Ni siquiera sabía desde cuando había comenzado a pensar en su hermano de esa forma. Aunque lo que sí recordaba, eran los vagos fragmentos de recuerdos que conservaba de la preparatoria. No había mucho entre las sombras de su mente, pues aquellos días de su adolescencia fueron tan dolorosos que luego de su primer intento de suicidio decidió olvidarlos completamente, o al menos la mayoría de ellos. Ahora que lo pensaba, quizá todo se había intensificado a partir de ese momento; cuando en un intento desesperado Karamatsu le salvó la vida. Si confundía el amor con el agradecimiento, no lo sabía. Y no era algo que le importara en realidad.
Ichimatsu estaba solo en el living, acurrucado en un rincón mientras Nyanko restregaba el lomo contra su pierna. El olor del cigarrillo de Osomatsu se colaba por la ventana entreabierta e Ichi supo que apenas se lo terminara se marcharía hacia el Pachinko. Entonces tendría la casa completamente a su disposición, y sólo así podría abandonarse a la aterradora y placentera sensación que le producía el pensar en Karamatsu.
Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que Osomatsu le había pedido que lo acompañara a rentar una película porno. Para su sorpresa, esa vez el mayor quería algo diferente. Cuando se encontraron solos en casa y se disponían a verla encontró perturbador que el nuevo objeto de su entretenimiento se centrará en dos hombres acariciámdose. El mayor miraba con diversión la expresión sorpresiva que Ichimatsu pocas veces dejaba apreciar. Lo único que recuerda luego de eso es que había recreado esas escenas calientes en su mente una y otra vez con Karamatsu y él mismo en su lugar. Recargó la cabeza en la pared y dejó escapar un suspiro, Cerró los ojos e imaginó aquella escena en particular que había disfrutado de aquella película; algo simple en realidad. Karamatsu y él fundiéndose en un abrazo, sentados sobre la arena blanca de un mar con aguas azules y matices turquesa, tan claras como el cielo. Disfrutaban de la brisa fresca y del paisaje sereno. Ichimatsu se aferraba a sus brazos mientras Karamatsu sonreía, luego lentamente sus miradas añorantes se encontraban, sus labios se buscaban y se saboreaban en un beso apasionado, mientras las manos de Kara contorneaban sus costados y buscaban desprenderle de cuanta prenda llevará encima.
Apretó los párpados con fuerza y dejó escapar un jadeo. Se sentía repugnante pero, ¿quién podría culparlo? Si sus pensamientos fueran audibles y alguien estuviera cerca para escucharlos indudablemente sentiría un profundo asco hacia su persona. Pero aquello no le importaba en lo absoluto, pues únicamente el deseo de aquella insana relación era todo lo que tenía. O eso pensó hasta el día en que encontró correspondidos esos dolorosos sentimientos.
