Capìtulo 1. Te he estado esperando.

Un leve y respetuoso toque en la puerta lo despertò de su sueño.

-¿Joven Romeo?- llamò una de las jòvenes mucamas que trabajaban para la familia Roth- Se està haciendo tarde-.

El joven gruñò por lo bajo irritado; como lo hacìa todos los dìas. Odiaba las mañanas, cuanto le gustarìa poder simplemente quedarse en su cama; meditando, pensando en la nada y en el todo. ¿Por què tenìa que dejar el calor y la seguridad de su habitaciòn?

No le importarìa hacerlo si tuviera una buena razòn para ella. Pero Romeo lo le veìa el punto a salir a escuchar a su padre maldecir a todos los ''incompetentes'' que trabajaban para èl y su compañía. No le veìa el punto a bajar las escaleras y enfrentarse al frìo hombre que usaba el poco tiempo que le dedicaba a su hijo para sermonearlo acerca de cómo debìa empezar a tomar interès por su empresa, la cuàl heredarìa.

Verlo de reojo al bajar las escaleras, sentado a la cabecera de la mesa; con un delicioso desayuno intacto frente a èl, sosteniendo una taza de cafè con una mano, y un periòdico con otra, el cuàl observaba con una atenciòn impresionante, como si buscara los errores para criticarlos. Al joven de 16 años le daban naùseas nada màs de verlo, era por eso que siempre buscaba la manera de salir ràpido de su casa sin llamar la atenciòn del estricto hombre.

-¿Joven Romeo?- Por favor, no insistas. Solo vete; pensaba èl. Sabìa, sin embargo, que tenìa que levantarse pronto. Si no lo hacìa, Cordelia tendrìa problemas. Y eso era lo ùltimo que el joven ojiazul querìa. Cordelia era muy buena, encantadora, protectiva y comprensiva; ella habìa trabajado con su familia desde que tenìa memoria, trabajo heredado por su madre quièn tambièn habìa servido a los Roth.

Romeo no recordaba una època en la que a la joven de ojos caramelo suave no saliera regañada por ser demasiado buena con èl. Como en aquella vez en la que a su madre le abìan descontado 10% de su salario porque Cordelia solìa colarse en la cocina y robar galletas para comèrselas juntos. Sonriò, dejando eso de lado, habìa sido muy divertido. Ambos escondidos en el clòset del cuarto del joven disfrutando de las delicias con chispas de chocolates.

Con el tiempo y la experiencia, la joven mucama se habìa vuelto de su vida, y una muy importante. Solo como solìa sentirse, Cordelia siempre estaba dispuesta a charlar un rato con ''el joven amo'', como tenìa que llamarlo en horas de trabajo; en el jardìn que ella cuidaba con tanto amor. Jardìn que Romeo odiaba con su corazòn.

No lo malinterpreten, no tenìa nada en contra de las flores, al contrario; solitario quizàs pero como el joven romàntico que era le encantaban las bellezas florales, y entre màs exòticas mejor. Solo habìa una que no podìa ver, aquella que le recordaba al hombre sentado en la cabecera de la mesa. La rosa. Las odiaba, su olor le provocaba nàuseas, y era la ùnica flor que tenìan plantada en el dichoso jardìn, de todos los colores y variedades posibles. Era horrible.

-¡Romeo!- exclamò con màs autoridad Cordelia, susurrando para que no la escucharan- Levàntate ya, flojonazo-.

Una pequeña risa escapò de sus labios. Era adorable como intentaba insultarlo para obligarlo a reaccionar; y lo era porque ella nunca decìa los insultos con intenciòn, no era capaz de hacerlo. De su hermosa boca solo salìan con sinceridad palabras amables; y esa era una de las cualidades que màs le agradaban a Romeo.

-¿Aùn no responde?-preguntò una joven voz masculina afuera de la puerta- Vaya, algunas cosas no cambian, ¿verdad Cornelia? Retìrate, yo me encargo desde aquì, muchas gracias-.

Un click resonò en la habitaciòn del joven Roth, quièn se cubriò la cabeza con las mantas que lo mantenìan tan còmodo. Pasos se escucharon a continuaciòn, y se fueron acercando hasta que se detuvieron muy cerca del lecho. Entonces, tomando a Romeo totalmente desprevenido, la sàbana desapareciò de entre sus manos, y el frìo lo golpeò en todo el cuerpo.

-¡¿Què rayos te ocurre?!- exclamò Romeo, sentàndose en la cama de un solo salto. Al abrir sus ojos se topò con la sonrisa socarrona de su mejor amigo de la infancia y compañero de escuela, Benvolio. A pesar de la clara burla, sus ojos verdes resplandecìan con amabilidad y paciencia. Dejò la sàbana a un lado de la cama, diciendo:

-Ya debemos irnos. Arrèglate, te espero afuera-dijo èl, sonriendo amablemente. El ojiazul suspirò, derrotado; mientras se pasaba una mano por el abundante y suave cabello negro que tenìa.

-Bien, solo no dejes que mi padre te vea ¿de acuerdo? SI lo hace, no podremos salir de aquì nunca- Benvolio se limitò a guiñarle un ojo y levantar uno de sus pulgares; despuès saliò sin decir màs del cuarto de su amigo.

Roth no tardò ni cinco minutos en estar listo. Completamente contrario a lo que su padre decìa, èl no solìa ponerle mucha atenciòn a su apariencia, o al menos no como deberìa. No usaba camisas de cientos de dolares o pantalones de marca como muchos de sus ''amigos'' hacìan. Todos los hijos de los socios de su padre solìan usar siempre sus mejores ropas, como si fueran parte de un permanente desfile de modas. A Romeo, con una camiseta sencilla y unos pantalones de mezclilla se sentìa còmodo y feliz. Bueno, limitèmoslo al còmodo.

Mojò sus manos unos cuantos segundos debajo de la llave del lavado en el baño de su cuarto; y despuès se pasò los dedos hùmedos por entre su cabello, desenredàndolo y arreglàndolo vagamente. Con el agua, su cabello despedìa unos reflejos azulados que, de acuerdo a Benvolio, a las chicas les encantaba. Cosa por la que no podìa tener menos interès.

Tomò su librito que llevaba un largo tiempo ya en su mesita de noche, saliò de su cuarto, se encontrò con el joven de cabello castaño miel y juntos salieron casi a escondidas de la mansiòn Roth. Una vez fuera de vista, ambos pudieron relajarse y empezaron a charlar; mientras caminaban hasta su cafè favorito: Neo Verona.

-¿Estàs seguro de que es una buena idea que salgas hoy?-preguntò Benvolio casualmente.

-Siempre es buena idea salir de mi casa- respondiò Romeo- ¿Por què preguntas?-.

-¿No se suponìa que hoy serìa un dìa al estilo ''lleva a tu hijo al trabajo'' con tu padre?-.

Era cierto, Leontes Roth le habìa recordado durante toda la semana, que ese dìa lo llevarìa a dar un vistazo màs de cerca a todas las tareas ejecutivas de las que tendrìa que hacerse cargo en un futuro. Desde el primer momento en que lo oyò, Romeo supo que debìa buscar un buen lugar para esconderse.

-Supongo que sì, tècnicamente. Pero ya tenìa planes-.

-¿De verdad?- preguntò falsamente atònito el castaño, para èl no era nada nuevo ver a su amigo escaparse de sus responsabilidades, al menos cuando a su padre se referìa- ¿Y se puede saber què actividades tienes hoy en tu apretada agenda?-.

-Tengo tarea pendiente-respondiò simple y honestamente el ojiazul- Debo terminar mi reporte de literatura-.

-¿No lo has terminado aùn?- lo regañò Benvolio- Lo encargaron hace dos semanas-.

-Lo sè, pero me tocò un autor difìcil ¿de acuerdo? Shakespeare es insufrible-.

-Shakespeare- el castaño riò suavemente- Vamos, el tipo no es tan mal escritor. ¿Què estàs leyendo?-Romeo levantò su libro frente a sus ojos, y Benvolio no pudo sino soltar un par de carcajadas al tìtulo- ¿Romeo y Julieta? ¿De verdad? Te gusta que se burlen de ti, ¿no es asì?-.

-Pensè que podrìa ser mi broma personal- respondiò irònicamente el ojiazul- Pero fue un grave error. Detesto esta obra-.

-No sabìa que odiabas el romance-.

-No es el romance, Benvolio- le explicò Romeo- Es la tragedia. Eso es lo que me disgusta. Tengo que dar una crìtica objetiva de la obra y de su contexto històrico; pero no puedo dejar de pensar en lo mucho que me molesta como terminò. ¿Los dos estàn muertos? ¡Y por una tonterìa! Se vieron el uno a otro muertos y decidieron suicidarse. Se dieron por vencidos. ¿No habìa otra manera de resolver todos esos conflictos?-.

-Tal vez, pero no serìa interesante si tuviera un final feliz-contestò simplemente el ojiverde, mientras entraban al cafè.

-Perdòname si difiero- murmurò Romeo entre dientes. Una vez cruzaron la puerta, ambos suspiraron. El lugar estaba abarrotado. Todas las mesas estaban compartidos, algunas con incluso 3 parejas distintas juntas, cada una en sus propios asuntos. Tardarìan un buen rato para encontrar un asiento libre; y era poco probable que encontraran un par de lugares juntos-Genial-.

-Te aclaro que te culpo a tì- cuando el pelinegro se volviò còmicamente indignado hacia Benvolio este agregò- Si te hubieras levantado màs temprano, esto no hubiera ocurrido- Entonces ambos avistaron como una pareja se levantaba de una mesa doble que estaba al fondo del cafè- ¡Corre!-.

Una vez sentados y tranquilos, pudieron ordenar sus respectivos desayunos, y relajarse mientras esperaban.

Romeo escrutiñò con la vista su libro de bolsillo, mientra su compañero dejaba vagar su mirada por el lugar. A pesar de estar siempre lleno, era un lugar extrañamente tranquilo y càlido. Para el joven era su lugar preferido para pensar, o para esconderse; segùn fuero el caso. Con lentitud girò su dedo pulgar sobre la portada de la copia de la obra que habìa sacado prestada de la biblioteca. Tenìa como dibujo una espada manchada de sangre y un par de rosas; una normal y una deforme y ambas parecìan sangrar.

¿Què podìa decir acerca de la obra? Era horrible, solo un amargo recordatorio de lo injusta que es la vida. ¿Què podìa decir del contexto històrico de la obra? Que el desdichado Romeo y la pobre Julieta habìan escogido una mala època para conocerse y enamorarse. Al ojiazul le hubiera encantado que ellos hubieran escapado a algùn lugar lejos de sus familias; donde pudieran ser felices, donde pudieran ser ellos mismos sin el peso de sus apellidos.

Odiaba con todo su corazòn el hecho de que todo su amor se hubiese venido a abajo solo porque sus familias eran enemigas. ¿Eran de verdad todos tan egoìstas? ¿No pudieron nunca darse cuenta que el amor que se tenìan era mucho màs importante que cualquier pelea que pudieran tener? ¿Eran tan orgullosos que no pudieron dejar aun lado sus diferencias por sus hijos? Era cierto que al final lo habìan hecho, ¿pero a què costo? ¿Estarìan ellos de verdad felices ahora que estaba reconciliados? Romeo esperaba que no, no se lo merecìan; èl detestaba la manera en que no se preocupaban en preguntarle a sus hijos què era lo que ellos querìan.

Sacudiò la cabeza tratando de sacarse todos esos ridìculos pensamientos de la mente. ¿Què sentido tenìa preocuparse por las injusticias de una historia ficticia? Quizàs estaba un poco sensible, despuès de todo el llevar el peso de un apellido no era un tema desconocido para Romeo. Ademàs, asì era en esa època; los matrimonios se arreglaban, los desdichados padres casaban de manera obligatoria a sus hijos solo para hacerlos infelices tambièn (al menos en su opiniòn).Decidiò dejar de pensar en tonterìas y ponerse a escribir su reporte, eso serìa màs productivo.

Pocos minutos despuès, llegò su capuchino junto con su panecillo de moras; le diò un gran sorbo a su bebida caliente. Sacò de su bolsillo un par de hojas de papel dobladas y una pluma que habìa traìdo consigo y comenzò a escribir, lo màs objetiva y claramente que pudo. Parecìa que estaba encontrando finalmente la inspiraciòn; cuando su amigo llamò por su atenciòn, sacàndolo de sus pensamientos y arruinando su concentraciòn, desorganizando su plan mental del trabajo.

-Romeo, mira- exclamò Benvolio.

El aludido levantò la vista y la dirigiò hacia donde veìa su compañero. Recièn habìa llegado al cafè, una hermosa chica pelirroja con ojos cafè suave. Sonreìa discretamente, y paseaba la mirada por los alrededores. Traìa un precioso vestido rosa palo que le rozaba las rodillas, junto con unas zapatillas de piso de color rojo pàlido. Empezò a hacer su pedido, que al parecer era para llevar pues la cajera le preguntò su nombre para llamarla cuando se lo entregara:

-Julieta- respodiò ella sencillamente, con una sonrisa càlida.

Benvolio tuvo que taparse la boca con una mano, aguantando la risa ante la perfectamente ejecutada ironìa. Sin embargo, Romeo no le encontrò gracia alguna. Confundido, siguiò observando a la chica, sin que èsta pareciera notarlo. Tenìa la sensaciòn….de que ya se habìan visto antes.

En un sueño. En una pesadilla. En otro universo. En otra vida.

Su nombre siguiò resonando melòdicamente en su cabeza.

Julieta.