Disclamer: Hetalia: Axis Powers, Hetalia: World Series, Hetalia: The Beautiful World así como todas sus variantes y personajes no me pertenecen (por desgracia), pertenecen a su pertinente autor (al cual adoraré toda mi vida por haber creado esa maravillosa serie). Este fanfic ha sido creado sin ánimo de lucro, sólo es mero entretenimiento de una fan para las fans. Aclaro de nuevo que este fanfic es un UKsp prácticamente. Habrán muchos intentos de pareja y alguno que sí que sea cannonico pero eso se verá más adelante como un intento de Frain pero lo siento Francis... Arthur no va a dejar en este fanfic que Antonio sea tuyo aun que adoro también la pareja que formáis. Pero bueno, así se queda. Pondré lemmon pero de momento va a ser que no... y más porque de momento ninguno está crecidito y eso no sería bonito que digamos.

Abajo he dejado unas recomendaciones con las que ruego encarecídamente que si queréis meteros en materia y emocionaros más hagáis al leer el fanfic pero las pongo aquí. Bueno, cuando estaba escribiendo decidí ponerme música que me metiese en ambiente y me resultó tremendamente hermosa la canción del OST de Ib, "Memory". Os recomiendo que leáis el capítulo escuchando esta porque de verdad que, si en vez de ser un fanfic fuese un juego de rpg, esa música sería la que pondría de fondo para este capítulo. Así creo que hasta se disfruta más. Si además os da la vena os recomiendo escucharos después la canción "Alas Blancas" de pichi pichi pitch porque, no sé... hace mucha gracia el que haya tanto ángel en este fanfic y con esa canción pues... ya termina uno de hacer volar su imaginación.


El mago y el príncipe

Capítulo 1. El don que un ángel me otorgó.

Erase una vez que se era, en un reino muy, muy lejano, habitaba un rey muy poderoso llamado Rómulo Fernández. El Rey Rómulo era un buen rey para su reino, Lerebín el cual gobernaba junto a su querida esposa, la Reina Naida Carriedo. Los monarcas vivieron felices y en armonía durante muchos años concibiendo un heredero, Paulo Fernández, quien se convertiría en monarca de Lerebín. Pero la guerra un buen día llegó hasta el reino y el Rey Rómulo y la Reina Naida se vieron obligados a combatir al invasor. Tres años después del nacimiento del Príncipe Paulo, la reina quedó encinta por segunda vez. Y es aquí donde nuestra historia comienza, el día en el que la reina dio a luz a su segundo hijo y uno de los protagonistas de este nuestro relato.

Silencio… eso era lo que le estaba carcomiendo por dentro… el silencio. El silencio de unos pasos que no llegaban, en la sala sólo se escuchaban los suyos. Una y otra vez recorrió la estancia de un lado para otro con las manos ocultas tras su espalda. La espera lo estaba matando… ¡¿hasta cuando pensaba el bebé hacerles esperar?! ¡Había una batalla que librar! ¡No iba a poder proteger a Naida hasta que no supiese que el bebé y ella estaban bien!

— Papá… –le llamó el pequeño Paulo vestido con sus suaves y ricos ropajes de fina seda roja. El rey se detuvo con torpeza al escuchar cómo su pequeño le llamaba encarando a sus bellos y preocupados ojos azules idénticos a los de su madre.

Había olvidado por un segundo que su hijo también estaría preocupado, ¡qué torpeza la suya! ¡Le estaría poniendo aún más nervioso con tanto ir y venir por el salón! El Rey Rómulo esbozó una cálida sonrisa y acarició la rebelde y rizada cabellera castaña del joven príncipe tratando de tranquilizarle. Si no fuese por esos enormes orbes azules, Paulo sería prácticamente la viva imagen del monarca de cálidos ojos café y piel tostada. Esos ojos aquel día eran los de un niño que no comprendía lo que pasaba a su alrededor. Los ojos de la inocencia del mar en calma.

— Lo siento Pau, ¿te he incomodado? –preguntó la melódica voz del monarca. Paulo sonrió dulcemente negando con la cabeza de la cual tomó la cálida y gentil mano de su progenitor que acarició confortablemente.

— Tranquilo papá… estoy bien… pero tienes que calmarte, ¿vale? Mamá y mi hermanito estarán aquí pronto, en perfecto estado –sonrió el inocente y maduro pequeño. Su Majestad asintió con un sonoro suspiro. ¡Cuánta razón podía tener un ser tan diminuto como era su pequeño primogénito!

— ¡Majestad! –gritó uno de los siervos de palacio entrando en el salón a toda prisa. El rey se giró hacia él interrogante y ansioso, ¿no sería qué…? El sirviente tomó aire con una suave sonrisa en su rostro asintiendo emocionado –es un varón, señor, un varón fuerte y bravío. La reina y el pequeño están descansando en sus dormitorios –informó sonsacando una emocionando a su regente.

— ¡Qué buena noticia! ¡Vamos Paulo! ¡Vamos a conocer a tu hermano menor! –exclamó este tomando de la mano al mayor de sus hijos con el cual prácticamente voló hasta sus aposentos para ver el rostro del recién nacido y su esposa. La Reina Naida estaba sentada con la espalda apoyada en el cabecero de la cama cuando ambos entraron por la puerta de la habitación. Les dedicó una sonrisa cansada en su pálido y hermoso rostro acunando a un pequeño bebé de rizados cabellos castaños en su regazo. El suave y fosco cabello albino de la esposa del rey caía cual cascada hasta las sábanas de seda en las que descansaba otorgándola la belleza de un rayo de luna sobre la superficie de un lago a ojos de su marido.

— Es hermoso mi amor –exclamó Naida mostrando a ambos nobles al pequeño bebé que sostenía con infinito cariño.

— Hermoso como su madre –susurró el rey con una sonrisa cálida tomando al pequeño entre sus brazos – ¿cómo deberíamos llamarle? –inquirió el monarca tomando la pequeña mano de la criatura.

— Sí, ¿cómo le llamaréis? –preguntó una voz a su vez tras el rey quien se volteó sorprendido ante la confiada voz de una joven desconocida de cabellos rubios como el Sol y amables ojos vino que vestía un sencillo vestido blanco de pedrería y, por la apariencia de este, probablemente bastante caro.

— ¿Quién sois vos? –preguntó el rey contrariado. ¡Nadie pasaba a sus aposentos sin su permiso! ¡¿Quién osaba entrar de aquella manera?! ¡¿Y por qué los guardias no la habían detenido?! La joven sonrió con dulzura acercándose hacia el rey calmadamente para alarma de este. ¿Qué pretendería? ¿Sería acaso una espía enemiga?

— Relajaos, Majestad. No soy vuestra enemiga. Soy un ángel venido del cielo para otorgar dicha a vuestro segundo hijo. Su destino ha sido escrito y siempre estará ligado a un porvenir brillante y hermoso –aclaró la extraña marcando una cortés reverencia al rey que parpadeó durante un segundo tachándola en su mente de mentirosa a la recién llegada, o puede que de demente… ninguna de las dos opciones le agradaba en absoluto.

De improviso dos alas de un tono dorado casi blanco emergieron de las espaldas de la dama sorprendiendo a los ahí presentes ante la belleza que estas destilaban. La joven de ojos rojizos se aproximó silenciosamente hasta llegar a la altura del monarca y dedicar una suave caricia a la frente del bebé. Sus caricias aparentaban ser como un suave pañuelo del más prestigioso hilo de las más caras telas. De hecho, el rey podría jurar que había musicalidad en sus movimientos… como si fuera una melodía viva frente a él.

— ¿Y bien? –preguntó la cantarina voz del supuesto ángel una vez más.

— … Antonio –respondió Rómulo rendido ante el aura bondadosa que la mujer destilaba. Ella sonrió como mil soles antes de asentir a la respuesta que el rey le había dado a los atentos y paralizados ojos de los otros dos integrantes de la familia real.

— Antonio pues… Este pequeño está destinado a grandes cosas, Majestad. El Príncipe Antonio nació bajo la estrella que le augura la dicha… pero su dicha puede ser empañada por la de la desdicha si esta no se controla. El Príncipe ha nacido ligado a una estrella que le augurará un gran amor… pero su gran amor puede traerle tristeza y felicidad por igual. Aquel que compartirá su corazón nacerá bajo la misma oscuridad y su destino es incierto… pero bien es cierto que el Príncipe Antonio ha nacido con la capacidad de tornar la oscuridad en luz. Así podrá encontrar el equilibrio que necesita… necesitará de esa oscuridad para estar completo y la oscuridad de su luz para tener lo que le falta. El destino los ha unido aún sin saberlo, son dos partes de una misma alma que un día se encontrarán. Pero no tema, Majestad, he venido con un presente que, aun en la oscuridad más profunda, hará al príncipe resurgir y brillar para arrastrar así a aquel que está destinado a amar. Voy a bendecirle con el poder que el amor forja. Así, el Ángel de la Desdicha y la Dicha, aun que marque con otro presente a aquel al que debe marcar, no hará caer a ambos en la máxima oscuridad… si no que hará que ambas fuerzas se equiparen y brillen hasta en la oscuridad más profunda… llenarán vuestro reino de equilibrio, paz y serenidad. Voy a otorgarle a vuestro hijo el poder de alumbrar un heredero a este mundo –anunció el ángel haciendo una marca rápida y suave sobre la cabecita del retoño ante los atentos ojos del monarca.

— E-esperad… entonces… ¿mi hijo está destinado a caer en la infelicidad? –inquirió el rey protegiendo a su pequeño con su pecho. La mujer negó antes de proseguir para alivio de los padres de la criatura y de su pequeño hermano mayor.

— Temo… que puede que durante un tiempo pierda un poco su camino… puede que su camino llegue a ser incierto… pero su destino es ineludible. Puede que el sino del Príncipe Antonio sea difícil de cumplir… pero lo cumplirá… gracias al presente que le he otorgado lo hará. Pues solo el amor podrá borrar todo lo que los malos sentimientos traerán… será el amor lo que salve al príncipe… y así lo encontrará. No os preocupéis, majestad… todos velaremos y cuidaremos del príncipe para que él y aquel que conquistará su corazón hallen un sendero feliz por el que transitar –musitó el ente empezando a desaparecer en una cálida y blanca luz envolvente –os deseo la más hermosa felicidad, majestades… y a ustedes también… Príncipes Paulo y Antonio Fernández Carriedo.

Y esta es la historia del nacimiento del Príncipe Antonio de Lerebín que un día encontrará al otro protagonista de esta historia… aquel que nacerá de la oscuridad y encontrará su equilibrio en la luz mezclando su esencia con la del príncipe para complementar sus desequilibradas almas…

— … Y eso es todo por hoy –anunció una mujer madura de cabellos dorados y ojos verdosos levantándose del asiento frente al que estaba el lecho de su hijo menor. Arthur Kirkland, un pequeño niño de apenas cinco años de edad refunfuñaba acurrucado entre sus sábanas. Su madre siempre le contaba esa clase de historias, historias llenas de misterio y belleza sobre criaturas mágicas como con las que solía jugar en el bosque. ¡Pero él nunca había visto un ángel!

— Mamá, siempre me cuentas esas historias pero yo nunca he visto algo como una mujer así –reivindicó el pequeño frunciendo sus pronunciadas cejas. Si no fuese porque esas cejas eran la marca de que su padre también daba algo de sus genes al pequeño, su madre podría jurar que era su diminuto gemelo masculino.

— Bueno, que no puedas verlos no quiere decir que no estén ahí, Arthur –señaló su madre sonriéndole. La pequeña y delgada figura del niño caviló durante un segundo. Él, al igual que su madre, podía hacer magia desde que nació, magia muchísimo más poderosa de la que su progenitora había podido presenciar jamás. Pero una cosa era eso y otra que se fuese a tragar que le hubiese pasado eso a un príncipe de un reino vecino.

Durante sus cortos cinco años de vida Arthur había visto muchísimas criaturas mágicas en el bosque, pero jamás había visto algo tan poderoso. De hecho, ansiaba ver algo así. Tal vez si veía a uno de esos "ángeles" de los que le hablaba su madre no se sentiría tan solo por ser el único en la familia aparte de su progenitora que tenía el don de la magia. ¡Tal vez así sus hermanos mayores dejasen de molestarle! Y… puede que también… consiguiese un amigo. No era que no tuviese amigos ya, pero sus amigos siempre habían sido hadas y criaturas mágicas que podía ver… pero ninguno era visible por nadie más que por él y su madre… no era como los amigos que los demás niños de su pueblo tenían. Tal vez si le pedía un amigo a un ángel le ayudaría a conseguir uno.

Su madre sonrió con calidez al ver al pequeño retoño tan pensativo. Era un niño muy inteligente, sin duda. También destacaba por su valentía ya que era capaz de enfrentarse a niños más grandes que él si le ofendían y sin meditarlo dos veces… pero era muy sensible. Ella conocía la soledad que su hijo tenía en aquella casa de clase baja. Sabía del mal comportamiento de sus otros hijos hacia él y de la magia que se agolpaba en el interior del menor de sus pequeños y, por tanto, de lo apartado que se sentía por ese motivo de todos los demás seres humanos.

— Mamá… –la llamó Arthur que la miraba inquisitoriamente. La mujer levantó rápidamente la cabeza al escuchar su llamado y consoló la inquietud de su hijo acariciando su desordenada cabecita rubia.

— Dime, Arthur –le pidió ella con el cariño con el que solo una madre habla a su hijo.

— ¿Cómo puedo hablar con los ángeles? –preguntó él inocentemente ávido de conocer esa tan valiosa información. Su madre rió graciosamente. ¡Cuán tierno podía ser ese pequeño muchacho!

— Bueno… se dice que si les hablas a las estrellas… ellos estarán ahí para escucharte, ¿quieres hablar con ellos? –cuestionó a su vez sentándose a su lado en la cama.

— Sí… me gustaría pedirles algo… pero es secreto –se sonrojó el chico mordiéndose suavemente el labio. Su madre amplió su sonrisa besando su frente y levantándose de su lugar de forma liviana.

— Bueno, si quieres saber si te han oído recuerda que siempre que lo hagan pasará una estrella fugaz… y ahora, pequeño preguntón, tienes que dormir –le espetó su madre arropándole. Tras dedicarle un tierno beso en la mejilla se levantó y apagó la vela que usaba el niño para iluminarse llevándose ella la suya propia para poder ver en la oscuridad de la casucha en la que vivían.

— Buenas noches, mamá –bostezó el pequeño sonriendo.

— Buenas noches, hijo –sonrió ella marchándose de la habitación con un suspiro. ¿Cuántas veces le habría contado la historia de aquel joven príncipe tocado por un ángel? Ahora que lo pensaba de eso ya habían pasado siete años… pero en esos siete años ese joven de sangre azul seguro que no sospechaba que, en aquel viejo y destartalado hogar del reino vecino de Verenteria, habitaba el joven que estaba destinado a amar.

FLASHBACK

Hace cinco años


— ¡Gyaaaa! –gritaba de dolor apretando el cabecero de la silla en el que estaba sentada. Llevaba varias horas ahí, sudando por el esfuerzo de traer a su último hijo al mundo y por fin estaba a punto de alumbrarlo.

Las velas oscilaron una y otra vez apagándose y volviendo a encenderse y hasta tornándose en llamaradas con cada contracción. Sus hijos presenciaban la escena asustados por el inmenso poder de su madre. Era como contemplar una fuerza de la naturaleza haciendo su aparición. Su padre, un señor musculoso y con unas cejas prominentemente notorias, trataba de tomar al bebé que su esposa estaba esforzándose por sacar de su interior ordenando al resto de su prole que le trajesen agua fría del arroyo o algunas telas para secarla el sudor. Todos estaban agotados por los esfuerzos que entre unos y otros estaban haciendo.

— Ya está Anne, ya lo tengo –informó él tomando al recién nacido en brazos y haciéndole llorar tras limpiarlo y atenderlo. Anne, la madre del pequeño esbozó una sonrisa cansada al escuchar las gloriosas palabras de su esposo buscando con sus brazos el calor de su último hijo. Los hermanos mayores del recién nacido se dejaron caer agotados en el suelo dedicándose golpecitos en el hombro unos a otros a modo de felicitación.

— Es… hermoso –sonrió ella tragando saliva mientras acariciaba el rostro del pequeño –se parece a ti –recalcó dedicándole una mirada de puro amor a su marido que le devolvió sin dudarlo. El recién nacido levantó su diminuta manita en el aire haciéndola girar buscando algo a lo que aferrarse. Anne soltó una fluida carcajada al presenciarlo acercando su mano a la de él.

— ¡Anne! ¡Mira! –gritó su marido haciéndola volverse hacia lo que este señalaba. Anne palideció al presenciar como el agua que hacía unos segundos descansaba en uno de los barreños que sus hijos habían traído hasta la casa ahora flotaba a medio metro del suelo haciendo formas y bailando al son que la mano del niño marcaba – ¿eres tú quien está haciendo eso? –acusó su esposo paralizado de la impresión como todos los demás presentes de la sala.

— N-no… tiene que ser… –trató de responder ella girando la cabeza hacia su pequeño. ¡Ni si quiera ella podía controlar de forma tan libre la magia a una edad tan temprana! ¡Si ahora podía hacerlo inconscientemente por el dolor había sido tras muchísimos años de prácticas incesantes con su padre!

— … el niño, ¿verdad? –preguntó una voz femenina situada detrás de donde su marido estaba. Él se dio la vuelta asustado. ¿Cómo había entrado? Había sido demasiado silenciosa y la puerta en esos momentos estaba cerrada. De haberse abierto esta chirriaría y las ventanas no eran lo suficientemente grandes para que cupiese una persona.

Se trataba de una mujer adulta de largo cabello negro y ojos rojo sangre. Sus facciones eran hermosas pero destilaban un sentimiento de temor y desolación así como podían inspirar la paz y la concordia al mismo tiempo. Anne tragó saliva al ver cómo dos alas negras emergían tras su espalda a juego con su vestimenta. La extraña sonrió orgullosa y burlonamente al presenciar el nerviosismo patente en los presentes.

— ¿Quién eres? –preguntó el padre de la criatura retrocediendo por la impresión hasta la silla en la que descansaba su esposa. La mujer recién llegada torció su sonrisa tornándola un poco más cruel de lo que ya era antes de responder.

— Soy el Ángel de la Dicha y la Desdicha, y he venido aquí a bendecir a esa pequeña criatura que tenéis por hijo. Su destino ha sido marcado en las estrellas para hacer grandes cosas y se ha entrelazado con el sino de un príncipe de un reino cercano que nació tres años ha. Ese bebé que ahora sostienes en tus brazos, mujer, estará destinado a hacer grandes obras ya sean buenas… o malas según lo decida. Tiene el poder de poder escribir su propio futuro siempre precedido por la grandeza sea esta dicha o desdicha. Nació bajo la poderosa estrella que unió parte de su corazón al de un príncipe que algún día conocerá y del cual se prendará pero para lograr su objetivo y que ambas esencias se nivelen una con la otra sin más conflicto he venido a otorgarle un pequeño don que hará su camino más fácil. De él depende que rumbo tome su futuro pues ese bebé trae consigo una gran oscuridad que le consumirá si los hechos que han de sucederse se fuerzan… aun que la oscuridad acabe consumiéndolo igualmente la diferencia radicará en si conseguirá unirse a la luz de su amado príncipe… o en si ambos caerán en el dolor y el resentimiento para siempre. El Ángel de la Dicha ha bendecido al Príncipe Antonio Fernández de Lerebín al nacer para ahuyentar parte de las trabas del dificultoso camino que ambos recorrerán juntos. Sólo el amor podrá completarles a ambos y por ello, por el bienestar de la "futura feliz pareja", he de pediros que os apartéis de mi camino para que pueda otorgarle al pequeño el maravilloso don que ostento –explicó el proclamado ángel retirándose de la pared en la que estaba apoyada para acercarse hacia donde se encontraba la partulienta.

El padre de los pequeños se mantuvo firme, asustado ante las revelaciones que esa criatura tan insolente acababa de sentenciar. El ángel frunció el ceño disgustada haciendo girar su muñeca contra la pared más alejada contra la que, de pronto, fue impulsado el hombre por una fuerza invisible. Anne temblaba con su pequeño acurrucado en su regazo el cual había empezado a llorar en brazos de su madre. La morena se acercó con calma hasta la cama donde Anne descansaba y con un gesto de su mano la madre de familia y todos los presentes fueron paralizados como si una magia extraña estuviese impidiendo que se moviesen, lo cual era verdad.

El ángel despiadado tomó en brazos al pequeño bebé lloroso y lo miró con seriedad. Acarició sus pobladas cejas suavemente pasando la mano por su frente para así calmar el llanto de este que comenzó a levantar los brazos hacia la morena en silencio. Esta tomó una de sus manitas mirándolas con curiosidad y esbozó una nueva cruel sonrisa… a pesar de que esta también parecía entrañar una hermosa calidez. Era un ser contradictorio y extraño, pensó Anne años después al recordar ese día.

— Es poderoso este pequeño mago… sus poderes rebosan de energía y vitalidad… pero no serán suficientes para afrontar lo que se le viene encima… por eso… mi don será el incrementarlos… este pequeño se convertirá en el mago más poderoso que este mundo haya conocido… tendrá la fuerza para afrontar todos y cada uno de los obstáculos que se le pongan por delante. Puedo verlo… su futuro incierto que él mismo escribirá… y el duro camino que recorrerá hasta llegar a su destino… ¿cuál será su nombre? –exigió el ángel ejerciendo otro pequeño movimiento con uno de sus dedos para levantar el hechizo que había lanzado sobre Anne.

La experimentada madre tosió un poco al notar la devuelta funcionalidad de sus músculos y su garganta. La mujer rubia miró temerosa a la morena presintiendo una vez más su terrible poder y tragó saliva temblando como si de un flan se tratase. De hecho, cuando intentó hablar su voz salió extraña de entre sus labios: temblorosa e insegura.

— Será… Arthur… Arthur Kirkland –anunció la madre con temor. La morena murmuró algo que no pudo escuchar con un suave asentimiento para indicar que la había entendido y empezó a acariciar la cabecita del pequeño que comenzó a brillar bajo el toque del ángel.

— Sea pues que hoy Arthur Kirkland… recibe mi don y en un futuro puede que no muy lejano… unirá sus destinos junto al Príncipe Antonio Fernández de Lerebín –anunció una vez terminó su trabajo devolviendo al pequeño a los brazos de su pobre y asustada madre –recuerda, mujer. El forzar cualquier encuentro o el intentar cambiar el destino de Arthur sólo provocará grandes desgracias… cuéntale sobre el nacimiento del príncipe… sobre el Ángel de la Dicha… pero no le cuentes hasta que sea necesario que fue bendecido por la magia del Ángel de la Dicha y la Desdicha –advirtió desapareciendo la femenina presencia entre una luz oscura y pura dejando tras de sí sólo una negra pluma que descendió graciosamente posándose en el suelo. Todos recuperaron de pronto la movilidad de sus cuerpos y examinaron la pluma mirándose expectantes los unos a los otros antes de guardar esta dentro de un cofre donde descansaría hasta que fuese entregada a Arthur una vez creciera.

Fin del Flashback

Anne se frotó el brazo buscando un consuelo ante el recuerdo de aquella fortunosa visita. Desde entonces Arthur empezó a incrementar sus poderes día a día y bien conocía ella las veces que se adentraba este en el bosque a jugar con su magia y a practicar lo poco que su madre le enseñaba pues esta no tenía ningún estudio y sólo dedicaba su magia a las tareas del hogar. Sus hermanos, desde aquello, sólo rechazaron al menor de estos como si de un leproso se tratara haciéndole caer en la más terrible soledad. Anne suspiró cansada. Sólo esperaba que aquel príncipe se encontrase pronto con Arthur si era cierto que podía sacarle de esa tortuosa soledad en la que se encontraba. Siguió silenciosamente su camino hacia su dormitorio tratando de no hacer ningún ruido que despertase a ninguno de los demás miembros de la casa y, una vez estuvo dentro de sus cobijas, apagó la vela con un soplo para dejarse llevar por los brazos de Morfeo.

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Arthur saltó de su cama en cuanto su madre desapareció por la puerta y se humedeció los labios subiéndose a la peana de la ventana para presenciar la hermosa noche estrellada. Los ángeles estaban ahí, a miles de kilómetros de distancia dispuestos a escuchar su plegaria… Y a unos cuantos kilómetros también, el Príncipe Antonio Fernández acababa de ponerse sus ricos ropajes reales con los que entró en su dormitorio repleto de carísimos muebles y juguetes que sus padres le compraron. El príncipe de vibrantes ojos verdes miró una vez más a la pluma dorada que descansaba en una limpia y reluciente caja de cristal. La pluma del ángel que le visitó al nacer. Por la mente del joven miles de preguntas se formulaban en su cabeza acerca de la criatura que le bendijo aquel día mientras se giraba hacia la ventana de su cuarto soñadoramente. El rey Rómulo entró en la sala sonriendo a su pequeño preguntándose una vez más al verle cuándo encontraría a aquel que le robaría el corazón alguna vez. Siete años habían pasado desde que aquel ángel irrumpió en el casillo para bendecirle y siete años había pasado el rey buscando a aquel del cual el ángel una vez le habló. Sí, Antonio tenía buena relación con los niños de su edad… pero no parecía interesado en nada.

— Antonio… ¿qué miras? –preguntó el monarca acercándose hacia su hijo menor. Este dio un salto improvisado al escuchar la voz de su padre tras él. El joven príncipe se volteó para mirarle con aquella sonrisa que iluminaba hasta el día más gris emocionado como un niño sólo puede estarlo.

— Padre, mira, ¿no son bonitas las estrellas? –preguntó su hijo. Rómulo se le acercó sonriente y le revolvió el cabello con cariño mirando el firmamento pensativo.

— Sí… son hermosas… una vez escuché que, como el ángel que te visitó, ahí se encuentran los ángeles escuchándonos y cuidando de nosotros. Se dice que si le pides algo a los ángeles y ellos te escuchan pasará una estrella fugaz como símbolo de que han atendido a tu llamado –recitó el rey con calidez – ¿tienes algo que quieras pedir, Antonio? –preguntó el rey haciendo dudar al pequeño. Este caviló durante unos instantes con tierna inocencia antes de volverse hacia las estrellas con un asentimiento de cabeza.

— Ummm quiero… esto… señores ángeles… por favor… quiero un amigo en el que pueda confiar… un amigo de verdad que me vea como soy… y no por quien soy –pidieron Antonio y Arthur al mismo tiempo con la mirada puesta en el firmamento. El rey Rómulo abrió los ojos sorprendido ante la petición de su pequeño… pero más sorprendente fue… el ver cómo una estrella fugaz apareció en el firmamento sacando una sonrisa a los dos niños que en ese momento miraban por la ventana pidiendo sus deseos.

— ¡Padre! ¡Mira! ¡Una estrella fugaz! –exclamó emocionado el pequeño príncipe. Rómulo sonrió al ver su inocente rostro cubierto por la emoción de ese pequeño detalle. Por supuesto que Antonio encontraría un amigo como el que quería… y ese amigo, estaba seguro el rey… sería también aquel del cual se enamoraría y en el cual aprendería a confiar pese a todas las adversidades que se les pusieran por delante. Sin que ninguno de ellos lo notara, las dos plumas del Ángel de la Dicha y del Ángel de la Dicha y la Desdicha brillaron durante una milésima de segundo al escuchar el deseo de los dos inocentes muchachos.


N/A: ¡Qué bonito es todo, ¿verdad?! Todo como un buen cuento de hadas tan romántico y tan dulce... ¡pues se jodió todo! ¡Hala! Sí, sabéis que me encantan los finales felices y que pienso crear un final feliz para estos dos... pero eso no quiere decir que vayan a tenerlo pronto y que no vayan a sufrir lo suyo para conseguirlo muahahaha soy malvada. Los reviews que dejéis harán que para estos dos pasen más estrellas fugaces :3.

Y ahora, una reflexión porque el principio me recordó a una serie que me vi hace un tiempo:

Hace muchos años, las naciones vivían juntas en armonía hasta que...

Y ahí lo dejo, en el siguiente capítulo desvelaré el resto de la historia de Lerebín que tanto me recuerda a esa serie jajaja. Ok, no, pero sí que me recordó a Avatar mientras lo escribía y pienso poner la resolución de la broma al final del capítulo siguiente o finalizarlo al otro, veré cómo me siento de ánimos. ¿Qué os parece? Os espero en los reviews y eso. Casi como un cuento de hadas todo kukuku. Pero todo cambiará muahahaha. Creo que tenía que decir algo más pero soy tonta y se me olvidó aaaaaah... bueno, después de este momento de estupidez mía, espero vuestros comentarios y eso. Nos leemos~ y no temáis que seré buena aun que les haga sufrir un poquito (mucho). Os recomiendo escuchar la canción "Memory" del juego de Ib mientras leéis todo esto y también si os da la vena "Alas blancas" de pichi pichi pitch. Es que al escribir el fanfic me acordé de la serie de pichi pichi pitch mientras escuchaba "Memory" para inspirarme. Me pareció muy bonita para meterla ahora y mientras lo leía me dio la impresión de estar jugando a un juego rpg mientras escribía. De hecho me encantaría saber hacer juegos rpg para hacer el fanfic como uno jajaja pero como no sé me aguanto y me gibo.

Espero vuestras teorías y cositas. ¡Vamos a apostar! ¡¿Cómo creéis que el destino hará que Arthur y Antonio se conozcan?! :3 tenéis tiempo para pensarlo jujuju.

Los personajes aparte de la pareja Spuk son Imperio Romano, Antigua Atlántida, Britania, Celta, Portugal, y... bueno... ya sabemos que los hermanos de Iggy son Escocia, Irlanda del Norte, Irlanda del Sur y Gales. Las dos angelitas son dos OC míos de otras sagas que he escrito. Crista, la dulce y tierna rubia inocente y Luria, su gemela malhumorada, conspiradora y que se ríe al ver la sangre aun que sea suya y se esté desangrando sin hacer nada productivo más que conspirar y soñar con el poder (¿?) pero se la ama porque luego puede ser tierna :'D amad a la dulce loca psicópata, cuando dejáis reviews ella sonríe de forma más agradable (¿?). Y ahora que ya os he hecho suficiente chantaje emocional para que me dejéis un review. Nos vemos en el próximo capítulo~.