Fandom: Saint Seiya
Personajes: Todos los goldies, además de Shion, Athena y los santos de Bronce.
Disclaimer: Saint Seiya y todos los personajes conocidos que aparecen aquí son propiedad de Masami Kurumada.
Advertencia: Post Saga de Hades.
Este es un fic reciclado mío, lo publiqué en LJ, pero cuando dejé la comunidad, lo borré y perdí la copia que tenía. Es parecido, pero el anterior era durante el tiempo que los caballeros dorados pasaron frente al muro de los lamentos, ahora aquí están resucitados por los dioses. Es la misma idea principal, pero con otras palabras y tiene más palabras. Hay algunas cosas que no son exactas al canon de la historia original, pero es un recurso de los autores. Espero que les guste, y que me dejen reviews. Perdonen cualquier error de gramática y ortografía, no tengo beta.
Estaban en la Gran Sala del Patriarca todos los santos de oro de la diosa Atena, junto a ella también se encontraba el antiguo caballero de Aries, el tibetano Shion, que vestía la túnica característica del jefe de toda la orden de la diosa griega de la sabiduría.
Las armaduras que portaban los caballeros dorados resplandecían y se escuchaba la metálica resonancia llenar el espacio en el gran salón. Despertaron de su supuesto sueño eterno envueltos en el amor de su deidad encarnada, eso fue lo primero que percibieron en esta nueva vida. Sentados en sillones dispuestos en torno a una gran mesa presidida por Atena, abrieron sus ojos, con sus jóvenes cuerpos reconstruidos.
Ella los miraba con la misma ternura que una madre profesa a sus hijos, no faltaba ninguno. En total eran trece hombres con armaduras porque ahí se encontraban también Kanon de Géminis, junto a su hermano mayor Saga, y el santo de Sagitario, el griego Aioros, hermano de Aioria de Leo.
La diosa los saludó, y les agradeció el sacrificio de sus vidas frente al muro de los lamentos en el Infierno, al final anunció que convino con los demás dioses del Olimpo, revivir a sus santos como una muestra del gran amor que les tenía, por sus servicios brindados. Ella deseaba que disfrutaran por el resto de sus días de la paz que ayudaron a conseguir. Shion retomaría el título de Patriarca del Santuario, y supervisaría a los actuales santos, así como a los aprendices de la orden.
Afuera la esperaba una escolta de cuatro santos de bronce. Antes de salir de la habitación, Athena cubrió a sus caballeros dorados con su cosmo cálido y cada uno de ellos lo recibió como una bendición. Fue como un bálsamo en sus almas cansadas por los tormentos que pasaron en el territorio de Hades, donde terminaron sus vidas, antes de la guerra que libró su Señora junto a los caballeros de bronce.
Su diosa los había perdonado a todos por igual, sin resentimientos. Ellos mismos comprendieron que los que vistieron las armaduras oscuras como soldados de Hades lo habían hecho con la finalidad de proteger a Atena, siendo lo más importante para ellos, aunque se condenaran y los acusaran de traidores por los medios que utilizaron.
Ellos siguieron su ejemplo y se levantaban de sus lugares para saludar a sus demás compañeros. Dohko de Libra, se lanzó a abrazar a su viejo compañero de armas, Shion, y en el camino saludó a Mu de Aries y Aldebarán de Tauro.
Milo de Escorpio era reconfortado por Camus de Acuario, que sonreía suavemente por la falta de control de su mejor amigo, quien lloraba. Aunque el aguador francés estaba muy cerca de perder sus nervios de acero, todavía era capaz de aguantar otro rato más sin descuidar su compostura. Estaba seguro que la perdería cuando volviera a reencontrarse con su ex alumno, Hyoga. Pero no dudaba que Milo tuviera la oportunidad entonces de ser su paño de lágrimas, junto al santo del cisne.
Los gemelos se reconciliaban después de años de separación, derramando algunas lágrimas de felicidad en el restablecimiento de la hermandad entre ellos.
El caballero de Sagitario habló con ellos antes de ir con otros santos que lo saludaban, él buscaba a su hermano menor. Para el castaño era reconocer a los que conoció sólo de niños ahora en forma adulta, las armaduras le ayudaban a esto. Estaba algo nervioso por las emociones que veía en el rostro de los presentes, pero ansiaba el reencuentro con su hermano, cuando lo vió casi corrió para fundirse en un fuerte abrazo. Riendo y gritando de alegría por la reunión añorada. El león dorado lloraba, mientras su hermano reía de gusto por volver a abrazarlo. El león no podía hablar por el gozo y emotividad que le embargaba, Aioros reía y le acariciaba el cabello. Para brindarle un consuelo le depositó un beso en la frente.
Otros caballeros eran menos efusivos en su reencuentro amistoso. Shaka de Virgo recibía apretones de mano y palmadas en los hombros de todos sus colegas, a excepción del toro, quien lo apretó fuertemente en un abrazo junto al carnero joven. El brasileño Aldebarán levantó del suelo a sus amigos en ese círculo apretado y los tres rieron como niños.
Afrodita de Piscis y Deathmask de Cáncer estaban con Shura de Capricornio. El cangrejo italiano esperaba que Afrodita dejara de ahorcar al español, que solo sonreía y decía que también lo había extrañado, a él y a Deathmask. Se soltaron y de inmediato la cabra dorada fue casi aplastado por la fuerza del abrazo del canceriano. El turno del sueco para regañar empezó, gritando al italiano que tuviera más cuidado. Shura besó la mejilla del italiano, quien aflojó su opresión y dejó respirar al ibérico, quien entonces acercó al santo de Piscis para depositar otro beso en el pómulo del sueco y así calmar a ambos, solamente Shura portaba casco, los otros dos habían dejado los suyos sobre la mesa. El darles besos para pacificarlos era algo que hacía en la época cuando eran aprendices, pero se perdió el hábito cuando le dijeron que ya no eran unos niños.
En seguida, el trío se acercó a Camus y al mayor de los gemelos, para después los cinco marchar a saludar al caballero de la virgen, quien con una sonrisa pequeña respondía a los abrazos de sus compañeros. Al final fue Afrodita quien estrechó entre sus brazos al rubio. Haciendo alusión a la extrema delgadez del santo de Virgo, le preguntó, con afán de aliviar el silencio incómodo que se formó, si era por eso que le llamaban el más cercano a dios, ya que parecía sufrir inanición. La respuesta de Shaka fue una risa fácil y ruidosa.
Entonces una carcajada general se oyó en medio del grupo y relajó a algunos todavía nerviosos caballeros.
Eso atrajo miradas curiosas e indujo a los restantes santos de oro a acercarse, quienes al llegar con sus compañeros continuaron compartiendo gestos de alegría por volverse a encontrar con la congregación alrededor del santo de Virgo.
Aldebarán llegó y comenzó a aplastar con sus abrazos algunas espaldas de caballeros sorprendidos, haciendo gritar a más de uno, arrancando sonrisas y risotadas de los demás, antes de ser ellos las próximas víctimas.
Entre tanto alboroto, había un caballero que se quedó muy quieto, Shura. Esto no pasó desapercibido por Deathmask, que siguió la línea imaginaria a donde la mirada del capricornio apuntaba, encontrándose al caballero de Sagitario. Aioros estaba sonriendo mientras abrazaba a varios caballeros.
Entonces el canceriano cruzó miradas con Afrodita, sabían que sería muy difícil para la cabra presentarse frente al mártir del Santuario, siendo Shura su asesino. El español tomó aire y enderezó su espalda, los otros dos demostraron su apoyo dando un apretón en sus hombros, el español agradeció el gesto con una sonrisa tensa.
Se encaminó con paso marcial hacia Aioros, quien al notar que alguien se acercaba a él dirigió su mirada a su antiguo amigo con una ligera sonrisa. Durante el pequeño recorrido, capricornio repasaba en su mente que lo primero sería pedirle disculpas para conseguir el perdón, si no era merecedor de tal indulgencia, le aseguraría que lo entendía. Creía que el centauro ya no lo consideraba un amigo, pero lograr su perdón sería lo máximo a alcanzar en esta nueva vida.
Shura se plantó frente al arquero dorado, se propuso empezar su corto discurso con un "Caballero de Athena, Aioros de Sagitario", algo formal, pero su garganta se cerró y su pulso se aceleró de manera desmedida.
Los demás caballeros sintieron el cambio en el cosmo de Shura, la resonancia de las armaduras dejó de percibirse, apagándose también las risas y palabras que intercambiaban entre ellos, atrayendo la atención de todos hacia la pareja formada por los santos del noveno y décimo templos.
Shura boqueaba como pez fuera del agua, intentaba hablar pero no tenía la voz para articular palabra. Bajó la mirada, trató de calmarse, respirando hondo. El arquero se preocupó por el ibérico.
Aioros se apiadó de él, lo llama por su nombre suavemente para que vuelva a alzar la cabeza. Al oír la voz de sagitario, el español tembló, sabía que Aioros no era alguien que guardara rencor, que le perdonaría, al mirar en el rostro del centauro, éste le regalaba una dulce sonrisa.
"Me alegraba volver a verte, Shura"
El arquero dorado lo perdonaba.
El capricornio sintió un profundo alivio, escondió su rostro al hundir su barbilla en el pecho. No pudo contener más su alegría, puesto que en un impulso raro en él, se adelantó para abrazar a Sagitario, pero una mano del arquero colocada en contra de su pecho le impidió seguir.
Oh, no.
Su error fue haber pensado que al perdonarlo volvían a ser amigos. Su vista se nubló por las lágrimas que amenazaron por caer, era claro que Aioros no deseaba su amistad, eso se perdió hace años, cuando él dudó de su amigo.
Entre los testigos de esta escena, se escucharon variadas muestras de indignación, provenientes del par de caballeros que acompañaron al español y otras de sorpresa. Antes de que Afrodita o Deathmask se adelantaran a reclamar algo al arquero, algunos caballeros los detuvieron.
El español apretaba sus puños con fuerza contra sus muslos. Iba a dar media vuelta, ir directo a su templo y encerrarse para siempre. Estaba sumamente avergonzado y no quería que nadie lo viera así.
El arquero le oyó susurrar con un hilo de voz: "Discúlpame, Aioros".
Pero el santo de Sagitario impidió que se alejara, lo sostuvo fuertemente tomándole un brazo. Shura creyó que le reprendería, advirtiéndole cómo sería la conducta entre ellos de ahora en adelante. Si Aioros quería humillarlo estaba en su derecho, eso no era nada a comparación de lo que él le hizo sufrir, y a su hermano también, por esa razón no opuso resistencia y se quedó inmóvil. Pero no levantó la mirada y parpadeaba frecuentemente para no dejar escapar ninguna lágrima.
Aioros veía a Shura estremecerse y le habló muy suave: "Hey, mírame por favor". Pero el caballero no lo escuchó o hizo caso omiso, Sagitario levantó el rostro del otro, quien no se atrevía a mirarlo.
"Siempre te olvidas de algo" prosiguió el arquero. "No debes de acercarte a las personas amenazando con esos cuernos. Recuerdas cuando conseguiste tu armadura y fuiste con ella puesta a mi casa y casi me atraviesas el pecho", Shura apretó los ojos con una mueca de dolor.
Aioros no pretendió hacer recordar al español su pecado. El arquero rápidamente tomó entre sus manos el casco del santo de capricornio y se lo quitó con cuidado.
"Ven, aquí estoy", le aseguró el centauro.
El ibérico rompió a llorar en el pecho de Aioros, era un llanto sin sonidos, un torrente de lágrimas resbalando por sus mejillas, abría su boca en un grito silencioso. Su quebranto era algo desgarrador de ver, pero algo necesario para su expiación.
Estuvieron un momento así, en seguida Aioros de modo arrullador meció su cuerpo, sin soltar a su amigo, cuando las armaduras comenzaron a resonar de nuevo, aunque de manera casi inaudible.
Era una buena señal.
Era un nuevo comienzo.
Después de conseguir calmar al español, éste se retiró acompañado de sus amigos al salón donde estaba esperándolos un banquete ofrecido a los dorados renacidos. Varios de los santos ya estaban degustando bocadillos y bebidas en el salón.
Cuando terminó el convivio todos los caballeros estaban descansando en sus respectivos templos, algunos siendo invitados en otras casas, pasaron la primer noche de su nueva vida con un amigo, otros llegaron muy tarde a reposar porque pasaron el mayor tiempo posible en compañía de sus congéneres. La jornada había sido exhausta para sus corazones.
Pero a pesar de todo el sufrimiento vivido en sus vidas, eran las alegrías, el amor, las experiencias que dejaban enseñanzas por las que valía la pena estar en este mundo.
Mañana sería otro día, y no sabían si iba a ser malo o bueno, pero no tendrían miedo por eso.
.
.
.
.
.
Continuará...
N. de la a.
Okay, no quedó nada igual al original, la idea principal fue la escena de Aioros y Shura, y la anterior era frente al muro de los lamentos, estaba muy apresurada. Aquí incluí a todos los dorados, y cada uno tuvo participación, algunos muy poca, pero todos tuvieron una mención. No sabía como terminarlo, creo que siempre me apura el final.
