N/A: Esto es algo que tenía que escribir porque no me dejaba tranquila (xD). Está un poco en retrospectiva pero si la loca de la azotea me da para más pues alcanzaré el anime. Y, bueno, me gusta la pareja, no puedo decir más.
Disclaimer: Free! no me pertenece, lloro todas las noches a causa de eso, como todas.
Uno de estos días
I
Cómodo
No estaba seguro de qué clase de imagen estaba dando a sus compañeros, pero nunca había sido una persona especialmente habladora. Como cualquier aficionado, había ciertos asuntos ante los que no podía contenerse y tal vez la vena se le inflara un poco a la altura de la garganta, pero de ahí a que el comedor entero le arrojase la servilleta cada vez que abría la boca, era llevar la broma demasiado lejos.
Los ojos de los chicos con los que convivía a diario se entornaban como si ya supiesen exactamente lo que iba a decir a continuación, haciéndolo sentir incómodo, aunque eso, ciertamente, tampoco iba a ayudar a que cambiasen las cosas.
Está bien, era posible que alguna que otra vez interviniera lo bastante como para poder asegurar que la entrega que el entrenador ponía hacia el bikini por sobre el bañador de las espectadoras no le hacía ninguna sombra, pero en absoluto era un conversador monotemático como tanto le echaban en cara.
—¡Vale, Nitori, nos ha quedado claro! —le interrumpió su mentor—. Sin duda el ángulo de salto de Matsuoka está por encima de la lógica, no quería abrir un debate con respecto a esto, sólo estaba relatando lo interesante que sería aplicar la física de esta revista en estos casos.
Había elevado la voz lo suficiente como para hacerle enrojecer en público, pero no creía que Mikoshiba estuviese enfadado.
—Hasta cualquiera diría que te gusta, hombre —añadió el entrenador con una sonrisa divertida, y no era la primera vez en lo que iba de semana—. Si le pusieses tanta pasión a tu entrenamiento como a tu afán por defender a ese chico, ya tendrías un lugar en nuestra lista de records.
El comentario no proliferó más allá de eso. El resto de la mesa estalló en carcajadas cuya razón olvidaron un instante después, y a algún estudiante recién llegado se le ocurrió hablar del nuevo programa de variedades que mencionaban en las últimas páginas.
Era estúpido e irracional, pero la insinuación que Mikoshiba había dejado flotar en el aire de forma inofensiva se alojó dentro de su cerebro.
¿Cómo se le había ocurrido tal cosa? Él estaba entregado al cien por cien con su entrenamiento, y desde luego, no tenía ningún gusto fuera de lo normal por Matsuoka, que, por si no se había fijado, sólo tenía de femenino el nombre por el que no permitía ser nombrado.
Puede que apreciara la tranquila convivencia del chico con el que compartía cuarto y que no se avergonzara de comentarlo, teniendo en cuenta el calvario que había sufrido con su antiguo compañero durante el año anterior, y que admirara sus progresos en el club de natación donde él jamás podría comparársele, pero a Aiichiro no le gustaba Matsuoka Rin de aquella forma.
A él le gustaba ver el atardecer desde el muelle cercano a la casa de sus padres, le gustaba hacer animales de mimbre en sus ratos libres y devolver los peces al mar luego de ser obligado a salir de pesca, inclusive le gustaba la hija pequeña de sus vecinos, y sobre todo, las galletas de pasas de su abuela. Pero, no, Matsuoka Rin no podía competir contra nada de aquello.
Nunca había pensado en realidad sobre el asunto, pero a su lado se sentía simplemente... cómodo.
Los puños de Aiichiro se tensan y se pegan contra su cuerpo. No puede comprender por qué deja que los comentarios irrelevantes de los demás le afecten tanto, y eso le hace sentirse aún más enojado.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
—¡Si a mí no me gusta el senpai para nada!
Grita ya, en el refugio de los dormitorios, y de un portazo innecesario cierra la puerta de su habitación para colocarse entre gruñidos delante de su escritorio. Apenas en un minuto se queda sin ideas sobre qué puede hacer. Vuelve a cambiar el orden de los libros de su repisa mientras espera impaciente que la nube de rencor que le ha ensombrecido el rostro desaparezca, y en tanto que eso sucede, escucha el chasquido de la puerta del baño.
Nitori se enrojece en el acto, o sus pensamientos le han dejado sordo o ya no era tan temprano, creía que había estado solo.
Sabe que es tarde para ocultar su frustración, a pesar del ruido de la ducha contra la placa, no espera que Rin no haya oído sus pequeños alaridos o los golpes contra la mesa, pero se comporta con naturalidad y el mayor sale sin apenas observarle, como si no fuera precisamente él la raíz de la cuestión.
La entremezcla del champú y el olor a cloro que parecen siempre acompañarle le infla los pulmones en cada nerviosa bocanada de aire, y aunque Nitori pretende mantener la compostura, no puede resistir la tentación de mirar un poco por encima del hombro y embelesarse con la sensualidad que rodea a ese individuo incluso con la ordinaria labor de ajustarse una camiseta vieja.
Alguna caja se cae del estante de su corazón, se abre y le explota junto a lo que encierra dentro, Aiichiro siente los vibrantes latidos de su interior en la punta de sus dedos y el chasquido de su lápiz roto le saca de la burbuja en la que se ha quedado enfrascado momentáneamente.
Vuelve la cara hacia el ordenador que descubre no tiene conectado y ve la mueca de su propio rostro enfurruñado en el reflejo negro de la pantalla, porque, sabe bien que su compañero se ha dado cuenta también de su nada discreta distracción. Desde allí observa además la lentitud con la que se aparta la toalla del pelo, se da media vuelta y se inclina un momento por encima de su cabeza a la par que apoya una mano en el respaldo de su asiento.
Si se da cuenta de lo que la escuela cuchichea a su espalda y de quién tiene la culpa, está acabado.
El calor sofocante se acumula en su rostro y una fría gota de agua cae de un cabello rojo hasta su cuello para perderse inmediatamente bajo su espalda. Se endereza, está rígido, es lo mismo que notar cómo le desliza un dedo. La falta de oxígeno empieza a hacerle sentir mareado y Niroti no sabe si aguantará sin colapsar por mucho tiempo. Lo peor de la situación ha pasado en cuanto Matsuoka encuentra por fin su manga deportivo favorito, y apenas cuando relaja sus hombros, Nitori percibe disparadas de nuevo todas sus alertas.
—Hey.
Da un respingo y su silla giratoria tuerce media vuelta con el brusco movimiento de su musculoso brazo. Le enfoca con ese rostro siempre tan serio y Nitori es consciente de que ha estado clínicamente muerto durante esos instantes.
—Se te ha caído esto.
Es un roce pasajero, un acercamiento nimio de sus dedos cuando Rin recoge el lápiz roto del suelo y lo coloca entre los temblores de sus manos. La palabras de agradecimiento se atoran en su garganta y una sonrisa maliciosa le es devuelta de esos labios que ha creído indiferentes.
Sin duda, Rin sabe el chiste que la gente cuenta sobre ellos.
No le tortura más a pesar de todo, la cama inferior cruje al recibir su peso, y aunque él se muere de ganas por salir corriendo, Aiichiro no puede huir de su vergüenza con un par de piernas que son de goma. Su presencia constante en torno a él drena sus energías, pero el potente choque eléctrico que le ha invadido con su tacto es un soplo de vida para el pequeño corazón que todavía nota disparatado.
Bueno, al menos, en cierta forma, al final él tenía razón; parece que a Aiichiro no le gusta Rin como ellos dicen, él está perdídamente enamorado.
