A/N: El primer capítulo en una serie de drabbles cortos involucrando cómo Kamui y Shinsuke piensan y actúan cuando están juntos. Los capítulos no están necesariamente conectados, ni son dependientes unos de otros para ser comprendidos. (Versión original en inglés, bajo el título: While We Are Together)
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Significado E Implicaciones Del Sexo, Y Sus Reflexiones.
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Sexo, cuatro letras, una palabra, hace un ligero silbido al inicio, fácil de pronunciar, su significado es bien conocido a través del universo. Es hecho tan seguido y practicado desde hace tanto tiempo que no conocer lo básico en esta era es realmente, un signo de idiotez. Kamui sabía, por supuesto, de qué se trataba el sexo, sabía lo básico, lo que implica, cómo se supone que debe hacerse, que es una forma básica de procrear y que la sensación de esto se supone, es buena. Desafortunadamente, nunca estuvo interesado en tales cosas. Lo único que le importaba era la fuerza, la comida, una buena pelea y dormir. Cosas fáciles. Cosas simples. Hacer feliz a Kamui es muy fácil, es tan fácil como hacer que cualquier otro yato sea feliz. En realidad, es aún más fácil, ya que el sexo está fuera de la mesa y simplemente no estaba interesado en eso.
Entonces, cuando conoció a un samurái de kimono púrpura con mariposas doradas, su primer pensamiento fue que quería pelear contra él. Quería saber si era tan fuerte como el samurái con permanente plateada que conoció en la tierra, y su sangre yato estaba ansiosa por ello. No se molestó en lo más mínimo en posponer esa pelea por un tiempo, ya que la Séptima División del Harusame terminó uniendo fuerzas con el Kiheitai. No le molestó pasar tiempo conociendo a los terrícolas y sus hábitos, aprendiendo más sobre la tripulación del Kiheitai para escapar de su aburrimiento. Y ciertamente no le molestaba la compañía de Takasugi Shinsuke, el hecho de que quisiera darle un puñetazo en el pecho, darle una patada rápida a su cabeza y obtener una respuesta adecuada a sus acciones por parte del otro era algo completamente natural.
No. A Kamui no le molestaba tener a una persona tan fuerte cerca y no pelear con él. Las yemas de sus dedos no picaban y su impulso no estaba siendo fuertemente restringido detrás de la sonrisa beatífica que ostentaba en sus labios. Tampoco resistía el impulso de tomar esa maldita pipa (kiseru: más tarde aprendió el nombre de la cosa) que fumaba todo el tiempo y meterle algunos caramelos de menta en la garganta, ni tampoco quería poner esos dulces dentro de la boca de Shinsuke con la suya propia. No se imaginaba las muchas formas en que podía simplemente dominar al samurái con su fuerza bruta y arrancarle el kimono de su cuerpo dejando rasguños y marcas de mordiscos en el camino. No había fantasías de tenerlo inclinado y gimiendo su nombre hasta que su voz se ponga ronca, y no había ningún deseo de llenar al otro con placer. Nop. No había nada de eso en la mente del yato pelirrojo. El sexo no era algo interesante para él. Ni un poco interesante. Nop. Todo lo que el yato quería era fuerza, comida, una buena pelea y dormir, nada más.
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El sexo, un tema común con cualquier persona que está creciendo y/o pasando por la pubertad. Era un acontecimiento muy común, especialmente entre los muchachos, discutir e interesarse en tales cosas, ya que sus hormonas estaban por todos lados. Esos impulsos, naturalmente, comienzan a disminuir a medida que pasa el tiempo. Shinsuke había pasado por una pubertad normal, conociendo el sexo de las formas habituales: preguntando, escuchando a escondidas, por los borrachos que pasaban, leyendo revistas, etc. Y una vez que la necesidad de saber se llenó, una vez que aprendió las partes importantes, ya no tenía ningún interés en el tema.
Shinsuke se había convertido en un hombre cuyo único objetivo era quemar el mundo que había matado a su maestro, levantar un infierno y destruir todo a su paso; el sexo era lo último en lo que pensaba. Así que, una vez que se encontró con el capitán de la Séptima División de los Piratas del Harusame, vio la oportunidad de obtener un poderoso aliado para su misión. No le molestaba que el yato pasara tiempo en su nave; era bueno que estuvieran conociendo a sus aliados de una manera tan pacífica. No se molestó en tener sus reservas de alimentos al mínimo debido a sus invitados, ni le molestaba la presencia constante del capitán pelirrojo, ahora almirante, siguiéndolo por todos lados con esa sonrisa espeluznante y aparentemente permanente, haciendo tantas preguntas como un niño haría.
No. Shinsuke no estaba molesto. No sentía la necesidad de cortar al hombre por la mitad con su espada, sus manos no tenían ganas de arrancar esa maldita antena de pelo que se movía a este lado y al otro como si estuviera jodidamente viva. No, no quería hacer que se callara usando su propia boca. No sentía el impulso de arrinconarlo contra una pared y rasgar esa ropa que cubría demasiado, dejarlo con cortes y hematomas en toda su pálida piel, ni tenía el deseo de tenerlo encima de él completamente desnudo, para violarlo y dejar su garganta ronca de gemir tan fuerte, casi gritando, efectivamente borrando esa maldita sonrisa de su cara. Nop. No era eso. Todo lo que el samurái deseaba era el poder militar que ganaba con el yato de su lado para destruir todo lo que pudiera, nada más.
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Y, naturalmente, ninguno de ellos se molestó en pasar tiempo en la misma habitación, solos, durante unas horas, mientras sus subordinados trabajaban juntos para solucionar un mal funcionamiento repentino e inexplicable en sus sistemas. No estaban perdiendo la cabeza por todos los pensamientos febriles en sus pequeñas mentes violentas. Nop. Esto no terminó con ellos haciendo lo que no habían estado pensando durante semanas. Esos dos no cogieron tan fuerte y violentamente que fue un milagro, que solo las paredes los escucharon. No tuvieron que tapar todas las marcas desagradables y delatoras en sus cuerpos después. No, en lo absoluto.
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