DISCLAIMER: Los Malfoy no son míos, quién me los diera...
PADRE
Le llamas padre. En algún momento del pasado que no recuerdas perdiste el cálido "papá" con el que solías preguntarle cosas imposibles, o importunar sus largas lecturas en aquel enorme sillón de la biblioteca. Parecía un trono, ¿recuerdas? Con largos brazos en forma de garra, un respaldo que asomaba intimidante por encima de su cabeza y un pequeño banco donde en vez de sus pies, muchas veces reposabas tú mismo, silencioso y obnubilado por aquella imagen de rey que prometías llegar a igualar algún día.
Le admirabas, muchísimo. Si buscas bien en tu interior, aún lo haces. No estás de acuerdo con la mitad de las decisiones de su vida, pero aún te sorprende su capacidad de sobrevivir a todo, incluso a una larga temporada en Azkaban, sin que parezca que algo logre desgastarle. Y al fin y al cabo, es tu padre, quien te ha mimado, criado y defendido, con quien aprendiste a volar, a mentir y a llevar con elegancia cualquier traje que te otorguen las circunstancias. Es tu sangre.
Él te llama Draco. Probablemente perdió el familiar "hijo" en algún momento que también ha olvidado. Tú te has acostumbrado, y sólo recuerdas la pérdida algunas veces, como cuando una versión de ti a los cuatro años entra corriendo en la biblioteca, ignora el banco a tus pies y se sube a tus piernas, nervioso y feliz, sin imaginarse ningún trono ni sentirse subordinado.
- ¡Papá, papá! ¡Es el abuelo! ¡Está aquí! ¿Podemos hacer ya la fiesta?
Sus ojos brillan ilusionados; sabes que Scorpius quiere a Lucius como nadie, y casi sientes a la vida susurrarte que lo has hecho bien, que por esta vez has cumplido tu parte. Abrazas a tu hijo y ves por encima de su hombro cómo asoma a la puerta una melena pulcra y albina, seguida de la mirada indescifrable de tu padre. Son sólo unos segundos los que os miráis, no habrá mucho tiempo antes de que Scorpius te abandone y corra hacia sus piernas, pidiéndole a su abuelo que le cuente historias de su "largo viaje", pero son suficientes para dos Malfoy que han aprendido a leerse en el silencio. Sientes que el instante del pasado que no recuerdas ha vuelto y que no existe mejor momento para recuperarlo. La palabra sale mucho más fácil de lo que habías imaginado.
- Papá…
Lucius esconde la emoción tras su rostro imperturbable, pero tú la lees como mil carteles luminosos. Sientes a las lágrimas empujando en el borde de tus ojos, pero las reprimes. Sin embargo, no puedes con una de las más rebeldes cuando tu padre te rescata de un olvido muy lejano.
-Hijo…
Notas cómo cae por tu mejilla, pero no te importa. Scorpius corre hacia su abuelo, que aún está mirándote, y sonríes en medio de una paz indescriptible. Estás seguro de que jamás olvidarás el día que cumpliste treinta años.
FIN
