Veía con frustración el calendario amarillento y arrugado. Contaba los días con cuidado uno a uno mientras hacía memoria para saber si se había pasado algo por alto. Nada. Ahí estaba clavado en cada hoja, marcado por días, horas y minutos su descuido. Definitivamente era algo que no deseaba en absoluto pero al parecer, implacable, estaba allí.

Vertió unas gotas de sangre en el pequeño vial con la espesa poción azul. Era la hora de la verdad y el verdugo era color violeta. Oh, al parecer sus esperanzas se veían frustradas por un ridículo color. Sí, era definitivamente violeta, el inconfundible color de los muertos.

Muertos. Pensándolo bien era una opción, quizá lo estaría. En cualquier caso ni ella ni Rodolphus se iban a alegrar por eso... que estupidez.

-¡Vaya, con que aquí estamos!

Rodolphus se veía tranquilo, quizá alegre y al parecer estaba de buen humor. Entró a la habitación fría y húmeda que normalmente utilizaban como laboratorio de pociones, de una manera casi saltarina. Una estampa extraña para alguien como él.

-Oh, lástima que estés de buen ánimo. Ahora, permíteme arruinarlo.

Bellatrix definitivamente tenía un mal semblante. La noticia no era lo que podría llamarse buena y por supuesto, era casi imposible sacarle partido a algo como un embarazo. La llenaba de frustración el buen humor de Rodolphus y el hecho de que ella misma no pudiera sentirse tranquila.

-¿Qué haces aquí? No sabía que de repente te había vuelto el interés por las pociones ¿piensas remplazar a Snape?

-No, aunque no me molestaría que el Lord lo descubra, sigo pensando que es un traidor. Y de todas formas, no estoy aquí por gusto. Velo por ti mismo cariño, de cualquier forma también es tu culpa.

Rodolphus alzó una ceja y dirigió su mirada a los papeles llenos de anotaciones y números sin sentido- lo eran para él - para después posarla en la poción violeta. Parpadeó un par de veces confundido y revolvió más en los pergaminos buscando una respuesta. Luego de analizar las notas por cerca de un minuto y volver la vista un par de veces a la poción, hizo una profunda mueca de desprecio y la miró un poco consternado. No dijo nada, rara vez lo hacía, por supuesto luego vendrían los reproches. A veces era regocijante verlo perder el control de aquella manera... iban a ser interesantes los meses siguientes y después... ya vería.

Salió con paso lento de la lóbrega habitación en la que se encontraba, dejando atrás a su aún calladísimo marido con la mandíbula firmemente apretada.

¡Deberías estar orgullosa! Si tuviera hijos¡estaría orgullosa de darlos para el servicio del Señor Oscuro!

Ella y su bocota.