Título: After Youth.

Disclaimer: Nada me pertenece, todo es de la hermosa SEGA, yo sólo uso a sus geniales personajes para shipear y escribir las locuras de mi mente.

Summary: Años después de retirarse de héroe, y tras haberse divorciado, Sonic encuentra a Amy en una cafetería.

Nota de Autora: Yo sé que soy una experta desapareciendo y que En un mundo sin colores y El por qué de las cosas están injustamente inconclusos, pero, hey, la tentación es enorme y aveces creo que mi Musa me odia intensamente. No me odiéis por lo que le haré a los chicos en este fic. Espero que disfrutéis de leer tanto como yo disfruté escribir. Vuestros hermosos reviews *cof* serían mi regalo de cumpleaños perfecto *cof* (llora porque aun faltan unos días).


Prólogo

Sonic aceleró su, ya de por sí, veloz paso.

"Voy tarde" pensó, cuando su visión de la vida metropolitana se convirtió en un borrón indistinguible; "voy tarde" se repitió en su mente cuando paró en seco frente a un auto cuyo conductor no se atrevió a lanzarle una replica al retirado héroe de Mobius y "voy tarde" le dijo a Marjory, su vieja secretaria hurón, cuando ésta le recibió con su típica y amable sonrisa y un pícaro "¿noche interesante, señor Speed?". Y la verdad era que sí. Su noche había sido muy interesante, con una chica que había conocido en un pub la noche anterior y que de seguro en esos momentos se encontraba fanfarroneandoles a sus amigas con quién había follado. En este punto, Sonic rodó los ojos. Ya no se hallaban polvos respetables en estos tiempos. Ésa era la primer razón por la que se había rendido de buscar una relación seria. Aunque cualquiera diría que el fiasco que había resultado su matrimonio ocuparía ese puesto. Después de todo, ¿no se había creído toda esa basura de "hasta que la muerte os separe" y todo el optimismo de mierda y el falso amor?

Suspiró al llegar a la Sala de Juntas, se arregló la corbata y entró.

—Buenos días, damas, caballeros. Me disculpo seriamente por mi no intencionada tardanza.

La reunión de ese día no fue de más que de una inspección teórica de rutina. Él simplemente se sentaba y decía "estoy jodidamente de acuerdo" o "os podéis joder muy bonito, a la mierda" cada vez que alguien le ponía enfrente una página inundada de palabras. No con eso términos, claro, tenía una imagen que conservar, pero se podía soñar.

Cuando iba camino a casa, decidió parar a una tienda de juguetes. El pequeño Tom había estado un poco distante últimamente, y que sus hijos empezaran a odiarlo era, de verdad, lo que menos quería. Podía pensar que Alice era una perra, pero amaba a sus hijos, los idolatraba y, como iban las cosas, bien podía tirarse de un puente por ellos.

Sammy estaba en sabía-Chaos-dónde (y lo peor era que no podía decirle nada; su pequeña princesa había dejado de ser tan pequeña hacía ya varios años) y Harry estaba en la universidad, estudiando como su padre nunca había hecho. Así que al único al que tenía era a Thomas, su niño del alma, al que todavía podía tapizar de besos sin verse tan deschavetado. El chico tenía ya catorce, reflexionó arrojando un peluche cualquiera y saliendo de la tienda. Sus niños ya habían crecido y él queriendo que siguieran llegando al estudio en casa, para preguntarle cómo funcionaba este o aquel aparatito extraño o para mostrarle un nuevo descubrimiento, de esos que hacen los niños.

Se dio cuenta de que no corría cuando, tras casi ser aplastado por un auto, por segunda vez en el día, vio, sentada en un café chico, con el cabello largo, lo pómulos afilados, la piel pálida y sonrosada, vistiendo formalmente y leyendo un periódico, a la adulta figura de Amelia Rose.