Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen.
NA: Bueno, este es mi primer intento de una historia de varios capítulos, estuve pensando en esta pareja por un tiempo... sé que es bizarra, pero vamos... el amor en sí es bizarro, ¿no? Bueno... espero que no se desanimen por la pareja y me digan lo que piensan, ¡espero sus comentarios!
Capítulo Uno: Cocinar y entrenar
Han pasado tres años desde que su marido la había dejado, sola, para entrenar al niño en lugar de quedarse con ella. Él le prometió, frente a un altar, que estaría con ella hasta que la muerte los separe.
Él había mentido.
Pero, después de todos estos años, después de intentar mantener su promesa también, ella también había mentido.
Frente al mismo altar, hace treinta y pico de años atrás, ella prometió frente a todos que sería protectora y fiel.
Y había mentido.
Todo había sucedido tan rápido, ni siquiera se dio cuenta que estaba caminando por la senda de la infidelidad cuando se lo encontró casualmente en el bosque.
Eso había sido dos años y medio atrás. Ella había llorado muchas veces por la ausencia de su marido, todos esos periodos duraban años hasta que él volvía. Esta, en cambio, era la primera vez que su llanto duró tan poco. Todo gracias a un hombre que nunca había conocido antes.
Esa mañana terminó de colgar su ropa, y decidió que era momento para refrescar su mente. Salió a caminar.
No sabía cuánto tiempo caminaría, o qué haría, o si iba a volver. Sólo necesitaba tiempo para ella, para pensar, y tiempo para estar sola de verdad.
Eran las siete de la mañana, estaba usando su cabello en un rodete como siempre lo hacía, su mejor vestido al estilo chino, un par de zapatos chatos, y estaba caminando sin rumbo.
Dos horas de caminar, cincuenta kilómetros lejos de su casa; su ritmo era lento pero su mente estaba corriendo a una velocidad impresionante. Se sentó en una piedra frente a un lago, se sentó allí con su cabeza colgando y mirando ausente a los peces cruzando debajo del agua transparente.
A Goku le gustaba cuando cocinaba pescado. Siempre le decía que el mejor pescado ahumado que había probado era el que ella hacía.
"Goku..." dijo para sí misma, mirando a sus manos.
Ellas estaban comenzando a mostrar algunas arrugas, se estaba volviendo vieja. ¿Era por esto que Goku decidió dejarla hace seis meses atrás? ¿Goku se cansó de ella porque los años estaban empezando a notarse?
Un mechón de cabello cayó de su frente, era negro azabache sin embargo tenía algunas canas en él. Quitó su mirada de sus manos y la puso sobre el cabello cayendo frente a sus ojos. Sus ojos comenzaron a lagrimear. "¿Es por esto que no dejas de abandonarme?" gritó a nadie en particular mientras se ponía de pie.
Desarmó su rodete, y dejó que su cabello corriera libremente por su espalda. Estaba más largo de lo que recordaba, casi tocaba su trasero. "¡Te amé!" gritó de nuevo mientras lágrimas hacían su camino bajo sus mejillas.
Habían pasado años desde que había entrenado, no estaba fuera de forma sólo porque tenía algo que hacer diariamente; pero desde que Gohan nació dejó de progresar en sus habilidades de artes marciales. Luego Goten quiso entrenar, y ella comenzó de nuevo a trabajar para pasar el tiempo. Y su hijo se convirtió en un rebelde. Cómo había roto su corazón, no podía expresarlo en palabras. Recordó mirar a su hijo en incredulidad, arrodillándose en el césped hasta que ya no pudo hablar más.
Recordó que fue la última vez que entrenó.
Ahora su hijo más joven estaba viviendo en la ciudad, su hijo mayor estaba feliz mente casado y con una hermosa hija, y su marido estaba en algún lugar en otro país entrenando a un mocoso desconocido en lugar de vivir el resto de los años pacíficos con ella.
Se desabotonó su vestido, y lo arrojó a la roca en la que estuvo sentada. Se quedó allí de pie, frente a ese lago, usando sus zapatos chatos, una camiseta púrpura que no dejaba nada a la imaginación, pantalones amarillos, apretando sus manos en puños y llorando sin ser capaz de detener los ríos de agua salada enmarcando sus mejillas.
Comenzó a patear y dar puñetazos a un enemigo invisible, liberando gritos de ira y frustración, desgastándose completamente. Saltó, giró, pateó y golpeó a un adversario que no quería reconocer como el rostro de su esposo. Se sentía defraudada, se sentía sola, e incluso si quisiera matarlo a golpes, sabía que no era capaz de hacerlo porque ni ella era el guerrero más fuerte en el universo ni él estaba allí frente a ella.
Gritó de nuevo, y se quedó allí de pie, transpirando y respirando con dificultad con su mandíbula apretada mirando a las copas de los árboles. Cerró sus ojos con fuerza, y buscó por una energía dentro de su alma, una luz en su corazón que pudiera ayudarla a no mantenerse tragándose a sí misma en la oscuridad. Siguió buscando por esa luz, sus ojos todavía cerrados, y comenzó a sentir una calidez alrededor de su cuerpo. Trabajó más duro, siguió buscando dentro de su alma, y sin saberlo su cuerpo comenzó a brillar incluso más fuerte. Abrió sus manos y las juntó, sintiendo el caliente poder incrementarse en el medio de sus palmas. ChiChi sintió que estaba quemando sus propias manos por lo que comenzó a separarlas sin abrir sus ojos. Podía jurar que había dos soles brillando con fuerza ahora, uno desde el cielo, el otro desde sus manos.
Esta era la primera vez que trataba de usar su ki, y había funcionado mejor de lo que pensó.
Se atrevió a abrir sus ojos, y vio la bola de ki entre sus manos. Las lágrimas se detuvieron mientras la esfera brillaba más fuerte, y sintió su cabello alzarse desde su espalda con la mera fuerza de su energía interior. Estalló en una gran sonrisa, mirando a sus manos y al ki que juntó. ChiChi cerró sus ojos de nuevo, concentrándose en juntar incluso más energía de su interior. Sus manos estaban increíblemente calientes, pero el calor se movió del interior de sus palmas a través de sus venas, y sintió la energía fluir dónde ella quería. Recordó cuando Videl le dijo qué hizo para volar y ser capaz de sentir ki, y trató de seguir la explicación de su nuera. Movió su energía por las plantas de sus pies, y sintió sus talones alzarse en el aire y dejar el césped debajo de ella; frunció un poco el ceño cuando se dio cuenta que era demasiado difícil mantener esa cantidad de energía sólo para levitar, y desplegó sus sentidos a todo el claro a su alrededor.
Abrió sus ojos en miedo, y cayó sobre su trasero desde las tres pulgadas que había logrado alzarse. Movió su cabeza de un lado a otro, entrando en pánico y sintiéndose completamente desprotegida.
¿Por qué demonios decidió ir al bosque e intentar entrenar sola?
Alguien la estaba observando. Y no sabía bien por qué, quién, o desde cuando.
Escuchó a alguien bufar, y alzó la vista a un árbol dónde vio a un hombre de pie y alistándose para saltar al suelo.
Conocía su rostro, ¿pero de dónde?
"No sabía que fueras una guerrera, Son ChiChi." Dijo, mirándola con una engreída sonrisa en su rostro.
Su ceño fruncido se profundizó. "¿Quién carajo eres tú?" preguntó ella, sorprendida por el grosero vocabulario que acababa de usar.
El alto hombre estaba ahora frente a ella, caminando hacia ella para estar a meras pulgadas de su caído cuerpo. "¿Así es cómo le hablas a tus hijos? Pensé que eras muy estricta con sus estudios... bastante irónico, ¿eh?" dijo con esa sonrisa pegada en su rostro.
Las mejillas de ChiChi estaban de color rojo escarlata y le lanzó algunas miradas con sus ojos. Él estiró su mano, ofreciéndosela a ChiChi para que se pusiera de pie. "Juunana-gou." Dijo, respondiendo a la pregunta que la morocha se estaba haciendo a sí misma.
Ella tomó su mano con vacilación. Juunana-gou... pensó para sí misma; y luego entendió. Esos ojos, esas facciones en su rostro, su nombre; él era un Jinzouningen, como la esposa de Krillin... él era el hermano de Juuhachi-gou.
"¿Por qué me estabas espiando?" Preguntó ella después de limpiar del polvo sus pantalones.
El esbelto hombre la miró, bastante impresionado de su fuerte carácter. No había duda, si ella no era físicamente fuerte para igualar a Son Goku, necesitaba tener agallas, y parecía que las tenía.
"En realidad, la pregunta debería ser... ¿por qué estabas entrometiéndote en mi propiedad?" le preguntó, sólo para molestarla.
Y funcionó.
ChiChi hirvió, olvidándose del miedo que sintió cuando sus sentidos captaron su presencia. "Este lugar es un bosque público, ¿qué demonios quieres decir?" dijo, alzando su voz.
Juunana-gou sólo le sonrió. "Hey, no hay problema. Vivo aquí," dijo, señalando a su derecha, y fue entonces cuando ella vio una pequeña y pobre cabaña en el medio de las montañas. Se sonrojó en vergüenza, dándose cuenta que el verdadero intruso era ella y no él. "Son ChiChi," dijo ella, y se detuvo en seco, notando que él ya había mencionado su nombre hace un rato.
Él sólo asintió, todavía sonriéndole. "Recuerda, me hicieron para destruir a tu querido maridito." Le recordó.
Ella lo miró en shock, y después de algunos incómodos segundos en silencio, él estalló en risa. "Vamos, han pasado casi diez años, no estoy más interesado en matar a Goku." Sentenció, dando por hecho. "¿Esta es la primera vez que intentas volar por ti misma?" preguntó con recelo. Ella bajó su cabeza y asintió casi imperceptiblemente. Él miró a sus sonrojadas mejillas, a sus sudados pechos levantándose y bajando por su difícil respiración, y por primera vez en toda la hora que la estuvo mirando, se dio cuenta lo sexy que era.
Sacudió su cabeza, "se nota," dijo, tratando de cambiar el tema en su propia mente. ¿En qué estaba pensando? ¿La esposa de Son Goku sexy? Era conocida por ser una harpía y una perra, ¿y él pensó por un momento que era sexy? Y con eso los ojos de ella destellaron con ira, lo miró venenosa mente. "Soy una madre, y una esposa, sólo estaba..." vaciló un poco, "aburrida, por eso estaba tratando de aprender esta actividad de vándalo." Hizo un hmp alzando su nariz en el aire.
Juunana-gou la estudió, por alguna razón supo que estaba mintiendo. "Entonces... aburrida, ¿eh?" y comenzó a caminar hacia ella. Ella se congeló, sin saber qué hacer. "Tú no eres un una guerrera, ya no más al menos," declaró, divertido por su incomodidad, así que se atrevió a dar un paso más cerca. Corrió su mano para poner el cabello de ella detrás de su oreja, mientras continuaba con los pensamientos de ella en voz baja, más para él mismo que para ella. "si eres una esposa, y una madre... ¿dónde están tus hijos y tu marido?" preguntó llanamente, alejándose de ella.
Ella lo miró fijamente, indignada y shockeada. ¿Qué iba a responder? Ella no había cuidado a sus hijos durante años, eran adultos viviendo en sus propios hogares ahora... y en cuando a su marido, él nunca estaba cerca de todos modos.
"No te preocupes, no me importa de todos modos." Interrumpió sus pensamientos. "¿Tienes hambre?" preguntó él de repente.
ChiChi miró desde sus temblorosas manos a sus inquisitivos ojos, de hecho sí tenía hambre. Asintió, dándose cuenta que este hombre tenía algo en él que la hacía quedarse callada; probablemente la primera persona capaz de hacer tal cosa.
"Bueno... por lo general me gusta estar solo, porque no hay ninguna persona interesante por aquí, pero ahora que estás aquí, ¿qué te parece estar solos juntos?" preguntó, un poco sorprendido por ser tan amistoso a pesar de odiar tanto a los humanos.
¿Pero qué había de diferente en esta delgada y malhumorada humana? Una mujer en sus cincuenta con nada más interesante para hacer que ridiculizarse por no saber cómo manejar algo tan simple como volar con su propio ki. Una simple mujer casada con el guerrero más fuerte en el universo conocido.
Y con eso, incluso tan extraño como era para él y para ella, ella aceptó su invitación; y ambos fueron a la cabaña caminando en silencio.
Tenía su sedosa bata puesta, la fresca brisa levantando sus pezones y haciéndola temblar a pesar de sí misma. Miró a su gran cama, y él estaba allí. Su negro cabello desparramado por toda la almohada, su torso muscular descubierto, y su rostro más pacífico de lo que alguna vez lo había visto. Se sentía culpable, y sucia, y una traidora; pero se sentía completa. Por primera vez en treinta años de matrimonio, se sentía una verdadera mujer.
¿Qué hice? pensó para sí misma, mirando al hombre que se había convertido en su amante hace dos años atrás.
Él se movió en sus sueños, como si supiera qué ella estaba pensando en lo mismo que él le pedía que no pensara. Pero todavía estaba dormido. Gracias a Dios, porque ella odiaba llorar frente a él, frente a cualquiera.
ChiChi se sentó frente a su vestidor y comenzó a peinar su cabello para hacer su estilo usual con rodete. "No," lo escuchó decir, y se volteó. Él estaba despierto, mirándola. "Me gusta tu cabello suelto," le dijo, sonriendo de costado.
Ella se movió en su silla para mirarlo directamente. "Buenos días a ti también," respondió, una triste sonrisa en su rostro; esto lo hizo fruncir el ceño cuando vio una lágrima solitaria en su mejilla derecha. "Si lloras no lo tendrás de vuelta, ni amándote. Detén esto, ChiChi."
Ella bajó su cabeza, y se puso de pie lentamente apretando sus manos en puños. "Tú no entenderás," dijo suavemente.
Él se sentó en la cama, cubriendo su parte baja del cuerpo con las sábanas, "¿Por qué?" preguntó.
"Porque tú no has sido devoto a una persona por tres décadas, sacrificando tu propia felicidad para ver a tu familia contenida." Dijo, alzando sus ojos con fuego en ellos. Eso lo hizo sonreír, la amaba más cuando tenía esa chispa asesina en su mirada, ese fuego que la hacía digna del guerrero más poderoso del universo. Qué tonto había sido él por no estar con su esposa, qué suerte había tenido él que él nunca estaba por aquí.
"No," le dijo, y ella lo miró el shock. "Pero tú no entenderás lo que es no tener ningún recuerdo, perder a la única persona que has conocido como familia por un renacuajo calvo, y no tener ninguna meta en tu vida en lo absoluto." Declaró, seriamente ahora.
"Tienes razón, lo siento." Dijo ella sentándose en la cama junto a él, levantando sus piernas y abrazándose en una posición fetal. Él movió una mano a su hombro, y trazó algunos tiernos besos en su cuello y nuca. Ella cerró sus ojos, suspirando en placer por su suave suministro.
Él soltó el cinto de su bata, y la recostó en la cama. Ella abrió sus ojos sorprendida por su energía. "¿No fue suficiente ayer a la noche?" le preguntó, shockeada. Él rió, y comenzó a masajear sus senos. "Contigo..." dijo bajando su cabeza a la fuente de su atención, "nunca es suficiente." Y comenzó a succionar su seno derecho, haciéndola temblar y gemir de placer. Él deslizó su mano derecha por su vientre mientras sentía una de las manos de ella correr por su espalda baja. Pronto su mano estuvo en su cadera, y ella lo emuló tímidamente.
Él se sorprendió que después de todo este tiempo pasando noches de sexo con ella, su inicio sexual siempre era tímido. Pero esta vez era diferente, la vio sonrojarse tanto como pudo, pero se movió lo movió para estar sobre él, a horcajadas con su bata abierta y sus senos expuestos para él. Él hizo un pequeño mohín por no tener más su juguete en su boca, pero sus manos se movieron a la cabeza de ella para hacerla mirarlo a los ojos. Ella sonrió, agachándose para besarlo en la boca, tímidamente al principio, salvajemente después de algunos segundos. Eso es lo que amaba de ella, ella era salvaje, sexy, atrevida cuando no tenía límites. Ella siguió besando su cuello, sus clavículas, su pecho, su abdomen, su ingle. Él cerró sus ojos con fuerza cuando sintió su boca cerca de su masculinidad, ahora erecta y dura como podía estar. Él siguió masajeando su cabeza, gimiendo mientras los respiros de ella acariciaban su vello púbico, la punta de su erección, su escroto. A ella le gustaba hacerlo sufrir, como un pago en respuesta por hacerla tan vulnerable y hacerla sentir tan culpable cuando ella podía racionalizar que estaba engañando a su esposo.
"Sigue..." rogó él, y pensó que la sintió sonreír antes de introducir todo su largo en su boca, haciéndolo jadear en placer con la suavidad de su lengua viajando por toda su masculinidad.
Él bajó sus manos hacia su cintura, haciendo que sus suministros se detuvieran. Abrió sus ojos, frustrado y triste, hasta que la vio ajustarse sobre él, moviendo la sedosa tela de su bata a través de sus muslos para empalarse audazmente en su erección. Él abrió sus ojos y le sonrió mientras ella mantenía el paso de su cabalgata incrementando.
Bien, él estaba agradecido que la entrenó después de la primera vez que se encontraron. Ella era una leona, definitivamente era una diosa, y Son Goku podía ser el más fuerte, pero no sabía lo que se estaba perdiendo.
"¿Qué estás haciendo?" ella gritó en horror.
Él volteó su cabeza con una mirada indignada en sus facciones, "cocinando tu almuerzo, idiota." Respondió bruscamente.
"Bueno, parece que estás cocinando esto para un perro, no para una persona." Respondió arrugando su nariz al olor.
Él gruñó y la miró. "¿Sabes hacerlo mejor?" le preguntó, queriendo humillarla.
"Déjame mostrarte cómo se hace." Dijo ella, poniéndose de pie de su silla y agarrando la cuchara que él estaba sosteniendo. Comenzó a mezclar lo que había dentro de la cacerola, y agregó algunos vegetales y un trozo de carne, algo de pimienta, romero, paprika, y un poco de esto y aquello. Él miró a sus habilidosas manos que no dejaban la cocina, se sorprendió por lo ágil que era con el arte de cocinar. En veinte minutos arregló el desastre, sirvió los platos en la mesa, y comenzó a comer sin esperarlo.
Él tragó la comida como tragó sus palabras. Su comida estaba deliciosa. "Ehm..." comenzó.
"¿Sí?" preguntó ella, sonriendo.
"Está bien." Dijo, sin darle crédito.
"Hice lo que pude, tus habilidades culinarias no están tan entrenadas." Se burló ella.
Él siseó, "bueno... podemos hacer un trato, si quieres. Ofreció.
Ella siguió comiendo pero alzó una ceja. "¿Qué clase de trato?" dijo mientras masticaba un bocado.
"Tú me enseñas a cocinar, y yo te enseño como luchar." Dijo.
Ella dudó un poco, y respondió antes de pensar. "Trato."
Tenía sus manos en las barras de la cabecera de su mano, las manos de él estaban agarradas firmemente en sus caderas, y estaba y él estaba embistiéndose tan duro como ambos podían manejar. "Más," rogó ella, bajando su cabeza mientras él entraba dentro de ella desde atrás.
Él la hacía olvidar de sus penas, ella lo hacía olvidarse de su soledad.
"Más," gritó, y él obedeció, embistiéndose más duro y más rápido en ella.
Después de un rato, ambos colapsaron en la cama, jadeando por aire, mirando al sol alzarse en la ventana.
"¿Crees que vendrá hoy?" preguntó ella.
"No," respondió él, tan sincero como pudo.
Ella se volteó en su abrazo y le sonrió. "¿Vas a cocinar para mí hoy?"
Él sonrió, "¿vas a entrenar conmigo hoy?" respondió preguntando.
Ella sólo asintió.
Esto se estaba volviendo muy peligroso.
