Inseguridades
Los personajes de Boku No Hero Academia no me pertenecen.
Dedicado a Adilene Días. Espero te guste y lo disfrutes. Este es mi regalo por la actividad en el grupo TodoIida.
Iida juega inquieto con las manos. Hay pétalos blancos sobre las puntas de sus zapatillas y unas cuantas hojas rotas sobre el césped. No comprende, no sabe cuando los sentimientos comenzaron a aglomerarse en su pecho al punto de agobiarlo.
Todo se reduce a un nombre; un apellido, una mirada fría que le provoca calidez. Recoge la margarita que botó hace momentos y repite en voz baja la frase que lo hace verse a sí mismo como un idiota.
—Me quiere.
Suena contundente, pero a la flor le queda un pétalo.
—No me quiere.
Muere un poco por dentro. Es la quinta vez que al hacer ese juego resulta perdedor. Cuatro meses, ese es el tiempo que lleva saliendo con Todoroki y, muy a pesar de aparentar calma, en las noches su ingenio no le permite dormir con tranquilidad.
"Somos novios, pero no aún no me ha besado"
"¿Debo tomar la iniciativa?"
"Quiero pasar más tiempo con él"
Observa el cielo intentando dispersar la mente, pero el día está en su contra y todo le recuerda a él. La coloración se mezcla entre azul y naranja, la sombra de su propio cuerpo se apaga lentamente. Iida no escucha. Iida no entiende que el amor lo ha vuelto en cierto modo inseguro. El temor lo sucumbe pero de algún modo quiere levantarse.
—¿Qué estás haciendo? —cuestiona Todoroki.
Repentinamente Iida pierde la habilidad de formar una frase coherente. Traga saliva, una gran cantidad y luego de mínimos segundos responde.
—Nada, yo estaba...
—Deshojando Margaritas —inquiere—. ¿Crees en esas cosas?
—¡Claro que no! —exclama agitando ambas manos. Un tenue sonrojo se apropia de sus mejillas.
Allí está, una vez más, escondiendo la realidad que vive y acallando emociones que en verdad desea confesar. Todoroki se sienta cerca, apoya la cabeza sobre su hombro.
—Sí, te quiero —ríe por lo bajo—. No lo dudes jamás.
La mitad inferior del sol comienza a desaparecer tras el horizonte. El corazón de Iida late más rápido de lo habitual. Un intenso hormigueo le recorre el cuerpo al ver que ambas manos están unidas, dedos enlazados y el rostro de Todoroki poco a poco a centímetros escasos.
Los ruidos externos engloban la situación. Ninguno habla; no hay necesidad de palabras pero los dos están deseosos de gestos, acciones, de afecto. Sus labios se juntan descubriendo nuevas sensaciones, se mueven a ritmo inexperto y con nerviosismo. La falta de aire los obliga a separarse, pero ninguno puede ocultar la sonrisa cómica que lucen en sus rostros.
—Ahora...
—¿Ahora qué? —interrumpe Iida.
—¿Puedes dejar de ser el villano de las flores?
—¡Ah! —Iida se tensa pero luego deja escapar un gran suspiro que refleja alivio—, Ya no lo haré más.
