Culpa, arrepentimiento... y amor.
Por Lena Hiyasaki.
Capítulo 1.-
Tenía la mirada fija en las llamas crepitantes; el tono escarlata vibraba en la chimenea y desprendía un leve humo con aroma a madera, reinaba el olor a caoba mientras él se cobijaba bajo una de las mantas que había conseguido de su habitación, sintiéndose inusualmente triste y más culpable que nunca.
Él era sólo un joven, obligado a madurar antes de tiempo. Y los sillones y cojines de color rojo le torturaban, taladrando su conciencia y lastimando su corazón, partiéndole en pedazos el pecho, abriendo la fisura en su mente, que era y siempre había sido el trauma ocasionado por todo lo que había vivido en su pasado tan lleno de violentas sacudidas y turbulencias, que le hacían apreciar los esfuerzos de quienes se tomaban en serio su enfermedad. Aquella maldición que cubría cada célula de su cuerpo y matizaba de tristeza sus ojos color dorado que reflejaban el brillo de las llamas.
La sala común se había quedado vacía después de la despedida con sus amigos, que le habían visto tan triste y acongojado que no encontraron forma alguna de devolverle la benévola y natural sonrisa que siempre curveaba sus labios amablemente, revelando una generosidad única e irrepetible, un sentimiento más allá de lo amigable, una comprensión y un apoyo infinito.
Pero no aquella noche, Remus estaba agotado, y no hacía nada por esconderlo, era como si, tras él hubiera un enorme letrero de fondo fosforescente, que decía con letras mayúsculas y de color brillante y dentro de comillas, "ESTOY DE MAL HUMOR", y aunque no llevara el cartel, la mueca de fastidio en su rostro era imposible de ocultar, y muchos, ese día, se habían llevado la sorpresa de sus vidas cuando recibieron algún gruñido descortés del usualmente gentil y amable Remus Lupin, y se habían marchado, más que ofendidos, en un completo estado de sorpresa imposible de desplazar. Hasta el resto de los Marauders parecían algo sorprendidos, o más bien, asombrados de esa sombra de pena que cubría a Remus.
Apoyó la mejilla en el respaldo del sillón y la suavidad de la tela le hizo cerrar los ojos, oponiendo resistencia al sueño que peleaba por derrotarlo y arrastrarlo al mundo de sombras y fantasías que su inconsciente crearía para él.
Espiró un suspiro que había guardado todo el día y apretó los párpados cuando escuchó pasos a su espalda, silenciosos pasos de alguien que no quería ser descubierto. Lástima que sus sentidos desarrollados se hubieran encargado de oír los pasos y de descifrar el misterio y saber quién era el dueño de aquellos silenciosos pasos.
Tan predecible como siempre, sabía que había bajado impulsado por un súbito deseo de sobreprotección que se había despertado dentro de él desde hacía unos días; y él no se había sorprendido, ellos dos siempre se habían llevado bien, él lo estimaba, y era recíproco, porque su amigo siempre estaba pendiente de él, y había un sentimiento indefinido en sus pupilas cuando le veía fijamente. Un sentimiento bello que le hacía temblar de nervios.
Como si lo deseara, dejó que su acompañante se recargara en el sofá, sentándose a su lado y apoyando lentamente su peso sobre él, como si quisiera evitar despertarlo, teniendo en cuenta que Remus podría estar de mal humor, como había estado todo el día, molesto con todo el mundo. Incluso había pasado por alto las clases, ignorando olímpicamente a los profesores, mientras gruñía a diestra y siniestra, e incluso se había ganado, según palabras de Sirius, el peor castigo de la galaxia, cuando el profesor de pociones lo había obligado a trabajar con Severus Snape, el chico más grasiento y molesto de todo Hogwarts.
Odiaba la actitud tan volátil del joven de cabellos castaños, que descansaba a su lado y que respiraba tan tranquilamente.
Se dejó caer sobre su regazo y miró la expresión de cansancio de su mejor amigo, aquella sombra de clara tristeza que transformaba su belleza en una mera ilusión, cambiándola por un gesto de dolor y cansancio.
No podía aceptarlo, se dijo Remus, pero la incomodidad que todo el día lo había acompañado se estaba esfumando rápidamente, dando paso a una tranquilidad que no había sentido hacía muchos días. Estaba sintiéndose mejor y era gracias a su amigo que, corriendo el riesgo de, incluso, ser mordido, se había aventurado a buscarlo. Lo que le indicaba que, aunque no lo aparentara, debido al ego tan grande del que era poseedor, sí le preocupaba y se daba cuenta de sus cambios de humor, así como él había notado los cambios de Sirius, todos. Ahora parecía preocuparse más por él, al grado de hacerlo sentir nervioso, porque pasaba horas preguntándole por qué actuaba así o de esa otra forma.
Qué importaba si Remus se daba cuenta de su preocupación, le apreciaba mucho, porque aunque era muy hábil con la varita y obviamente alguien muy rápido, parecía tan frágil que él se preguntaba constantemente por qué de la delicadeza en las facciones de Remus.
Y era irónico pensar que él, todo un Casanova, no podía decir en voz alta lo que se cosechaba dentro de su corazón, un amor tan puro, pero tan ridículamente cursi que a veces él mismo odiaba.
Pero ya era muy tarde, se dijo Remus, y aunque quería quedarse allí, sintiendo la calidez de su amigo, debía despertarse.
"Remus." Llamó Sirius, sobresaltando bruscamente a Remus, que sintió su corazón latiendo acelerado en su pecho, como si quisiera salir despedido de su cuerpo.
El hombre lobo no respondió, pero sí abrió los ojos y vio a su amigo, que se topó con su mirada dorada y le regaló una de sus más hermosas sonrisas de su repertorio de sonrisas para conquistar, sin saber qué era lo que estaba haciendo.
Remus enarcó una ceja, esperando una respuesta por parte del moreno, que frunció la nariz, en uno de sus clásicos mohines de disgusto, y el chico de ojos dorado supo que el moreno diría alguna excusa recién inventada.
"Remus," Repitió con una sonrisa, disfrutando poder pronunciar el nombre de su amigo. "¿qué hacías aquí? Cuando bajé estabas completamente dormido y no quería despertarte."
Piensa rápido, se dijo Remus, no le puedes decir que estás triste y arrepentido por que lo obligarás a sentirse culpable con tu actitud, y el único culpable de todo eres tú.
"No podía dormir y me quedé aquí un rato. Pero no estaba dormido, te oí desde que venías por las escaleras. Lo siento." Se disculpó.
"No importa." Respondió su amigo y le sonrió, sus largos cabellos negros se sintieron suaves cuando rozaron la piel de la mano de Remus, que estaba un poco cansado.
Ahora sí empezaba a tener sueño, y lo demostró bostezando largamente.
Sirius se percató del cansancio de su compañero, y vio como luego de bostezar se apoyaba más en el sofá, hundiendo el rostro en el mullido respaldo y viendo de reojo las llamas que empezaban a extinguirse. Los dos amigos se quedaron en la oscuridad, Remus suspiró, no pudiéndolo contener más tiempo y arrepintiéndose al instante, cuando la mano de Sirius rozó su mejilla y empezó a acariciarla y pasó, luego, su mano por sobre sus labios, tibios y húmedos, buscando alguna mueca de tristeza, pero sólo sintió la seriedad más estricta pintada en sus labios, de todas formas no apartó sus dedos de la tersa piel del rostro de su amigo, fue a su otra mejilla y luego rozó sus mechones castaños y los apartó de su rostro.
"Remus." Le llamó con suavidad, en un susurro calmado.
"¿Uhm?" Quiso saber el otro.
"¿Sigues enojado?" Preguntó, curioso, el animago. Sus manos seguían acariciando, de forma distraída, la piel de la mejilla de Remus Lupin, que, por primera vez en el día, sonrió.
Negó suavemente, dejando que la mano de Sirius se aventurara a enredarse en sus sedosos mechones de cabello claro, y soltó el listón que amarraba su cabello, que cayó sobre sus mejillas, imitando a Black al acariciarlo en el rostro de forma gentil, y sacudió la cabeza, apartando el cabello.
"Yo no estaba enojado, Padfoot." Fue lo único que dijo como respuesta. Dejó que un ronroneo abandonara sus labios cuando los hábiles dedos de su amigo se dirigieron a su cuello y lo inclinaron un poco.
"Gracias."
Y tras eso, Sirius soltó a Remus y cerró los ojos, sintió, un poco más tarde, como Moony lo cobijaba con la manta que había bajado y posaba su mano en el abundante y hermoso cabello negro y lo acariciaba con una sonrisa.
"Gracias a ti, Padfoot." Le contestó y cerró sus ojos, al día siguiente tendría que intentar ser menos brusco y grosero... ahora sólo le quedaba dormir.
~ * ~
Continuará...
Notas de Lena:
Bien, yo alguna vez dije que esta pareja no me gustaba mucho, y sigo pensándolo, pero este fic es un regalo a una personita que ama a esta pareja, y como yo aprecio mucho a mis amigos, pensé que sería lo mejor dar el máximo de mi esfuerzo y hacer bien este fic, aunque Sirius x Remus no sea lo que yo leo. Qué más? Ah, sí! Cualquier review con comentarios acerca de la trama o lo que quieran ver, son bien recibidos porque no tengo ni la más remota idea de qué es lo que estoy haciendo con estos dos. Y, una última cosa, gracias por leer toda la basura que acabo de escribir aquí... Hasta la próxima, que no sé cuando sea.
