Advertencias: Desvarios.
Nota: Uso los nombres originales, es decir: Dr. Okido es Oak, Shigeru es Gary y Satoshi es Ash.
Palabras: 399.

Disfruten la lectura.


Es algo natural

El Dr. Okido los había visto crecer desde que eran unos bebes y realmente no estaba muy sorprendido por como se habían desarrollado las cosas en esos años. Desde siempre, como si hubieran nacido con esa regla, Shigeru y Satoshi competían por todo. No era de extrañarse que se hicieran entrenadores pokemon el mismo día y que ambos se pusieran como meta el ser más fuerte y mejor que el otro.

Al contrario, aquello le parecía extrañamente divertido. Tanto porque podía ver –y en primera fila- el progreso de ambos chicos, como el hecho de que los dos le ayudaban –de manera directa e indirecta cabe destacar- mucho en su propia investigación pokemon, ya que conseguían especimenes de razas muy variadas, a veces hasta desconocidas.

Cuando los vio competir en la Liga Añil, un gran orgullo se posó en su pecho. Era increíble lo rápido que se estaban desarrollando los dos, pero en aquel entonces pensó que aún les faltaba mucho por crecer y no se equivoco. En la Conferencia Plateada las cosas fueron muy diferentes, puesto que pudieron pelear el uno con el otro. Tenía que admitirlo, pensó que Shigeru es el que se llevaría la victoria, pero aceptó como una grata sorpresa el que el ganador hubiera sido Satoshi y al parecer su nieto también lo hizo.

Tal vez eso era lo que más le gustaba de la rivalidad de ambos chicos. Al principio puede que en verdad se odiaran, pero con el paso de los años se dieron cuenta que no podían tener mejor amistad que esa.

Fue duro verlos tomar caminos distintos, cuando Shigeru decidió convertirse en un investigador pokemon, pero eso solamente era signo de que estaban madurando.

El viejo hombre sonrió, sentándose en la silla de su laboratorio y admirando una fotografía que tenía en el escritorio. En ella podían verse a dos jóvenes ya casi adultos y a él mismo. Asintió, como si estuviera aceptando algo que no fue dicho.

―Esa competencia nunca acabara ―murmuró a la nada.

Ya habían pasado mucho tiempo desde que ambos niños dejaron el pueblo Paleta y ahora ambos eran grandes en sus propias áreas, pero al parecer las viejas costumbres nunca se perdían. Puesto que, aún ahora, competían por ver quien era el mejor en su área y cada que se veían no perdían la oportunidad de tener un pequeño combate.

Niños ―pensó el Dr., complacido.

Fin de la historia.


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