Disclaimer: Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling

Aviso: Este fic participa en el minireto de octubre para "La Copa de las Casas 2017-18 del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Ganó el primer puesto en el minireto.

Palabra sorteada: Alarma

Lector beta: Angelito Bloodsherry (Muchísimas gracias)


El Halloween muggle es aterrador

—Damos comienzo al espectáculo—anunciaron por megafonía.

Dos hombres con la cabeza encapuchada subieron al escenario agarrando a una mujer que sostenía una escoba y vestía una túnica llena de remiendos. Hannah quiso salir de su escondite para ver mejor, pero se dio cuenta de que un niño, de los que jugaba con ella, se había detenido justo delante del escenario.

—¡Hemos cazado a una bruja! —gritó uno de los hombres—. La brujería es un arte del diablo, estás sentenciada a muerte y arderás por ello entre las llamas del infierno.

La respiración de Hannah se aceleró, ¿qué estaban diciendo esos muggles?, ¿era todo eso una actuación?, ¿no sé suponía que Halloween era divertido? La niña pudo notar como una sensación de alarma recorría todo su cuerpo, ¿la quemarían a ella si sabían que era una bruja real? Los latidos de su corazón amenazaban con salir de su pecho, Hannah puso su mano sobre él e intentó tranquilizarse.

Los hombres encapuchados ataron a la mujer a un poste de madera situado en el centro del escenario, alrededor de este habían colocado paja a una cierta distancia, unos hombres se acercaron con unos objetos rojos, que a Hannah le parecieron grandes botellas de metal, y se posicionaron cerca, atentos a la situación.

El hombre que antes había hablado, cogió la antorcha y se acercó a la paja mientras la "bruja" forcejeaba y gritaba.

—¡No! —gritó Hannah temblando y llorando enfrente de ellos sin darse cuenta de cuando había salido de su escondite.

En cuanto la niña gritó, una pequeña llama se desprendió de la antorcha y quemó la mano del hombre que la sostenía. Este, que se había girado a mirarla, gritó de dolor, apartó la antorcha y salió del escenario hacia ella, o eso creyó Hannah, que sin esperar a ver lo que pasaba echó a correr.

Nunca había sentido tanto miedo en sus escasos ocho años de vida, la alarma se sentía en cada poro de su piel, en los escalofríos que recorrían su espalda, en su desbocado corazón y en su temblorosa voz que llamaba a gritos a sus padres.

Sintió que alguien la agarraba por su espalda, un sudor frío la recorrió y sus lágrimas se derramaron de nuevo por su rostro.

—Hannah, mi niña, ya está todo bien. —Escuchó la voz de su padre.

—¿La has encontrado? —preguntó su madre.