Hola a todos/as.

Estoy realmente feliz de estar aquí con esta historia que me enamoró poco a poco. En cuanto leí los aromas que me designaron supe que esta pareja iba a ser la protagonista, lo demás me costó muchísimo decidirlo, pero finalmente creo que tomé la mejor decisión.

Espero que les guste este primer capítulo. En unos días mas subiré el segundo.

Bye.


Disclaimer; los personajes de esta historia pertenecen a J. K. Rowling, excepto los que han sido creados por mí.

Este fic participa en el reto "Amortentia al azar" del foro "La Sala de los Menesteres".


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Capítulo 1. Una clase con recuerdos

Suspiró molesta cuando intentó arreglar en vano su cabello, lo mejor era que se lo amarrara en una coleta simple y sencilla.

Se terminó de vestir y salió de su habitación con algunos libros. Intentó que su rostro no reflejara ni una mueca al paso que daba. No es que no le gustara, la cosa era que en ese lugar siempre hacia demasiado frío, y ella odiaba el frío. Lo odiaba porque inevitablemente los recuerdos de él surgían en su cabeza.

Como siempre el lugar estaba desierto, a excepción de los cuadros y armaduras que se movían al son de sus pasos.

Cuando llegó frente a la puerta del salón. Se dio ánimos porque sabía que lo que estaba al otro lado era algo complicado, más no difícil. No, difícil era que entendieran. Abrió la puerta despacio y, como siempre, al instante el bullicio cesó por completo.

Caminó despacio, moviéndose entre los pupitres, sentía la mirada de los chicos en la nuca. Se giró despacio y sonrió levemente.

—Buenos días.

El coro de saludos hizo que Hermione se sintiera complacida y sonriera más ampliamente.

Acomodó sus cosas y hojeó un poco el libro antes de levantar la mirada hacia sus alumnos. Sí, todos ellos. Sus alumnos de sexto año y ella su profesora de Pociones.

—Bien hoy, para empezar, haremos un resumen rápido de lo que estuvimos viendo la semana anterior.

Definitivamente no sería la Hermione Granger de siempre si no le exigiera a sus alumnos repasar cada semana las lecciones.

Luego de eso procedió a explicarles lo que harían ese día.

Amortentia.

El filtro del amor. Error: el filtro que te provoca obsesión por otra persona, ese nombre le quedaría mejor, pensó Hermione.

Las chicas estaban más que entusiasmadas, pero Hermione les advirtió a todos que una vez hecha la poción esta sería destruida. No quería reclamos de la directora y menos a chicos, o chicas, sobre exaltados por un amor irreal. No, definitivamente no quería eso.

Su modalidad era que al tiempo que sus alumnos hacían la poción ella también la realizaba, como un modo de compartir consejos o datos para hacerles más fácil la producción.

El tiempo pasó volando. Hermione se divertía realizando pociones, enseñando y hablándoles, advirtiéndoles, sobre la poción.

No existía la Amortentia perfecta, pero para la castaña lo era si sus alumnos eran capaces de identificar olores en ella.

La primera en hablar fue Amber Travis: —Madera, chocolate y em… pintura, creo. Sí, creo que eso es —luego se sonrojó y le dirigió una mirada furtiva a un chico.

Hermione sonrió cuando todos, al mismo tiempo, comenzaron a murmurar lo que olían.

—Y usted profesora, ¿Qué huele en su poción?

La mujer tuvo que reconocer que Luke Thompson tenía cojones para preguntarle algo así. Él tenía ese desplante con todos los profesores.

Sabía que podía evadir aquella pregunta, pero lamentablemente siempre era condescendiente.

Cuando estaba haciendo los cursos para pocionista le tocó hacer aquella poción; Amortentia. Afortunadamente no le tocó olerla, pero en Hogwarts si tuvo que hacerlo. Césped recién cortado, pergamino nuevo, pasta de dientes de menta y…

— ¿Profesora?

Hermione parpadeó y, al tiempo, asintió. Caminó hacia su escritorio y el aroma dulzón de la Amortentia la envolvió.

Pergamino.

No pergamino nuevo, recién comprado o recién hecho.

Simplemente pergamino.

Simplemente él.

Él que siempre sonreía y rodaba los ojos ante cualquier estupidez que hacían o decían sus amigos, los de ella.

—Te compré esto —murmuró bajito para que nadie lo escuchara.

Un paquete envuelto fue depositado en sus brazos.

Pergaminos.

—Se que siempre te hacen falta para las redacciones tipo testamento que haces —murmuró burlón.

Ella sonrió. Él la conocía demasiado. Se conocían perfectamente.

—Gracias —susurró.

Y ese "gracias" no era por ese regalo. Era por todo, por todo y nada a la vez.

Era porque ahora se llevaban bien, ahora no había odio ni asco en las palabras de él. Ahora había sencillez y, quizás, un poco de arrogancia a la vez.

Luego de la guerra lo había conocido verdaderamente. Él había cambiado. Él era como los pergaminos que le regalaba. Con él podría escribir una amistad, una vida y, quizás, hacerle borrones o, simplemente, cambiar los detalles y seguir.

Él era pergamino. Su olor, su esencia y su desplante le demostraban aquello.

No pergamino nuevo. Pergamino, solo eso.

Solo su amor.

La chica parpadeó cuando se dio cuenta de que se había sumergido en uno de sus recuerdos, como si el caldero fuera una especie de pensadero.

— ¿Profesora? ¿Profesora Weasley?

Hermione miró a Luke y a sus alumnos.

—Pergamino nuevo —murmuró. Aquello era bien sabido por la mayoría—, eso huelo.

Eso debería haber olido, pensó.

Pergamino simplemente.

—Draco —susurró con tristeza.