PRÓLOGO.
Una se hace fuerte a base de experiencia, vivencias que llegan en forma de golpes, derrotas y dolor, pero te fortalecen. Nunca fui una niña feliz, ni siquiera una niña que fuera a caballo entre la felicidad y la desdicha. Si tuviera que resumir mi infancia diría que fue corta y triste. Sí, recuerdo momentos felices, esa sensación de que el pecho te va a explotar, pero son recuerdos vagos que mi mente guarda torpemente.
Una memoria que quedó clavada en mi ser por toda mi existencia, fue el día en que mi tierra quedó reducida a cenizas. No sólo mi tierra, ni siquiera su gente, si no todo el saber, la historia, las claves que se escondían, altas y fuertes, entre aquellos árboles. Poca gente se puede hacer una idea real del daño que se causó ese fatídico día al resto de la humanidad.
¿Proteger al mundo? Eso es lo que vinieron a hacer, a salvar a la tierra de los horrores que se estudiaban en Ohara, tierra de eruditos. Sólo protegían sus secretos.
Todo lo que moraba en aquellas tierras, tranquilas hasta ese momento, quedaron reducidas y guardadas en mi, mientras yo viva. Hasta el día en que yo abandone este mundo, Ohara seguirá viva, Ohara y sus eruditos, su terrorífica verdad y su indudable poder. Y llevo eso como una losa cargada a la espalda. ¿Cómo vive una niña de tan sólo ocho años con esa carga?
Como puede. Aquí y allá, con campesinos humildes, gente de pueblo que ponía un plato en mi mesa y una cama para mí a cambio de perder mi día ayudando en lo que fuera. Pero a menudo la codicia podía más que el alma samaritana de la gente. A menudo las sonrisas de bienvenida escondían anhelos de riqueza. Y es que setenta y nueve millones de berries no llaman a tu puerta cada día a pedir asilo.
Siendo traicionada, y viéndome obligada a traicionar, fui creciendo y malviviendo aquí y allí, en tierra y en el mar. Pronto encontré maneras de ganarme protección, o al menos de generar la duda de si valía más la pena mi recompensa o mi cooperación. Tanto huir, tanto ocultarme de la justicia, me estaban convirtiendo en toda una experta fugitiva. Y para muchos bandidos de la mar, tener a una chica tan joven y tan curtida en esto de torear a la marina, era una ventaja. Así que fui haciéndome un carácter misterioso y duro, no es conveniente mostrar todas tus cartas cuando lidias con piratas rudos y enormes día a día.
Pero había más cosas en la que yo era buena, y las fui descubriendo poco a poco. Era muy persuasiva y me costaba poco obtener información. Tenía muchos conocimientos sobre muchos temas y aprendí a tener pocos reparos en hacer cosas que nunca me había planteado hacer.
Crecí deprisa, y cuando me quise dar cuenta ya no era una niña. Siempre fui alta y me desarrollé rápido, por lo que tuve que aprender a cambiar mi pose de inocencia por una de seguridad y poder. Necesitaba ser poderosa para no caer en manos de nadie. De banda en banda, de aliado en aliado, hasta que no podía exprimir más de ellos, cuando notaba que ya no confiaban en mí. Era el momento de salir, si podía ser borrando todo rastro de mi existencia. Y si ello implicaba destruir alguna organización, todo era por mi supervivencia, que al fin y al cabo era lo primordial para mí.
Siempre me he preguntado quién sería Nico Robin si mi madre no se hubiera ido al mar, si en Ohara no se infringiera la ley, si nunca hubiera comido una Akuma no mi. No sería una asesina, una experta en huir, una persona que ha causado daño, no tendría la obligación de usar una máscara como si fuera un fortín. Mi vida hubiera sido distinta, quizás aún viviría en Ohara, quizás ya tendría hijos, quizás no debería torturarme con preguntas sin respuesta.
Todo eso me ha llevado a ser la reina del misterio, la discreción hecha mujer. Cosa que me ha ayudado a pasar desapercibida hasta que necesitara ser vista, me ha ayudado a tirar adelante, pero me ha convertido en una persona tan reservada que me siento incapaz de compartir mis sentimientos o incluso mis opiniones. Dicen que uno es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla. Como lo único valioso que yo podía poseer es lo que pueda tener dentro de mi mente, es mejor guardar la información en secreto hasta que sea requerida. Es lo único mío que no puede serme arrebatado, mi mente. Y lo que yo guarde en ella es poder. Y ese poder es el único lujo que me podía permitir.
Por lo que mi fachada de mujer misteriosa e inteligente me valió para crear algunas alianzas y mucha desconfianza. Que la gente no acabara de confiar en mí era lo normal, pero la desconfianza suele desembocar en miedo, y que me tuvieran miedo o respeto me dejaba la ocasión de actuar más libremente. Me di cuenta que para sobrevivir yo también debía basarme siempre en la desconfianza total, porque pronto aprendí que nadie iba a dar nada por mí si no me lo ganaba, y que los lazos que aparentemente se creaban eran de papel y en cualquier momento podían jugármela.
Así que iba a intentar no hundirme nunca junto con los que me rodeaban. Aunque en ocasiones me era necesario hacer algo para provocar que algunas bandas de disolvieran o desaparecieran, sobretodo cuando me había visto obligada a traicionarles. Pero eso son temas escabrosos.
He realizado muchas profesiones pero sólo hay una verdadera para mí. Esa que adquirí cuando era una niña y que sigue dentro de mí porque es lo único que me ayuda a seguir. Soy arqueóloga, con todo lo que ello significa, y estudio los phoneglyphs, cargando con hasta la última consecuencia. Soy consciente de que mi vida ha girado en torno a estudiar esas milenarias piedras, que sin ellas mi vida entera hubiera sido diferente. Pero ya que lo perdí todo, voy a apostarme hasta la última carta por ese sueño.
Por eso fui recopilando información aquí y allí, escuchando cuando no debía, preguntando de forma curiosa, siempre indirectamente, y todo ello me llevó a Alabasta. Tierra de ardientes arenas que parecía poder proporcionarme mi pedacito de pétrea sabiduría. Decidí dejar a la banda que en ese momento me acogía y partí hacia mi sueño. Poco después supe que mi antigua banda había sido capturada por la marina, pero yo ya descansaba segura y tranquila en una mansión.
Ese hombre quería algo de mí, algo importante, y yo anhelaba ver ese phoneglyph más que nada en este mundo. El único precio a pagar era que si la piedra no contenía un pedazo de historia, si no los planos de una de las armas ancestrales, debía proporcionarle la información a ese tipo. No esperaba encontrarme en el mundo otra persona que se dedicara a buscar las piedras milenarias, aunque fuera para otros menesteres menos arqueológicos.
Me dio lo mismo, poco podía perder. A cambio de alojamiento y protección hasta que encontráramos la piedra, yo debía convertirme en el primer agente de una organización secreta y ayudarle a encontrar a las personas adecuadas para formar una banda capaz de dar un golpe de estado. Nunca me había topado con un Shichibukai, pensé que podría ser interesante seguirle el juego, total, una brizna de esperanza se paseaba ante mí. Iba a ver un phoneglyph.
Bueno, hola holita!!
Vuelvo a estar akí, para presentaros una parida mía xD hace tiempo k tengo escrito esto, pero lo he reléido y no le veo fallos monumentales (sólo he cambiado una farse que me pareció redundante...), así k lo cuelgo...
Si alguien lo ha soportado, plis, le agradecería k me dijera como prefiere k siga este fic... en teoria iba a ser un repaso de lo k ha vivido robin saga tras saga... pero tb puede ser algo sobre la relación entre zoro y robin saga trás saga xDDD
Lo dejo en vuestras manos *_* hacedmelo saber ;)
Besos!!
