Los personajes de Katekyo Hitman Reborn! No me pertenecen.

Hermoso ángel caído del cielo.

Tsunayoshi Sawada miro fijamente a Daemon Spade, en su frente tenía encendida la llama naranja y roja, brillando con más intensidad que las anteriores, sus ojos eran fieros y en busca de venganza. Él no era de esa forma pero, no podía luchar con él sin pensar en no acabarlo. Apretó el puño.

―Haru creía en ti. ―mascullo con ira, el primer guardián de la Niebla rio. Enfermiza risa, enfermizo sonido y malditos ojos que lucían hermosos aun manchados de crueldad. ― ¡Ella aún cree en ti! ―grito con fiereza.

Intento calmarse pero no pudo, deseo ser como Primo y poder perdonarlo, pero no pudo. No era tan puro y tan blando como él. Él no podía perdonar una traición para otros, para sí mismo podría, pero si alguien traicionaba a sus amigos era difícil de perdonar.

Daemon Spade se desintegro en el viento para luego aparecer como la figura de Haru Miura.

―Tsuna-san, ayúdame―susurro bajando las pestañas, Tsunayoshi abrió los ojos con sorpresa y sus puños se relajaron, alzó la mano para coger la silueta de Haru y protegerla, pero de nuevo Daemon jugo con él. ― Ayúdame.

Tsunayoshi grito con todas sus fuerzas y alzo el puño para golpear a Spade.

Si el mundo fuese justo él podría haber amado en vez de odiado, si el mundo fuese justo él podría haber perdonado las traiciones que recibió y no transformarse en el demonio que era. Pero el mundo no era justo.

Él quería poder, el poder nos hace invulnerable, y a un ser invulnerable es difícil de hacer daño. Daemon curvo los labios mientras sentía los potentes golpes de llama del Décimo Vongola.

Ese niño no sabía porque le golpeaba con todas sus fuerzas, solo se mentía, escabullendo el bulto del amor en uno de compañerismo.

―Amas a esta mujer―dijo con tono burlón, encogió los hombros delgados y frágiles de la figura que creo. ―La amas, luchas por ella, quieres acabar conmigo.

Bajo los ojos de Tsuna se hallaba la marca traicionera, lágrimas de furia que eran retenidas, ojos abiertos buscando una respuesta y unos labios tensos que pedían un abrazo.

Ah, si Haru Miura no se hubiera entrometido en su camino aquel día, si no hubiera aparecido como un hermoso ángel caído del cielo tal vez hubiera utilizado a otra para llevar a cabo sus planes, esos planes que eran destruir a Tsunayoshi Sawada.

Pero, pobre mujer, cayó en su camino, un camino que nadie debió tomar, pero ella lo hizo porque creyó en él. Pobre ilusa.

Creer en un demonio es dar la vida para nada, amar a un demonio es dar amor al viento, echarlo y no recibir nada a cambio.

Daemon Spade escupió sangre, fijo su vista en el puño del Décimo, volvió el rostro más cerca al de él joven y murmuro la frase que sería la perdición de Décimo Vongola.

―Amas a esta mujer, pero ella me ama a mí. ―rio con parquedad.

El viento acaricio su cuerpo ensangrentado, mientras caía, vislumbro que el cielo era más azul que años atrás cuando él luchaba junto a Primo. Era de un hermoso azul puro, nubes blancas como algodón de azúcar, el sol brillando, transmitiendo vida.

Con sus ojos apagándose alzo la mano hacia el cielo. Ahora que recordaba, Haru era como un hermoso ángel caído del cielo, que él cogió y envolvió con maldad, pero ella seguía siendo del cielo. Aquel hermoso cielo azul que brillaba, que parecía sonreírle y abrazarle entre abrazos de algodón.

Ah, si el mundo fuese justo él podría haberle dicho a Haru que quería que se quedase para siempre con él.