El Motociclista Negro.
Prólogo
12 de Enero, 2011.
3:07 am.
Yo y mi pandilla fuimos a terminar un trabajito que ya se nos tenía asignado desde hace tiempo, dejándolo inconcluso por caprichos de nosotros. No era nada de que preocuparse, por eso lo habíamos pospuesto.
Llegamos a su guarida, un edificio ''abandonado''. Un chiquero en verdad, apestaba a un perfecto basurero. Dos mastodontes con armas vigilaban la entrada trasera, sin embargo no fueron gran estorbo. Este tipo está en las ligas menores y no entrenó bien a sus guardaespaldas.
Entrando al edificio nos esperaban. Suspiré y di la orden de avanzar, sonriendo totalmente confiando. Con cada paso que dábamos dejábamos de rastro dos cuerpos en su propio charco de sangre.
Mi pandilla reía completamente satisfecha, pero aun no terminábamos el trabajo. Volteé con cautela, pude distinguir a alguien que corría, apenas y alcancé a distinguirlo ya que dobló en una esquina.
Decidí seguirlo, esa rata nos guiaría al verdadero nido. Por cada centímetro que me acercaba, más fácilmente podía percibir la tensión, el olor a sudor frío, esa pesadez en el aire. Algo que siempre estaba presente cuando alguien siente terror, ese sentimiento oscuro que brota dentro de ti cuando sabes que estás a punto de morir.
Claro que eso no venía por parte mía. Llegué a la esquina, sólo era un pasillo. En el fondo de este una puerta, recién abierta a juzgar por su tambaleo y unas escaleras, le indiqué a mi equipo que ese era el lugar.
—Bueno ya que esto fue demasiado fácil creo que tenemos derecho a escoger el método ¿No? —Menciono sonriente un chico de mi equipo, el más joven pero era casi un psicópata.
—Supongo que nos lo merecemos por hacer un muy buen trabajo.
—¿Y cómo sugieres que lo eliminemos? —Me preguntó otro más sereno.
—Yo digo que sin fuego será divertido. —Los cuatro se miraron entre sí y asintieron, claro que les agrado la idea.
Di la orden de atacar, pero por alguna razón yo me quedé estático en mi lugar. —¿Qué te pasa, no piensas ir?.
—Sabes creo que les dejaré la diversión por hoy. —Contesté seguro, pero sin saber muy bien la verdadera razón.
Mi tropa siguió, subieron las escaleras y se escuchó cómo derribaron la puerta a patadas. Inmediatamente un escándalo se desató. Pude distinguir disparos, golpes, amenazas, gritos entre otros. Por último pude oír los lloriqueos de piedad, seguidos de un golpe con bate.
Un silencio total, hasta que las risas de mis compañeros se dejaron escuchar. Lo que mejor percibí fue el múltiple swing de los bates, terminando en un furioso choqué contra un cuerpo, que supuse yacía sin vida.
Exhalé, me senté en un escalón y recargué mi cabeza sobre mis manos, todo esto siempre me había agradado, pero últimamente me hacía falta algo más.
Siempre viví entre la mierda, gente mala y avariciosa. Hacían todo por conseguir dinero y poder. Era normal para mí. Sin embargo, en esos momentos sentí la necesidad de una luz.
Un punto de felicidad. Pero no la que ya conocía, algo más ¿Sincero?... O cándido. No tenía muy en claro que era.
Pero no importaba, me urgía. Algo que me hiciera reír inocente, o por lo menos darme una buena razón de sonreír. Que me hiciera sentir bien, que me hiciera sentir cálido cuando siempre sentí que era un mafioso, no, un animal de sangre fría.
No sé a ciencia cierta lo que es, pero lo único que sé es que lo necesito...
