Después de una larga temporada Abaddon regresó, han sido meses agotadores tanto física como mentalmente. Pero al fin tengo un respiro, y puedo publicar algo que ha salido de manera espontanea, inspirado en la película de El Principito.

La fui a ver este viernes y salí llorando de la sala como una magdalena xD entonces la idea nació y me apresuré a escribir. Este va a ser un TwoShot, ahora, se preguntaran ¿Qué pasa con tus otras historias Abaddon? Pues aun seguirán publicándose, claro que las voy a continuar, pues estoy a puerta de vacaciones y todo lo escrito sera corregido y transcrito al capitulo en limpio para publicar, así que sólo pido un poco de paciencia, prometo será pronto.

Por ahora espero que este fic les guste, tanto como a mi me gustó escribirlo.

Disclaimer: Los personajes de SSTLC no me pertenecen, todos son obra de Kurucanonico y Teshirogi.

Advertencia: Ligero Ooc, Semi UA.

Raiting: K+

Notas: Este fic está inspirado en la película animada: El Principito, y recomiendo el dar lectura al fic con las canciones: Sui Moi de Camille, y Somwhere only we know en la versión de Lilly Allen.

Sabes que eres bienvenido a disfrutar de la historia, si te ha gustado no dudes en dejarme un review, eso me ayudaría mucho.

Abaddon Dewitt.


Memories of nobody Parte 2: Somewhere Only we know.


Acomodó sus pequeñas piernas sobre la mullida cama, sus manitos trataron de alcanzar el muñeco de trapo sobre el buró, una pieza vieja pero significativa, un zorro con botones por ojos y una oreja remendada. Alzó la mirada hacia la puerta, donde una figura alta observaba, la sonrisa ensanchada en sus labios no se hizo esperar, y entonces el adulto suspiró hondo.

—Cuéntame un cuento, —dijo con voz delgada y suplicante—, por favor. —Agregó mientras se acomodaba en la cama.

—Es hora de dormir, —agregó la voz mayor mientras caminaba hasta el costado de la cama para arroparle.

La infante infló las mejillas en una mueca de puchero que sabía bien era irresistible para quien en ese momento. El adulto resopló, lo sabía, no podía negarse en lo absoluto al rostro encantador de aquella criatura, sería tal vez porque aquellos ojos verdes le recordaban demasiado la luz del santuario, o probablemente porque sus expresiones eran igual de absolutas y demandantes a las de él.

—Por favor Shion, —suplicó una vez más.

Shion suspiró resignado, aquí iban de nuevo… los recuerdos le envolvieron el pecho.

—¿Te has lavado los dientes? —la niña enseño su perlada dentadura perfectamente aseada—, ¿y te has cepillado el cabello? —ella agitó su larga cabellera añil.

—Ríndete Shion, sabes que no puedes negármelo, tu has dicho que soy la princesa de este lugar, deberías obedecerme, —replico con un tono altivo, bendita la hora en la que el ahora patriarca la había hecho creer que su palabra era absoluta, aun que de cierto modo tenía razón.

—Eres igual a tu padre, —se quejó—, ¿por qué no te pareces más a la señorita Athena? —resopló.

—Porque entonces no me querrían como me quieren. —Sonrió y entonces el patriarca comprendió.

—Entonces dime Lenora, ¿qué historia quieres que te cuente?...

—Ya lo sabes, quiero la historia de mis padres, —contestó tímidamente, algo inusual en el carácter firme de la pequeña que se acomodaba en las colchas procurando abrazarse con seguridad al pequeño zorro de trapo.

—Ya te la he contado tres veces, —frunció ligeramente las cejas el patriarca.

—Una más no va a matarte, —sonrió con ternura. Shion asintió resignado.

—Muy bien… por dónde comenzar…


Juega conmigo.

No puedo jugar contigo, no estoy domesticado, —dijo el zorro.

¿Qué es estar domesticado? —preguntó el Principito.

Ser domesticado es… Para mi tu no eres más que un niñito igual a otros miles de niñitos y para ti, no soy más que un zorro igual a otros miles de zorros, pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno a el otro. Tú serás para mi único en el mundo, y yo seré para ti único en el mundo.

El Principito: Capitulo 20.


Esta historia no ha de comenzar como los cuentos de la modernidad, no hay dragones, castillos ni princesas, no hay madrastras, hechiceros o duendes, sólo dioses y hombres que se enfrascan en la crueldad de un destino, y aun engullidos por este, encuentran la calma, el anhelo de vivir, la fuerza de luchar por una pequeña luz al final de un túnel sin importar que tal vez nunca la verán en todo su esplendor.

Cuando la desesperanza llena los corazones, parece que no queda más que oscuridad, o al menos eso pensaba Aspros, el caballero de Géminis, su porte elegancia y lealtad a la diosa eran dignos de respetar aun que se le negara el asenso en el poder dentro del Santuario, según, a palabras de Sage, su corazón no estaba preparado para tomar un puesto tan importante aun que su lealtad fuera a puesta en el fuego, la semilla del caos que había sido plantada en su pecho años atrás, había sido detenida por suerte a tiempo, pero permanecía ahí, y era mejor no tentarla a echar raíces más profundas, más dolorosas. Desde entonces, Aspros había decidido permanecer hermético a todo asunto que no conviniera a sus intereses, nada que perturbara la tortura de su alma, hasta ese día.

El pálido rostro circunspecto de Aspros alegaba a nada más que la seriedad que alguien de su categoría demandaba. A lado de Sagitario, eran una especie de comandantes que ordenaban y demandaban movimientos incluso entre los de su misma elite, admirados, temidos, un respeto bien ganado con el paso de los años dentro de los muros del santuario, un respeto que le sabía amargo en la garganta y que le quemaba la boca del estomago, porque aun dentro de sus mansos pensamientos, la sombra de aquel hombre perturbaba el remanso de paz que lo resguardaba de toda oscuridad. Suspiró a la espera en la silenciosa sala, observó a sus diez compañeros que no pasaban de los quince, niños airados que creían estar en la cima del mundo, en su fuero interno se burló, pobres idiotas.

Supuso entonces la ausencia de su amigo, el único en realidad, nuevamente Sísifo había sido elegido para esa clase de misiones secretas que sólo y únicamente sólo podían saber el patriarca y el involucrado, ni siquiera El Cid, que era compinche del arquero, tenía idea de qué pudiera tratarse, aun que Aspros lo supiera sin necesidad de ser informado. Giró el rostro hacia Virgo, de los doce, probablemente él compitiera en inteligencia y calculador carácter con él, incluso pudiera sobrepasarlo a pesar de la corta edad, Aspros lo respetaba, después de todo se había ganado ello aquella tarde en la que hubiera cometido un acto que bien le pudo haber valido la cabeza en una pica.

La espera claudicó al sonido de los pasos acercándose, mientras las puertas se abrían y tres figuras se adentraban con cautela, los once afirmaron sus posiciones alzando el mentón, no hubo sonido aparte de los pasos amortiguados por la alfombra. El patriarca, Sagitario y un bulto encapuchado pequeño y tembloroso que se aferraba con firmeza a la tunica del sumo pontífice. Llegados hasta delante del trono miraron expectantes a los once.

—Caballeros, —la sosegada voz del patriarca reafirmo sus erguidas posturas—, pueden descansar.

Algunos suspiraron, otros dirigieron sus miradas curiosas hacia lo que se ocultaba detrás de Sage, y Sísifo tomó la palabra.

—Después de una extenuante búsqueda, los dioses han atendido a nuestro llamado, y he encontrado a nuestra diosa.

Susurros que no se hicieron esperar, sonrisas que aparecieron y rostros impolutos que permanecieron parcos, Sage hizo volver todo a la normalidad cuando aclaró la garganta, con un gesto invitó a la criatura presentarse.

Cuando la capucha cayó de su cabeza todo comenzó, fue perturbador sentir sus entrañas removiéndose, una sensación que le causaba disgusto provocando que sus cejas se fruncieran ligeramente y que sus labios se apretaran, los ojos verdes se fijaron en él por un efímero instante que pareció eterno, inocentes, puros, la muestra de la divinidad acaparada en una figura de inocencia. En un corto lapso pareció que ella le sonreía. Pobre ilusa, si supiera lo que él era en realidad.

La chiquilla se presentó, temerosa, impaciente, asustada del nuevo mundo que la rodeaba, y aun así su mirada se mostraba misericorde para aquellos que le habían arrebatado todo.

—Aspros, —llamó el patriarca.

Al comienzo lo miró de reojo, con prepotencia, costumbres que no se perdían pero que ya eran un típico de su personalidad, luego caminó hasta quedar frente a los tres mientras se arrodillaba con falsa pose mansa.

—Ordene su santidad, —la voz gruesa que resonó, evoco al cuerpo de la niña estremecerse.

—Tengo una misión para ti, —respondió, Aspros no chisto—, en cuanto al resto, pueden retirarse.

Todos y cada uno de los caballeros salieron de la sala tras la presentación de la diosa, únicamente Aspros, Sísifo y Sage quedaron.

—Levántate, —ordenó el patriarca.

Aspros hizo caso, altivo y desinteresado se mantuvo al tanto de lo siguiente que pudiera decir el patriarca, Sísifo le dirigió una mirada serena, advirtiendo de que no había nada mal.

—¿Cuál es la encomienda? —el cavernoso sonido de su voz otra vez provoco que el corazón de la niña retumbara inquieto.

—Ha sido una decisión difícil, en tu situación actual no debería, sin embargo Sísifo ha intercedido por ti, y eso es algo que admiro, —Géminis apretó los puños disimuladamente—, pero me ha hecho recapacitar respecto a algunas cosas sobre ti, y en lo bien que pudiera hacerte esta encomienda. Hijo, tu misión es cuidar de Sasha a lado de Sagitario, ambos serán la escolta personal de nuestra diosa.

Su cuerpo se entumió igual que si le hubieran dejado caer un balde de agua helada, debía asimilar aquellas palabras, tragándolas con dificultad, sus labios quedaron mudos, el vientre se le hizo un ovillo, y la mente se le quedó en blanco. Un fuego abrasador se hizo de su cuerpo sin querer, mientras su cuerpo transpiraba un sudor frío apenas perceptible. Se quedó callado, buscando una respuesta, sin saber la razón prefería ser decapitado, exiliado, encadenado a una montaña alejada del hombre, mantenerse lejos de la diosa que con sus inocentes ojos verdes lo observaba con temor y fascinación.

—Me parece que es una decisión demasiado… exagerada, —argumentó—, Sísifo basta para poder cuidar de ella.

—Es una orden irrevocable, —alegó con firmeza el patriarca—, sabes que no puedes despreciar este cargo.

Suspiró y tensó la mandíbula asintiendo, resignándose.

Convivir con Aspros siempre fue diferente, a pesar del temor que le evocaba cada vez que preguntaba algo y él le dirigía una de esas miradas punzantes que con el tiempo aprendió eran su naturaleza; Sísifo era diferente, sereno, amigable un padre que le enseñaba el camino a seguir, la mayor parte del tiempo, Géminis se la pasaba sentado en un retirado sofá mientras Sagitario daba lectura a variados libros para el aprendizaje de… Sasha.

Observaba en silencio como la pequeña niña miedosa evolucionaba, aspectos que para otros pasaban desapercibidos, Aspros los captaba perfectamente, como aquel ritual de orar al dios cristiano antes de tomar los alimentos, o antes de ir a la cama, la manera en que a pesar de sonreír, sus ojos mostraban una tristeza que pocas veces hubiera visto en alguien, demasiado humana. Pensaba mientras detallaba cada movimiento.

Por su parte, Sasha mantenía la inquietud de saber más sobre Aspros, era un guardián silencioso, una sombra que a veces la intimidaba pero al mismo tiempo la abrazaba para mantenerla segura, no cruzaban palabra alguna pero siempre sabía que estaba ahí, su presencia se hacia presente con el cosmos que despedía como un saludo, un vaticinio de jamás estar desprotegida.

Lazos que se formaban en silencio, sin palabras, únicamente actos discretos que para todos estaban por debajo de la alfombra.

Fue entonces hasta una ocasión en la que Sísifo cayó enfermo, un resfriado mal cuidado que para la época podía ser muy contagioso y que aun para los hombres más poderosos del mundo era una molestia. Entonces Aspros debía sufrir el calvario de cuidar de la diosa, aun que Sage no muy convencido les echaba un ojo.

—¿Te gusta leer? —preguntó en su inocencia la niña.

—Dudo que mis gustos literarios se adapten a lo que Sísifo acostumbra a leer para usted.

Sasha se sorprendió, la suspicacia era algo bien desarrollado en ella y entonces se percato de que Aspros prestaba atención a todo lo que ella y Sísifo hacían por las tardes.

—Tú… Me intimidas.

La declaración lo tomó por sorpresa, la admiración en su rostro fue graciosa, el imperturbable rostro de Aspros por primera vez mostró algo más y aquello reconfortó a Sasha de manera peculiar. Al final, él también era un ser humano.

—¿Intimido a una diosa?, —Aspros inquirió en tono sarcástico recuperando la mueca impasible.

Sasha asintió avergonzada, no era sencillo lidiar con alguien como él, era la primera vez que cruzaban palabra. Sus manos llegaron hasta su regazo quedando otra vez en silencio. Sasha dio la conversación por terminada y Aspros sencillamente suspiró.

Oraciones espontáneas, miradas inquietantes, los días transcurrían normales, hasta que sagitario estaba totalmente recuperado para volver a sus labores a lado de la diosa. Cuando Sasha se lanzó a sus brazos con algarabía de verlo otra vez, un escalofrío recorrió la columna de Aspros, algo parecido a los celos. Tragó duro antes de deshacerse de la descabellada idea que desechó durante entrenamientos y salidas erráticas para investigar sobre la guerra que se avecinaba.

Pero entonces pasó. Sasha desapareció del santuario, todo estaba de cabeza, la exhaustiva búsqueda de la diosa desencadeno un ambiente tenso, y el único en mantener la calma era Aspros, aparentemente sin importarle, algo que al resto incomodaba pero que había sido admirado por Sage, quien citó a los dos guardianes de Sasha a una reunión privada.

—Supongo que a estas alturas ya lo deben saber, —habló con total quietud.

—El idiota de Kardia se la llevó, —Aspros agregó y asintió mientras miraba a la ventana.

—Deberíamos salir a buscarla, por más que Kardia sea un caballero dorado, no podemos confiarnos ¿Y si algo le pasa?

—Kardia puede ser un idiota distraído, altanero y arrogante, pero es un caballero dorado, —Géminis depositó una mano sobre el hombro de su amigo.

—Así es, —sorprendentemente Sage le había dado la razón a Aspros—, y creo que esta escapada será una lección crucial para nuestra diosa.

—No lo sé, —Sagitario estaba nervioso—, me preocupa.

Aspros alzó las cejas intrigado, tal vez Sage era el patriarca sabio y perspicaz, pero era demasiado inocente como para conocer esa clase de mirada que Sísifo mostraba para ese momento, nuevamente el malestar en su cuerpo lo perturbó, y él en respuesta hizo lo que siempre hacía, ignorarlo.

En sus adentros, Aspros debatía el enfrentarse a Sísifo, interrogarlo sobre sus sentimientos hacia la diosa, pero entonces el temor lo engullía, porque sabía que si tocaba aquel tema, terminaría descubriendo algo que no le gustaría, una oración que terminaría por condenarlos a ambos.

Kardia reapareció con Sasha, ella ligeramente asustada por las consecuencias de lo que esa aventura podían traerle, y él de igual manera temeroso, aun que so rostro se mostrara arrogante. No hubo mayores consecuencias, excepto por la fiebre repentina que Degel tuvo que aliviar y de la que la diosa estuvo pendiente, sin embargo a su regreso, la niña captó algo, había tensión entre Sísifo y Aspros. Aun que prefría no preguntar.

Cuando el tiempo más pasaba, el trío se hacia más cercano, a su manera Aspros mostraba preocupación por Sasha, consejos extraños, miradas fugaces y de vez en cuando una sonrisa de las que Sasha se emocionaba y guardaba solo para ella. Para Sasha, su cumpleaños era algo especial, la nostalgia de no estar con sus hermanos, la única familia que conoció y le fue arrebatada, la que resguardaba en su corazón con anhelo. Su silencio evocó la curiosidad de Aspros, la notaba decaída, triste, más de lo habitual.

—Hay algo que te inquieta, —no fue una pregunta, era una afirmación que había tomado por sorpresa a la diosa y a la que ella respondió con un gesto—, se nos está prohibido cuestionar a nuestra diosa, sin embargo, para este momento no actúas como Athena, sino como Sasha.

La infante lo miró con asombro, Aspros había separado a ambas entidades. Agacho la cabeza mientras apretaba las manos en su vestido y respiraba calmadamente para no traer en llanto.

—Es mi cumpleaños, —susurró con un nudo en la garganta—, y es la primera vez que no estoy con mi familia, —se mordió el labio.

—El viejo Sage dijo algo sobre olvidar tu vida pasada y concentrarte en ser la diosa Athena, —no se atrevía a mirarla, porque si lo hacía, entonces el fuego le consumiría la sangre.

—Y yo lo acepto, —disimuladamente Sasha se limpió las lagrimas pero Aspros la detuvo, su tosca mano le sostuvo el antebrazo con firmeza, se giro a verlo pero él solo miraba perdido el horizonte.

—No seas tonta, —sonrió amargo—, Sasha siempre va a ser Sasha y Athena será Athena, el punto es saber cuando separar a una de la otra, —ser dos entidades y no saber cual de las dos es la original es doloroso ¿verdad?

Aspros hablaba más para él que para ella, las palabras simplemente salían, el tacto de sus dedos sobre la tersa piel lo estremeció pero se negó a soltarla, aun que aflojó el agarre que había dejado una marca rojiza, y con cuidado Sasha llevó su pequeña mano hasta la de Aspros para entrelazarla, temerosa de que él se alejara, pero no lo hizo, en ese momento solo eran dos personas debatiéndose entre quién o qué eran. El atardecer los sorprendió, con las manos sostenidas, él protegiéndola de su incertidumbre y ella protegiéndolo de su oscuridad. Tan diferentes, tan iguales, la puesta de sol fue un momento que guardarían en lo profundo de sus memorias.

Cuando Sasha se levantó por la mañana, se percató de un bulto sobre el balcón. Descalza y sin importar el frío, se encamino apresurada, se inclinó y miró un muñeco de trapo, un pequeño zorro con ojos de botón y una nota que citaba: Feliz cumpleaños Sasha. El corazón se le aceleró de emoción, y abrazó al animal de tela contra su pecho, percibiendo el aroma de Aspros impregnado. Aspros… sonrió como una tonta.

—¿Qué es ese muñeco de trapo que Athena lleva de un lado a otro? —preguntó Sísifo a Sage que miraban a la diosa correr con el pequeño zorro en los jardines.

—No lo sé, —se encogió de hombros el patriarca—. Desde hace días no se separa del muñeco.

—Parece más… alegre, —dijo con pesar Sagitario, nunca había visto a Sasha con aquel brío en la mirada, y aun que le causaba un confort el verla más alegre, lo inquietaba saber quién era el causante de aquella alegría, porque ese pequeño zorro de trapo, era un regalo que venía de alguien.

Aspros llegó a la terraza, Sage y Sísifo lo interrogaron con la mirada, él se encogió de hombros.

—No lo sé, y no creo que deberíamos meternos en ello, si hace feliz a la diosa, entonces supongo que esta bien ¿no?

Sage y Sagitario se miraron con ligera sospecha pero luego devolvieron la mirada a Sasha que estaba tumbada sobre el pasto alzando al muñeco con las manos al cielo. Aspros disimuladamente sonrió.

La mañana siguiente, en su templo, una discreta nota apareció.

Gracias por el regalo.

Sasha y el señor Zorro.

Lenora se había quedado dormida, abrazando al muñeco, Shion suspiró tranquilamente viendo dormir a la pequeña, aun en sueños despedía un reconfortante cosmos que le recordaba la tranquilidad de su madre, y el calido brío de su padre. Una sonrisa apareció en sus labios cuando se fijó en el animal de trapo… Tantos años pasaron sin que nadie más supiera que, aquel regalo había sido de Aspros.