A Takuya, mi amor… ahora imposible:

Sé bien que éste no es, quizás, el momento propicio para escribirte, que en este instante necesitas prepararte para partir, pero me es imposible el contener este dolor lacerante que yace en mi pecho y no me deja ni respirar. Mi alma se ha convertido de golpe en un inmenso trozo de hielo, de gélido hielo inmune a cualquier calor excepto al tuyo. Eres el único capaz de entibiar mis inertes sueños, pero también eres quien puede clavar uno y mil puñales en el fondo de mi corazón y hacerlo llorar lágrimas sanguinolentas de alegría y de dolor… pero ni siquiera eso eres capaz de hacer ahora, pues te marchas. Te vas, me dejas, te escabulles como agua entre mis temblorosos dedos, dejándome vacío… dejándome triste.

Te vas, mi amor. Te conviertes en polvo, en rocío del amanecer, en los últimos rayos del sol que me alumbran y que se apagarán para siempre. Te escapas de mis brazos, que te contuvieron tantas veces cerca de mí y que juraste no dejar. Pero lo haces, no es tu propia decisión…mas lo haces de igual manera…

Sabes muy bien que lo daría todo por retenerte, mi poder, mi alma, mi ser, pero ni eso, ni siquiera todo el amor de mi corazón es capaz de hacerlo. Siento que te vas lejos, muy lejos… cierras los ojos y huyes, con un puñal en el pecho, hacia la libertad. Y ¡horror! siento que te perderé por mucho tiempo, que me costará tanto encontrarte que tendré que pasar siglos rastreando la huella de tu andar ligero… un andar que se ha perdido en la bruma de esta pelea sin fin, donde no hubo un Dios, sino que sólo nuestra desesperación… y tu sacrificio.

Tu cuerpo yace, ya adormilado y mancillado ante mis pupilas. Te tomo la mano, trato de revivirte con un toque de mis dedos, pero me es imposible, el amor no hace esa clase de milagros, sólo te mantiene unida en alma a ese otro ser, pero el cuerpo no sigue las reglas de este juego… tu luz ya se apaga… y parpadeo… y veo que se apagó por completo. Ya es demasiado tarde. Tu sonrisa aún se refleja en tus labios muertos. Ésa, tan bella, que ahora sólo me recuerda al dolor. Tus labios siguen igual de hermosos que siempre, pero la muerte empieza a obrar en ellos con sus colores desganados, robando ese brillo que iluminaba todo a cada paso que dabas… trato de capturar ese brillo y te beso, como despedida, como ofrenda, como disculpa y como agradecimiento. Me miro… estoy teñido de sangre y, mientras desapareces, me levanto… quizás tú descansas ahora, pero para mí nada ha terminado y debo pelear hasta el final.

Adiós, mi vida, dulce amor mío. Cuídate mucho, estés donde estés… me consuela el hecho de saber que me amaste y que aún me amas, recuérdame cuando revivas, recuerda cuánto te he amado y cuando te he de llorar de aquí en adelante. Te extrañaré… ojalá que en otra existencia futura, sin todo este sufrimiento que pasamos, nos volvamos a encontrar… y a tener…

Hasta siempre… tu Kouji.