Resident evil no me pertenece.

N/A: Un nuevo multichapter… como si no tuviera mil fics por actualizar. Nótese el sarcasmo. Post RE6. Jake/Sherry (¿Quién se les resiste?). Gracias por leer.

Finales de Septiembre, 2013.

Se desplazó precipitadamente contra la pared, la ancha espalda fija a la tapicería desgastada. Los largos dedos enguantados se acoplaron contra el gélido mango de su arma, cómo si tan sólo fuese un miembro más de su cuerpo. Estaba acostumbrado después de todo, al peso de su confiable pistola. Jake permaneció en un silencio, casi sin respirar, aguardando a que su enemigo se aproximara tan sólo un poco más para hacer un ataque silencioso.

Su recompensa constaba de una cuantiosa suma de euros por cada milla cuadrada que limpiase de B.O.W.s. Y aun así, Jake tan sólo era un mercenario más del montón que se esparcían por el área, todos pagados en el anonimato por alguna organización neutral del Medio Oriente. En esos momentos, su localización se encontraba en Turquía.

A consideración de Jake, el país, o lo que restaba de él, se encontraba en un estado más allá de lo deplorable. Podría inclusive decir que le costaría bastante tiempo al gobierno limpiar el vasto territorio. Y mucho, mucho dinero.

Posteriormente a lo acontecido en Edonia y China, el virus C había consumido cada pulgada de la Tierra. Eran escasas las zonas de seguridad que actualmente se distribuían alrededor del mundo (no era que se ocupara mucho espacio, después de todo la población había decrecido considerablemente como consecuencia del "apocalipsis"), todos estos lugares "limpios", habían sido despejados por mercenarios insignificantes, financiados por diversas organizaciones del planeta, algunas provenientes de los sedimentos de los sistemas políticos mundiales, otras simplemente buscando algún fin altruista.

Jake se sentía de todas las formas existentes menos mal. Después de todo, había hecho lo que había podido a su debido tiempo. Había entregado sin remedio, su sangre para posteriores estudios sobre la supuesta vacuna que les proporcionaría el antídoto del virus, y no había aceptado ningún estímulo a cambio (literalmente, ya que nunca recibió su pequeña paga de cincuenta dólares). Y ahora que el gobierno mundial tenía la vacuna lista para revertir el problema, él seguía trabajando anónimamente, limpiando zonas infectadas con J' avos. A veces le pagaban por ello, a veces no. A veces la paga era cuantiosa, y hasta bonificación extra por cada B.O.W. que exterminase, sin embargo en otras ocasiones lo único que podía recibir a cambio era un modesto agradecimiento.

De todas formas, ¿qué tanto significado podía tener el dinero ahora que no valía nada?

Aunque le costase admitirlo, el vacío que sentía por dentro era ligeramente menguado tras recibir la gratitud de las personas a las que salvaba.

Un paso, dos pasos. Al tercer paso Jake avanzó velozmente hacia el J'avo que en ese mero instante cruzaba la puerta, entrando a la habitación donde aguardaba. En cuánto el enemigo pudo darse cuenta de lo que acontecía y alzaba su arma contra él, Jake ya se había posicionado atrás de él, con un robusto brazo rodeándole el cuello, listo para rompérselo.

Sólo se escuchó el sonido seco del hueso al resquebrajarse en el silencio que inundaba aquel pasillo.

Jake dejó el cuerpo se desvaneciera en un montón de cenizas, que se esparcieron en el sucio suelo, y permitió que sus pensamientos le abordasen de nuevo antes que tener que proseguir con su misión.

No solía entremezclar su vida personal (si es que tenía alguna), con su trabajo, y sin embargo, le era imposible el dejar de pensar en lo que había sucedido durante el transcurso del año. Había ganado tanto, y al mismo tiempo, lo había perdido tan fácil.

No era sencillo olvidar lo fácil que pareció para ella decirle adiós.

Forzados a tomar caminos separados, ella no opuso resistencia alguna. Jake no sabía si considerarlo como resignación o falta de interés, así que las palabras que quiso decirle, en cuanto el avión privado de la DSO arribó por ella, permanecieron guardadas en su garganta, como un secreto más con el que tendría que atormentarse a sí mismo. Él le regaló un breve asentimiento con la cabeza, y ella le respondió con una ligera sonrisa. Sin embargo, aquel gesto se le antojó amargo. Como si Sherry Birkin no quisiera darle el adiós, no por ahora.

Tal vez, él se dignaba a pensar demasiado las cosas y ella en realidad, solamente le había utilizado para obtener su sangre.

Aunque sólo pensarlo era ridículo. La idea en sí era sumamente absurda, pues ella era la persona menos interesada que tenía el placer de conocer. Pero, no pudo evitar que la duda le golpeara en la cabeza. Después de todo, en su vida todos le habían traicionado. Todos.

Todos le habían dado la espalda en algún momento de su vida.

En realidad nunca lo sabría.

Llevaba casi tres meses en Medio Oriente, y en lo único que era capaz de pensar era en ella, en lo mucho que la echaba de menos. Consideraba sus nuevos trabajos distracciones que desviaban su mente. Permitir que la adrenalina le tomara el cuerpo al desenfundar su arma y romper cuellos eran, a esa altura, lo suficientemente abrumadores como para no recaer tanto en los recuerdos.

Y se había tenido que forzar a dejarla atrás, con la incertidumbre consumiéndole lo que le restaba de la razón, mientras sólo vagaba por lo que restaba de Europa y Asia, en su vieja motocicleta.

Se había sorprendido extrañando su presencia. Su toque impulsivo. Inclusive su voz.

Tal vez por eso se enfrascaba tanto en su "trabajo". Porque en cada persona que salvaba, sentía que le estaba devolviendo el favor a Sherry, por salvarle a él. Era absurdo el pensar que si socorría a suficientes personas se sentiría en paz consigo mismo y podría olvidarla. Dejarla atrás y continuar con su vida.

No obstante, conforme más pasaban los días más se sorprendía pensando en ella. Y ya estaba harto.

Era cansino. Era enfermo. No era normal, que pensara tanto en una persona.

Tal vez por eso era que se había resuelto en ir a visitar América. La decisión estaba tomada, pero el viaje no estaba planeado. Podía en cualquier momento, pero no quería. Algo se lo impedía. Tal vez la duda que se aglomeraba en su cabeza, y la cobardía que consumía su cuerpo.

No era sencillo para él aceptar lo mucho que le tomaba importancia. Hacía mucho tiempo que no le interesaba alguien de esa manera. Después de todo, en toda su vida, la única persona por la que sinceramente se había preocupado había sido su madre. Pero ahora había alguien más que ocupaba sus pensamientos, y la certeza de esta declaración resultaba abrumadora.

Diciembre 2014.

Para Jake era curioso el pensar que tan sólo dos años atrás había sido ella, quien le había encontrado a él. Pero, ahora todo era sumamente distinto. Era él, quien la había encontrado ahora.

Era víspera de navidad en Nueva York; el invierno se encontraba en uno de sus puntos más crudos del año. Las calles yacían cubiertas por mantos inescrutables de nieve a tal punto que para ser posible caminar, Jake debía desenterrar sus botas del suelo a cada paso. Por supuesto que había estado en climas inclusive más extremistas, pero una parte de él, simplemente temía llegar a su destino demasiado pronto.

La ciudad se alzaba imponente, edificios altos, rascacielos que simulaban no tener fin. Gente. Mucha gente. No tanta como antes, eso estaba más que claro, sin embargo, era una cantidad considerable si se le comparaba con otros sitios que él había visitado con anterioridad. En su camino, tras toparse con un par de niños jugando impacientes en la nieve, no pudo evitar incomodarse. Lucía demasiado normal. Casi como si no hubiera sucedido nada. Como si el apocalipsis hubiese sido irreal. Inexistente.

No es como si Jake hubiese estado ahí antes. Pero esa era la sensación que Nueva York le daba. Era tan reconfortante, que resultaba incómodo.

Se detuvo en seco, ambos pies clavados frente a la entrada del edificio, sede de la BSAA en la ciudad. No podía creer que en realidad estuviera ahí, buscándola, cuando probablemente ella ya lo hubiera dejado atrás. Por más que quisiera arrepentirse, no había vuelta atrás. Iría a verla.

La entrada principal consistía de una puerta doble de cristal. Los muros estaban revestidos de enormes ventanales de vidrio, que permitían una vista de la recepción desde el exterior. Era una construcción alta, de múltiples pisos, que abarcaba una manzana entera. Jake entró con quietud, luciendo casual. Como una persona común y corriente.

Una vez adentró agradeció que casi nadie notara su presencia. Sólo recibió un par de ojeadas de curiosidad que se apartaron de su dirección tan pronto como él les devolvió la mirada con sus frívolos ojos azules. Avanzó hacia lo que parecía ser una recepción común y le habló a la mujer atrás del mostrador.

—La oficina de la agente Sherry Birkin— exigió tratando de no sonar altanero, sin embargo, la "recepcionista", que yacía absorta tecleando sobre la computadora que se ocultaba tras el mostrador, se dignó a alzar la mirada, demostrándole su desaprobación ante sus escasos modales .

Cruzó los brazos sobre su pecho, luciendo despreocupado, mientras esperaba que ella finalmente le brindara una respuesta.

—Nombre—respondió ella en ese sosegado tono monótono, característico de quién tiene que contestar un teléfono durante muchas horas diciendo lo mismo una y otra vez, también le clavó la mirada con fijeza, esta vez con desconfianza ante lo cual, Jake ni se inmutó.

—Jake Muller.

Él era perfectamente consciente de lo que ella encontraría en cuanto buscara su nombre en ese ordenador. Sabía el efecto de su otro nombre, y los ciertos beneficios que le conllevaban.

Pero también, conocía a la perfección lo que era que otros supieran quién era, y lo que esto le traía. El miedo. La irracionalidad. La negación. Él era la prueba viviente de lo increíble. De lo imposible. De lo irónica que puede llegar a veces a ser la vida. Ese era el pequeño vínculo de su pasado que sólo ciertas organizaciones del gobierno y sus allegados tenían el privilegio de conocer. Ese secreto que tenía que guardar, más por seguridad propia que por cualquier otro motivo.

Jake Wesker.

El hijo de quien había intentado destruir el mundo como se conoce. El hijo de, quizás, la mente más malévola de la historia. Y sin embargo, aun siendo el hijo del mal, él había salvado el mundo. O lo que quedaba de él.

Así que en cuanto notó la forma en que su mirada se ensombrecía al ver la pantalla tras un par de segundos de teclear, supo que ella ahora también lo sabía.

Por supuesto que lo sabía.

Jake se sorprendió un poco, cuestionándose a sí mismo si no era insensato que una simple recepcionista supiera sobre su verdadera identidad. Pero desechó toda preocupación. Ella trabajaba para la BSAA, tenía que guardar el secreto.

— Oficina veinticinco, planta seis… ¿Quiere que le informe a la agente Birkin sobre su visita? —inquirió la recepcionista, tratando de sonar casual, pero su voz le traicionó, haciéndole titubear casi imperceptiblemente al principio.

Sí, usualmente ese era el efecto de su otro apellido.

Jake podía jurar que casi podía tocar su miedo vibrando desde el otro lado del mostrador de madera. Casi podía observar sus piernas vacilar ante el recelo.

—No, gracias. Vengo de sorpresa.

Mientras se alejaba de ahí, para ir al ascensor más cercano, Jake aún podía sentir como los ojos curiosos de la recepcionista se clavaban sobre su espalda.

El viaje en el elevador fue más breve de lo que Jake hubiera querido, y cuando menos lo esperó, ya estaba tocando con sus nudillos la puerta de caoba su oficina.

—Adelante.

Jake se petrificó tras la puerta al escuchar su voz invitándole a pasar. Recargó su frente contra la frívola madera, deleitándose del tono de su voz, tan dulce, tan naturalmente afable. Tan confiada. Como si le estuviera dando la invitación a algún amigo cercano. Después de tantos años, escucharla, tenerla tan cerca, percibir su presencia, su aura de tranquilidad, fue como soltar un suspiro de alivio. Como si encontrara una parte de él que hubiese estado perdida. Antes de entrar, Jake comenzó a cuestionarse cuál sería su reacción al verle. ¿Le aceptaría de inmediato?, ¿o vería duda en sus ojos?

Sintió su mano apretarse contra el picaporte dorado, dándole vuelta. La puerta cedió. Prosiguió a entrar, con la mirada fija al frente.

— ¿Jake?

Ella yacía tan sorprendida como él. Un par de pupilas oscuras, contraídas en asombro, clavándose sobre sus ojos con firmeza. Él le devolvió el contacto visual, incapaz de hacer algo más que permanecer de pie frente a ella. Estaba estático.

Sherry se puso de pie, alejándose de su limpio escritorio, y mientras acortaba la distancia entre él y ella. A Jake se le figuró que el tiempo pasó muy lento cuando ella le envolvió la espalda con sus delgados brazos mientras ocultaba la cara en su pecho, algo avergonzada. Él le regresó el gesto, acariciando con una mano su corto cabello rubio, y con la otra posicionándose en la parte más estrecha de su cintura con fuerza.

—Nadie me dijo que vendrías—admitió ella en un susurro, sin soltarlo.

A Jake no le molestó en absoluto que ella no pareciera querer romper el contacto. Se limitó a permanecer en silencio, tras asentir con la cabeza. Era una respuesta estúpida, ya que ella no la vería. Sin embargo no había pensado en eso. No podía pensar en nada que no fuera lo mucho había extrañado la calidez de su pequeño cuerpo.

Parecía tan irreal.

Después de más de un año buscándola y finalmente ahí estaba junto a ella, incapaz de dejarla ir. La pregunta ahí era, ¿por cuánto tiempo?

¿Cuánto tiempo antes de que tuviera que marcharse?

Y al mismo tiempo era cómo si Sherry hubiese pensado lo mismo. Como si la idea de tener que despedirse de él, una vez más, fuese más dolorosa de lo que quisiese imaginar. No podría soportarlo.

—Te eché de menos—musitó, alzando su rostro hacia arriba para mirarle el rostro. Como si se quisiera cerciorar de que de verdad él estuviera ahí.

—Yo también, súperchica.

Ella sonrió ante el apodo, y complacida por la reciprocidad de sus palabras. Finalmente tuvo el autocontrol necesario como para soltarlo. Apenada por su efusiva bienvenida, era incapaz de mirarlo a los ojos, así que mantuvo la mirada agachada. La frente contra su pecho.

En ese preciso instante la situación no daba para más. Al borde de que la ausencia de diálogo se convirtiera en un silencio incómodo, Jake no se dignó a pensar en sus acciones y en un arrebato de impulsividad, tomándola de su rostro le besó.

Al principio ella no le correspondió, pero él lo atribuyó a la sorpresa. Tras unos escasos segundos de presionar su boca, contra la de ella, que era tan cálida, ella finalmente comenzó a seguirle el ritmo. Sus labios se movieron entre los suyos como seda, deslizándose con suavidad al inicio, pero conforme más se intensificaba el beso, se volvió un frenético ritmo. Las manos femeninas volvieron a dónde se habían encontrado momentos antes, su ancha espalda. Sus dedos comenzaron a apretar con fuerza la espalda de su camiseta de manga larga, tironeando de la tela negra.

Todo aconteció con una velocidad abrumadora. De pronto, Jake la apresaba contra su escritorio y ella sin oponer resistencia alguna, se limitó a soltar un suspiro. Su aliento dulce golpeteó contra la boca de Jake, y este le regaló un gruñido en respuesta, dándole a conocer lo mucho que le había extrañado. Lo mucho que la necesitaba.

Antes de romper el beso, Jake capturó su labio inferior entre sus dientes y jaló de este de forma juguetona. Ahora Sherry si tenía razones para sentirse avergonzada.

Cuando se separaron ella tenía las mejillas ruborizadas, y los labios hinchados y rojizos, entreabiertos ante el asombro. Jake por su parte, tampoco podía creer que lo había hecho, pero no se arrepentía. Sabía que había hecho lo correcto.

Esa noche terminaron yendo a un bar local. Bebieron whisky y se pusieron al tanto de lo que había pasado en el transcurso de los últimos dos años. Ella había decidido desligarse del gobierno y por ello había abandonado la DSO. Había decidido cambiar de "aires" y ahora trabajaba como líder en diversas misiones de limpieza bajo la autorización de la BSAA Él le contó entonces, sus hazañas en Medio Oriente. Ella escuchó con paciencia, con los ojos azules muy abiertos fijos en las oscuras pupilas de él.

El alcohol hacia que Sherry se sintiera ligera y le provocaba una falsa sensación de que en su sistema no había cabida para el miedo, así que cuando él la dejó ante la puerta de su departamento, ella balbuceó algo ininteligible. Jake no entendió muy bien a la primera y le regaló una media sonrisa. Luego ella volvió a hablar. Lo invitaba a pasar. Sus intenciones eran sumamente claras a esas alturas.

Jake estuvo a punto de rehusarse, ya que ella no se encontraba en todos sus sentidos. Sin embargo, en el momento en que estaba a punto de darse la media vuelta y marcharse, escuchó un leve: "por favor", que le remontó a la lejana época en que habían escapado de aquel complejo de Neo-Umbrella en China.

En aquel entonces no la había visto en un largo tiempo. No tanto como en esta ocasión. Pero haber escuchado su voz, tras seis meses de vivir en la soledad de su celda blanca, una sensación casi líquida, de tranquilidad que se expandió por su pecho, pero lo que no se esperaba era lo que vería tras girarse para observarla.

Definitivamente no habían sido capaces de elegir un atuendo más revelador porque entonces Sherry habría estado desnuda. Sólo habían sido unos segundos en los que la había observado, pero habían sido más que suficientes.

Jake había carraspeado y desviado la mirada al mismo tiempo, dándole a entender su estado de casi desnudez. La observó precipitarse hasta uno de los armarios grises, apartándose de su campo visual.

Jake no había tenido idea de la clase de cuerpo que ella ocultaba bajo ese holgado abrigo. Ya una vez, mientras se cambiaban de ropa, él la contempló de reojo mientras se desvestía. Deleitándose ante el susurro de la pequeña prenda blanca deslizándose por su piel hasta tocar el piso. Jake la observó, deleitándose ante la vista de su piel desnuda, imaginando como sería posar sus manos sobre ese delicado cuerpo.

El rostro de Sherry siempre había aparentado una edad más joven de la que realmente tenia, pero su cuerpo era realmente el de una mujer. Estrecha cintura, una espalda lisa (también le desconcertó no encontrar ninguna cicatriz surcando su piel tras el accidente que habían sufrido en el avión, pero esto no fue difícil de ignorar), pero al final se detuvo unos instantes en sus piernas bien formadas, largas y curvilíneas.

El recuerdo fue lo suficientemente intenso como para que cambiara de parecer y volviera hacia Sherry que lo recibió precipitándose contra su boca, besándolo con fiereza.

Sin embargo esa noche Jake no llegó muy lejos.

Primero, no se permitiría tomar provecho de Sherry en estado de embriaguez. Segundo, cuando él comenzó a besarle el cuello, ella se rió entretenida antes de caer dormida bajo su cuerpo.