1.1 Allá.

No estoy completamente solo.

Amarte, desearte, admirarte.

Eso es todo lo que puedo hacer sin tener que tocarte, hablarte o siquiera tener tus ojos en mí. Todo y nada. Me hace querer agradecerte. Pero qué ha sido de mis palabras que ya no salen.

Sin pensarlo, sin tan sólo quererlo, te quise. Y te quiero más de lo que te imaginas.

Aunque siempre fuiste mi eterno miedo al amor.

Cuando me veía a mí mismo, pensándote, solía golpearme contra lo primero que tuviera en frente... Creí que serías un extraño bicho que se había adueñado de mi cerebro y, por varios días e incluso semanas, me convencí de que debía sacarte a patadas de mi ser...

Ridículo, lo sé. Ahora lo sé.

Después, cada día que podía verte, muchos o pocos instantes, sonreía.

Mira, Takao. Mírame...; estoy aquí.
Aquí...; solo. Contigo y sin ti.

Cierro los ojos, trato de respirar normal y escuchar a través de las gotas tu voz para intentar sentirme mejor. No lo logro. Quisiera saber cómo es posible que me hayas dejado en este estado, justo después de nuestra promesa. Si quisiera irme, lo habría hecho. Así de simple. ¿Por qué sigo aquí? ¿Por ti? ¿Por mí? ¿Por los dos? ¿Por qué…?

Todo tú fuiste mío. Todo yo fui tuyo. Bajo el sol, la lluvia, en el mar y en el cielo. Los lugares que logramos hacer recuerdo permanecen aún en mí ¿Y en ti?

Tal vez no me extrañes, tal vez ni siquiera me recuerdes, pero, aun así, quiero contarte. Cada experiencia y cada dolor, cada caída y cada color; todo, absolutamente todo lo que tengo y tuve, incluso lo que no podré tener. Quiero que todo yo sea parte de ti, Takao.

Te lo dije antes y lo reafirmo ahora, eres mi más grande miedo al amor.

Pensar que dejarte marchar sería el mayor arrepentimiento de mi existencia me hace preguntarme en si de verdad te merecía. A ti y a tus múltiples tentaciones.

Y es que todo tú eres mi deseo carnal.

Sereno. Debo permanecer así si es que quiero que regreses con tu sonrisa y tus versos ilimitados llenos de qué se yo. Ese qué que me hace amar.

No sé qué es lo que tengo que hacer aún, pero sé que pronto lo descubriré… con tu ayuda.

Y lo siento.

Lamento a cada segundo el no poder parar tus lágrimas.

Pero una luz me permite volverte a ver y, eso, eso es lo que necesito egoístamente, porque sé que así podré decirte lo que me he callado; recitarte cada palabra digerida dolorosamente por mi corazón y dedicarte cada perla bañada en oro que he recolectado del fondo del mar; mi mar que es el fondo de tus lágrimas.

Aun así, ¿sabes? No es tan malo este lugar… Sí, es gris pero, si cierro los ojos, puedo ver los colores que lleva detrás. Como el árbol de cerezo que está en la colina. Todos los días voy allí y me siento junto a él.

¿Por qué siempre estás aquí? ¿Olvidaste algo, o esperas a alguien? ¿Acaso a mí…? No es imposible, pero no sé si puedo creerlo.

Aun así, ¿ya viste la sombrilla que traje hoy? ¿A qué te recuerda? ¿Nada? Oh… Si no lo recuerdas yo te lo diré. Esta sombrilla la compré el mismo día que te conocí. ¿Ahora la recuerdas?

Perdón, no quería hacerte llorar… Toma el paraguas, pronto empezará a llover…

¿Por qué aún sigues ignorándome? ¿Por qué finges que no me oyes…? Toma al menos la sombrilla. Si te enfermaras sería un problema.

Correría hacia ti si conservara aún mis piernas, pero las he regalado a tu humanidad para que siga andando.

Y no, no te lo estoy echando en cara.

No me odias, ¿verdad…? Yo no quería irme pero… ¿Me estás oyendo?

No me ignores…

Te amo…

Perdón…

. . . . . .

No hay día en que pueda mirarte a los ojos. Específicamente hoy, no pude oír otra cosa que no fuera el sonido de la lluvia y tus sollozos… y una flor. Esa flor, la que llevabas entre tus manos, me hablaba, trataba de consolarme diciendo que no era tu intención herirme.

Yo le creí.

Porque sé que tú no harías nada para lastimarme intencionalmente. Lo sé y lo creo.

Ese día, o noche, sostuve la sombrilla sobre de ti. Me había acostumbrado a que no lo agradecieras, y le sonreí a mis recuerdos. Te sonreí a ti que aparecías en cada uno de ellos. Y pensé en por qué jamás te sonreí así cuando te tuve cerca.

Entonces, así, me juré que, pasara lo que pasase, no dejaría de sostener esta sombrilla para ti…

Porque no puedo evitar amar cuando estás cerca de mí.

Gracias por venir otra vez a verme… Bueno, a recordarme.


2.2 Acá.

Voy muriendo de recuerdos.

Me acuerdo, sí. Pero no quisiera hacerlo. Si pudiese elegir, serías mi primera opción y la única.

El único.

Toda una vida junto a ti; con tus sonrojos, con tus elocuencias, con tus predicciones que lograban sacarme de quicio y, sin embargo, me hacían amarte cada día más. Toda una vida, juntos.

Es tan malditamente divertido, Shin-chan.

Cada vez que pienso en cómo fue que te conocí, me vienen a la mente respuestas que pudieron haber sido más adecuadas de las que dije, acciones más sanas de las que tuve contigo y, cómo no, más sonrisas que me hubiese gustado dedicarte. Muchas, muchas más.

Pienso y no logro aceptarlo... ¿Alguien me recuerda por qué sigo aquí? A mi alrededor todos son como masas grises. No tienen rostro ni extremidades. Ya no tienen alma.

Están empapados, ¿por qué? ¿Cuándo comenzó a llover? Si estás arriba, deja de llorar. Me estás mojando con tus lágrimas.

Aunque… Supongo que es justo en cierto modo; yo también te estoy cubriendo de mi dolor justo en este momento.

¿Cómo terminé así?

Mis ojos y los tuyos están cerrados: ¿No quieres verme ya? ¿No quiero verte ya? No... Yo sí que quiero verte.

Tonto.
Tú, yo, todo y todos.

¿Qué tal si me dices de una vez qué debo hacer por ti?

Sigo aquí, tratando de volar y, sin embargo, sigo devorando cada pluma que me has regalado por el simple hecho de no querer dejarte solo. No de nuevo.

¡Estúpido de mí!

Pero no me importa atragantarme con los restos de alas si eso me hace llegar un poco más cerca de ti. Si eso me permite amarte estando a tu lado.

Llega de donde quiera que estés. No me dejes solo.

Oh…, no, no, no, ¡no! ¡Tú también estás solo! ¡Carajo!

¿Qué debo hacer por ti? Dime.

Mis manos llevan tiempo sin dejar de sangrar. Cada yema, cada cutícula, cada nudillo arde para recordarme que debo seguir. Que debo llegar.

Porque todavía necesito estar junto a ti. Pero esta vez del modo correcto.

Estos días, meses, años y décadas me han dado tiempo para pensar. Y la única conclusión a la que he llegado es que ya no me importa si muero una segunda, tercera o millonésima vez. Me encontraré contigo aunque sea lo último que haga.

Permíteme ser lo suficientemente egoísta como para afirmarte que he de entregarte a ti mi última vida.

Serás tú mi último suspiro de amor.

Cada pétalo de este árbol de cereza me recuerda a los minutos que solíamos pasar juntos. Cada silencio que solías dedicarme como yo a ti te dedicaba mis sonrisas. Cada acción entregada entre nosotros solía caer así, sin temporada y sin obligación, como esos malditos pétalos.

Así, tan dados que parecían no ser nuestros. Y es que es verdad. El tiempo es el mejor ejemplo de lo que no podremos parar jamás.

Aun así, espérame, Shin-chan. Algún día, más temprano que tarde, llegaré hasta ti.

Y volveremos a ser luz.