En Egipto, alrededor de 1290 aC, el sumo sacerdote Ladislao mantiene una relación con Verona, la amante del Faraón Gabriel I (ningún otro hombre podría tocarla), como precaución la habían cubierto con pintura dorada y negra. Cuando el Faraón descubre su romance, Ladislao y Verona asesinan al monarca. Verona se suicida, apuñalándose a sí misma en el estomago, teniendo Ladislao la intención de resucitarla. Después, en el entierro de Verona, Ladislao, rompiendo su cripta, roba su cadáver. Él y sus sacerdotes escapan a través del desierto a Hamunaptra, la ciudad de los muertos, donde comienzan la ceremonia de resurrección. Sin embargo, son capturados por los guardias de Gabriel antes de que el ritual pudiera ser completado, y el alma de Verona es enviada al Inframundo. Por aquel sacrilegio, los sacerdotes de Ladislao son momificados vivos, e Ladislao es condenado a aguantar la maldición de Hom Dai: le cortan la lengua y es enterrado vivo con un enjambre de escarabajos carnívoros. El ritual concede la vida eterna, forzando a Ladislao a aguantar la agonía de sus heridas para siempre. Bajo alta seguridad, es enterrado lejos en un sarcófago debajo de una estatua del dios egipcio Anubis, y guardado bajo una estricta vigilancia por los Medjai, descendientes de las guardias de palacio de Gabriel. Si Ladislao fuese alguna vez liberado, los poderes que lo hicieron inmortal le permitirían soltar una onda de destrucción y muerte sobre la Tierra.