Idyllic Rather:
Departamento #69-18
By
.: Shatara-Hele :.
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.: Capitulo 1 :.
Lejana Nevisca Dadivo Esplendor
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High Park, Toronto – Canadá
El sabía que llorar nada enmendaría, sabía que el dolor no desaparecería hasta que se comprometiera a olvidarlo y también sabía que nadie más que él era el culpable de su terquedad. Era pequeño, las persistentes manías de querer salir a jugar sin consentimiento alguno de su madre eran tan tentadoras y excitantes que sencillamente no fue capaz de ignorar; y ahora, justamente después de haberse dado un golpe en su tierno rostro lloraba con su diminuto diente de leche en mano. Qué cosas tan ilógicas de la vida.
-Tonto – se recriminó un poco más sereno – Si que eres un tonto – su mirada, rojiza de tanto llanto, se postró sobre los descoloridos arboles sin hojas de la vereda congelada pidiendo disculpas a la nada y reaccionó hasta captar una silueta acercarse a paso veloz; conforme más cerca más nítida se volvía revelando un infante de cabellera castaña y complexión curiosamente frágil con la calidez irradiando de su piel a pesar del apático ambiente. La mitad de su rostro era cubierto por una bufanda bermellón que el viento ondulaba y, aun así, la alegría era clara en sus ojos.
Al principio, el pequeño viajero dio paso largo ignorándolo, pero, tan solo metros adelante se vio inmóvil, como si reflexionara; solo fue cuestión de tiempo para que regresara dando saltitos hacia él a la orilla del camino. Se sentó sobre la nieve y su pequeña manita libero sus labios de la tela térmica.
-¿Por qué lloras?- Pregunto curioso levantando su cabeza para verlo a los ojos, con el sólido silencio entre ambos nadie dijo nada -¿Por qué lloras?- el más pequeño acercó su rostro rozando ambas narices.
-No… no es nada – contestó alejándose con el ceño fruncido y un rosado pálido invadiendo sus mejillas. El infante de cabellera trigueña inclinó su cabeza con mirada confusa.
-¿Quieres explotar? – la pregunta llamó al instante su atención y tomó aquella cuestión como un acertijo para algún día disipar -¿Enserio quieres explotar? – las palabras por demás inocentes parecían no tener lógica.
-¿Eh? –
-Sí, mi mami dice que si no decimos lo que sentimos podemos explotar, ¡Como una bomba! Así… ¡Bum! – Sus manitas envueltas en guantes se alzaron por los aires simulando una explosión en miniatura que hace reír a ambos niños -¡Aja! –Emitió de nuevo con aun más emoción y satisfacción –También puedes sonreír, Too~thless – las mejillas del hombrecito mayor se atenuaron de un carmesí intenso y llevo su boca escondiéndola en los antebrazos.
-¡Wow! ¡Qué bonitos ojos! ¿De dónde los sacaste? –la vergüenza se desvaneció tan rápido como había llegado remplazándola, una vez más, por una infinita duda en su cabeza.
-Mi mama… mi mama me los dio –contesto con un tono débil y tiritando de frío; el jovencito acólito adentro su mano en el interior de su abrigo marrón y se encontró con una chalina más que extendió amistoso al mayor crío.
-¿Tienes frio? –Pregunta retorica –Ten, póntela – ofreció con dulzura –Tiene mi nombre pero mientras estés calientito está bien, ¿No? –dudó por unos segundos, sin embargo, sintiendo la helada en los huesos se envolvió en ella, esta vez, sin vacilación.
-Gracias –dijo entre dientes.
-¡Por nada! –Contestó alegre mientras se volvía a poner de pie –Te lo dije, no explotaste… ¡Oh! Y ya. no. llores – le requirió remarcando cada punto con uno de sus delgados deditos -¡Adiós! –se despidió reanudando caminata inicial.
-Pero… ¡Tu bufanda…! – cayó en cuenta del error y extendió su mano para captar la atención del niño.
-Puedes devolvérmela después – dijo sin mas echándose a correr y sacudiendo su mano despidiéndose y desapareciendo entre la lejana nevisca.
"Hiccup"
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Illinois, Chicago – Estados Unidos
Tomó una profunda bocanada de aire, aprovechando el airecillo fresco y calado proveniente del salino mar. Observó el libro entre sus manos y se aseguró de prolongarlo hasta el final de algún capitulo, dobló la hoja sin perder el seguimiento a su lectura y lo cerró con suavidad asegurándose de no maltratar cualquiera de sus facetas. Su vista fue sujeta por el redondel mecánico a sus espaldas que, a pesar de estar a metros de distancia, aun mantenía su impotente tamaño igualando su elegancia. Definitivamente una mañana en el Navy Pier es perfecta para iniciar el día con un positivo entusiasmo.
Un gruñido proveniente de su estomago le obligó a guardar su libro dentro del morral negro y se despidió de la tranquilidad que la gradilla de metal de brindó por unos esenciales minutos. Caminó tranquilo y seguro por el tablado del muelle echando el morral a su espalda y apresurando el paso recordando el hambre que le arrebato su quietud en primer lugar. Los rayos del sol cegaron sus ojos y una vivacidad inigualable envuelve su mente, ahora si estaba seguro de aprovechar sus vacaciones lo máximo posible. Sin darse cuenta ya se encontraba sobre la acera esperando la aparición de un taxi que no estuviera enfrascado. Estiró su mano al captar el amarillo lustroso de un transporte vacio e hiso antesala para que este reparara en su seña; por fortuna el chofer se detuvo justo delante de él.
-Podría llevarme al #200 de la calle N. Lake Shore – Solicitó adentrándose en la parte trasera del automóvil y esperando respuesta del taxista el cual solo le dedico un simpático "Por supuesto". Movió la caja de cambios y piso el acelerador para iniciar el camino. El muchacho intentó evadir su hambre concentrándose en la ventanilla del taxi, así que apuntaló el codo en el borde interior y la cabeza en la palma de su mano.
El taxista contuvo el automóvil en un alto y la vista se limitó a un atascamiento de más transportes públicos; sin más elección, el joven alzo la mirada topándose con una enorme lona impresa ocupando la mitad superior de un edificio opacando la entrada a una tienda de ropa femenina, supuso que si alguien se detenía frente al edificación seria solamente para admirar el gran anuncio más que para echar un vistazo a las prendas de vestir.
"Moto Gran Prix 2013 – Indiana
Indianápolis Motor Speedway
Patrocinador Oficial: Motos Yamaha y Monster Energy
Dorian Blackwell"
La imagen impresa era, más bien, la fotografía de varios motociclistas sobre el circuito pavimentado de la pista. Quince corredores, los últimos por cierto, mantenían su imagen en ángulos desiguales conduciendo en la curva y otros cinco posicionados tan perfectamente que era como si hubieran tomado mas retratos y elegido el mejor de todos; ridículamente adonis. Supuso que el corredor en primera posición estaba vinculado con el seudónimo en medianas letras bajo el anuncio principal, y fue así porque, tanto el nombre, como los brillantes ojos tras la mica negra del casco, le eran prácticamente familiares.
El desgarbado taxista de ojos sabios y perfil cordial logro reconocer la sorpresa e inquietud en su cliente y opto por comenzar una plática amena con sus ocurrentes frases improvisadoras.
-Vaya que son intrépidos hoy en día, ¿No lo crees, muchacho? –perdido en su propio mundo no reaccionó hasta escuchar la pregunta formulada por el cochero. Confundido, fijo su rostro en el reflejo del espejo retrovisor para mirar a los ojos al hombre avejentado.
-¿Perdón? – fue lo único que salió de su boca y esperó a que el taxista volviera a pronunciar la misma frase apenado por su falta de atención.
-Esos jóvenes de la cartelera ¿No crees que arriesgan sus vidas con ese deporte extremo? - el auto arrancó de nueva cuenta entre todo el trafico dejando atrás el edificio de donde colgaba el llamativo anuncio de lona.
-Su-supongo… pero ya todo es extremo en estos días, ¿Sabe las habilidades que se necesitan para alcanzar el metro en la mañana? ¡Hasta podrían hacer juegos olímpicos en el subterráneo! – El cochero suelta una risa hogareña digna de un abuelo cariñoso. No iba a negar el comentario tan inteligente y por demás verdadero del muchacho.
-Para saber tales cosas necesitas ser digno de vivirlas día con día, dime muchacho ¿En que trabajas? – dudó por un segundo imaginando las consecuencias que la respuesta le traería; no era como si trabajara pero había que mantener sus precauciones – No te preocupes joven, no pienso hacer nada con la información, soy un anciano de orgullo- hablo burlo imaginando sus pensamientos –Pero parecías inquieto… solo pensaba en animarte –
-Lo siento, no era mi intención… - su cara se calentó por la vergüenza de ser atrapado con pensamientos tan poco consideradores –Yo aun no tengo trabajo- habló al fin –Solo estudio… pero ahora estoy de descanso, voy para la universidad – El chofer sonrió agradecido por la confianza.
-Bueno, te recomiendo termines una carrera para que no acabes como este viejo que no podría sacar adelante a otro miembro más en la familia – la sabia mirada se convirtió atreves del retrovisor en una alentadora y llena de esperanza; unos segundos después el auto se detuvo –Hemos llegado muchacho… serian tres dólares con treinta y ocho centavos – Rebusco en su morral y le entrego cuatro billetes en mano.
-Gracias, puede quedarse con el cambio – salió del automóvil arrastrando el morral y espero a darse la vuelta hasta perder de vista el amarillo de taxi. El olor húmedo de la orilla del lago llego a sus fosas nasales y supo de inmediato que estaba de regreso; se giro y encontró con una elegante estructura moderna cubierta por cristales de visión unilateral que reflejaban el azul claro del cielo y el blanco inmaculado de una que otra nube viajera sobre Chicago. Camino hacia la entrada del edificio pasando por debajo de una aureola hecha de mármol negro sustentada por columnas de latón pulido y rodeando el jardín circular al centro de la misma. A pesar de haber sido construida desde 1968, The Lake Point Tower mantenía la forma de una "Y" redondeada en cada uno de sus remates y ángulos convirtiéndola en una edificación con estilo original.
Espoleó la puerta de cristal transparente por la empuñadura plateada con más fuerza de la necesaria, considerando su estado físico, siendo delgado y débil no había mucho más que hacer. Al instante se encontró en el living; cuatro alfombras monocromáticas, dos cuadradas y dos rectangulares, cubrían el espacio suficiente para que en cada una fueran colocados cuatro sitiales acolchados beige son su respectiva mesa de centro cristalizada. En el techado del mismo lugar las lámparas eran conectadas por un diseño perpendicular a la entrada conformado por delgadas líneas negras sobresalientes del mismo. Se sintió trasportado al futuro con tan solo ver la imagen desde un punto lejano.
Se dirigió al despacho de jaspe negro y espero admirando el brillo de las letras plateadas que se descollaban del resto de la pared enyesada blanca. No fue hasta que escucho unos pesados pasos encaminarse hacia el living por uno de los pasillos interiores.
-…pero yo solo pedí un autógrafo… Do-¡Dorian! – El primero en revelarse fue un joven, tal vez mayor que él; el flequillo rubio obstruía la vista de sus deslumbrantes ojos azules. En una mano mantenía firme lo que parecía ser un minúsculo cuaderno con un bolígrafo ondeándolos como si fuesen banderas de paz; su cuello se torcía hacia el pasillo por donde había emergido con desesperación y siendo sostenido por Gobber, el administrador del condominio.
-Por si no te has enterado… tu ídolo es muy quisquilloso así que… será… mejor, que te vayas ahora – el ensancho hombre de bigote rubio luchaba contra los irremediables pucheros del que, según interpretó, como un fanático obsesionado; sus pies se enganchaban al piso de mármol con tal fuerza que hasta para Gobber le era complicado lidiar –Muchacho, te lo aseguro… no querrás luchar con el "manager" -
-Pero, pero… ¡Dorian! – chillo una vez más antes de ser echado, literalmente, por la puerta del edificio. Se giro tan rápido como su letargo y sus pies se lo permitieron pero el administrador ya había cerrado la tranquera de vidrio amenazándolo de llamar a las autoridades; el joven no tuvo más que resignarse a irse del lugar sin autógrafo, y mucho menos dignidad. Gobber cambio su mueca a una sonrisa al verlo esperando en el despacho del living.
-Hola Gobber, ¿Problemas con los fanáticos? – el adulto bufó con molestia recordando los incidentes en esa semana. Aun siendo que el motociclista estrella apenas se había trasladado a ese lugar un par de noches atrás, tanto los descarados fotógrafos como los bizarros fanáticos ocuparon su recepción mucho, mucho antes.
-Ni me lo recuerdes Hiccup, me pondrás de mal humor. Desde que aquel chamaco del piso 69 llegó he tenido que sacar del edificio a cuatro paparazzi, siete fanáticos y cinco pervertidas fotógrafas, si… ¡Fotógrafas mujeres! – el muchacho recapacitó la anécdota con una sonrisa y no pudo evitar preguntar.
-¿69? ¿En los pent-house? –Gobber asintió cruzándose de brazos - ¿Quién es? – el mayor pareció sorprendido por la pregunta tan inepta de Hiccup y abrió los ojos como si ese fuese el día perfecto para un fin del mundo. El joven, por su parte, no le encontró sentido a la reacción del recepcionista y lo miró con socarronería esperando una respuesta aceptable.
-Dorian – Hiccup no retiró sus ojos socarrones de Gobber aun teniendo la respuesta -¿Dorian Blackwell? ¿Motociclista estrella? ¿Novato en las carreras motoristas y próximo competidor en la Moto Grand Prix? – La imagen fugaz del cartelón enganchado al edificio cruzó su mente y recapacitó las palabras de Gobber. ¿Enserio un famoso corredor vivía en Lake Point Tower? No era que le molestara, más bien no creía posible que no tuviera la típica casa en las playas de Miami, como muchos engreídos adinerados poseían.
El sonido del vidrio en el portón llamo la intención de ambos; tres adolecentes parecían querer pasar desapercibido caminando encorvados y la vestimenta grisácea enfundada en sus cuerpos no ayudaba en ello. Sus ojos giraban una y otra vez como si se trataran de localizadores satelitales en busca de un criminal; con pasos rápidos y mirada al suelo siguieron su camino al interior de los pasillos como completos incompetentes. Hiccup sonrió y le guiño un ojo a Gobber, él resopló cansado del mismo cuento.
-Creo que mejor me voy, tienes trabajo – la jocosidad en sus palabras era tan evidente que prefirió salir volando del living para evitar malentendidos con el que, probablemente, puede vetarlo del edificio y abandonarlo en la calle sin remordimiento.
-¡Oh! Espera muchacho… - el joven se detuvo en seco esperando algún reclamo tan característico de Gobber al saberlo malhumorado; para sus extrañeza no fue así. Aspiró el aire un par de veces y con un movimiento rápido de sus piernas se dio media vuelta para encararlo; su panorama no paso de ser una superficie áspera beige rozando su nariz –¿Podrías hacerme un favor? – suspiro con pesadez y resignado extendió los brazos para que el paquete cayera entre ellos -¡Perfecto! Lleva esto al departamento #69-18 y dices que es de la línea aérea SkyWest para que te puedan firmar el tiquete de entregado-
-¿Quieres que lleve esto al último piso? – Examinó la caja envuelta en papel estraza y alzó la vista para enterarse de que, prácticamente su pregunta había llegado a oídos sordos; Gobber había desaparecido –Creo que lo tomare como un sí – Paso el paquete sosteniéndolo con solo una mano y reviso el reloj de su muñeca, 8:44 a.m. si tenía suerte alcanzaría a tomar el desayuno en unos diez minutos. Sin más opciones puso en marcha su labor.
Se encaminó al pasillo principal para así tomar un elevador hasta el último nivel. Caminó como si el plano completo de toda la edificación se mantuviera en su cabeza y juraría que aun a ciegas sería capaz de llegar hasta su hogar sin un solo rasguño. Oprimió el botón con la sagita apuntando a lo alto, el borde se ilumino de un color azul y esperó pensando en lo innecesarios que son nueve elevadores en un mismo espacio. Una vez que las puertas automáticas del elevador se abrieron de par en par se aseguro de que su mochila se mantenía intacta en su hombro y se adentro en el ascensor; con la mirada buscó el numero 69, oprimió de nuevo.
Cerró los ojos y se concentró únicamente en la música de fondo tan común en los ascensores; un fugaz mareo lo ataco al sentir como se atajaba en solo segundos; las portezuelas volvieron a abrirse y salió buscando ahora el 18 con sus ojos. Uno de los tres pasillos le llamo la atención y sin pensarlo siquiera encamino a sus pies; solo pasaron un par de minutos de confusión pura hasta que lo vio; el numero #69-18.
Los nervios lo atacaron con tan solo fijar su vista en el umbral. La puerta color chocolate era contrastada por las decoraciones plateadas de las líneas decorativas y la moderna perilla entre las mismas. El marco era rodeado por un vitral grisáceo y deslumbrante y la lamparilla redonda incrustada en el techo le hacía ver aun más misteriosa. Si, definitivamente un pent-house de lujo.
"Solo entrega el paquete y pide la firma" Tenia que aceptar que se sentía fuera de lugar de pie anverso a la puerta, sopló asegurando su plan y tocó el timbre. Se estremeció hasta los huesos al escuchar una voz brusca y masculina por el intercomunicador.
-¿Quién es? – Preguntaron desde el otro lado con segura impaciencia, su mente se quedo en blanco -¿Quién es? – volvieron a preguntar con aun mas desagrado, aumentando el tono de voz.
-Yo… este, vengo a entregar un paquete… es, es de… de SkyWest – silencio fue lo único que hubo después de sus trepidadas palabras. Se balanceó adelante y atrás con sus mejillas infladas sin soportar la incomodidad ¿Cuánto más tendría que esperar?
-… tienes que pensarlo, aceptar a otro patrocinador significaría más contratos por firmar, más trabajo no te ayudaría en nada – la sensibilidad de su oído aumento al reconocer la mismo voz del intercomunicador, la única diferencia era que esta vez el grosor de la puerta interfería en la claridad del entendimiento. Pegó el oído a la puerta, literalmente, el perfil de su rostro terminó adherido a la fría madera mientras se esforzaba por descifrar a la perfección sus palabras, por desgracia, tan entrado estaba que siquiera logro escuchar el movimiento de la perilla.
Cuando abrió los ojos dos pares de quinqués estaban inmóviles sobre él, uno de ellos solo bufó y procuró no apisonar accidentalmente alguna parte de su anatomía y salió del departamento con el ceño fruncido haciendo como si nada nunca hubiera ocurrido. Las manos de Hiccup tantearon el umbral alfombrado con desesperación buscando el paquete que había perdido durante su caída; sus manos atraparon el tobillo revestido de mezclilla de una persona y se maldijo avergonzado golpeando su frente en la calzada. Escucho una risita joven sobre él y se sonrojo a más no poder.
El joven se acuclilló y le extendió la mano. Su cabello negro era brilloso, manejable a la vista y caía como cascada por un costado de su rostro que solo influía más en la tez pálida de su piel, su nariz respingada parecía esculpida por los mismos artífices griegos al igual que sus labios carnosos y rosados, y sus ojos ¡Oh por dios! Sus ojos eran… increíblemente verdes y tóxicos. Terriblemente perjudiciales para las nuevas hormonas de Hiccup.
-¿Te puedo ayudar en algo? – mas que sorna… sus palabras emanaban cariño.
Los que ya me conocen diran ¿Por que iniciaste otro long-fic? Buneo, vera:
Lei un libro que se llama "Maravilloso desastre" y una idea completamente nueva me llego a la cabeza pero dije "Mejor termino Cronicas de una Passion", me sente en mi escritorio frente a mi computador con el documento preparado para el siguiente capitulo y no me llego nada ¡Estaba en blanco! ese mismo dia compre un pequeño cuaderno donde escribi la primera parte de este capitulo y la inspiracion para mi primer fic regreso como arte de magia y fue asi como logre escribir el cap 11 de Cronicas de una Passion por eso les pregunte sobre la falta de imaginacion en la historia.
El punto es que, como ya voy a entrar a clases en una semana, publicare cada viernes, un viernes aqui y el siguiente en el otro fic para que una idea no atasque otras y pueda inspirarme facilmente ¿Que piensas de esto? si no estan deacuerdo hare el esfuerzo por terminar el otro y dejar este en espera. Despues de todo son mis niños consentidos.
¿Review? ¿Algo para eperanzarme con este fic?
Sa-yo-na-ra!
