Si es la noche de San Valentín y te encuentras en un bar sola, como una completa amargada, y ebria, haces evidente: ponerte a conversar, a recordar viejos tiempos, viejos amores, con el tipo situado detrás de la barra.
Pues, una vez, a Natasha Romanoff le ocurrió, y fue así:
Tony había salido a una cita con Pepper pues sentía que con todo eso de los Vengadores, estaba descuidando su relación con la rubia; Clint había decidido pasar la noche en casa, con Laura y los niños; Thor se había ido con urgencia a Asgard debido a que, al parecer, su padre tenía problemas; y Steve tenía una cita con Sharon Cárter.
Y, como a Natasha no le apetecía quedarse sola en la Torre, arriesgándose a parecer un insípida aburrida, fue a dar en un bar cercano, dispuesta a beberse un par de copas.
Lo que menos esperaba era acabar borracha como una cuba relatando al pobre e inocente barman acerca de aquellos sujetos que se habían encargado de hacerle conocer el amor, cada uno a su forma única y especial.
Le habló sobre Iván Petrovich, el hombre tan maravilloso que decidió adoptarla y tratarla como si fuera su propia hija, parte de su familia.
Mencionó a James Barnes, su entrenador, su amor platónico de la adolescencia, quien pese a tener varios años mas que ella y ser su superior, la trataba con el respeto que utilizaría en un igual. La persona que, con su muerte, le enseñó la crueldad del mundo en el que vivía.
Se tomó el tiempo para hacer mención también de Alexei, su difunto marido, cuya muerte la KGB había fingido con el fin de conseguir en ella una asesina capaz de cualquier cosa con tal de honrar a su esposo.
Y, por último, con un nudo en la garganta, se permitió recordar en voz alta su nula e inexistente relación con Bruce, quien había rechazado su amor como si de nada se tratara, y le había abandonado en la primera oportunidad.
Mareada, por el alcohol y sus deficientes relaciones con aquellos por los cuales su corazón había sentido amor, salió del bar con una triste sonrisa.
Caminó hacia la Torre con paso tranquilo y tambaleante, consciente de que, aún estando ebria, podía poner en su lugar a cualquiera que osara acercársele.
Deseó que el camino no fuera tan largo porque el hecho de que lo fuera, hacía que su mente se llenara de pensamientos deprimentes que solía evitar. Pensamientos llenos de impotencia e ira porque no alcanzaba a comprender la razón por la cual ninguna de sus relaciones amorosas había funcionado, parecía como si la pelirroja portara una maldición que forzaba a todos sus hombres queridos la abandonaran sin que ella pudiera hacer algo por evitarlo...
Negó con la cabeza, burlona por lo sentimental que se había puesto de repente, y se dijo a si misma que nunca volvería a beber.
Apuró el paso, sintiendo como el aire fresco de la madrugada despejaba su mente de las estupideces patéticas, con la esperanza de poder encontrar quizá a su regreso a alguno de los chicos e inquirirlo en el tono sobreprotector acerca de los datos jugosos de sus Citas. Porque, sin que pudiera cambiarlo, junto a sus compañeros Vengadores, se despertaba el instinto. Porque con sus niñerías, Tony, Clint, Steve y Thor habían acabado por convertirse en "Los Amores de la Viuda Negra".
