Nota: Buenas! Este fic es una respuesta al reto Gender Bender del foro Weird Sisters. Los capítulos son muy cortos, así que es más bien un three-shoot, pero en fin...

Espero que os guste.

Resumen: Uno pensaría que después de tantos años al frente de una escuela de magia, Albus Dumbledore sabría cómo hacer un simple hechizo de cambio de género. Y, por supuesto, así es. Claro que uno también pensaría que es capaz de hacerlo sin echárselo encima a todo el castillo, ¿verdad? ¿Verdad?

Renuncia: Harry Potter le pertenece a J.K. Rowling y a las correspondientes editoriales autorizadas. Yo, ni soy una de ellas, ni tengo ánimo de lucro.

Advertencias: Gender Bender


Porque Dumbledore también la pifia.

"Si algo puede salir mal, saldrá mal" -Ley de Murphy.

Era un sábado de diciembre (o más bien un domingo, porque ya hacía rato que se había pasado la medianoche) y Albus Dumbledore estaba cansado. Muy cansado. No hacía aún muchas horas que había visitado, acompañado de una Minerva seria y preocupada, la cama de la enfermería que ocupaba el joven Colin Creevey, paralizado por el segundo ataque del heredero de Slytherin. La Cámara de los Secretos había vuelto a abrirse, el monstruo volvía a atacar a los estudiantes, y él todavía tenía que acabar de perfeccionar el hechizo de cambio de género en el que llevaba trabajando desde principio de curso.

Una forma estupenda de pasar el fin de semana, sí señor.

Con un suspiro, Albus Dumbledore alzó la varita y se concentró. Lo malo de los hechizos experimentales es que eran como un Colacuerno enfadado -uno nunca sabía cómo iban a reaccionar, pero podía estar al cien por cien seguro de que iban hacerlo mal- así que el anciano profesor murmuró unas palabras y se aseguró de que la barrera mágica que acababa de dibujar le rodeara por completo.

(Lástima que no se diera cuenta de que su fiel fénix también había quedado dentro)

El director respiró hondo y empezó a mover la varita siguiendo un complicado patrón.

(Lástima que dicho fénix escogiera justo ese momento para empezar arder)

Inverteregenus! -exclamó Dumbledore, liberando el rayo violeta del hechizo.

(Lástima que cuando los fénix arden se libere una enorme cantidad de energía mágica)

Cualquier mago capaz de ver auras mágicas habría descrito la de Fawkes como una pequeña explosión... que hizo reventar como un globo la pobre barrera.

(Lástima que esa enorme cantidad de energía mágica actúe como amplificador del alcance y la duración de cualquier hechizo)

Para seguir el rayo violeta intenso que se alzó hacia el cielo escocés y reventó como un cohete, cubriendo todo Hogwarts con una lluvia de chispas, no hacía falta ser capaz de ver auras.

-Por los calzones de Merlín... -susurró Dumbledore, su voz considerablemente más aguda ahora.

Dos horas, una reunión de emergencia, y quince profesores cabreados más tarde (Lockart no contaba), otro rayo salió del despacho del director hacia los dormitorios de los alumnos, esta vez acompañado de un obliviate. Más valía mantenerles tranquilos hasta averiguar cómo arreglar aquel desastre.

(Lástima que esa noche Harry Potter no estuviera en su dormitorio.)