Su corazón latía a tal intensidad, que pensaba que se le saldría del pecho. Trataba de coger aire de cualquier forma posible. Su alrededor se veía distorsionado, no sabía por donde iba, con qué o quien se cruzaba y le daba igual que la gente la mirara. Solo tenía una cosa en mente. Y era correr. Todavía llevaba el velo colgando de su moño, los finos tirabuzones estaban ya desechos. Pero poco le importaba, porque solo pensaba en correr y llegar a su destino.

Sabia que lo que hacia no era lo correcto, pero su vida necesitaba un poco de acción, esa acción que no tenía desde hacía 8 años. Sentir adrenalina y saber que rompía con la lógica.

Esquivó dos transeúntes, cuatro papeleras y llegó. Frenó en seco y se apoyó en la pared, respiró varias veces y se enderezó. Del interior de su escote sacó un sobre con la marca de una compañía y se la entregó a la joven azafata que la veía confusa.

-¿Nombre y destino? –preguntó la chica, comprobando la hoja.

-Hermione Granger, destino Túnez –dijo serena y con una sonrisa.

Y ahí fue, cuando al sentarse en el avión, se puso a pensar en todo lo sucedido.

1 semana antes.

Todo se estaba preparando como había sido previsto. No faltaba ni un detalle, tenían todo listo. Solo faltaba que llegara el día. El día en el que mundo presenciaría la unión de dos personas importantes.

Eran los héroes, lo salvadores del mundo mágico. Ellos junto al gran Harry Potter habían derrotado el Señor Tenebroso. Habían liberado al mundo de su maldad. Y por eso mismo eran apreciados por donde fueran.

Como cabía esperar, esa unión, no era una unión cualquiera, por lo que la boda que esperaba la joven novia nunca llegaría a celebrarse.

Ella quería una boda intima, donde solo los amigos cercanos y la familia fueran. Lejos de los periodistas y chismosos. Quería celebrarla en la playa, con la puesta del sol y sencillo vestido corto y blanco. No aquél circo que se había montado.

Nada lo había elegido ella. Ni el vestido, ni el peinado, lugar o banquete, ni si quiera su ropa interior de novia.

Su prometido había contratado a una organizadora de bodas mágicas, "la mejor de las mejores" le había dicho, para que ella no se estresara. Pero ni si quiera pudo ni sentir el principio de eso.

Se encontraba sentada en un viejo columpio de su casa, en el mundo muggle. Se balanceaba hacia delante y atrás con la mirada perdida.

Solo faltaba una semana para su boda y no sentía esa ilusión del principio. Todo el mundo esperaba ese momento, menos ella.

Su cuento de hadas estaba terminando mucho antes de que empezara.

Para empezar Ron no estaba casi nunca en casa, por lo que lo veía en contadas ocasiones. Y cuando lo hacía, hablarle a la pared, que hablarle a él era lo mismo.

¿De verdad quería ese futuro?

Ni ella lo sabía, se decía que era lo correcto, lo que debía hacer. Pero algo en su interior gritaba todo lo contrario. Y sinceramente… no sabía que hacer.

-Hermione –la llamarón. Alzó la cabeza para encontrar a su madre, sonriéndole y con una carta en su mano- Ha llegado esto para ti cielo.

-Muchas gracias mamá –cogió el sobre y lo miró sin mucho entusiasmo.

Desde que se anunció su compromiso, no paraban de llegar cartas felicitándola. Posiblemente, esa carta era una de ellas.

Dudó en abrirla o no. Con un suspiro comenzó a rasgar la parte de arriba y sacó una hoja pequeña color escarlata.

"Otra felicitación"se dijo mentalmente. O no…

¿Estás segura de lo que vas a hacer? ¿Qué te ha pasado?

Me enteré hace un par de días de tu compromiso con la comadreja. No lo pude creer hasta que varias personas me lo confirmaron, por no decir las noticias y los periódicos. ¿Por qué?

Lo haces para que me quede claro que eres de él, seguro, tiene que ser por eso. Pero te recuerdo que también fuiste mía y aun no he visto ni una sola sonrisa en las fotografías, como las que me dedicabas a mí, y te puedo asegurar que eran de felicidad.

No fue un error Granger. Nunca lo fue. Por mucho que intentes decírtelo a ti misma para creerlo. Lo nuestro fue real. Pero si casarte con Weasley es lo que quieres, adelante.

Podrás engañar al mundo entero, pero sabes que a mi no lo harás y mucho menos a ti.

Qué seas muy feliz.

Draco L. Malfoy

Cerró los ojos con fuerza, no quería que las lágrimas salieran. Mordió su labio con fuerza, quería ahogar un sollozo que luchaba por salir.

Sabía que a la larga se enteraría, pero esperaba que no tan pronto. Aunque las noticias no ayudaban mucho…

Los recuerdos volvieron a ella, como pequeños flashbacks, escenas claras como si hubiera sido el día anterior. Donde ella y él vivían su amor sin preocupaciones. Donde todo era felicidad. Él era bueno, se lo había demostrado, la cuidaba como nunca la habían cuidado y estaba enamorada. Tan enamorada que se había fugado de su casa, solo por estar con él.

Volvió al presente al notar como algo mojaba su mejilla. Miró de nuevo la hoja y meditó sobre responderle. Le debía una explicación, pero aun no se atrevía a dar la cara. Tenía miedo de que él le reprochara cosas. Que le dijera que la odiaba. No. No podía decirlo eso, la mataría lentamente.

Pero ella era una leona y tenía que enfrentarlo.

Entró a su cuarto decidida, cogió pluma y pergamino y comenzó. No sabía como podía hacerlo, pero su mano se deslizaba sola.

Querido Draco;

No me esperaba para nada tu carta, ha sido una sorpresa… Siento muchísimo que te enteraras de esa forma sobre mi compromiso. Pensaba contártelo algún día. Te prometo que esto no lo hago para que sepas que soy de él, lo hago por amor. Quizás te suene raro o que quizás lo pongo de excusa, pero es verdad. Amo a Ron y quiero casarme. Sé que te dije que casarme no entraba en mis planes durante un tiempo pero lo deseo ahora.

Te doy la razón, lo nuestro no fue un error. Pero tengo que reconocer que no estuvo del todo bien. Los dos sabíamos que no llegaría lejos la relación y que tú te debías a tu mundo y yo al mío.

Te amé y tu lo sabes, contigo fui feliz no lo niego. Pero hay muchas clases de felicidad Draco, y te puedo asegurar que con Ron también lo soy.

No espero que aceptes esta explicación de los hechos. Solo quiero que sepas la verdad y que nunca pienses que lo nuestro fue una farsa.

Por cierto, te envío adjunto una invitación de boda, deseo que vengas.

Un beso,

Hermione.

Al terminar sintió como su estómago se apretujaba. Había hecho lo correcto, seguro. Entonces, ¿por qué sentía como que no?

Había sido sincera con él, no le había mentido en nada. Sin embargo algo dentro de ella le decía que había actuado como una mentirosa.

¿Amarlo? Por supuesto que lo amó, como nunca lo había hecho.

Y ¿ahora? No supo que contestar. Estaba claro que ese sentimiento hacia él no había desaparecido, pero había pasado mucho tiempo y esa llama se había apagado. O eso quería creer.

Pero al fin y al cabo lo hecho, hecho estaba.

Y solo tocaba esperar…

4 días antes de la boda.

El sol recién salía, los pájaros comenzaban a sonar, y para su desgracia, su madre entró como un torbellino a su cuarto.

-¡Levántate Hermione! –gritaba entusiasmada, mientras le sacaba la colcha, dejándola al descubierto.

-¡¿Para qué?!

Estaba de mal humor, y todo era por el sueño que había tenido. Hacía unos días que estaba como una caja a punto de explotar, a la mínima saltaba.

-Tienes la última prueba del vestido, tenemos que ir corriendo. Así luego podemos ir a por los últimos detalles y dar el visto bueno a la tart…-dejó de escuchar a su madre, se tapó la cara con la almohada.

Sin mucho ánimo, se levantó, vistió, aseó y desayunó. Odiaba ese día, y eso que solo acababa de empezar.

4 días… se decía mentalmente. Pronto sería la señora de Ron Weasley, debería sentirse eufórica, pero por algún motivo no le hacía ni una pizca.

Iba tan distraída en sus pensamientos que apenas se dio cuenta de que ya estaban enfrente de la tienda. Había elegido casarse por el medio muggle, Ron lo aceptó con buen gusto. Así que su traje sería un sencillo vestido blanco con solo un fino encaje en la cintura, tirantes finos y casi nada de cola.

Se miraba una y otra al espejo, se veía guapa, simplona, pero guapa. La imagen que le devolvía era de una persona joven, pero infeliz y si ella se daba cuenta, la pregunta era, ¿Cuántos más lo sabían?

Un pequeño detalle le llamó la atención, en el reflejo se veía la puerta de la tienda y las ventanas, y juraba que hacía unos segundos un hombre de pelo rubio la había observado. Ahora no estaba, pero había estado. Estaba segurísima.

Por algún motivo, el primer nombre que le vino a la mente fue Draco, pero inmediatamente desechó esa idea. Él no le había contestado a la carta confirmándole si venía o no. Por lo que ella dedujo que no vendría. Por un lado se sintió aliviada, pero una parte de ella estaba triste. Quería verlo, Merlín sabía cuánto, pero sabía que en el momento que lo viera, todos sus planes cambiarían. Habría dudas y seguro que muchos problemas.

-Está perfecto –le dijo a la dependienta, que esperaba su aprobación- Me lo llevaré hoy.

-Perfecto.

Una hora más tarde, estaba decidiendo los muñecos para la tarta, por suerte su muñeca llevaba el pelo mejor que el de ella, para encontrar uno parecido a Ron estaba más complicado. Tenían pocos pelirrojos y no se parecían en nada. Seguía mirando por los estantes cuando encontró a uno rubio y no pudo evitar que su mente imaginara, como quedarían en la tarta y como sería su boda.

¡Idiota!

Se prometió a si misma que dejaría de pensar en él, que intentaría que hasta el día de la boda, estar de buen humor y feliz. Que nada ni nadie cambiaría eso.

Y sorprendentemente, así fue.

El gran día.

Estaba nerviosa, las manos le temblaban y su ramo no paraba de moverse. Su madre terminaba de colocarle el velo.

-Así está mejor, bien agarradito al broche.

Ella no le escuchaba, no paraba de mirar por la ventana, la cantidad de gente que había reunida allí abajo, en su jardín. Magos y brujas, ni más ni menos, y como ella había rogado, vestidos de muggles. Era sorprendente, habían aceptado sin rechistar.

Su cabeza daba vueltas a mil por hora. Pensaba y pensaba. Y la única conclusión era, que no había vuelta atrás. Que era sí o sí. Y eso la aterraba.

La puerta se abrió con violencia, sacando de ella una ráfaga de aire. Harry entraba hecho una furia y detrás de él Ginny tratando de calmarlo.

-¡Tenemos problemas Hermione! ¿Quién coño le ha invitado? ¡Asqueroso! ¡Lo voy a matar! ¡Seguro que ha venido solo a joder el día!

-¡Cálmate Harry y respira! –decía Ginny agarrándolo.

-¿Qué pasa Harry?

-¿Que, qué pasa? ¡Que el estúpido de Malfoy está aquí! ¡Y dice que tú le has invitado y eso es mentira!

-Granger, dile a este idiota que es verdad.

Nadie lo había visto ni oído. Todos los presentes miraron a la puerta. Hermione le costaba respirar, no podía ser. Estaba ahí. Con su mejor traje. Muggle por cierto. Mirando a todos con superioridad y sonriendo.

Harry estuvo a punto de lanzarse sobre él, de no ser por Ginny que lo volvió a coger.

-Mentiroso de mier…

-Para Harry, él tiene razón. –dijo Hermione en tono serio, sin dejar de mirarlo- Yo lo invité a la boda.

-¿Qué?

Fue todo lo que pudieron decir los presentes, sus bocas descendieron notablemente, y Malfoy sin querer evitarlo, sonrió aún más.

Esto se había puesto muy interesante.

Y extremadamente peligroso.