Si Manuel nunca supo que pasó finalmente con Allende, es porque no estuvo en la moneda.
El primer atisbo de dolor en su corazón partió como una leve punzada que rápidamente atribuyó al latir acelerado del mismo.
La presión se agolpaba en su sien como si estuviera quebrándose, a un paso de desmoronarse de no ser por las grandes manos del gringo que parecían sostener los trozos de su cuerpo, juntándolos.
— Everything i touch is mine.
Sintió como un jadeo junto a su oído, acompañado del tacto del pesado y húmedo cuerpo que por poco le impedía respirar, haciéndole apretar los ojos.
Y es que ya le había tocado por completo.
Dejó pasar el tiempo en lo que creyó fueron minutos, alzando la cabeza de tanto en tanto en busca de la sonrisa dulce e infantil que le había invitado a retozar sobre esta cama extraña, no encontrando más que una mueca comprimida de placer tatuada en un rostro adulto que a ratos parecía advertirle de lo peligroso que podía resultar.
Lo confirmó en el segundo espasmo, retorciéndose con ambas manos contra su pecho. Se estaba muriendo, eso seguro.
Cuando trató abrir la boca en un intento detenerle fue acallado por un beso violento, despertándole a sentir como las arremetidas se intensificaban.
Y supo que él lo sabía.
Supo que era su culpa.
Supo que había caído en las manos de un conquistador moderno, de una nueva especie de corsario que no descansaría hasta colonizar hasta el último rincón de sus pensamientos.
— Don't worry — le oyó soltar contra sus labios, en ese matiz de voz que le petrificaba desde la misma médula en algo que nunca supo identificar como una señal de advertencia o solo burda lujuria.
— I'll be always here for you — Sonaba entrecortado, jadeante. Como si realmente hablara con propiedad o tan siquiera supiera que salia de su boca.
Y eso fue suficiente como para querer hacerle llorar.
"Para mí, y para todos los que se acerquen a los rojos" Completó Manuel en su mente, dejando que las palabras murieran en la nebulosa que el dolor que comenzaba a expandirse por el centro de su capital.