Disclaimer: Todo lo reconocible de Harry Potter es propiedad de J.K. Rowling
"Este fic participa en el reto "Olores de Amortentia" del foro Amor de Tercera Generación."
Porque me la he pasado toda la semana flojeando, porque he reprobado dos exámenes y siento que solo tengo ganas de dormir, os vengo con un Three-Shot para un reto de San Valentine. Aunque creo que mi cerebro ya se murió y mis ideas cada día van de mal en peor, pues aquí está.
^^ Ojala que os guste aunque sea un poco. No sé que más decir, les debo hasta la risa, pero mi musa se ha ido a hacer huelga a Kandrakar (? xD
La Amortentia de Scorpius
1.- Libro Nuevo
Cuando aquella mañana el rubio Malfoy se quejaba de tener que tomar pociones a primera hora y con el estomago vacío, algo curioso pasó. Al entrar al aula, el aroma que esperaba le provocara nauseas no llegó a su nariz. La mezcla de ingredientes asquerosos y vapores que olían peor que los calcetines de Albus después del entrenamiento, no estaban presente, en su lugar, un aroma algo familiar llegó a su respingona nariz.
—¿Que pasa, Scorp? —le preguntó su amigo, al ver aquel gesto como de sabueso que su amigo hacía, olfateando.
—¿Hueles eso? —contestó el hijo de Draco Malfoy, demostrando que en pociones había salido tan patoso como su madre, pues de haber sacado algo de su padre, seguramente hubiera notado antes que en el centro del salón había un enorme caldero cuyos vapores salían en forma de espiral.
—Es Amortentia —informó Rose Weasley a un lado de él, negando con la cabeza ligeramente.
—¿A que te huele, Scorp? —quiso saber el hijo de Potter, sonriendo de medio lado, curioso y cayendo en cuenta de la presencia de aquella posión.
—Huele diferente para cada persona —les dijo la pelirroja que pese a estar en Gryffindor, desde primer año se sentaba en la misma mesa que esos dos Slytherin, siendo uno de ellos su primo.
—Eso ya lo sé, Rose —se quejó el pelinegro, rodando los ojos—. Quiero saber que ésta oliendo nuestro querido Scorpius —aclaró, divertido y dándole unas palmaditas al rubio que para ese entonces se había quedado muy serio.
—¿Estás bien? —interrogó la Weasley, ignorando a su primo y mirando preocupada al chico a su lado.
—No entiendo porque me huele así —refunfuñó molesto, pues en un principio aquel aroma había sido extraño, si, pero ahora era todavía peor si ese olor era parte de su amortentia.
—¿A que te huele, hombre? —insistió el joven Potter, zarandeando un poco a su amigo, aprovechando que el profesor aun no aparecía y los demás alumnos también hacían su escándalo.
—Libro nuevo —murmuró con el ceño fruncido, intentando recordar, buscar algo en su memoria que le pudiera dar una señal.
—¿Qué? —dijeron al mismo tiempo los primos, amigos suyos y que al igual que Malfoy, no entendieron el porque de aquel olor. Más aun tomando en cuenta que algo que había heredado Scorpius de su padre era la apatía por leer, estudiar o derivados. Era más fácil conseguir que el profesor Longbottom pasara un año sin sufrir ningún accidente, a que el joven rubio entrara a la biblioteca.
—Si, ya sabe, ese aroma que se siente cuando entramos a Borgin y Burkes —explicó, aun intentando recordar alguna cosa buena que le hubiera pasado mientras percibía aquel aroma.
—Eso sería algo que debería de estar oliendo Rose —molestó Albus, riendo entre dientes al notar la mara mirada que su prima le dedicaba.
—Pues para tu información a mi no me huele a nada de eso —declaró, levantando la barbilla de forma orgullosa.
Scorpius rió un poco y Albus iba a decir otra cosa, pero el profesor apareció justo en ese momento. Lo primero que hizo el hombre fue pedirles que abrieran sus libros y cuando de manera desinteresada el rubio ubicaba la pagina que el profesor Blackwood indicaba, un vago recuerdo vino a su mente...
Tendría unos seis o siete años, su madre lo había llevado a Borgin y Burkes a comprar algo para estudiar. Los magos de sangre pura solían recibir educación previa a Hogwarts, bien o mal aprendían a leer y escribir y varias cosas más que eran básicas. Él odiaba todo aquello, si por él fuera se la hubiera pasado siempre volando en escoba, pero su madre insistía y sin importar cuanto berrinche hiciera, siempre terminaba ahí. Fue entonces que por primera vez la vio, pequeña, pecosa y pelirroja, una niña poco más pequeña que él, intentaba alcanzar un libro de una estantería.
El pequeño rubio volteó hacia los lados, su madre revisaba un catalogo y los otros adultos no parecían poner atención. Así que haciendo uso de los modales que le habían inculcado, se acercó.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó, estirando su mano para tomar fácilmente el libro que la niña no alcanzaba—. Aquí tienes —dijo entregándoselo y notando que se trataba de una recopilación de cuentos infantiles.
—Gracias —susurró la pequeña pelirroja abrazando el libro.
—¿Lo vas leer? —curioseó algo ingenuo. Desde su punto de vista los libros eran aburridos para los niños y niñas en general, pero aquella niña parecía feliz de por fin tener ese libro en sus manos.
—Si, me gustan mucho los cuentos —confesó ella, sonriente.
—¡Lily! ¿Donde estás? —se escuchó la voz de un hombre y la niña respingó.
—¡Ya voy! —respondió y rapidamente se puso de puntitas para darle un beso al pequeño Malfoy en la mejilla—. Muchas gracias. Adiós —se despidió antes de salir corriendo hacia donde se encontraba su padre y su hermano mayor.
Scorpius se quedó parpadeando con ingenuidad por un momento, luego una gran sonrisa se formó en su rostro casi de oreja a oreja. En su mente de niño, un beso significaba algo especial, pues él solo recibía besos de su madre, hasta donde podía recordar y mamá solo lo besaba a él y a papá. De hecho, mamá solía besar a su padre antes de que él se fuera a trabajar o cuando él hacia algo que ponía a mamá feliz, justo como esa pequeña llamada Lily acaba de hacer. Así que haciendo unas cuantas conexiones, terminó deduciendo que él y esa linda niña pelirroja podían ser como mamá y papá un día.
Aquella tarde, había terminado pidiéndole a su madre que le comprara un ejemplar de aquel libro que se había llevado la niña y por primera vez en su vida, se dio a la tarea de sentarse muy calmadito en la sala de su mansión y se dedicó a leer sin que lo obligaran. Con cada hoja que pasaba, un olor a libro nuevo llegaba a su naricita respingona, haciéndole recordar a la linda niña y el beso que ésta le había dado.
—Lily —susurró, sonriendo en la actualidad al por fin haber encontrado el motivo detrás de aquel olor que le había causado la amortentia.
¿Y qué tal? ¿Comentarios? ¿Criticas? ¿Insultos? ¿Galletas? ¿Veneno? ¿Crucios? ¿Avadas? ¿Algo?
Prefiero los insultos que la indiferencia D:
No, ya en serio, ojala que al menos les robara una sonrisa al terminar de leer.
¡Muchas su tiempo y nos seguimos leyendo pronto!
^^ ¡Besos!
