo jajajaja :D pero prometo que los siguientes serán harán un poco más cortos, e_e claro que si ustedes los quieren largos, puessss me avisan.
No se si es necesario aclarar pero la carta a la que se refiere la gitana en la última parte pertenece a un mazo de cartas de Tarot, que se llama "Los enamorados" y esta invertida mujajaja :D (?), si quieres saber que significa les invito a que busquen, ya que no puedo poner el significado aki o se arruinara la sorpresa ;).
Tambien pido disculpas por todos los horrores ortográficos que se me hayan podido escapar y tambn por ciertas incoherencias que puedan encontrar con las fechas y/o implementes que se encuentren en el fic D:, jejeje la vdd no doy muy conocedora de que existía o no en esas fechas.
Y por cierto no se preocupen, ya tengo más de la mitad de la historia en mi cabezita *-* asi q no hay riesgo de q no la continue, la actualizaciones las hare a medida que mi horario lo permita x3 … ysi me sienta inspirada y querida (?).
Ya saben, pedidos, sugerencias, criticas (constructivas) etc etc serán bn recividas :D, les agradecería si me dejasen reviews y pues nos leemos en el siguiente capi :D … ciao!
