Prólogo
Me desperté y el primer sonido que llegó a mis oídos fue el del goteo del agua, que caía no muy lejos de donde me encontraba. Era un sonido constante y molesto. Pero al centrarme en él pude aclarar mi mente antes de abrir los ojos. Al principio me costó, ya que me pesaban como dos yunques, pero al final conseguí abrirlos por fin, y vi donde me encontraba. Era una sala oscura, y húmeda. Solo tenía una ventana por la cual, entraba un pequeño rayo de luz que apenas iluminaba la estancia. El suelo era de hormigón, y en el techo se visibilizan cañerías muy viejas y oxidadas. En las esquinas, había moho y en la otra punta de la habitación, había un fregadero, de donde provenía el ruido de la gota al caer. Justo al lado, un inodoro que en sus tiempos debía ser blanco, pero la humedad, los años y la suciedad lo habían dejado descolorido y gris con manchas marrones que no querría saber de que eran. A la pared de mi derecha, tan descolorida, con el yeso cayéndose a trozos y con moho como las demás, había una puerta blindada, con una mini ventana de barrotes. Pero había una tapa puesta, y n se veía el exterior. Observé unos segundos más la sala, e intenté moverme. Al hacerlo las cadenas que tenía en las muñecas y me ataban a la pared sonaron. La verdad es que el sonido de las cadenas no me era tan desconocido, lo que me molestó fue su cerradura. Tenían cada una, una cerradura de cinco cerrojos, y luego una contraseña de cuatro dígitos. Me miré los tobillos y vi una cadena que me ataba una pierna con la otra. Suspiré, no me iba a ser fácil salir de allí, ni deshacerme de las cadenas. Las horas pasaron. ¿O eran minutos? No lo sé, el tiempo se me hacía eterno. Entonces me di cuenta que había alguien más conmigo. Estaba a medio metro de mí, quizás menos, pero lo que realmente me sorprendía era que no hubiera notado su presencia. Supongo que era porque no se había movido, o por que el golpe que recibí en la cabeza me dejó demasiado atontada como para percibir nada. Me palpé la frente y toqué una pasta espesa, que me llegaba a la sien, me la llevé a la boca y la saboreé. Sangre. Seguí palpando la frente y más arriba encontré la herida, que al tocarla me provocó un doloroso pinchazo. Creo que esta herida va a necesitar puntos. La persona a mi lado se movió y sus cadenas tintinearon. Se incorporó y se apoyó en la pared, por la forma de su cuerpo era un chico, aunque con esta luz y lo flaco que estaba, podría decir que tenía no más de diecisiete años. Abrió los ojos lentamente, y miró a su alrededor medio dormido. Al verme, entrecerró los ojos y con voz pastosa dijo.
— ¿Hermione? Hermana, ¿eres tú?
No puede ser. ¿Mi hermano? ¿Qué hace aquí? Intenté verlo mejor, y si, era mi hermano. Pelo rizado color marrón canela y ojos verdes. Sí, es mi hermanito, aunque ahora que lo veo mejor, está muy flaco, con ojeras y un poco demarcado.
—Sí. Soy yo. ¿Estás bien?
Se acercó a mí, y me contestó.
—Sí, por lo que parece no estoy herido.
Bueno, por lo menos no había entrado en pánico. Claro que supongo que ya se había acostumbrado a ese estilo de vida. Teniendo una hermana como yo no es que te deje muchas otras opciones. A mis veintitrés años, soy una criminal mundialmente buscada.
— ¿Cómo saldremos de aquí?
Dijo interrumpiendo mis pensamientos. Me encogí de hombros, no lo sabía. Primero tenía que saber donde estaba y quién me tenía prisionera, aunque el dolor de cabeza había aminorado, aún lo sentía palpitar. Entonces, oímos pasos fuera de la puerta y el ruido de llaves al darse unas con otras. La cerradura de la puerta se abrió, dejando paso a un hombre.
