El nombre de los personajes y situaciones están basado en la obra de Candy-Candy pertencen a sus autoras
Por Claudia Medina
La noche era oscura, el olor de las huele de noche le daban un sabor dulce a a la garganta de Pedro Blanco, la luna era un gran faro que aluzaba a dos figuras que se encontraron afuera de la gran barda de la Casa Grande, como un susurro le dijo a su dulce Alejandra que pensó que jamás saldría. Se dirigieron al registro civil donde se casaron con la ayuda de algunos amigos del partido político de Pedro. Justo cuando salían de ahí para ir a la estación de tren unos soldados detuvieron a Pedro y a sus amigos.
-¡Te juro por mi vida que volveré por ti y por mi hijo!- sus ojos verdes que contrastaban con su piel oscura y cabello negro miraron fijamente a los ojos negros de Alejandra, fue lo último que gritó a la muchacha que corría tratando de alcanzar el tren, él se había escapado de su guardia y se detuvo en la puerta al sentir que el tren avanzó, pudo bajar pero su honor no lo permitió, regresaría con la frente en alto.
El año de 1915 no era lo que diez años atrás, sobre todo en México, los años de Don Porfirio se habían acabado, y la paz, ¿Qué era la paz? Ya hacían cinco que el país estaba en una revuelta que estaba más que revuelta como quien dice la casa patas pa'rriba.
La hacienda del Carmen ya no era misma, muchos de sus trabajadores ya habían desertado unos a la bola, otros a Estados Unidos, otros a buscar dentro de aquel caos una mejor vida en la ciudad. Aun así la hacienda lucía todavía hermosa. El olor de lluvia vespertina de primavera hacía parecer que todo estaba en calma, una chiquilla de unos 15 años, rubia de ojos verdes y trenzas largas barría el patio central de la casa grande, justo frente al corredor donde Doña Leonarda tenía a sus treinta pájaros y gustaba escucharlos cantar mientras bordaba en las tardes calurosas. Un balde de agua cayó del balcón que estaba arriba de ella…
-Aguas- gritó la voz chillona de Elisa, seguida de una burlona carcajada de ella y Néstor su hermano un año menor que ella. – No te asustes primita, solo es agua, algo sucia pero solo agua.
-Eres una…- gritó con la ara furiosa- van a ver, después no anden de chillones con Don Gumaro…
-Dulce Alejandra Blanco Lostanau- la interrumpió una voz femenina, Alejandra se acercó a ella desde la cocina.- Basta de juegos
-Pero Mamá no es un juego…
-Dije que basta- dio enérgica
-Perdón tía Alejandra- se justificó Elisa- le avisamos pero no se quitó
-Esta bien Elisa, ve a arreglarte, dijo tu madre, tendremos visitas…viene Don Rufino y su sobrino Rafael que acaba de llegar del extranjero, y tú también, sécate no te vayas a resfriar…
-Mamá… - protestó Dulce que su madre no riñera a Elisa
-Réstale importancia, hija…por favor… tú tienes que aprender a ser una dama…
-si… las damas barren mientras otras hacen como que practican el piano si como no…dama…mis narices…
-¡Dulce!…- replicó Alejandra limpiándose las manos en el mandil
-Madre, yo no quiero ser una dama o una princesa… me conformo con ser un ser humano, un ser humano de verdad…
Discutían mientras llegaban a la recamara de ambas. Dulce se secó y se puso su vestido verde y se soltó el pelo
-Que linda eres, mi amor, eres idéntica a tu padre- dijo suspirando- hasta en el carácter, si fueras menos rebelde… la culpa la tengo yo…por permitirte pasar tanto tiempo en la biblioteca…te has llenado tu cabeza de no se que tantas ideas.
-Usted me enseñó a leer- dijo al acariciarla- no solo en español sino en Francés y también en inglés. Reconózcalo madre, usted también está igual de inconforme que yo, solo que se empeña en sufrir… en pagar su "pecado" como dice don Gumaro… confío en que todo esto haga el cambio, mamá… las cosas tienen que cambiar
-Hija, hablas muy madura para tu edad… anda vamos que los invitados no tardan en llegar y pórtate bien ¿si? Y ponte el corsé… que ya me di cuenta que no lo haz usado.- Se dio la media vuelta,- pero póntelo, dijo con autoridad.
En la mesa estaban todos sentados, Don Gumaro a la cabeza y Doña Leonarda a su lado, Dulce junto a su abuela y su madre, que no ocupaba su lugar por ayudar a servir la mesa; enfrente, el tío Federico esposo de Carmen, la hermana mayor de Alejandra y sus hijos Néstor y Elisa, después los invitados, Rafael obviamente junto a Elisa y Don Rufino el dueño de la tienda del pueblo. Platicaban de los rumores de que los villistas estuvieran cerca. Rafael no dejaba de mirar a Dulce, dejando de lado los coqueteos que Elisa abiertamente le hacía, no podía imaginar que esa era la niña que jugaba con él en el río. Cuando de pronto la quietud de la noche fue interrumpida, unos balazos al aire, los gritos y el galope de los caballos lo confirmaron, todos se mantuvieron en su lugar, enmudecieron, esperando a que el sonido de las espuelas se parara en el comedor, la puerta se abrió de pronto la figura de un hombre alto y robusto de bigote con barba cerrada, de apariencia sucia entró y dio un disparo al aire…
-Ah, estamos cenando- se dirigió a Don Gumaro y encañonándolo lo hizo pararse de su lugar- Muévase Don… que ese lugar es para mi Coronel
Unos pasos se aproximaron y un hombre alto y moreno de mas o menos 40 años, vestía el atuendo de todo un Villista, pantalones negros, chaparreras, botas negras camisa que alguna vez fue blanca, carrilleras y un puro en su mano derecha, el más guapo que Dulce haya visto en su vida, entró al momento en que Alejandra entró de la cocina, los platos cayeron de sus manos como si estas fueran de mantequilla.
-¡Pedro!-gritó asombrada.
Un año después en el campamento del Coronel Blanco cerca del norte de Coahuila y Nuevo León…
El agua del río estaba tibia por el sol Dulce decidió ir a bañarse pero no con todas las mujeres, prefirió buscar un rincón donde nadie la molestara, era algo poco común encontrar una cascadita a esas alturas del río y además esta formaba una pequeña laguna, solo la acompañaba Dorotea, una chiquilla de su edad que se habían caído bien.
-Vamos a quitarnos la ropa, al fin de cuentas nadie nos ve, los hombres del Cuervo cuidan a las mujeres que están lavando- dijo Dorotea
Disfrutaban del agua y jugaban cuando escucharon el movimiento de unas ramas y los cascos de un caballo.
Un hombre rubio de cabello hasta el hombro con vestimenta como de indio se introdujo al río con todo y caballo sin percatarse de la presencia de las muchachas, se sumergieron después de sonoro grito; lo que causó la risa del hombre
-Largo,- gritó Dulce- Váyase
-NO entiendo el español
-Largo gringo cara de pan crudo, ya lo dije o si no..
-Si no ¿Qué baby?- dijo otro de cabello oscuro y lentes que venía en otro caballo- yo si hablo español…
-¿Ah si? – dijo Dulce- Pues lárguense mucho a rechiflar a su…. Casa
-Come on- dijo el rubio- your so brave, eres valiente- volviendo a reír.
-Dulce pueden ser peligrosos- dijo Dorotea asustada- sin salir del agua
-Como que no- se levantó decidida ni importando su desnudez que tapaba parcialmente con su largo cabello rubio- de Dulce Blanco nadie se burla- tomó su pistola y apuntó directamente a la cabeza del rubio y detonó un disparo.
-Tranquila. Solo pasamos, queremos que los caballos tomen agua es todo- dijo el moreno de lentes.
-Vaya, good hand, un poco y me da in my head- dijo el rubio
-Claro que tengo buena puntería, gringo, no le apunté a usted, a la próxima va directo entre las dos cejas, between your eyebrows, en la mera maceta…Go, go, stupids gringos…- dio dos balazos más al aire
-It's ok, its ok don't be mad, so your so pretty
-Orale gringos cara pálida- rio mientras volvía a dar otro disparo
-So you're more beautiful when you're smiling- dijo mientras le guiñaba el ojo al dirigir su caballo hacia tierra y salir de ahí- Tu más bonita con tu sonrisa…
La tienda que se improviso como "hospital" sala de urgencias, sala de operaciones ambulatoria y de todo lo que se integrara en el campo semántico hospitalario, todavía se mantenía aluzada, el mandamás en esa tienda era Sergei, un joven doctor ruso que había escapado de la tiranía zarina, primero lo tomaron como prisionero en un asalto al tren y se quedó voluntariamente a fuerzas, porque era muy necesario en el campamento del Coronel Blanco. Dulce se integró en las filas del doctor "Güero" había tantos pacientes por ayudar que Pedro se lo permitió. Dulce cumplió su sueño de usar pantalones, para ella era mucho más cómodo, siempre odio esos vestidos con encajes que le causaban sudoración aunando el maldito corsé, para Pedro fue un alivio así de alguna forma los soldados la verían como uno más de ellos aunque en realidad preferían vivir antes de fijarse en la hija del coronel. Alejandra era tan feliz que cualquier decisión que Pedro apoyara estaba bien, sin embargo no quitaba la vista de lo que su hija estaba haciendo, la amistad de Sergei le pareció buena, al menos daba el "gatazo" de ser un buen muchacho.
-¿Sabes Sergei? Me emociona conocer al General Villa- dijo Dulce emocionada- ¿tu ya lo conoces?
-No, también será algo nuevo para mí- dijo con su clásico acento ruso.
-Mi padre habla maravillas de él…lo único con lo que no estoy de acuerdo es eso de "Una mujer en cada orilla", yo creo que las mujeres deberían tener más que un lugar en la cama de un hombre, he leído de más de una mujer que hizo historia, el estar en el campamento y ver todo lo que sucede aquí. Mujeres con niños que ni saben de quien son, hombres que abusan de su superioridad en fuerza y ellas que se los permiten porque no tienen otra opción. Pierden a un hombre en batalla y a la hora ya encuentran otro…
Sergei esbozó una sonrisa al ver el brillo en los ojos de Dulce
-¿Te parece algo gracioso?- preguntó algo molesta
-No, mujer, no te enojes, solo que me recuerdas a alguien, se llama Annya, es la sobrina de mi madrina…ambas son mujeres que como tu no les gusta la forma de vida femenina. Yo estoy aquí porque además de mis ideales que no son muy bien recibidos en la sociedad del zar…en Europa también hay guerra y mi madre se empeñó que visitara a unos amigos en Estados Unidos, de alguna forma equivocada tome ese tren y aquí me tienes, mi madre por querer librarme de una guerra….
-No, Dios te mandó aquí por algo- aseveró Dulce-¿Extrañas tu tierra?
-Ya lo creo, por algo… junto a ti no extraño nada- Sergei se acercó a Dulce y apenas rozó sus labios con los de él cuando intempestivamente se abrió la "puerta" de la tienda
-Dulce es hora de dormir- dijo Alejandra con voz de sargento
-Doitor, doitor, traemos unos heridos son unos gringos- dijo un soldado apresurado casi cargando a uno de ellos, era alto de cabello oscuro y usaba lentes, su traje parecía de alguien rico pero muy maltratado. Después entraron otros dos con el otro en el lomo de un caballo, este era rubio de cabello largo hasta los hombros y vestía de una manera extraña, como los comanches de la región o como los apaches
El caballo cargaba extrañamente algunas pertenencias, unos velices y una caja negra al parecer una cámara fotográfica.
-¡Es el gringo!-pensó Dulce solo dijo –Madre…
-Está bien, pero yo me quedaré a ayudar doctor- dijo Alejandra viendo a los grises ojos del doctor.
-Si mi Coronela- dijo Sergei Ivanov al agradecer tácitamente que Alejandra no los regañara por el beso, después de todo a pesar de estar en el lugar donde estaba él había sido educado literalmente como todo un caballero de honor y Dulce de ninguna manera merecía ser tratada menos que una dama.
-Si es necesario resucítelos doitor- dijo el Cuervo, la mano derecha de Pedro Blanco, ese hombre robusto y alto de barba cerrada que entró primero en el comedor de la hacienda, que con gusto hubiera colgado al montón de catrines que ahí encontraron pero que jamás imaginó fueran parientes del Coronel, políticos, pero al fin parientes- en una semana tenemos en la finca que hallamos deshabitada la reunión con mi General Villa y estos pueden ser espías...¿no ve que son gringos?… ahí se los encargo doitorcito, con su compermiso mi coronela, niña…- dijo al salir.
Durante dos días Dulce cuidó de sus pacientes del extranjero, sin que nadie se diera cuenta buscó en sus pertenencias y encontró apuntes de lo que parecía un diario de viaje donde narraba desde hacía cinco meses atrás su travesía desde Chicago hasta Texas, encontró unos billetes ocultos entre los cueros de una bolsa que parecían dólares los conocía porque su tío Federico a veces le pedía ayuda para hacer las cuentas de la hacienda, unos bilimbiques de color rojo y otros amarillos. Y unas monedas de oro. Y una tarjeta que decía: Journalist of "The Tribune Daily of Chicago".
-¡Uno de ellos es periodista! Ha de ser el de los anteojos y este ha de ser un guía o algo así… alguien amigo de los indios.
-Agua, water, water- susurró el rubio entre sueños.
Del Escritorio:
Gracias por leer esta nueva locura. la cual está inspirada en el centenario dela revolución mexicana, las mujeres que la apoyaron y sufrieron para que las cosas cambiaran para sus descendientes y también en MI Prince de la Colina que día a día se entrega al apostolado de mantener informada a la comunidad nuevoleonosea y del país… es uno de mis grandes inspiraciones, también a los herederos y a todas mis maravillosas amigas que en este asombroso medio he encontrado y me dan batería para seguir en uno de mis vicios más arraigados: escribir. Y obviooooo en el Beto… ¿Qué sería el Candy mundo sin él?
Gracias de nuevo prometo cumplir con subirla a tiempo "cross my heart"
Claudia Medina
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