Disclaimer: TMNT no me pertenecen ellos son propiedad de la autoría creativa de Kevin Eastman y Peter Laird. Los derechos sobre la obra de animación actual pertenecen a la cadena televisiva Nickeloodeon.
N/A: ¡EP! Ni siquiera pregunten. ESTO ES MAS EXPERIMENTAL QUE EXCEL SAGA…Noemi De Aldebaran, Iukarey, gracias por los ánimos. Como post-data salió de la nada (risa perversa)
El Secreto del Sensei
—Tienes que comer algo…
Allí estaba de nuevo. Arrodillado frente a un muro derrumbado en una de las alcantarillas mas desoladas de Nueva York, ni siquiera su familia sabía muy bien como llegar a esa ubicación. El agua viciada era una esencia casi inexistente. Ese alcantarillado había sido clausurado a principios de los años veinte.
—Por favor. Tu y yo sabemos cómo debe de alimentarse un ninja luego de una batalla, mas en tu condición…— ese maldito mutismo ya lo estaba comenzando a estresar de sobremanera. No sabía cómo toleraría eso por más tiempo. Dios ya habían pasado cuatro días.
La persona frente a él se limito a guardar silencio y arroparse con su miseria, entre las tinieblas que le rodeaban se podía apreciar perfectamente su depresión auto-infringida.
— ¿Crees que matándote de hambre arreglaras algo? — Mas silencio— ¿Esperas a que me vaya por más de tres horas para buscar algo con que suicidarte? No eres un rehén o reo. Ni mucho menos estas más en Japón y menos en el feudal…— Leonardo hablaba mas consigo mismo que con su impertinente interlocutor. Se sentó apoyando la espalda del lado bueno de la pared— Créeme tengo mucha paciencia— escucho un leve gruñido, eso le hizo soltar un par de risillas con dulce tono de malicia— Resoplar es buena señal.
Cuatro días. Si cuatro días desde que había sido atacado por lo que quedaba del Clan del Pie, Leonardo se perdió en sus recuerdos. No sabía qué rayos le pasaba por la cabeza.
Ese día, tan claro como el cristal. Y el que había pensado haber apreciado lo peor de Karai se sorprendió mucho cuando esta quiso usar con él una táctica terrorista.
Un hombre bomba. Eso si había sido una jugada por demás sucia y sumamente lejana a todos los principios del Bushido.
Quizá por eso el pobre chivo expiatorio se había acobardado. Quizá por eso ese pobre ninja que había sido una OBVIA opción apresurada se encontraba tan aterrado, no recordaba haber visto tanto horror en los ojos de nadie alguna vez.
El sujeto había dejado de ser un ninja, un asesino entrenado a sangre fría para pasar a ser un simple hombre. Uno que estaba siendo usado como sacrificio para que los restantes huyeran. Lo último que ambos vieron fue la sonrisa perlada y ladina de Karai medio ensangrentada mientras oprimía el accionador y se alejaba del edificio.
Leonardo no utilizaba lenguaje soez. Pero debía reconocer que había actuado como una maldita perra. Recuerda habérselo quizás gritado, quizás solo su mente lo grito. No hubo tiempo a reaccionar.
El sujeto gritaba con un pánico que le carcomía los pulmones con una fuerza aterradora, intento quitarse el chaleco con todas sus fuerzas. Había olvidado su misión. Pero: ¿Si quiera sabía en qué consistía la misión? Matarlo por supuesto. Pero exterminando su propia existencia en el intento.
Suplicas. Eso escucho, una súplica dirigida hacia él y a la vez no.
Cerró los ojos fuertemente mientras se masajeaba la frente. Aun podía oírla, concebida por una voz joven, masculina. Asustada.
NO QUIERO MORIR.
Esa fue su señal, se movió por inercia. Simplemente eso no estaba bien. Fueron solo segundos. Se aproximo al enemigo en esa decima de segundo que solo alguien de su calibre sabría aprovechar, se le abalanzo con las katanas desplegadas y corto estratégicamente el cable principal del chaleco. El cuerpo frente a él casi estaba siendo consumido por esa cegadora luz, justo en el momento en que lo tomo de la cintura sintió el fuego, una sensación de abrasión incomparable. Luego el ruido ensordecedor.
Y luego el sonido de las células de sus oídos, estaban muertas por el estallido y pitaban de manera enloquecedora, estaba sobre un cuerpo. El no había sufrido demasiado daño, daba gracias a que sabia como usar su velocidad y ese caparazón para algo, pero el humano del Pie no tuvo tanta suerte.
El edificio derrumbado, habían terminado cerca de su posición actual.
Lo recordaba estaba lloviendo. Y el agua arrastraba una inmensa cantidad de sangre. El sujeto tenía quemaduras de cuarto y tercer grado en al menos un 57% del cuerpo del costado izquierdo. Casi todas las costillas rotas, daba gracias a que ninguna perforo algún pulmón. Eso y una tremenda contusión en la cabeza.
Temió severamente que estuviera muerto, pero aun entre ese pecho chamuscado y con carne al vivo puro un débil pulso se apreciaba.
No estaba muerto.
Y su conciencia lo atormentaría por el resto de su vida si lo dejaba allí después de salvarle.
Sus hermanos no estaban enterados. Su padre no estaba enterado. Se supone que él estaba haciendo un viaje espiritual fuera del estado. Pero al intentar regresar a casa se encontró con esa sorpresita por parte de ese ODIOSO clan.
Su celular, gracias a Dios el segundo sobreviviente de esa noche, estaba a salvo. Solo tuvo que mandar varios mensajes diciendo que la estaba pasando de maravilla y que se tomaría un par de días más. Nunca supo cuando fue que aprendió a mentir tan bien.
Luego de que encontrara ese lugar y se ubicara en las afueras de Manhattan, empezó con la titánica tarea de intentar revivir al sujeto. Bendito seas Donatello y tus clases de primeros auxilios. Obviamente él fue el único que quiso tomar el curso avanzado. En si estaba a nivel de un paramédico, pero Donatello no dejaba de restregarle sus doctorados por internet a todos en la guarida.
Lo peor vino cuando milagrosamente dos días después el sujeto despertó. Lo primero que hizo fue ponerse en guardia. Leonardo intento advertirle pero termino descomponiendo la cara al ver al tipo tomándose de los costados gritando de dolor.
Se lo había advertido. El había reacomodado todos los huesos rotos y porque no. Se avergonzaba pero tuvo que robar unos analgésicos de potencia prescrita y sedante de una clínica en la sección de rehabilitación por quemaduras. No importando que dejara dinero en el lugar de los frascos para él era un robo.
Pero era por una buena causa ¿No? Tuvo que inducirle el desmayo varias veces al tipo para que dejara de intentar levantarse y ponerse en guardia. Era el único momento donde podía atenderle las quemaduras, cambiar los vendajes que llevo consigo si alguna emergencia surgía.
Aunque el tipo del Pie comprendía que debía dejar de moverse por su integridad y que esa tortuga humanoide que había tenido como enemiga por varios años no estaba torturándolo ni quería matarlo o sacarle información, que solo le estaba sorprendentemente ayudándolo. No colaboraba.
Se negaba a comer. Tenía ayunando cuatro días desde que despertó y a Leonardo se le acabaran los multivitaminicos vía inyectadora.
Y allí estaban, cada uno debatiéndose sus propios conflictos existenciales.
Uno no podía regresar a su clan. En términos ninja era un traidor, más que escoria por estar vivo cuando se le mando a una misión suicida y aun mas por que el enemigo le estuviera ayudando.
El otro estaba mortificándose, si bien su conciencia no estaría tranquila hasta ver que el tipo estuviera lo suficientemente sano para valerse solo y no seguir recolectando comida silvestre que tenía que comerse el al final del día porque, su paciente estaba en una ridícula huelga de hambre. Tenía que admitir que con salvarlo ya se sentía realizado. Quizás el sujeto fuera terco como mula y no le haya dirigido la palabra ni una sola vez en tanto tiempo, si quiera para soltarle un par de insultos se imagino cómo debería sentirse.
Un clan era una familia. Ellos literalmente se arrancaron un miembro para entretener al enemigo.
Leonardo volteo la cabeza un par de grados encontrándose con la misma visión deprimente, un hombre vendado con el traje negro hecho añicos y sus armas desaparecidas en combate. Sentado abrazando sus rodillas y observando el muro frente a él entre obnubilado y deseando asesinar a las paredes.
Vio claramente como le temblaba la mandíbula y las clavículas. Ay no.
— ¿Hace cuanto se acabo el efecto del sedante? — le objeto serio y con un tono de amenaza digno del líder ninja que era. El sujeto se estremeció ante ese repentino grito lleno de furia y una aparente ¿Preocupación? Apenas si rodo los ojos a otro lado— Maldita sea ¿Primero intentas matarte de hambre y ahora pretendes entrar en coma por el dolor de las quemaduras?
Esa tortuga era lista. Ya estaba logrando que le diera fiebre, luego de eso seguramente se desmayaría y su cerebro induciría un coma para evitar el acceso de dolor al menos por un tiempo breve. Solo lo suficiente para descompensarse y morir deshidratado.
Noto cuando el de antifaz azul se le aproximo. Este apenas tenía unas quemaduras leves y cortes de espadas. Esa expresión seria. Ese brillo impetuoso y maduro en su rostro. Esa aura sofocante que te subyugaba por completo. Lo dejaba tieso en ese estado.
Aunque a decir verdad nunca se detuvo a apreciar tales cualidades suyas. Mucho menos de sus hermanos.
El de rojo. Era temido en el Pie por ser prácticamente una máquina de guerra, podía con docenas de ellos y nunca tenia piedad. Le apodaron ojos blancos. Un tiburón podía tener más sensibilidad que él en el campo de batalla, esa mirada era aterradora.
El de anaranjado, era impredecible en su totalidad. Solo su carcajada era lo que oías al acercártele, su técnica y precisión eran tan buenas como las de un relámpago.
Aunque en el campo de batalla fuera ingenioso el de morado era frio. Frio y calculador un cerebro trabajando a su 100% siempre hackeando sus sistemas siempre volviendo a sus armas en su contra siempre estropeando el plan antes de ejecutarlo. Siempre en la sombra.
Pero el peor de todos para los sub-alternos del Pie era el de azul. Leonardo era el líder. El estratega. El autor intelectual de cada batalla y su fatalidad era legendaria. Siempre se lamentaban del pobre diablo que luchara contra el líder, por eso siempre su líder luchaba contra él.
Pero allí estaba. Colocándole una nueva inyección con tal de quitarle el dolor. Con una palangana de agua desinfectaba sus heridas, y no dejaba de mostrar un brillo preocupado.
Amable.
Nunca imagino que sería así de amable. Así de atento. Así de cuidadoso.
Era incluso relajante, nunca se habían tomado la molestia de atenderlo, ni siquiera cuando Shredder recogió de las calles a cientos de ellos. Cada quien cuidaba de sí mismo. Si te morías como un perro era tu problema. Solo velaban por ti si serbias para otra batalla.
Se sobresalto cuando se dio cuenta de que por primera vez estando despierto permitía que ese antropomorfo lo tocara sin recibir forcejeos como respuesta. Le tomo de la muñeca verde maldiciendo por lo bajo su accionar. Eso le dolió horriblemente.
Leonardo volvió a apreciarlo severo.
—No hagas movimientos bruscos, te lo he dicho con antelación.
El ninja frunció el ceño lo más que pudo. Simplemente quería morir. Morir y llevarse la vergüenza y el dolor a la tumba.
¿Por qué no le dejaba morir? ¿Por qué mostraba piedad?
Soltó la muñeca del contrario y apenas sintió como las vendas eran reemplazadas se alejo lo mas que pudo del de azul.
—Ya entendí, no tienes que alterarte— para su sorpresa este enemigo antropomorfo suyo sonreía—…Me alegra que no hubiese peros esta vez para cambiarte las vendas.
El ninja volvió a bufar.
—A eso llamo yo un avance. Simple. Pero puede mejorar.
Leonardo por fin se había quedado dormido en plena vigilancia de su paciente. El no hacía más que meditar profundamente para hacer descansar su cuerpo, pero con el cerebro siempre alerta. El ninja vio de soslayo a su acompañante este tenía sus armas bien sujetas a su caparazón.
Intento arrastrarse sin hacer ruido. El mínimo movimiento delataría su presencia y hablamos de un líder de un clan ninja después de todo. Sus sentidos estaban más desarrollados que los de cualquier ser vivo.
Vio su oportunidad de acercar una temblorosa mano enguantada a unos centímetros de la empuñadura de una de las katanas de Leonardo. Este respiraba acompasado y con ambos ojos cerrados. El ninja del Pie se quedo viendo esa expresión serena…tan pacifica y llena de una sabiduría impropia para su aparente edad. Le recordó fugazmente al primer Sensei que tuvo antes de plantarse huir a las calles y ser hallado luego por el Pie.
Su mirada se posiciono en las vallas silvestres y otros frutos que Leonardo traía a diario y su cerebro le recordó que tenía un órgano encargado de digerir comida. Su estomago lo traiciono y al parecer sus miembros igual pues debería tener entre las manos una de esas relucientes espadas…no un plato con una receta vegetariana. La cual estaba comiendo, se dio cuenta de eso cuando vio el plato improvisado completamente vacío.
Su máscara estaba levantada dejando al descubierto el cuello y su boca. Trago grueso y su nuez de Adam lo delato. Maldición, aun tenía hambre.
Un brazo salió de la nada entregándole otro plato. Esta vez con carne seca. Leonardo tenía la cabeza ladeada un ojo cerrado y una picara sonrisa de medio lado.
El ninja no supo en qué momento se despertó. Probablemente nunca estuvo dormido.
Pasaron otros días de mutismo absoluto por parte del más herido de los dos. Leonardo ya no se esforzaba por hacer platica, si en algo era bueno era adivinando cosas con una simple mirada.
Si le dolían las quemaduras ahí venia la tortuga con el maldito sedante.
Si tenía hambre su estomago se había sincronizado con el de azul y este al instante salía con algo preparado de la nada…y asombrosamente sabía muy bien.
Si necesitaba donde recostarse las mantas que se había llevado Leonardo en su viaje le eran cedidas para acomodar ese maltrecho cuerpo.
¡No podía sentir nada libremente sin que lo atraparan como a un mocoso! ¡Era como si esa tortuga fuera la niñera de alguien en su vida fuera de las batallas! Vamos después de todo. Todos tenían algo llamado vida sin tener que enfrentarse en esa guerra de clanes.
Y allí fue donde su curiosidad había tomado demasiado terreno. Se pregunto si no estaba agonizando ya. Preguntas como ¿En qué otras cosas serán bueno? ¿Tendrá una vida? ¿Acaso esa tortuga no sabía que estaba tratando a uno de sus peores enemigos jurados? ¿Por qué demonios era tan amable? ¿Cuándo lo dejaría solo…?
Solo…eso ya lo había hecho su anterior clan, y eso era lo más deprimente. Se sentía como lo que era, un simple perro abandonado.
—Sí, si Maestro Splinter el viaje se alargo. ¿Por qué? Este bueno encontré un manantial subterráneo…— dijo mirando la casi tundra en la que estaban enclaustrados…de hecho comenzaba a creer que era una catacumba— Si, si es un excelente lugar para practicar el Kuji-kiri por supuesto que lo traeré… ¿Qué Miguel Ángel qué? ¡Le dije que nada de salidas con Jones y Rafael! No, no dígale que se vaya olvidando de su GTA V, si confísqueselo. Dígale a Donatello que lo guarde en su laboratorio. Si hace berrinches usted sabe mejor que nadie como callarlo….jeje eso mismo pensé yo. Nos vemos en un par de días. Sayonara Oto-sama— dicho esto colgó el celular, su familia sabia que sin el tenían ciertos cambios en la guarida pero no por eso eran permanentes. Gruño un poco y fue cuando se dio cuenta de que el ninja había despertado y lo miraba entre desconcertado y chistoso.
¿Acababa de oír una conversación telefónica de una tortuga mutante experta en Ninjutsu? Y fue de lo mas hilarante juraba por todo lo sagrado que conocía que estaba hablando con su pareja…pero apenas menciono a su padre (quizás muy anciano para ciertas cosas) se dio cuenta inmediatamente que esa tortuga era efectivamente el líder. Aunque esa rata con yukata era su maestro y siempre dio gracias a que no termino ensartado con uno de esos famosos bastonazos.
Leonardo ruborizo un poco sus pómulos, luego sacudió la cara para quitarse esa impertinencia de encima.
—Siento que hayas tenido que escuchar eso— dijo sumiéndose de hombros.
El otro simplemente se limito a imitarlo y soltó un par de risas. Leonardo lo aprecio asombrado.
El ninja de Pie estaba riendo. Buen síntoma, aunque fuera riéndose de él y de una discusión telefónica. Ese muchacho se había dado cierta rebeldía del régimen militar del Clan del Pie donde mostrar emociones era un pecado capital. Pero el era uno de sus miembros más jóvenes ese ímpetu no lo abandonada del todo todavía, aun con las sesiones de entrenamiento y tortura que aplicaba Karai a los nuevos.
Leonardo era estupendo en su trabajo como enfermero. Sus quemaduras estaban cicatrizando a un ritmo acelerado. El de azul le aplicaba un ungüento especial para las quemaduras que el mismo había hecho, cortesía de su padre. Siempre le agradecía infinitamente que le enseñara todo lo que sabía.
Luego de una hora (pues tenía calculado el tiempo en cuando hallaría la salida el dichoso soldado desconocido para escapar) Leo se llevo una sorpresa.
Su paciente había decidió sentarse donde diera un poco mas de luz, y sorprendentemente se había quitado la máscara. El mayor de los Hamato no esperaba que ese muchacho fuera tan Joven. Probablemente tuviera unos diecinueve años, piel mulata y el cabello algo largo, castaño oscuro con facciones afiladas.
Apenas lo vio acercarse se sobresalto, parecía un niño esperando a su madre llegar. Obviamente no era de nacionalidad Japonesa, quizás uno de los chicos inmigrantes de Nueva York.
—Esto. Es una sorpresa— se acerco a el sereno no quería perder los avances que probablemente había logrado con él, solo le sonrió afable y le extendió el plato— Come.
Antes de que este tuviera tiempo a darle un plato colmado de la comida de siempre para su sorpresa y horror el muchacho con el rostro algo curtido y el cuerpo maltrecho se había tirado al suelo haciendo una inclinación y pegando la frente al suelo lo mas sumiso que pudo. Esto le abrió una herida a la altura de las secciones lumbares pero no le importaba el dolor.
—Por….por favor— Leonardo no podía creerlo. Estaba hablándole. Luego de más de una semana al fin lo escuchaba hablar— Leonardo-san…— trago duro y cerró los ojos y Leonardo deseo que se hubiera quedado callado— Por favor… ¡Le suplico que me haga su aprendiz! — si pudiera fusionar su frente con el concreto ya lo habría hecho.
Mientras Leonardo estaba estupefacto y con los ojos como dos perfectas dianas. ¿Había oído bien?
—Yo…le debo la vida— asevero en su sitio con la sangre tomando terreno en las vendas— Lo menos que puedo hacer es ser su sirviente. Si es una negativa lo que he de recibir. Le ruego me asista en un ritual Sepukku.
— ¡Wow! ¡Espera, espera! Para tu tren ¿RITUAL SEPUKKU? ¡Después de salvarte c-como se te ocurre que sería participe de un suicidio ritual! — Leonardo estaba histérico y algo indignado y también sorprendido ¿Alguien quería ser su aprendiz? Ciertamente él no le cortaría la cabeza a nadie con su katana. Pero tampoco sabía porque lo quería como maestro— ¿Para empezar por qué quieres ser mi aprendiz?
El muchacho vacilo un poco pero firmemente declaro:
—Leonardo-san, comprenda, es la única forma de mantener esta existencia rota y sin honor. La única forma de ser de utilidad es cambiando de clan. De lo contrario seré un simple estorbo— abrió los ojos con parsimonia— Me niego a volver al Clan del Pie, le dieron la espalda a nuestros mandamientos y soy considerado traidor por estar vivo. Si puedo serle de utilidad. Le ruego acepte ser mi Sensei.
Bien esas eran sus razones, aunque validas y algo extremistas Leonardo comenzó a pensar.
¿En qué lio se había metido?
¿Opiniones? ¿Continuara? Esperemos que sí.
