Notas: Basado en el Manga. Spoilers.
Kisses.
A veces, cuando cierra los ojos, puede verlo. Ese pasado perfecto —demasiado bueno para ser cierto—, esa vida robada que aún persigue, atormentándola cada vez que cierra los ojos, corriendo bajo sus párpados como memorias que se transforman en lágrimas, de tristeza, de furia, de decepción. Ha perdido a su padre y también ha perdido su futuro, todo en un mismo día. Pero todavía le quedan esos recuerdos tercos que se aferran a su mente cuando entra en un estado de sopor, esos recuerdos que dibujan sonrisas cínicas al verse siendo sólo una niña tonta, traviesa y enamorada.
Sí, porque estuvo enamorada alguna vez. O así lo creyó. De Edo Phoenix, mismo con el que comparte un destino —aún ahora—, mismo que sufre tanto o más que ella. Mismo con el que dio su primer beso...
Ese recuerdo no suele colarse mucho dentro de su mente, pues prefiere recordar a su padre, pero cuando sucede, parece muy vívido. Tenían siete años y yacían en el jardín de su casa, plagado de flores en pleno esplendor, correteando mientras sus padres firmaban cosas de negocios. Había sucedido sin quererlo, por pura curiosidad. Un leve empujón en sus labios, dos ínfimos segundos mirándose sorprendidos y todo terminado. Después, ella había cogido de su mano para seguir jugando y había preguntado estúpidamente si iban a seguir siendo amigos para siempre.
Claro que, cuando el destino se aferra a su propósito, es muy difícil cambiarlo. Y aunque su padre no está ahí, aunque se traga las lágrimas de desesperación todas las noches, escudándose en una actitud ruda y pretenciosa, digna de ella, Reggie Mackenzie, hay algo que aún prevalece. Y es él, cuyo escudo es similar al suyo. Cuya pena es aún más grande, aplastante y fortificadora.
Ahora los besos no tienen nada de ternura, mucho menos son el preludio a tomarse de las manos y hacerse promesas imposibles. No, ahora los besos son un escape, una droga, algo que compartir además de su odio.
Y también la hacen llorar, porque no se suponía que fuera de ésa manera.