Los personajes pertenecen a J.K. Rowling.

Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

La sala común de Gryffindor siempre lució más acogedora de noche. El fuego alumbraba el rostro de Victoire, haciéndolo aún más bella, si es que era posible. Ted vio esto mientras fingía poner atención a sus amigos, que discutían sobre qué harían de broma ese año, para que el colegio se llenara de revolución y diversión por un rato. Era su último año, tenían que rematar. Tenían muchos fuegos artificiales escondidos en sus respectivos dormitorios, pero, ¿qué hacer con ellos? Que simplemente estallasen en el gran comedor era muy común, muy ordinario. Ted era pacífico, no participaba activamente en las bromas, pero sí que era parte del cerebro de todo aquello. Sus amigos, inconscientemente, esperaban a que Ted abriera la boca y dijera algo sorprendente, pero esta vez parecía que no iba a ocurrir. Los ojos del peli azul (hacía días que llevaba el cabello de ese color) no le quitaba la vista a la veela que se hallaba a unos cuantos metros, frente al fuego, leyendo, con los ojos dulces y la piel blanca. Ted abrió la boca, embobado, sin darse cuenta, cuando Victoire empezó a reír debido a alguna broma que su amiga morena que se encontraba a su lado había dicho. Se veía tan linda. Sus amigos empezaron a carcajear al darse cuenta de esto.

─Oh, ya estás babeando otra vez ─se burló Max, uno de sus mejores amigos. Max quería que Ted se ofendiera para que al fin tomara en cuenta lo que ellos estaban haciendo, pero éste no mostró señales de haberlo escuchado. Max paró de reír─. ¡Eh! ¡Vuelve a tierra, engendro multicolor!

Le dio un empujón y Ted miró a sus amigos con un sobresalto, como si recién hubiera despertado, y éstos volvieron a estallar en carcajadas.

─La próxima vez que hagamos alguna reunión, tendremos que asegurarnos que Victoire no esté cerca ─comentó Raemond, un chico risueño y pequeño que hablaba mucho para su tamaño.

─¡Shhh! ─urgió Ted, medio riéndose─. No lo digas tan fuerte.

─Sí, o sino ya sabes, Cox lo molerá a golpes ─dijo Max y volvió a reír. Raemond le siguió.

Pero Ted, que usualmente reía también a las bromas que sus amigos hacían cada vez que se quedaba absorto mirando a Victoire, no lo hizo. Se quedó mirando la mesa con el ceño fruncido y de pronto habló con esa voz que anunciaba lo molesto que estaba.

─Bueno, sigamos viendo esto. ¿Tigres? ¿Anguilas? ¿Dinosaurios? ¿Qué tal fuegos artificiales que aniquilen a todo ser apellidado Cox?

Sus amigos no rieron porque Ted lo decía demasiado en serio. Ambos se miraron e intentaron alejar a Teddy del enojo que aquel nombre le provocaba, y siguieron dando estúpidas sugerencias, tan estúpidas que Ted finalmente se relajó y olvidó el altercado que había surgido.

Gastón Cox. Gryffindor. Ted no podía creer que ese ser estuviera en su misma casa.

Gastón había dado una paliza a Ted hace un año atrás cuando éste defendió a un alumno de segundo año de las odiosas burlas que Gastón le propinaba. Era un día lluvioso y estaban en el campo de Quidditch. Ted intentó ponerse en guardia, pero Gastón fue más rápido y le lanzó un conjuro sin piedad, dejándolo en el lodo en menos de un segundo, noqueado. Nadie vio el altercado más que los secuaces de Gastón, así que empezaron a decir que Ted simplemente había resbalado y golpeado la cabeza él solito, porque es muy torpe y la gente torpe se cae fácilmente cuando el terreno está húmedo. Ted intentó decir lo que de verdad había sucedido, pero todos le creyeron a Gastón porque éste era alto y musculoso, apuesto y carismático y nadie nunca se metía con él. Ted intentó hacerlo y ahí tenía los resultados: una semana en la enfermería por contusiones en la cabeza. Todos rieron cuando supieron los falsos hechos. Sólo Max y Raemond creían la verdadera historia.

Ted odiaba a Gastón por todo aquello.

Cuando el reloj marcó las doce de la noche, Max y Raemond se fueron a la cama. Ted se quedó en su lugar, en las tinieblas, alejado, donde la luz del fuego no alcanzaba a llegar, porque tenía intenciones de hablar con Victoire a como dé lugar. La sala estaba finalmente vacía, a excepción de la veela, que se quedó leyendo aquel libro, acomodada en el sofá. De la nada, una figura apareció a través del retrato de la dama gorda, fue directamente hasta Victoire y le dio un apasionado beso. Era Gastón.

Ese matón salía con Victoire.

Ted lo odiaba por eso más que por los dolorosos días en la enfermería y la humillación.

Gastón terminó de dar aquel estúpido espectáculo y partió a su dormitorio. Cuando Victoire quedó sola, dejó de sonreír y contempló la portada del libro con expresión seria.

─Yo también dejaría de sonreír si me besara ese troll ─dijo Ted saliendo de su escondite, mirándola con la ceja levantada.

Victoire se sobresaltó, pero al reconocer a su amigo se relajó de inmediato y soltó una risita.

─¿Acaso estabas espiándome?

─¿Yo? ─de repente Ted se dio cuenta que no había ideado un plan para zafarse de la apariencia de "creepy" que le daba el haberse quedado tanto rato solo observándola─. No, yo no hago eso.

─Entonces, ¿qué hacías allá escondido?

─Estaba admirando… ─las mentiras convincentes se le escapaban, así que terminó la frase con toda la duda del mundo─, ¿la oscuridad en sus dimensiones más desconocidas?

Victoire se echó a reír de lo ridículo que aquello había sonado, y Ted se contagió de aquel sonido tan puro. Se sentó a su lado, en ningún momento despegó sus ojos de los de ella.

─Pensé que sabías mentir ─confesó Victoire, aún sin poder parar de reír.

─No puedo hacerlo contigo ─se excusó Ted, y ambos tuvieron el infortunio de mirarse a los ojos al mismo tiempo. De inmediato, corrieron las miradas, dejando de reír, mientras las mejillas se empezaban a sentir calientes.

─Entonces, ¿qué me ibas a decir? ─dijo Victoire, mirando la portada de su libro con total concentración.

Ted se aclaró la garganta, inquieto.

─Quería preguntarte algo que me muero por saber, pero no sé por dónde empezar. Es algo complicado, la verdad ─finalmente dejó de moverse y andarse con rodeos y dijo bruscamente:─ ¿por qué sales con ese imbécil de Gastón?

Victoire se puso seria de repente.

─¿Por qué lo preguntas?

─Porque… ─Ted luchaba consigo mismo para no desquitarse con aquel ogro en frente de ella, pero se le hacía muy complicado no decir las cosas que andaban por su cabeza─, él no… no encaja contigo ─Victoire lo miró con el ceño fruncido y Ted intentó retractarse─. Quiero decir, él es un ─"idiota, bueno para nada, tonto, un matón, una bestia sin cerebro ni sentimientos" eran los adjetivos que Ted siempre usaba para describirlo, y que en ese momento intentaba ignorar─ él no te merece ─terminó diciendo con la mayor sinceridad en sus ojos.

Victoire lo miró muy seria por unos segundos, que a Ted le parecieron eternos. Sentía como la mente de Victoire se metía a través de sus ojos y lo inspeccionaba por todos lados.

─Sé lo que piensas sobre él, pero… ─comentó Victoire al fin, mirando su libro otra vez─, con él tengo diversión, rebeldía.

Ted la miró con confusión.

─¿Por qué querrías eso?

Victoire lo escrutó con la mirada una vez más, quizás debatiéndose si debería decir lo que estaba a punto de decir. Suspiró, como si se diera por vencida, y sacó un pedazo de pergamino del bolsillo. Con la varita le hizo un delicado toque y éste se transformó en una grulla de papel. Victoire lo sostuvo en la palma de su mano, entre su mirada y la de Ted.

─¿Sabes? La grulla es uno de mis animales favoritos. Representan a la paz y a la tranquilidad.

El pequeño origami empezó a batir sus alas lentamente.

─Claro, algo totalmente opuesto a la rebeldía, todo va muy claro ─dijo Ted con ironía.

Victoire fingió ignorarlo.

─Quizás, durante toda tu vida has pensado que yo soy como una grulla. Pacífica, tranquila… Pero quizás, también, durante toda tu vida has estado equivocado.

Le dio otro toque a la grulla y esta se elevó con suavidad y delicadeza por encima de sus cabezas, luego llegó hasta el alto techo, siempre dando vueltas con elegancia, y finalmente, con un vuelo muy liviano, se precipitó contra la ventana abierta. Ambos chicos siguieron mirando el hueco por el cual había desaparecido. Victoire sonreía de oreja a oreja, como si estuviera soñando despierta, mientras que Ted miraba la ventana con el ceño fruncido, con cara de idiota debido a la confusión.

─Quizás me parezca a una grulla a simple vista ─siguió ella─, pero éstas pueden volar y salir. Yo quiero volar también y tener aventuras –miró a Ted con ojos brillantes─. ¡Quiero volar y perderme, como una grulla!

Ted rió debido a la dulce emoción.

─No entiendo. ¿Entonces sales con alguien sin inteligencia, que ni siquiera sabe lo que es una grulla, para sentir aquello? ─dijo él en tono burlón.

Victoire se paró bruscamente con los brazos entrecruzados en el libro, visiblemente indignada por la poca sensibilidad de su amigo y empezó a caminar hacía su dormitorio. Las disculpas de Ted se hicieron escuchar, pero ella se dio vuelta de una manera tan feroz, que éste cerró la boca de inmediato.

─Estoy diciendo –dijo Victoire─, que quizás no me conoces del todo.

Y corrió hasta desaparecer de vista.