Disclaimer: A no ser que exista una máquina del tiempo y le robe la idea a Bruno Heller...sigue siendo sin ser mío.

A/N: Esto es lo último que he escrito para los challengers, más exactamente para el N° 7, "oneshot equipo". Es un intento de humor, espero que les haga por lo menos, sonreír.

Comentarios, críticas son bien recibidos cuando se hacen con respeto. De otra forma, pasaré de ellos.

Gracias por pasarse y leerlo.


Apuestas

-¡No puede ser hombre, debes estar equivocado!

Cho suspiró y dejó el libro que había estado intentando leer durante los últimos quince minutos. Después de un día bastante agitado, por fin pudo encontrar unos minutos para terminar el capítulo y enterarse por fin de lo que Mariam le había dicho a su padre luego de que le obligara a casarse con Rashid. Por desgracia, no pudo abstraerse como otras veces en las letras, gracias a las exclamaciones que daban tanto Rigsby como Van Pelt por algún truco que les estaba enseñando Jane. O por lo menos eso pensaba hasta que se dio cuenta que en realidad, los tres estaban muy juntos y cuchicheando sobre algo que él no adivinaba. Incluso estando en la cocina, donde se había ido para ver si allí podía encontrar tranquilidad, los escuchaba. Entre ellos y el maldito Smartphone que Elise le había regalado para navidad-que sonaba cada cinco minutos porque le llegaba algún mensaje, o porque marcaba sin querer un número, o porque el teléfono simplemente quería ponerlo de los nervios-con suerte había podido leer dos párrafos y había entendido absolutamente nada de lo que allí decía.

-¡No es cierto Jane, no puede ser!-exclamó esta vez Van Pelt.

Picado por la curiosidad, salió de la cocina hacia el bullpen y, acercándose a donde estaban los tres, les preguntó.

-¿Se puede saber qué es lo tan importante que tienen que gritar cada dos segundos?-No había terminado la frase cuando Van Pelt resopló y sacando un billete de diez dólares de su bolsillo, se lo pasó a Jane, que con expresión de triunfo estiraba la mano.

-¡Demonios!-bufó Rigsby, quien imitó a Van Pelt. Cho, totalmente descolocado, levantó una ceja.

-Ah, la naturaleza humana-Jane hacía aspavientos con los brazos-todos, incluso Cho sucumben a la curiosidad.

-¿Me pueden decir de qué diablos va todo esto?

-Jane nos apostó que terminarías viniendo a ver qué es lo que pasaba, si fingíamos lo suficiente-dijo Rigsby-Van Pelt y yo apostamos que no. Perdimos…me has decepcionado Cho….

El asiático rodó los ojos y se disponía a volver a su libro, cuando vieron que Lisbon llegaba desde la reunión en la que había estado recluida la última hora. No necesitó mirar a Jane para darse cuenta que sonreía abiertamente, lo más seguro que por alguna nueva estupidez que estaba maquinando en ese momento. Ese tipo no tenía remedio.

-¿Quieren recuperar sus dólares?-les dijo a los agentes-esta vez no apostaremos si viene a preguntar qué es lo que pasa, es Lisbon después de todo…y es más curiosa que un gato. Pero sí cuánto se demora en hacerlo-luego miró a Cho-¿te apuntas?

-No gracias.

-Vamos Cho, anímate-apoyó Risgby, que ya estaba estrechando la mano de Jane-yo creo que no se demorará más de cuatro minutos.

-Le daré un voto de confianza a la jefa…creo que llegará a los diez minutos-dijo Van Pelt, estrechando también la mano de Jane-¿Cho?

-Ya les dije que no-respondió el aludido con sequedad.

-Uhhh….¿detecto cierta molestia?-saltó el consultor-creo que a nuestro amigo Cho no le gustó que le hiciéramos una pequeña broma...-volviéndose a los otros dos-yo creo que no resistirá más de siete minutos.

Cho le miró con odio y fue hasta la cocina a buscar su libro. Luego se sentó en su escritorio, abrió el libro y mientras buscaba la página dijo como si en realidad no estuviese interesado:

-Yo apuesto a que no caerá. Cuando Lisbon salga de la oficina será para gritarles que se dejen de gandulear y trabajen.

Los tres le miraron con una sonrisa en el rostro y luego comenzaron con el mismo acto de antes. Pasaron dos, tres, cuatro minutos y Lisbon no aparecía. Risgby bajó la cabeza, lamentándose porque había perdido diez dólares más. Cinco, seis, siete minutos y Jane miró con curiosidad hacia la puerta, preguntándose en qué momento habían fallado sus cálculos. Van Pelt se sentía ya ganadora. Ocho, nueve, diez minutos…once, doce y nada. Los tres observaron hacia la oficina, sin saber qué hacer. El consultor iba a continuar cuando de pronto con un estrépito, se abrió la puerta de la oficina y apareció Lisbon con cara de pocos amigos.

-¿Se puede saber qué carajo hacen allí ustedes tres gritando como viejas de conventillo? ¡Si están tan desocupados, pues tomen y lleven las cajas de archivos a la bodega! ¡Tú también Jane!-apuntó al rubio que en esos momentos estaba intentando escaquearse-¡y ni pienses en mover un pie en otra dirección porque si lo haces te juro que te mando a patadas al jodido seminario de relaciones públicas que dará Brenda!

No necesitó repetirlo, porque de inmediato Jane rectificó camino y tomando una caja, fue detrás de los otros dos.

Una vez los tres desaparecieron, Lisbon se acercó a Cho que seguía con la nariz metida en el libro.

-¿Cuánto te deben?

-Treinta dólares.

-Bien, cuando te los den me compras un sándwich de albóndigas y estamos a mano-dijo mientras le palmeaba el hombro. Luego se volvió a meter a su oficina.

Cho sonrió. Sacó el smartphone que tenía en su bolsillo, con el que le había mandado el mensaje de texto a Lisbon mientras estuvo en la cocina buscando el libro, y dándole una apreciativa mirada al aparato dijo:

-Si al final, sirves más de lo que pareces.

-oooooo-