¡Hola! Si soy yo de nuevo… sé que soy un poco pesada pero… ¡qué le vamos a hacer! Jejejejejeje la mente que no se queda quieta…
Bueno… todos los personajes son de JK Rowling, la Warner y cualquiera que haya pagado los derechos (es que no me llegaba el dinero que si no…)
Espero que os guste este primer capítulo… es la primera vez que voy a escribir algo así… no sé si me habrá quedado bien… ¡espero que sí! Bueno… mejor me lo decís vosotros ¿vale?
Agur!
Estaba inquieto. Un par de singulares ojos le devolvían la mirada. Lentamente alargó sus manos que temblaban furiosas. Con mucho cuidado comenzó a delinear su frente. Palpaba cada pequeña arruga formada por la sorpresa, cada pequeño surco que aparecía. A menor velocidad de lo que él quisiera, la palma de su mano rozó por completo su tabique nasal. Descubrió que era recta y achatada. Levantó su dedo índice e hizo presión suavemente en su punta; las esquinas de sus labios se alzaron dando origen a una pequeña, y casi imperceptible, sonrisa. Su mano izquierda comenzó a descubrir una a una las numerosas pestañas que coronaban los ojos que, de alguna manera, destellaban. En menos de un segundo la derecha imitaba a su compañera. Despacio recorrió cada una de ellas; casi casi contándolas. Satisfechas con su exploración las yemas de cada uno de los dedos las relevaron. Casi sin tocar directamente la superficie palparon los pómulos descubriendo la suavidad de la piel. Por su cuenta, realizaron pequeños círculos empapándose de aquella nueva sensación; la de tocar piel ajena. Sin aumentar la presión llegaron a los labios, demorándose cruelmente en la zona. Descubrió que eran suaves, llenos… casi podría calificarlos como esponjosos. Sin pensar los delineó varias veces. Cuando ya se hartó de contemplarlos bajo las yemas siguió hasta su barbilla, uniendo su recorrido con las pequeñas mandíbulas. Volvió a enfocar aquel rostro. Descubrió su hermosura y palidez a la escasa luz que había en ese pequeño espacio. Tragó saliva con mucho esfuerzo antes de seguir con su recorrido. Ahora la palma de la mano derecha recorría suavemente el cuello alargado y delicado, mientras que la izquierda comenzaba a descubrir las clavículas. Después de explorar minuciosamente el cuello, las manos viajaron sin perder tiempo a los pequeños hombros. Asombrado de su fragilidad comenzó a masajearlos con delicadeza. Sin prisa dibujó mediante el tacto la forma de ambos brazos mediante un pequeño mimo. Ante su próxima acción todo su cuerpo tembló. Aspirando con fuerza intentó reunir todo el valor del que se sentía capaz en ese mismo momento. Soltando con lentitud el aliento retenido su mano derecha se alzó tímidamente llegando poco a poco a su destino. De aquella valiente avanzadilla únicamente su dedo índice quedó para dejar constancia del atrevimiento. Internamente se maldecía por llegar a ese extremo; no podía estar pensando en hacerlo. Sacudió lentamente la cabeza mientras su dedo llegaba a su destino… uno de sus pechos. Con suavidad delineó cada pequeña curva notando claramente su firmeza. Arriesgándose como jamás lo había hecho toda la palma se acercó temblando. Después de varios intentos y segundos perdidos abarcó su amplitud, acunándolo delicadamente. Al parecer su mano izquierda tuvo envidia ya que en menos de un suspiro ya estaba haciendo lo propio. Miró directamente aquellos ojos que ahora centelleaban con un brillo poco conocido en ellos. Al cabo de varios minutos de estar entretenido en esa zona, bajó con suma delicadeza perdiendo ambas manos en el vientre liso. Con sorpresa delineó el ombligo haciendo que de sus labios escapase una pequeña sonrisa. Sabía exactamente qué era lo que debía hacer a continuación. Era consciente pero no estaba seguro de querer hacerlo. Obviamente debía pero el valor poco a poco le iba abandonando. Sacando fuerzas de flaqueza las manos se posicionaron en los elásticos de la cintura del pijama. Cerró con fuerza los ojos mientras separaba aquella prenda de la piel. Bajó la cabeza y, después de contar mentalmente hasta tres, abrió los ojos. Ya no había dudas de ninguna clase, ya no eran necesarios más rezos, ya no había vuelta atrás… la respuesta estaba ahí. Era una chica. Era una chica. ¡Por Merlín y todos sus ancestros! ¡Era una chica!
Hola ¿hay alguien ahí? – una voz somnolienta le hizo despertar de su ensimismamiento - ¿Puedo entrar? – forcejeó con la puerta - ¡Maldita sea! Está cerrada… ¡necesito entrar urgentemente – No podía dejar que le descubriesen; tenía que huir de ahí como fuese… ¡la ventana! Se acercó y descubrió que le separaban del suelo varios metros – Voy a utilizar la magia… ¡ya no aguanto! – espera… ¡magia! Claro… levantó su varita y convocó su escoba - ¡se acabó! ¡alohomora! – al instante la puerta cedió mostrando un cuarto de baño totalmente vacío – Juraría que había alguien… - se quedó en medio de aquella habitación – serán imaginaciones mías… ¡ah! – se dirigió al baño corriendo.
No podía ser… ¡no podía ser cierto! ¿Cuándo había pasado esto? Si no había hecho nada… ¿Verdad? ¡Un momento! Tal vez… Ahora tenía que hablar con alguien que le pudiese ayudar. Se paró en uno de los pasillos escondiéndose tras una de las armaduras. Pensando llegó a la conclusión de que sólo había una persona a la que podía acudir… Dumbledore. Con ese pensamiento en la cabeza se dirigió a su despacho.
Ranas de chocolate – pronunció y su corazón dejó de latir por un instante. Esa voz… ¡no era la suya!
Cuando llegó a las puertas del despacho se apoyó en el marco para poder recuperar la respiración. El director se dio la vuelta extrañado. Le miró durante lo que parecieron siglos para al final esbozar una sonrisa intrigante.
¿Qué puedo hacer por usted señorita? – preguntó con amabilidad haciendo una seña para que se sentase frente a él.
No soy una señorita – se sentó ya que toda la habitación comenzaba a dar vueltas.
Muy bien – Dumbledore juntó las manos mientras alzaba las cejas - ¿qué ha pasado Harry?
¿Cómo sabe que soy yo? – preguntó realmente impresionado.
Llevas puesto el pijama y tu cicatriz no deja lugar a dudas… ¿qué ha ocurrido?
