Summary: En las noches, a las espaldas de los bailarines y su familia, en las oscuridades de Zaofu, dos mujeres unían sus almas. Este fic participa en el reto "¡Parejas Favoritas!" del foro "Las cuatro naciones."

Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece a Bryan y a Mike. Sólo me pertenece la historia.

N/A: La imagen pertenece a x. Supongo que este es el primer Suvira en español *o* que alegría. Suyin no es mi personaje predilecto —le tengo cierta manía—, pero esta pareja se está ganando un lugarcito en mi corazón de OTP's y Brotp's.


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Baila conmigo

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—De acuerdo, suficiente por hoy —anunció la matriarca del Clan Metal, juntando sus manos con una sonrisa de oreja a oreja. Poseía esa personalidad chispeante que daba a notar cuando estaba alegre—. Hemos mejorado bastante, sigan así.

Los bailarines se despidieron entre sí, y cogiendo sus bolsos, se alejaron por la puerta de metal. A pesar de qué habían pasado más de veinte años, aún era difícil de creer que esa ciudad le pertenecía. Pasar de ser a una joven rebelde a la matriarca de una ciudad moderna y evolutiva era todo un orgullo.

Se acercó a uno de los espejos que estaba junto a los ventanales. Aquellos espejos adornaban el auditorio hermosamente, decorando cada espacio que no era cubierto por metal. Pudo observar su rostro levemente envejecido, y supo que los años habían pasado con mucha rapidez.

Sus dedos se enredaron en su cabello canoso. Muchos admiraba su melena, que a pesar de ser corta, estaba elegantemente peinada. Pero aquello no evitaba que los años se acumularan en su rostro. Las líneas de expresión que podían visualizarse en el rostro de su madre —de las cuales solía burlarse día tras día—, ahora eran suyas.

Rió cantarinamente, acariciando las bolsas debajo de sus ojos. El tiempo pasaba horriblemente rápido.

El auditorio silencioso se llenó de una suave melodía, proveniente de la enorme radio. Un par de manos delgadas y largas sujetaron con fuerza su cintura, y supo de que se trataba todo.

—Kuvira —suspiró, cerrando sus ojos suavemente. Sus oídos de artista se dejaron llevar por el sonido musical—. No deberías estar aquí.

Escuchó una pequeña risa grave. Siendo parte de la guardia, Kuvira poseía una fuerza superior a la suya. La giró con facilidad, logrando que ambas narices se tocarán con suavidad.

—Extrañaba esto.

Los acosos de Kuvira la había asustado desde hace meses, y había intentado alejarse. Las miradas coquetas de una joven adolescente no podían alejarla de su perfecta familia. Pero cuando sus suaves labios rozaban su mejilla, embriagándola con su aliento mentolado, y sus manos callosas la sujetaban con firmeza, se dejaba llevar.

Ambas acomodándose en la típica posición de baile, comenzaron a moverse de lado a lado. La fuerza de Kuvira era algo que hacía que sus piernas flaquearan, algo que debía haber parado hace mucho tiempo. Era una mujer de cuarenta y seis años, y seguía sonrojándose como una adolescente hormonada.

—Debes volver a casa —musitó la voz áspera de Suyin.

Su voz había bajado una octava por la situación, ella lo sabía. Por eso no pudo evitar sonreír con malicia.

—Baila conmigo, Suyin.

Cuando sus labios tocaron los suyos, no pudo hacer otra cosa que bailar. Dejarse llevar era algo que necesitaba hacer desde hace tiempo.