Prólogo

― ¿Puedes escucharme un momento?

Rodó los ojos ante las palabras en a otra línea, colocando el último cartel en el tablón de su misma universidad, viendo que ya había repartido todos los panfletos. Soltó un suspiro, divertida, y se encogió de hombros, esperando a que el otro terminase de hablar por el móvil, visualizándole en la otra punta del pasillo. Sin colgar, se acercó con cuidado por detrás hacia él y le rodeó la cintura con el brazo, llamando así su atención.

―Hey...―saludó él, recibiendo un beso en los labios por parte de la chica, soltando esta una carcajada.

―Me esperaba un "Buenas tardes, cariño"―bromeó ella con un tono mordaz, sonriendo divertida.

―Lo siento...es que la conversación que estábamos teniendo no me estaba gustando mucho―confesó él, esbozando la rubia una sonrisa ante el comentario―. ¿Por qué no puedo vivir contigo, Kitty?

Esta suspiró, tragando saliva, desviando la mirada del muchacho.

Lo habían hablado varias veces ya. Ella quería ir en ese tema despacio, pese a que hacía unos dos meses, él le había pedido la mano en matrimonio y ella había dicho que sí, bastante ilusionada. Pero ahora, a sabiendas de lo que se le venía encima, quería un poco de espacio para ella misma. Estaba en su último año de universidad, y quería pasarlo con un poco de independencia, y ella lo creía sano para la pareja, por lo que había decidido que era hora de buscar a alguien nuevo después de que su última compañera se marchase con rapidez, para poca sorpresa de la pequeña rubia de ojos verdes.

―Ya te lo he explicado mil veces Jake... ¿Estarías listo para vivir esa clase de compromiso?

―Teniendo en cuenta que te he pedido que te cases conmigo...Sí, creo que podría permitirme el lujo de añadir un compromiso más a nuestra relación―contestó un poco serio, aunque con una leve sonrisa para tampoco provocar un enfado en la que era su prometida.

Kitty Wilde, después de terminar sus estudios en Lima, en el WMHS, se había mudado junto a su amigo y ex novio, Jake Puckerman, a la enorme ciudad de New York para cumplir ambos sus sueños. Ambos iban a dedicarse al baile, que se les daba bastante bien, y se habían matriculado en la misma academia para practicar. Ambos ya estaban en su último año, y además, con excelentes notas dada la buena maestría que tenían ambos para el baile.

Por cosas del destino, ambos habían decidido retomar la relación sentimental que surgió entre ellos años atrás en el instituto, y finalmente, Jake había demostrado que era un chico digno de confianza, pese a que había engañado a su anterior novia, Marley Rose. Y Kitty necesitaba esa confianza, debido a que se había decepcionado bastante cuando Artie, un chico encantador, le había dejado tras irse a la universidad. Esperaba que el pequeño Puckerman se interesase por las chicas universitarias, que en su gran mayoría eran atractivas, pero para su sorpresa, mostró solo interés en ella.

Y dos meses antes, le había pedido que se casase con él. Le había sorprendido a la ex animadora, actual animadora también en sus actividades extra escolares, debido a que no se esperaba que el moreno quisiese llegar a ese nivel de compromiso con ella. Sin embargo, y pese a todo, él quería formar una familia con ella; y la rubia, que era una devota cristiana, no dudó en aceptar. Y si era sincera, no estaba arrepentida. De verdad que estaba satisfecha y segura con el judío, y no se arrepentía de haberle dado el "sí", aunque quería ser precavida, claro.

―Mira, Puckerman...―le detuvo en medio del pasillo, rodeando bien la cintura del chico con sus brazos, alzando ambas cejas― Quiero este último año tranquila. Después voy a ser toda tuya durante el resto de nuestras vidas; y no te asustes con eso―añadió, provocando que el aludido se riese―. Además, no tienes de qué preocuparte...He especificado que sea una chica―se encogió de hombros―. No te van a robar a esta chica sexy.

―Más vale...porque mi gatita es solo mía.

le dejó un sensual beso en el cuello a la muchacha, que escondió un poco el rostro en su pecho, cerrando los ojos. Le encantaba estar así con él, y adoraba tener ese tipo de control sobre su persona. Deslizó su mano derecha por sus pectorales por encima de la camiseta de una manera seductora, como era ella de por sí, y después levantó el rostro para atrapar los labios del moreno en un beso cargado de sensualidad, siendo algo corto para dejarle con algo de ganas. Le gustaba tener el control, y aunque Jake ahora fuese una persona fiel, sabía que el sexo era su debilidad, y para eso tenía que mantenerlo un poco satisfecho en ese aspecto. Que él supiese que podía tenerla, pero solo cuando ella quisiese; sabía que ellos deseaban aquello que les costaba de conseguir, pero tampoco se hacía mucho de rogar.

―Solo tuya, bombón―susurró sobre los labios de él con una sonrisita de orgullo al ver que había logrado conseguir que el muchacho cediese un poco―. No te enojas, ¿verdad?

―Me cuesta enojarme...y más sabiendo que eso puede ocasionar que te enfades tú también―ella rió entre dientes y se abrazó más a él al notar la fuerte presión de los brazos del joven en su espalda. Esos brazos tan fuertes y trabajados por el ejercicio que hacía que se sintiese segura―. Voy a poder ir a visitarte por las noches, ¿no? ―Susurró él en el oído de ella con picardía, provocando una risita por parte de ella, que levantó sus ojos verdes y los clavó en el otro lado del pasillo, pensativa.

―Déjame que me lo piense...―hizo el ademán de pensar, logrando llamar la atención de él― Claro que vas a poder, bobo, pero no la primera noche.

― ¿Por qué? ¿Te quieres hacer ahora la simpática, Kitty Wilde?

―No, es para explicarle todas las normas, y que tampoco se asuste. Igual le voy a dejar claro que cada una lleva su vida, solamente que tendremos unas normas de convivencia para no molestarnos mutuamente.

Se apartó de Jake, colocándose bien su coleta alta, y se giró, dispuesta a marcharse. Él le agarró por la muñeca e hizo que se girase, agachándose un poco para presionar sus labios sobre los de ella en un beso apasionado, y a su vez suave, sonriendo sobre sus labios, a la par que ella, que dejó que le besase así, satisfecha. Amaba que él la buscase, aunque en esa ocasión no la fuese a encontrar por mucho que insistiese.

― ¿Nos vamos a ver después? ―Susurró el chico, clavando los ojos negros en los de ella.

―Si puedo, te mando un mensaje―respondió ella, dejando otro rápido en los besos―. Hasta después, Puckerman...

Se separó de nuevo y empezó a caminar por el pasillo, llevando su bolso colgado en uno de los hombros. Podía comprobar al caminar que poseía el mismo efecto que en el instituto; era algo que llamaba su atención y lograba que se sintiese orgullosa. Con una mirada, lograba dejar congeladas a las personas en su mismo sitio.

― ¡Kitty! ―Le llamó él desde el otro lado, levantando el brazo para llamar la atención de ella, y sin decir ninguna palabra, cuando ella lo visualizó bien, articuló con los labios un "te quiero" y después se marchó por el otro lado.

La rubia sonrió un poco ante ese gesto, sonriendo por lo bajo, y después, prosiguió por su camino, rumbo hacia su casa.