EL Ganso y el gorrión
capítulo uno: el elegante paso de ganso.
En los pequeños pueblos el tiempo parece avanzar de otra manera, encuentras amas de casa lavando cerca de un curso de agua, frotando las manchas de la ropa con sus manos maltratadas, esperando a que su esposo llegara de trabajar, y sus niños terminasen de leer. La actividad concluía al esconderse el sol, y se reanudaba cuando aun estaba obscuro, muchos poetas y pintores ya habían retratado esta vida sencilla y simple, sumando que si hablábamos de las afueras de Alemania la postal recibía un perfume extra.
Era de esas pequeñas villas donde los vecinos se conocían y hablaban en la única calle empedrada, junto a la pequeña plaza. El pueblo estaba alborotado y enérgico, una delegación del Fürer venia a visitarlos y es que para el bien de Alemania, no existía nada mejor que el bien de los alemanes
La comitiva parecía muy grande,para un sitio tan pequeño, los mas astutos ya sabían que no solo venían de "visita" y es que seguro estaban en plena cacería. La llegada fue al amparo de la noche, sin embargo las piedras del camino delataban la presencia de los coches. Al alba ya estaban mas que instalados, como si siempre hubiesen pertenecido a aquel pequeño pueblo.
La calle principal era la única empedredada,y era cede del mercado, la dependencia policial, y un restaurante de poca monta, el cual tenía sus cuatro mesas atiborradas de soldados aburridos. En una de esas mesas uno de ellos estaba casi dormido mientras escuchaba a sus amigos hablar de sus novias.
-Reiner! hombre! no te duermas!- se quejó el narrador de turno-
-está celoso de que no tiene novia!- dijo otro con burla.
-este pueblo es tan pequeño no creo que necesiten tantos de nosotros para limpiarlo.- razonó sin levantar la cabeza.
-Reiner está enojado porque aun no tenemos la orden de poner esos cerdos en el camión- dijo otro y todos le dieron la razón.
-este, es mi cumpleaños- dijo el rubio- y me habían prometido dejármelo libre en Berlín, ¿no es ese motivo suficiente para estar desanimado?- preguntó el rubio finalmente dando un suspiro de cansancio-
-¿no quieres lustrar mis botas judío?!- los soldados dejaron su charla inconclusa al ver a uno de sus colegas gritándole a un lustrabotas que estaba de pie, el sujeto tenía una chaqueta larga y negra, con una estrella amarilla cosida.- ayudo a mi país a que este sea un buen lugar, lo mínimo que puedes hacer es lustrarme los zapatos.- hubo un empujón del alemán hacia el otro hombre. Reiner se puso de pie de un salto, sus compañeros le imitaron y se acercaron a donde estaba el problema.
-no es necesario, ya están limpios, señor- dijo con sinceridad, casi sin inmutarse tras el empujón, después de todo,no le convenía quejarse.
-Es de los contestones!- añadió uno de los hombres que había estado en el restaurante, que agarró al lustrabotas desde las solapas de su abrigo y lo zamarreó- al parecer es mas tonto de lo que creia!- lo soltó despectivamente y le arrancó el parche amarillo de sus ropas.
-No está usando su mugrosa estrella! es un delito grave!- acotó el primer soldado y comenzó a golpear al hombre del abrigo negro. Reiner vió atónito como sus compañeros se sumaron a la golpiza, el sentía repulsión por "esas personas" pero también intentaba mantenerse al margen de escándalos.
-Hey! dejen de golpearlo- dijo en tono seco.- dejen algo para las ratas- inevitablemente,una sonrisa se dibujo en sus labios, era esa mirada la que hacia que sus compañeros confiasen en él.
El resto de la tarde libre, daba a los jóvenes la posibilidad de escribir, o de dormir. Como miembros de la SS su trabajo era mucho mas liviano que el de policías u otros soldados, ellos eran de los mejores hijos de Alemania. Reiner siempre se esmeraba en hacer el 110% de su trabajo, y de lograr que todo el mundo lo hiciera, no era raro pensar que pronto recibiría un asenso.
Por la noche, para no importunar a los vecinos alemanes, las tropas por fin irrumpían en los hogares marcados como judíos, el pueblo era tan pequeño que casí todos los vecinos podian darse el lujo de dormir sin hecharle llave al cerrojo de la puerta.
Reiner había aprendido muy bien el procedimiento, incluyendo la parte de los chistes irónicos, eran solo judíos después de todo. Esos malditos habían hecho que el negocio de su padre quebrase tras la gran guerra. Se estaban alimentando de la savia de su país, alguien debía detenerlos.
Justo estaba repitiendose ese pensamiento cuando al cargar a los deportados en un camión uno de ellos escapó corriendo en dirección al bosque lindante al camino.
-yo voy por ese!- gritó el rubio dándole persecución.
Tras las primeras líneas de árboles comenzaban los arbustos y la falta de luz, que hacían que tuviese que disminuir su marcha, unos pasos detrás de él le irritaron, un compañero le había seguido en la cacería; pero no se volteó, aun podía oír los pasos del fugitivo alejándose. lejos de volverse sobre sus pasos y regresar para notificar su error, su frustración le hizo avanzar, disparó un par de veces donde suponía que podría estar el prófugo.
-Halt!- oyó Reiner antes de sentir un golpe en sus piernas que le hizo derrumbarse en el suelo.-
-Que mierda!?- preguntó ya en el piso, aunque no tenía respuesta, pudo escuchar mas pasos acercándose.¿Había personas viviendo en el bosque?
-Acabemos con este gusano y dejémoslo a la orilla del camino...- cuando el rubio escuchó esa opción y varios parecían conformes con ella, entró en pánico. Intentó incorporarse cuando notó que su pierna estaba rota, antes de poder maldecir por el dolor sintió otro golpe en su cabeza, y todo se puso negro.
Abrió los ojos confundido, aturdido, el cielo estaba aclarándose, cerró los ojos cuando recordó lo de la noche anterior, intentó moverse, pero estaba maniatado y su cuerpo entumecido de dolor, lo único que pudo pensar es que moriría un día después de su cumpleaños. Resignando el sueño lo tumbó a la inconsciencia.
otra vez sueños, Reiner podía acostumbrarse a eso, a veces eran recuerdos de la infancia, o frases que le hubiesen dicho y otras solo eran cosas sin conexión alguna, de repente se despertó al recordar que tenía una misión, y que no podía darse por vencido.
entonces vio el hilo de luz de una pequeña lámpara de aceite.
-que carajo?- fue su respuesta al sentir que lo tocaban,y le hacían arder.
-shh- la voz lo calmó y siguió cambiando vendajes.
-no me toques!- intentó resistirse y se dió cuenta que cuidaban sus heridas.
-si no te toco, sería un problema para tí- dijo con paciencia y prosiguió.
-tengo que reportarme...
-no puedes irte a ninguna parte, estas desnudo y tienes la pierna rota- suspiró- además no puedo dejarte ir, me metería en grandes problemas- quien le curaba se acercó al haz de luz y reflejo sus rasgos, su pelo obscuro, el tamaño de sus orejas- dime ¿como te llamas?
- no hablo con los tuyos...- se preguntaba que pensaban hacer con él
-... los míos?- se quedó perplejo, colocando unos vendajes limpios y tomo los otros que eran un atado de sangre y los amontonó en un saco
-judíos.- dijo tajante.
-ah... ¿hablas con alemanes?- no le dio tiempo a contestar- soy alemán también... mis padres son alemanes también
-naciste en Alemania, pero no eres alemán.
- bueno, suficiente...- le acercó una cuchara con una especie de pasta- deberías comer algo.- Reiner giró la cabeza al otro lado.- bueno lo dejaré aquí. ese orgullo tuyo no te llevará a ninguna parte- tomó el saco lleno de vendas sucias y se marchó.
El joven postrado prestó atencion ahora al sitio donde estaba, parecía una tienda de acampar improvisada. Su lecho eran troncos recostados y otros maderos, su pierna herida estaba entablillada y aunque tenía hambre prefirió volver a dormir, de lo contrario pensaria en su destino, y si estaba entre judíos no era nada bueno.
-pst... despierta- sintió esas manos que ya reconocía y abrió los ojos perezosamente, la luz se filtraba por la tienda- hola, voy ponerte esta mordaza- Reiner intentó negarse e insultarle pero el tono apurado en que lo dijo le dio miedo, y antes de poder articular palabra sintió un trapo en su boca.- estarás bien...-le acarició el rostro de una manera que de cierta forma le tocó el alma y prefirió obedecer, quieto en su lugar.
-Está vivo todavía?- se escuchó una voz grave del otro lado de la tienda.
-s..si! -exclamó el judío alejándose de Reiner- pero aun no recupera la conciencia...- el joven le cerró los ojos al alemán que no presentó objeción alguna, menos cuando escucho a tres hombres ingresar.
-pero, despertará ¿verdad?... de lo contrario no nos sirve.- Reiner tragó saliva.
-claro que se pondrá mejor! es... es cuestión de tiempo..- casi suplicaba quien le había cuidado.
-cuando se despierte más le vale que escriba permisos como un condenado- las otras voces solo asintieron-
-se que lo hará... uno de nuestros contactos consiguigió un buen numero de raciones y pases de mano de un alemán.- explicaba alguien más. Reiner sintió deseos de gritar que no cooperaría con ellos, pero debía confesar que estaba paralizado del pavor.-
-este tipo está consumiendo muchos recursos Berthold... si acaba muriendo...
-no va a morir...estoy seguro!- Reiner sabía ahora el nombre de quien le había cuidado.
-mantenlo atado siempre, si se escapa será un problema para todos.
-no te preocupes- contestó Berthold y Reiner pudo escuchar los pasos alejándose.- estamos solos de nuevo...- con cuidado quitó la mordaza y suspiró.
-Reiner-fue lo unico que dijo el rubio mirando al hombre extremadamente alto mirandolo perplejo
-...tus heridas no son serias, nada que unas semanas más de reposo no curen-
-son la resistencia... no voy a colaborar para ustedes.
-no importa,Reiner- el joven abrió una lata sin mirarlo- no esperaba contar con tu apoyo de primer momento, pero mientras crean que nos ayudarás, me parece bien- mezcló el contenido del recipiente y lo dejó a un lado, acercándose al rubio y acomodando su lecho para que quedase casi sentado. Reiner se sorprendió que otra persona pudiese mover con facilidad su cuerpo, no se parecía a la descripción de personas débiles que le habían enseñado.- come algo -le ofreció la lata y tras mucho meditarlo el alemán tendió la mano para sujetarla.
Reiner contemplaba su comida con una incómoda mezcla de sensaciones, pero cuando su estómago rugió tan fuerte se dispuso a sujetar la cuchara, pero le fue difícil, su mano derecha estaba magullada y golpeada, asir el cubierto le provocaba dolor. tras el tercer bocado la cuchara se deslizo de su mano y se quedo sobre su regazo.
-déjame ayudarte...- la voz de Berthold fue suave y este tomó la cuchara, cargándola de la comida y acercándola a la boca del soldado, que se quedó estupefacto.
- porque haces esto? yo no coopero con delincuentes. puedes matarme ahora mismo, no cambiaré de opinión...
-lo hago por amor a dios.- la respuesta le sorprendió, que tenía que ver en todo esto? sin embargo al ser criado en el seno de una familia devota, se ablandó un poco y accedió a comer- el amor a dios se demuestra en gestos de amor al prógimo- explicó suavemente mientras Reiner comía otro bocado, entonces él levanta la mano y traga de repente.
-te equivocas judío, no soy tu prógimo... no soy igual a ti, no necesito de tu caridad!- Berthold se quedó pálido ante esas palabras, y suspiró, ofreciendo otra cucharada más.- tu y la decadencia de tu raza me dan asco!- Berthold lo silencio metiéndole la comida por la fuerza y repitiendo el proceso hasta haber acabado con toda la ración- estás demente!?
-no hablo con los de los tuyos- dijo finalmente el joven de mayor altura y se retiró.
Reiner se sintió avergonzado, aunque no entendía el porqué, no había dicho nada fuera de lugar. ¿entonces por qué se sentía así?.
Halt: alto, deténgase
FIN DEL PRIMER CAPITULO!
