Notas: El primer amanecer de Ling Yao en Amestris, con algo de mi cosecha. No hay grandes spoilers ni nada.
I. Amanecer.
Eran las cuatro de la madrugada; así lo decidió él porque no tenía reloj y seguía oscuro y le daba igual que horas serían pero necesitaba ponerle nombre al momento. Así que eran las cuatro de la madrugada y él no dormía. Sobre él no había ninguna estrella, porque en Amestris ya quedan pocas de esas; sólo un manto negro espeso y el murmullo de la ciudad bajo su espalda. Era la primera noche que pasaban él y el viejo Fu y Ran Fan en la ciudad desconocida y se instalaron en el techo de un edificio alto que, a decir de él, parecía bastante cómodo.
A lo mejor no eran las cuatro y sí las cinco, porque el cielo nocturno comenzaba a clarear ligeramente y en Xing a las cinco de la mañana clarea. Lo sabe porque durante años su madre lo ha levantado minutos antes de que amanezca para tomar el té contemplando la salida del sol (te guardé la primera fila, ¿ves?) y él es feliz. Sonrió y soltó una risa casi imperceptible. Era la primer mañana que no compartiría con su madre.
Eran entre las cuatro y las cinco y Ran Fan volteó la cabeza para mirarlo al escuchar su risa débil. Apenas clareaba, un tímido saludo del sol quizás, parecido a la timidez de ella que cuando no lleva máscara no lo mira directamente a los ojos y le pregunta si está bien viendo al horizonte. Él sigue sonriendo ante los retazos de recuerdos de su madre que ve en la misma dirección que Ran Fan, donde ambas esperan el mismo amanecer y ambas están a su lado.
Probablemente son las cinco y media de la mañana, casi las seis. Él contesta que está bien, que recordaba a su madre y sus desayunos antes de que comenzara el día; la joven guardiana sonríe también, sin voltear a verlo, asintiendo con la cabeza. Sigue el barullo de la ciudad y él espera que termine de salir el sol para ver mejor las facciones de ella ahora que, milagrosamente, no lleva la máscara. Observa el contorno de la nariz y la boca, que está ligeramente encorvada en esa sonrisa. Una sonrisa bonita como la de su madre, una sonrisa que le remueve algo pero no igual que la de su madre.
Son las seis, seguro, ya el cielo se vuelve más azul negruzco que negro. Ran Fan se pone la máscara cuando él pregunta si descansó un poco y ella responde con un movimiento de cabeza que sí. Sí, el día empieza porque ella se levanta y él ya no puede ver la expresión en su rostro cuando el sol comienza a iluminar la ciudad. Pero ese estremecimiento continúa incluso después de que ella se va a buscar algo qué desayunar, el viejo Fu le acompaña y él se queda observando el horizonte, menos bonito que el de Xing.
En realidad son las siete de la mañana en Amestris; los negocios comienzan a abrir, algunas madres preparan el desayuno de sus maridos que parten al trabajo. Son las siete y un minuto cuando Ling Yao saluda el primer día en ese extraño lugar, son las siete y dos cuando en Xing su madre lleva despierta una hora y no lo encuentra, son las siete y tres cuando él piensa en su madre, el té y en que no se le borrará la sonrisa de Ran Fan en mucho tiempo.
Muchas gracias por leer; comentarios y críticas son bien recibidos.
